miércoles, 10 de febrero de 2016

2001- INTELIGENCIA ARTIFICIAL - Steven Spielberg (1)


Las películas de CF pueden, muy de vez en cuando, recibir alguna nominación a los Oscar, pero éstas suelen ser a los efectos especiales, el maquillaje, sonido o algún otro apartado técnico. Habría que retroceder al Oscar al Mejor Actor que se le otorgó merecidamente a Fredric March en 1932 por “El Doctor Jekyll y Mr.Hyde” (1931) para encontrar una excepción a la regla (y eso aun cuando muchos no la consideren adscrita al género, clasificándola, como la novela original de Robert Louis Stevenson, como “terror”).

Ni siquiera el premiadísimo director Steven Spielberg llegó más allá de la nominación en sus incursiones en la Ciencia Ficción (por “Encuentros en la Tercera Fase” y “E.T.”), ganando por fin su Oscar por “La Lista de Schindler”, una de sus cintas “serias” centrada, además, en un tema bastante apreciado por los estudios de Hollywood: el Holocausto judío. Con la excepción de “Minority Report”, el resto de sus películas incluyen de forma más o menos protagónica la aventura de un niño. Este es el caso de “I.A.Inteligencia Artificial”, si bien aquí el niño no es exactamente un niño y la aventura discurre por senderos bastante tortuosos y en absoluto infantiles.


En el futuro, la humanidad ha tenido que retirarse al interior de los continentes al quedar los antiguos litorales anegados por la fusión de los casquetes polares. Ante esta nueva situación, los gobiernos han instituido estrictas leyes de control de natalidad. Como resultado, el uso de androides o “mecas” para todo tipo de tareas se ha convertido en algo cotidiano al ser ingenios que gastan poco en relación a su versatilidad y durabilidad. El profesor Hobby (William Hurt), genio al mando de la compañía Cybertronics de Nueva Jersey, propone a sus científicos la creación de algo totalmente nuevo: un niño artificial programado para amar incondicional y eternamente, un meca con verdadera vida emocional. Dos de sus empleados, Henry y Monica Swinton (Sam Robards y Frances O’Connor), que viven en una continua angustia al tener a su único hijo, Martin, sumido desde hace años en un coma, acceden a acoger a ese prototipo y probarlo.

Mónica pronto establece lazos afectivos con el niño androide, David (Haley Joel Osment), hasta el punto de llegar a amarlo de verdad. Pero entonces, Martin emerge inesperadamente de su coma y regresa al hogar familiar. Celoso de David, conspira para hacerle aparecer como una máquina impredecible y peligrosa ante sus padres con el objeto de que éstos lo devuelvan a la fábrica para su despiece, la única salida para el androide una vez activado su protocolo emocional. Pero Mónica se siente incapaz de hacerlo y opta por abandonarlo en el bosque junto a su oso de juguete robótico, Teddy.

Tratando de volver a casa y al amor de su “madre”, David, totalmente ignorante del mundo y sus
peligros, es capturado por la Feria de la Carne, un circo ambulante cuyo espectáculo consiste en la destrucción brutal de robots para entretenimiento de las masas fanáticas. Logra escapar en compañía del meca sexual Gigolo Joe (Jude Law) y comienza entonces una desesperada búsqueda de el Hada Azul, un personaje del cuento de “Pinocho” (que él cree verídico) para que lo transforme en un niño de verdad y pueda así ganarse el amor de su madre.

En términos de su aproximación a la ciencia ficción, es difícil encontrar a dos directores más
dispares que Steven Spielberg y Stanley Kubrick. El primero, en su vertiente de realizador de cine espectáculo, transmite el espíritu de un Peter Pan descubriendo Nunca Jamás, un lugar –sus películas- en el que puede jugar y volar recuperando la inocencia y el sentido de lo maravilloso (una noción que constituye la espina dorsal del argumento de su película “Hook”, 1991). Por otra parte, Kubrick era un cínico desapegado de la humanidad: o bien la gente le resultaba indiferente o bien creaba historias como “Teléfono Rojo, ¿Volamos Hacia Moscú?” (1963) y “La Naranja Mecánica” (1971), que no eran sino grandes y siniestras bromas en las que trataba a sus personajes –y espectadores- como moscas con las que jugar arrancándoles las alas.

Comparemos, por ejemplo, dos grandes trabajos de cada director, “2001: Una Odisea del Espacio” (1968) de Stanley Kubrick, y “Encuentros en la Tercera Fase” (1977) de Spielberg. Ambos son
films sobre un hombre que pasa por una ordalía hasta llegar a un encuentro climático con lo alienígena, tras lo cual es llevado lejos a bordo de un gran espectáculo luminoso. Para Spielberg, el universo estaba lleno de maravillas por descubrir, era un lugar en el que el hombre podía redescubrir al niño que llevaba dentro tan sólo sacudiéndose las telarañas de lo rutinario y lo mediocre. En cambio, para Kubrick el futuro, como el espacio, son lugares fríos en los que la Humanidad queda eclipsada por su propia tecnología; sólo evolucionando más allá de esa misma Humanidad física y mentalmente, podremos ser libres.

