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lunes, 19 de marzo de 2018
2008- EL INCIDENTE – M.Night Shyamalan
Hay algunos directores (de hecho, casi cualquiera con talento creativo) que consiguen un éxito puntual (o quizá un pequeño número de ellos) para dedicar el resto de su carrera a ir dando tumbos en una búsqueda infructuosa de la afortunada combinación de factores que una vez les granjeó el éxito de público y crítica. Dentro de esta categoría podrían incluirse nombres como George Lucas, Gene Roddenberry o Tobe Hooper, todos los cuales obtuvieron notoriedad y reconocimiento al comienzo de sus carreras y luego cayeron en un bucle de autoreciclaje o trabajos meramente alimenticios que carecían del encanto de sus primeras obras. En tiempos más recientes, un ilustre representante de esa categoría ha pasado a ser M.Night Shyamalan, que dio la campanada con “El Sexto Sentido” (1999), su tercer film, gracias a su inesperado e impactante final, un final que fue luego plagiado y replicado en multitud de producciones menores. En aquel momento postrero del siglo pasado, Shyamalan fue aclamado como un talento que, aunque recién llegado, podía comparársele con Spielberg.
Después de “El Sexto Sentido”, Shyamalan continuó su carrera rodando una serie de películas en las que o bien él o bien los responsables de marketing de los estudios, prometían repetir esa mezcla de misterio, densidad conceptual y sorpresas de última hora. Pero en cada uno de los films, esas expectativas se vieron frustradas por giros decepcionantes como el de “El Protegido” (2000), cuya “sorpresa” consistía en que el protagonista descubría que el propósito de su vida era ser un superhéroe. En “Señales” (2002), una película de invasiones alienígenas, Mel Gibson descubría que una mano divina había ordenado todos los elementos de su vida de cara a ayudarle en un momento crucial. El final de “El Bosque” (2004), una historia sobre monstruos que atacan a los aldeanos de una supuesta aldea del siglo XIX, provocó asimismo no pocas burlas. La decepción con Shyamalan fue también la nota dominante de “La Joven del Agua” (2006), donde sus divagaciones acerca de la predestinación y su participación como actor encarnando a un escritor de gran futuro, rozaban el ridículo. No es de extrañar que para cuando se anunció el estreno de “El Incidente”, su crédito con gran parte del público se hallara ya bajo mínimos.
Elliott Moore (Mark Wahlberg) es un profesor de ciencias en un instituto de Filadelfia. Un día ordinario, de repente, llegan noticias de muertes masivas en Nueva York, algo que inicialmente se atribuye a un ataque terrorista. Elliott, su esposa Alma (Zooey Deschanel), su colega en el instituto Julian (John Leguizamo) y la hija de éste, Jess (Ashlyn Sanchez) huyen de la ciudad en tren, pero éste se ve obligado a detenerse en mitad de una zona rural cuando llegan más noticias de que toda la costa noreste de Estados Unidos está experimentando un fenómeno de suicidios masivos. Parece que los más afectadas son los núcleos de población más populosos, por lo que los pasajeros del tren se dispersan hacia zonas remotas y desiertas de los alrededores. Por el camino, Elliott empieza a darse cuenta de que la catástrofe podría tener su origen en una toxina expelida por las plantas como reacción a la presencia humana. La única alternativa parece ser formar grupos más y más pequeños con la esperanza de no ser detectados por los omnipresentes árboles.
Hay que decir que a pesar de la publicidad y críticas negativas que han acompañado a bastantes de sus películas, Shyamalan no es ni mucho menos un cineasta que pueda pasarse por alto. Tiene talento para dirigir, es capaz de construir escenas verdaderamente desasosegantes y es muy hábil para obtener buenas interpretaciones de sus actores (aunque aquí Zooey Deschanel podría ser la excepción que confirma la regla). Sus pretensiones místicas y recurrente tema de la predestinación tocan el terreno de lo absurdo, pero no puede negarse que sus películas destilan una originalidad de la que carecen la mayoría de las producciones de Hollywood. Si tuviera el buen sentido de asociarse con un guionista que pudiera contener ese evidente ego que le lleva a contemplar todo lo que escribe como una genialidad, Shyamalan podría llegar muy alto.
