
Cuando este libro fue publicado, hace más de un siglo, causó un considerable impacto en Gran Bretaña. Eran los años de creciente tensión política que desembocarían en la Primera Guerra Mundial y el autor, en términos militares, analizaba con acierto la postura crecientemente agresiva de Alemania. Ésta había integrado las últimas tecnologías en una doctrina militar sistemática, profesional y meticulosa que se complementaba con un adoctrinamiento en el concepto de “guerra lógica”. La combinación de todo ello había hecho que, a finales del siglo XIX, Prusia se hubiera convertido en la principal potencia militar del mundo. Por el contrario, Gran Bretaña se había resistido a reformar sus estrategias, tácticas y tecnología bélicas porque para mucha gente esto hubiera supuesto una inaceptable escalada militarista.
Como vimos en entradas anteriores, las voces que protestaban contra esta situación venían de lejos. Había agencias gubernamentales que presionaban para tomar medidas. Pero también existieron individuos particulares, como el escritor que nos ocupa, que jugaron un papel fundamental en el proceso. Y su importancia no se limita a la política o la Historia: con esta obra, Erskine Childers (que había combatido poco antes en la Guerra de los Boers, donde se pusieron de manifiesto las ineficiencias del ejército británico) creó el thriller de espionaje moderno, un logro que aún es más notable si tenemos en cuenta que se trató de su primera (y única) novela.

¿Por qué reseñar esta novela en un blog de ciencia ficción? Bien, ciertamente “El enigma de las arenas” es, en primer lugar, generalmente reconocido como el abuelo de la ficción de espionaje, desde las obras de Joseph Conrad, Somerset Maugham y Graham Greene hasta el James Bond de Ian Fleming o las novelas de John LeCarre, Frederick Forsyth o Tom Clancy. Pero, a su vez, es el nieto de aquellas obras de guerras futuras que ocasionalmente hemos ido comentando en diferentes entradas y cuya precursora fue “La Batalla de Dorking”.

Como sus antecesoras, el patriótico propósito de “El Enigma de las Arenas”, era dar la voz de alarma al pueblo británico sobre el peligro que suponía Alemania y la incapacidad de la armada y el ejército británicos para hacer frente a dicha amenaza. El propio Winston Churchill admitió que esta novela fue una de las que contribuyeron a dar forma a un estado de opinión que llevó al Almirantazgo a establecer nuevas bases en el Mar del Norte (como Scapa Flow o Invergordon). Es más, cuando finalmente se declaró la Primera Guerra Mundial en 1914, el propio Churchill ordenó al Director de la Inteligencia Naval que buscara a Childers. Éste realizó diversas misiones de reconocimiento naval y sabotaje en varios escenarios, entre ellos la costa alemana sobre la que había escrito años antes.
Y una anécdota más que pone de relieve la importancia de la novela (virtualmente desconocida en España): en agosto de 1910, inspirados por el libro de Erskine, dos jóvenes oficiales ingleses navegaron por la costa alemana siguiendo el itinerario descrito en el libro y recogiendo información sobre las bases navales alemanas. Fueron capturados por espías y encerrados por los germanos. Liberados unos años más tarde y de nuevo en casa, al estallar la guerra, el conocimiento que habían adquirido les valió a ambos hombres pasar a formar parte del servicio de inteligencia del Almirantazgo.

La historia de “El Enigma de las Arenas”, sin embargo, no ha envejecido bien. Escrita en un estilo

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