Aunque ambos cineastas se guardaban un gran respeto y mantenían frecuentes y larguísimas conversaciones telefónicas sobre lo que fuera en lo que estuvieran trabajando en ese momento, no sólo sus técnicas cinematográficas sino sus mismas personalidades eran radicalmente opuestas.
Spielberg es extrovertido e inquieto. Ha creado su propio estudio, produce los proyectos de otros colegas, ha participado de una forma u otra en numerosas series de televisión tanto de imagen real como animadas…. Mientras que Kubrick era un recluso introvertido que trataba de controlar obsesivamente sus obras hasta el punto de que en su última etapa, pasaba años –incluso, en algunos casos, décadas- perfeccionando un solo proyecto. No en vano ostenta el record tanto del rodaje más largo para un film -15 meses para “Eyes Wide Shut” (1999)- como para el mayor número de tomas de una sola escena -160 en “El Resplandor” (1980). Esa diferencia entre ambos genios del cine se hace patente en “I.A. Inteligencia Artificial”. Kubrick trabajó en su guión durante quince años y murió en 1999 antes de poder rodarla. A partir de ese momento, Spielberg recogió el testigo y en sólo dos años, la reescribió, rodó y preparó para su exhibición.

Pero la colaboración de ambos directores para este proyecto fue algo que vino de antes y que atrajo la atención de industria y espectadores, que se preguntaban hacia qué lado se decantaría el resultado final habida cuenta de lo dispares que eran los dos. De hecho, Kubrick llevaba
preparando la película desde comienzos de los setenta. Conoció a Spielberg en 1979, cuando coincidieron en Londres mientras rodaban “El Resplandor” y “En Busca del Arca Perdida” respectivamente. Mantuvieron un contacto regular y en 1985 llegaron a un acuerdo para que Spielberg, ya entonces en la cresta de la ola, asumiera el papel de productor de esa película de CF cuyo desarrollo estaba convirtiéndose en una interminable carrera de obstáculos. De hecho, se empantanó interminablemente debido a los caprichos y rarezas del director. Durante años fue contratando y despidiendo escritores para que trabajaran en el guión, se distrajo con otros proyectos, lo abandonó frustrado porque los efectos especiales no estaban a la altura de sus exigencias y, por fin, en 1994, a la vista de lo que Spielberg había conseguido “resucitando” digitalmente a los dinosaurios en “Parque Jurásico” (1993), el film entró en preproducción.

La cosa pareció salir adelante durante algún tiempo, pero Kubrick seguía mostrándose disconforme con las previsualizaciones y pruebas que le iban presentando. En 1995, quizá ya cansado, le entregó el guión a Spielberg diciéndole que, al fin y al cabo, era una historia más
cercana a sus sensibilidades. Éste, no obstante, declinó la oferta y lo convenció para que permaneciera como director. Kubrick lo aparcó todo para concentrarse durante varios años en “Eyes Wide Shut”, estrenada en 1999. Cuando murió aquel mismo año sin haber podido siquiera asistir al estreno, la viuda de Kubrick y su hermano, el productor Jan Harlan, contactaron con Spielberg para que se hiciera cargo de “I.A.Inteligencia Artificial” y la llevara a buen término. Aunque llevó la película a su terreno, Spielberg trató de preservar la esencia de su respetado Kubrick no sólo en el respeto a las líneas generales del guión, sino en la atención por el detalle, la cuidada puesta en escena y el secretismo con el que se llevó a cabo el rodaje: no se filtró detalle alguno sobre el argumento hasta el momento mismo del estreno, llegando incluso a lanzar algunas pistas falsas a la prensa.

Spielberg contó, para comenzar a trabajar, un tratamiento de guión de 90 páginas y varios centenares de dibujos conceptuales de Chris Baker. A partir de ahí, escribió personalmente el guión definitivo de “I.A.” –la primera vez que asumía esa labor desde “Encuentros en la Tercera Fase”-. Éste se apoyaba en un relato corto, “Los Superjuguetes duran todo el verano” (1969),
escrito por Brian Aldiss, uno de los grandes autores clásicos del género y responsable de algunas de sus novelas más famosas (podéis leer las críticas de algunas de ellas buscando su nombre en el índice de etiquetas). El tratamiento para la pantalla, no obstante, estuvo a cargo de Ian Watson, uno de los más peculiares, difíciles e infravalorados escritores de CF. Tanto sus novelas como sus relatos cortos son auténticos desafíos al intelecto del lector, escaparates de ideas provocativas y audaces. Por ejemplo, el convertir en gigoló al meca interpretado por Jude Law fue idea suya. (Aunque no acreditados, también parece que intervinieron, no se sabe muy bien hasta qué punto, los escritores de CF Bob Shaw y Arthur C.Clarke así como Sara Maitland).