Y aquí vuelvo a “El Incidente”, momento en el cual Shyamalan tomó conciencia de que la trayectoria que estaba siguiendo no le hacía ningún bien. De hecho, “La Joven del Agua” había sido un fracaso en taquilla (apenas recuperó el presupuesto asignado) y para poder financiar su siguiente proyecto hubo de dirigirse a su nativa India, donde una empresa pagó el 50% de la película. Asimismo, se esforzó en las entrevistas por diluir esa imagen de autor inflado de ego asegurando lo abierto que estaba a la colaboración, e incluso desapareció del casting de “El Incidente” (interviene, pero sólo poniendo su voz). Tampoco parecía haber grandes sorpresas conceptuales ni se auguraba un final particularmente impactante –aunque la campaña publicitaria se guardó de revelar la naturaleza del apocalipsis-. Muchos deseaban de verdad que esta vez, a pesar de los rumores negativos que precedieron al estreno de la película, Shyamalan pudiera ofrecer algo verdaderamente sólido que recuperara su fuerza inicial.
“El Incidente” arranca bien, transmitiendo ese sentimiento de horror cotidiano, de amenaza cierta pero difusa que a Shyamalan se le da tan bien. Muy inquietante es ya la escena de apertura, en Central Park, donde dos amigas sentadas en un banco ven cómo la gente a su alrededor se detiene súbitamente y dan unos pasos hacia atrás y a continuación una de ellas se quita la aguja del pelo y se atraviesa el cuello. Hay otros momentos igualmente grotescos, como ese edificio en construcción del que se empiezan a arrojar los obreros, o, más adelante, gente ahorcada a lo largo de todo un paseo arbolado; una pistola que va pasando de suicida en suicida; un individuo que es devorado por los tigres de un zoo y otro que se arroja a los pies de un cortador de césped.
“El Incidente” puede encuadrarse dentro de la cadena de películas de desastres posteriores a los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 y muy influidas por ese suceso. Entre las más cercanas cronológicamente a la que nos ocupa podemos nombrar “La Guerra de los Mundos” (2005), “El Diario de los Muertos” (2007), “Soy Leyenda” (2007), “La Niebla” (2007), “Cloverfield” (2008), “Ultimátum a la Tierra” (2008), “Señales del Futuro” (2009) o “2012” (2009). Muchas de esas historias se centran en un grupo de desconcertados supervivientes que tratan de mantenerse enteros y unidos ante una catástrofe sobrecogedora e inexplicable.
“El Incidente” es una de las películas más raras dentro de esa categoría. Mientras que otros habían optado por amenazas más tópicas como invasores alienígenas, zombis, monstruos gigantes u otros terrores extradimensionales, Shyamalan nos ofrece plantas –como resumen y metáfora de la propia Naturaleza- que se vuelven contra la especie humana. Es un subgénero dentro de otro que cultivaron sobre todo directores de los años setenta del pasado siglo, con ejemplos como “Los Herederos de la Tierra” (1971), “Ranas” (1972), “Sucesos en la Cuarta Fase” (1974), “El Día de los Animales” (1977) o la miniserie “El Día de los Trífidos” (1981). Rizando el rizo, Shyamalan plantea una amenaza vaga, sin cara ni forma: las plantas parecen estar emitiendo a la atmósfera algún tipo de neurotoxina que cortocircuita los mecanismos cerebrales humanos que impiden que nos hagamos daño a nosotros mismos, impeliendo a la gente a suicidarse. Sin embargo, que esta sea la verdadera causa del desastre, nunca llega a estar del todo claro. Como hizo Hitchcock en “Los Pájaros” (1963), se exponen varias hipótesis –gas nervioso de origen militar, la confluencia de varias centrales nucleares en la misma zona, el calentamiento global, la naturaleza avisando al hombre…- pero sin llegar a confirmar ninguna en particular.
Resulta interesante contrastar el enfoque y mensaje de “El Incidente” con esos otros films apocalípticos. Los personajes de “La Guerra de los Mundos” y “Cloverfield” tratan de reunirse con sus seres queridos; “Soy Leyenda” encuentra esperanza en el sacrificio y la fe religiosa; “El Diario de los Muertos” plantea el heroísmo que supone intentar destapar la verdad en una época de control gubernamental; “Ultimátum a la Tierra” llama a trascender el nacionalismo y la cortedad de miras para asumir una responsabilidad global; “La Niebla” nos dice que ante el desastre, la humanidad desaparece suplantada por la superstición irracional y el comportamiento gregario en su peor versión; y “2012” aboga por conservar la decencia humana más básica en vez de pensar exclusivamente en la propia supervivencia.