Todos esos nombres de enorme peso en sus diferentes ámbitos (Spielberg, Kubrick, Aldiss, Watson) se unen a otros habituales en las películas de Spielberg (el compositor John Williams, el director de fotografía Janusz Kaminski, los efectos especiales de Stan Winston y la ILM, el diseñador de producción Rick Baker) para realizar una película de la que es difícil formarse una opinión antes de comenzar a verla. Incluso una vez que ha comenzado, no hay forma de saber por dónde va a discurrir el guión tras cada segmento.

La historia tiene elementos que recuerdan a “2001: Una Odisea del Espacio”, por ejemplo, la
parte final, pero también por su división en varios “actos”, todos ellos diferentes en tono y solapados el uno con el siguiente. El primero sería el más “Spielberg” de la cinta (y el único que se ajusta al relato original de Aldiss): la historia de un niño androide que es aceptado en el seno de una familia humana y en el interior de la cual crece su amor. Es algo así como lo que debería haber conseguido “El Hombre del Bicentenario” (1999) en lugar de fracasar miserablemente en la tarea. Pero aún tiene más similitudes –si bien en un tono adulto- con la serie de anime “Astro Boy” (1963-66), en la que un niño androide construido por un científico para reemplazar a su hijo, es expulsado y trata de encontrar un nuevo hogar. Aunque el referente último de la narración es, claro está, el “Pinocho” de Carlo Collodi sobre cuyo argumento sobra explicación alguna.

La secuencia está fotografiada en tonos apagados y transcurre de forma muy pausada. De hecho, “I.A.” es uno de los films más lentos que Spielberg ha dirigido. Encontramos sus característicos
toques emocionales, incluso sensibleros, pero en el trasfondo acecha siempre, sin desaparecer nunca del todo, la frialdad descarnada de Kubrick. Uno puede imaginarse dirigidos por éste momentos como aquel en el que David comienza a reírse de repente en la cena sin motivo alguno, provocando una incómoda repulsión a sus padres; o los crueles juegos en los que le involucra su “hermano” Martin. De haber sido Kubrick el responsable, la violencia psicológica de esas escenas habría probablemente estado al nivel del segmento del campo de adiestramiento de marines en “La Chaqueta Metálica” (1987)

La segunda parte de la película, el comienzo de la odisea en solitario de David y la secuencia de la
Feria de la Carne, es la que tiene un esquema más tradicional y resulta, por tanto, menos interesante. Al menos, ofrece una ingeniosa interpretación de Jude Law como el androide sexual Gigolo Joe (aunque resulte raro, es la primera vez que la sexualidad se muestra de forma explícita en una película de Spielberg). Haley Joel Osment hace un buen trabajo, aunque sin duda la estrella de esas escenas es el pequeño oso parlante Teddy –cuyo papel equivale al del Pepito Grillo de Pinocho-. Pero, en general, todo lo que ocurre en este segmento resulta demasiado trillado: el androide abandona el hogar, debe vivir y comprender el mundo humano, se topa con el prejuicio de los fanáticos, su vida peligra, encuentra un protector-compañero…

Ya mediada la mitad del metraje, “I.A.” no ha aportado nada que sea verdaderamente especial. La idea de partida es intrigante, pero la trama que la desarrolla es quizá demasiado tradicional,
previsible, siendo su auténtica virtud la de venir punteada ocasionalmente por imágenes de gran belleza, como aquella que trata de remedar aquella icónica bicicleta con la luna de fondo en “E.T.”.; o ese catálogo de androides medio despedazados a la busca de repuestos entre la basura, especialmente la mujer cuya cara no está rodeada de ninguna cabeza… Hay momentos en exceso sensibleros y la narración pasa con demasiada rapidez por escenarios de ese mundo futuro que parecen más dignos de exploración que las vicisitudes de David, como “Rouge City”, una mezcla de Las Vegas y “Blade Runner”; o el peligroso trabajo de Gigolo Joe, que remite a la serie negra clásica.

(Finaliza en la siguiente entrada)

3 comentarios:

  1. Gracias por escribir estas criticas tan buenas de este film, me refiero , cuando digo "buenas", no por que halagas la película, sino , por lo bien que redactas y haces referencias a otros films , o trabajos de sus productores o director. En hora buena , te felicito por esta nota , que me ha gustado mucho.

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  2. De nada, espero que la segunda parte de esta entrada también sea de tu agrado, porque es una película bastante controvertida... Un saludo.

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  3. Me gustò esta pelìcula cuando la vì, inmediatamente tambièn la comparè con "El Hombre Bicentenario" y lleguè a la misma conclusiòn. Creo que esta ùltima fracasa miserablemente porque el androide tiene una obsesiòn casi malsana en tirarse a la protagonista; no dà la sensaciòn de que sienta "amor" (o siquiera "enamoramiento") porque al final le dà lo mismo acostarse con su descendiente, fìsicamente igual

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