Pues bien, el planteamiento de “El Incidente” es típico de Shyamalan: la búsqueda de un sentido en lo que parece una sucesión de acontecimientos fortuitos y aleatorios y el recurso a una solución mística. A pesar de que el protagonista sea un hombre de mentalidad científica que constantemente trata de afrontar la amenaza desde un punto de vista racional, lo que la película enfatiza es que la ciencia es inútil y que el universo funciona en base a leyes que siempre estarán fuera de nuestro alcance. El propio Elliott habla por boca de Shyamalan cuando dice: “La Ciencia encontrará alguna explicación para poner en los libros pero, al final, sólo será una teoría. Fracasaremos en reconocer que hay fuerzas operando más allá de nuestro entendimiento”.
Para ser alguien educado en el hinduismo por sus padres (que emigraron de la India a Estados Unidos cuando el director sólo tenía unas semanas de edad), Shyamalan tiene una fijación notable por el cristianismo y sus preocupaciones metafísicas. Él mismo ha admitido que ello proviene de su educación en escuelas privadas dirigidas por congregaciones católicas y episcopalianas. “El Incidente” es una película sobre un tipo de terror existencial que puede ser fácilmente catalogado como religioso desde un punto de vista cristiano. No es que los árboles, las casas aisladas o las viejas lunáticas den miedo. No, lo terrorífico es la idea de que el ser humano se limite a responder a estímulos medioambientales y que el libre albedrío no sea más que un espejismo con el que nos engañamos para sentirnos mejor.
Lo que nos lleva a otra película anterior del director, “Señales”, mejor interpretada, en general mucho mejor considerada y, esta sí, abiertamente religiosa. De lo que va en realidad “Señales” no es de una invasión alienígena, sino de la revelación de un poder divino y protector que nos ofrece ayuda y guía mediante indicios cotidianos y aparentemente triviales que nosotros, en principio, no sabemos interpretar. Paralelamente, lo que subyace en el fondo de “El Incidente” no son los árboles asesinos, sino el que la gente actúe de acuerdo a la química de su cerebro y esa química pueda verse alterada por fenómenos externos y ajenos a nuestra voluntad. Desde un punto de vista religioso, esto es terriblemente desasosegante. Si “Señales” era una película abiertamente religiosa que nos aseguraba que existía un Dios, “El Incidente” es lo opuesto, una súplica espiritual en busca de sentido vital.
Otras dos de las más aclamadas películas de Shyamalan, “El Sexto Sentido” y “El Protegido”, daban por sentado que existía un sentido cósmico o sobrenatural, un significado que subyacía en los actos y las relaciones entre los protagonistas aun cuando dicho significado se desvelara sólo en el último momento. Por el contrario, “El Incidente” plantea el miedo al caos, a que nuestras vidas no sólo sean impredecibles e incontrolables sino a que carezcan de sentido… o al menos de uno que podamos comprender, lo cual genera igual dosis de ansiedad a menos que se disponga de una generosa reserva de fe.
Y es que hay otra lectura religiosa posible de “El Incidente”. Con sus referencias a “actos inexplicables de la Naturaleza” y el protagonismo de un profesor de ciencias que califica a la evolución de “teoría”, es una producción que sirve de plataforma para esa conjetura neocristiana que pretende explicar la creación del Universo mediante el “diseño inteligente”. El propio Shyamalan (que, aunque no se ha definido como cristiano sí ha sido reivindicado por numerosas asociaciones y movimientos de esa fe en sus versiones más reaccionarias) afirmó en entrevistas que “El Incidente” trataba sobre la fe religiosa (si bien luego, es verdad, prefirió mostrarse impreciso acerca de la misma, diciendo que se inspiró en “la cultura nativa americana y su relación con la naturaleza, el cielo, la tierra, las rocas y el oso”) y que escogió a Mark Wahlberg para el papel protagonista por su intenso sentimiento religioso –este sí, cristiano-.
Tal mensaje empieza a aflorar desde el comienzo, cuando Elliott alecciona a sus alumnos sobre la evolución. Les explica que las abejas están desapareciendo del planeta y les pide posibles explicaciones a tal fenómeno. Los estudiantes que apuntan al cambio climático o la evolución, son respondidos con un seco “podría ser”. Pero cuando el típico alumno normalmente retraído contesta que “Es un acto de la Naturaleza que no podemos comprender”, Elliot se anima y dice que es la mejor respuesta de todas. Esa expresión, “Acto de la Naturaleza”, que se parece sospechosamente a la de “Acto de Dios”, vuelve a aparecer una y otra vez a lo largo de la historia para “explicar” por qué las plantas han “decidido” súbitamente acabar con los humanos. Recordemos que los creyentes en el Diseño Inteligente sustituyen a la Naturaleza por Dios en su “Teoría de la Evolución”: creen que la evolución sí tuvo lugar, pero que fue guiada por un Dios (judeocristiano, claro está). Así que en ese marco de creencias un “acto inexplicable de la Naturaleza” equivale mayormente a un “Acto de Dios”.
La otra subtrama de corte claramente reaccionario es la referida a la relación que mantienen Elliott y Alma. Ésta no sólo ha tenido la osadía de decirle a su marido que quiere esperar algún tiempo a tener niños, sino que ha cometido la maldad de quedar con un compañero de trabajo sin decírselo a él. Julian, el amigo de Elliott, le advierte de lo arriesgado que es tenerla como esposa. Uno de los puntos clave de la película es si Alma podrá de alguna forma y a través de sus tribulaciones, alcanzar la redención, esto es, aprender cuál es su función como esposa de Elliott.
Parece claro que “El Incidente” bebe de las películas de serie B de la época del miedo atómico, muchas de las cuales podían ser producciones más sofisticadas de lo que pudiera pensarse en todo excepto en los efectos, la premisa y la interpretación. Shyamalan cambia la radiación por el cambio climático –o lo que sea que enloquece a las plantas-, pero por lo demás respeta los parámetros del subgénero, incluso colocando al final a ese hombre trajeado que lo explica todo…o lo intenta. El que no veamos espectaculares escenas de destrucción masiva hace que la historia tenga un punto pesadillesco, absurdo e incluso irreal, especialmente si a ello se añade la fijación de Shyamalan con la cara más banal y menos glamurosa del mundo rural e industrial del noreste americano: los trenes Amtrak, las centrales nucleares, los pueblecitos de casas de madera…
A pesar de que el director, como he dicho, respeta las guías básicas de ese género apocalíptico, también invierte múltiples convenciones del mismo. Por ejemplo, en lugar de empezar lentamente e ir aumentando el suspense, el ritmo de “El Incidente” sigue la pauta inversa: para cuando alcanza el (anti)clímax, el film se ha detenido casi completamente, sin apenas diálogos o personajes, con tomas largas y prolongados segmentos de calma y silencio. La gente, en lugar de afluir a las ciudades en busca de otros supervivientes, huye de las mismas, disgregándose en grupos cada vez más pequeños. El protagonista no es un endurecido y carismático hombretón proclive a la acción y el liderazgo sino un humilde profesor de instituto, un intelectual que sobrevive gracias a su mente y no a actos de valentía o fortaleza física. Y probablemente fue esta subversión de los tópicos del subgénero uno de los factores que afectó negativamente a la recepción de la película. Los espectadores no sólo identificaban a Wahlberg como un actor de films eminentemente físicos (“Max Payne”, “The Italian Job”, “Tres Reyes”, “La Tormenta Perfecta”) sino que el departamento de marketing de la Fox elaboró un tráiler de ritmo, imágenes y sonido trepidante que llevaba a imaginar un blockbuster al estilo de Roland Emmerich, bastante más apegado a los clichés de lo que luego uno se encontraba en la sala.
Y es que lo que se puede ver en “El Incidente” es, primero, gente huyendo de un área catastrófica, y luego…poca cosa. Hay escenas, como dije más arriba, tremendamente perturbadoras, pero no una respuesta contra la amenaza, soluciones ingeniosas que permitan sobrevivir a la gente o siquiera un momento en el que alguien consiga determinar qué es lo que está ocurriendo exactamente. De hecho, la película parece constar de dos actos prometedores (la presentación y la huida de la ciudad) y luego un tercero en el que Shyamalan no sabe muy bien por dónde llevar la historia. Ni siquiera hay una auténtica resolución: la amenaza de las plantas se esfuma tan rápido como ha llegado y, tras una elipsis de varios meses, vemos que la vida ha recobrado la normalidad (o una apariencia de la misma)…antes de que todo vuelva a comenzar en París.
Al transcurrir casi toda la acción en espacios abiertos y a plena luz del día, Shyamalan se crea a sí mismo un problema que resuelve bien mediante pura técnica narrativa, ya que no puede arrinconar a los personajes o esconder una amenaza letal en las sombras. Así, los “sustos” en “El Incidente” son sobre todo de carácter abstracto e inconexos los unos de los otros, básicamente las escenas cuidadosamente planificadas de gente suicidándose y en las que utiliza primeros planos, planos muy lejanos, contrapicados o puntos de vista subjetivos. Shyamalan y su director de fotografía Tak Fujimoto (ambos habían colaborado ya en “El Sexto Sentido” y “Señales”) reafirman su doble condición de estetas y narradores clásicos. Siempre hay alguna razón por la que tal o cual objeto o personaje estén incluidos –o no- en el plano.
No se puede dejar de subrayar la facilidad de Shyamalan para construir una historia que mezcla ciencia ficción y terror sin necesidad de introducir ninguna criatura monstruosa o siquiera, como dije, amenaza visible o coherente. Encontramos elementos clásicos de las cintas de monstruos (gente con expresión aterrorizada mirando algo sobrecogedor, gritos en la lejanía, secuencias de tensión creciente en casas solitarias de aspecto inquietante…), pero cuando esperamos que surja la Horrible Criatura, no hay nada, sólo hermosos paisajes de bosques y hierba meciéndose suavemente con la brisa. En mi opinión, esta es la parte más brillante de la película, como si el director nos quisiera demostrar que en el corazón de todas las historias de monstruos no se oculta nada en absoluto: son sólo un espacio vacío que puedes llenar con lo que sea que más te asuste.
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Un nuevo análisis muy interesante, como siempre Muchas gracias, un abrazo.
ResponderEliminarA mi me gustó esta película, y estoy en contra de quienes dicen que es absurda, es inquietante , y te deja en mucho que pensar. Creo , que como tu dices, eso es lo que más miedo da, que no se ve a que temerle. Te felicito como siempre por lo bien que escribes, un abrazo desde Centroamérica.
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ResponderEliminarCoincido plenamente con el comentario es una película que me gustó por cuánto no aparece el típico héroe norteamericano. Excelente análisis señor Manuel.
No me gustó esta peli. Es de lo más flojo que tiene el director indio junto con la de 'Después de la Tierra' y la de 'Airbender: El último guerrero'. Menos mal que la última que sacó, 'Múltiple', es un autentico peliculón; esa sí me encantó.
ResponderEliminarPor cierto, al responsable de este blog, ¿Puedo enviarte por correo electrónico un libro de ciencia ficción? Es un libro de 192 páginas de relatos cortos que me autopubliqué en Amazon.
Saludos
hola como estas, yo quisiera escribir pero no se puede sacar un peso de esto por lo menos en mi pais, si no sos conocido, que tal te fue con amazon, se gana algun dinero, es dificil hacerlo? si me contas te agradezco. saludos.
EliminarHola Carlos. Puedes enviarlo, pero por la política de este blog no lo voy a comentar. En principio y como se ve fácilmente, esta página está dedicada sólamente a obras clásicas y/o conocidas del género, primando el primer parámetro. Mucha gente me manda sus libros y relatos, pero lo cierto es que no tengo tiempo para revisarlos todos (esto es un hobby y tengo trabajo y familia que atender). No obstante, gracias por pasarte y comentar. Personalmente, creo que Airbender es lo peor que ha hecho Shyamalan, un auténtico desnorte.
ResponderEliminarPara mí escribir también es un hobby y tampoco tengo tiempo ni sé promocionar nada (ya me gustaría a mí vivir de eso de escribir y tener a gente detrás que me promocionase todo aquello que publicase), por eso, siempre que puedo, intento contactar con gente aficionada y experta en el mundillo de la ciencia ficción para dar a conocer el libro sin esperar nada a cambio; lo hago por si "suena la flauta" (que es simplemente conseguir que lean el libro si por casualidad tienen tiempo, nada más que eso, no pido ni que me hagan una reseña). Te lo enviaré entonces.
EliminarSaludos.
No puedo sino animarte a seguir en la brecha. Se que esto de escribir es una afición en la que hay que invertir mucho tiempo y esfuerzo y que resulta difícil sacar adelante el trabajo y darlo a conocer. Internet ha facilitado mucho las cosas y hay ahora lugares donde poder promocionar la propia obra (algo que puede llevar tanto tiempo y esfuerzo como la misma escritura). Ánimo y perseverancia, que no sólo en Estados Unidos hay talento e imaginación.
Eliminarnunca entendí porque la fama de desastre que se gano esta película, ok no es la gran cosa pero hay otras mucho peores. Muy buen post y si aceptas un comentario Gene Rodenberry no fue nunca director, si productor, guionista y novelista (su única novela: la adaptación de ST1) saludos!
ResponderEliminarPor supuesto, tienes razón con lo de Gene Roddenberry. Me expresé mal en el párrafo. Quizá debí poner "creadores" en lugar de "directores". Un saludo.
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