jueves, 16 de abril de 2020

1950- LOS COMIC-BOOKS DE CIENCIA FICCIÓN EN LOS AÑOS CINCUENTA (1)


En el verano de 1947, llegaron los Platillos Volantes. Una noche de junio de ese año, sobre el estado de Washington, Kenneth Arnold pilotaba su aeroplano cuando avistó un grupo de nueve extraños objetos luminosos en el cielo. No pudo identificarlos con claridad y describió su movimiento como de “platos lanzados al agua”. En julio, volvió a declarar un avistamiento similar. Los periódicos de todo el país rápidamente adoptaron la denominación de “Platillos Volantes”, dando inicio a una nueva época.


Durante los siguientes meses y hasta el final de la década, se multiplicaron los testimonios de personas que afirmaban haber visto “platillos volantes” ¿Estábamos siendo invadidos? ¿Quizá eran los militares probando alguna nueva arma? Con una mezcla de esperanza y temor, la gente se preguntaba si aquellas luces eran auténticas o bien meros espejismos; o, aún peor, fraudes. En una revista de 1950, un psiquiatra declaraba: “Los Platillos Volantes son una histeria colectiva causada por la inseguridad postbélica y la ansiedad económica. Es, obviamente, una ilusión patológica causada por la continua publicidad que recibe por parte de la prensa, la radio y los comic books”. Esa revista, hay que decirlo, era ella misma un comic book: “Weird Science” nº 13 (julio 50) y el psiquiatra un personaje de comic creado por William Gaines y Al Feldstein.

Aquella historia, “La Invasión de los Platillos Volantes”, era una obvia pulla al establishment. Gaines recordaría más tarde que “Al y yo estábamos convencidos en un 75% de que existían los platillos volantes. Y, de todas, formas, la simple idea de que las Fuerzas Aéreas estuvieran encubriendo algo era atractiva de por sí. Incluso aunque no fueran reales, deseábamos que sí lo fueran”.

Mucha gente sentía curiosidad por aquel fenómeno. El primer libro de relevancia sobre el tema apareció en 1950, “Flying Saucers Are Real”, escrito por Donald Keyhoe, un prominente investigador de ovnis. Kenneth Arnold, el hombre que vio por primera vez los “platillos volantes” en 1947, contó su historia en “The Coming of the Saucers” (1952). La película de 1951, “Ultimátum a la Tierra”, en la que un platillo volante aterrizaba en los jardines del Capitolio, apelaba a ese temor popular de que los hombres somos incapaces de evitar nuestra propia destrucción atómica y que necesitamos la intervención de un tercero para ello. Los platillos volantes y sus ocupantes también se presentaban como salvadores de la Humanidad en el popular libro de George Adamski, “Flying Saucers Have Landed” (1953).

En el otro extremo, los platillos volantes también se veían con sospecha y paranoia. ¿Qué pasaría si los alienígenas no fueran amistosos y utilizaran sus avanzadas armas para destruirnos, tal y como se narraba en la película “La Tierra Contra los Platillos Volantes” (1956)?

A finales de 1954, la editorial EC publicó un número especial dedicado a los platillos volantes,
el “Weird Science-Fantasy” 26 (diciembre 54). A diferencia de otros comics sobre el tema, sin embargo, sus historias no eran mera ficción, tal y como ellos mismos subrayaban en una frase contundente: “E.C. desafía a las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos con este informe basado en hechos reales”. El editor en jefe, William Gaines, recordaba que “la base para esto fue Donald Keyhoe, que había escrito un par de libros y unos cuantos artículos sobre el tema. Le llamamos y lo invitamos a Nueva York. Se pasó un día entero con nosotros y Al (Feldstein) o bien tomó grabaciones o abundantes notas”. Feldstein luego escribió los guiones apoyándose en fechas, nombres y citas de las investigaciones e informes de Keyhoe.

Aquel comic obtuvo una enorme publicidad. Gaines recuerda que “Frank Edwards, un presentador de radio de la época que creía en los platillos volantes y que escribió un best seller sobre el particular, nos dio mucha publicidad en su programa, lo que se tradujo en miles y miles de pedidos por correo. Nos inundaron”.

La potente imaginería visual de los platillos volantes era perfecta para los comic books. Otras editoriales además de EC capitalizaron el interés popular por ellos. Avon Comics publicó un número de “Flying Saucers” (1950) dibujado por un todavía joven Wally Wood. Fawcett Publishing entró en el campo de la ciencia ficción con “Vic Torry and His Flying Saucer” (1950), dibujada por Bob Powell.

Los platillos volantes, sin embargo, eran solo la punta del iceberg de la creciente fascinación popular por lo fantástico en general y la ciencia ficción en particular, fuera cual fuese su formato: literatura, comics, radio, películas…y el nuevo medio: la televisión. “Capitán Video”, el primer programa televisivo de ciencia ficción, empezó a emitirse en junio de 1949. Se realizaba en directo, cinco noches por semana y aguantó en parrilla casi cinco años. Más de tres millones de niños seguían al Capitán Video y sus Video Rangers en sus luchas contra monstruos del espacio y sus persecuciones de cometas, todo ello adornado por unos hoy vergonzantes efectos especiales. Fue un programa tan popular que generó su propio comic book, “Captain Video” (febrero 51), el primero de los muchos traspasos que se producirían entre la televisión y el comic.

En octubre de 1950, hacía su debut televisivo “Tom Corbett: Cadete Espacial”, con tres
episodios semanales de quince minutos. Tom era un cadete de la Academia Espacial en la Universidad de Planetas, donde estudiaba junto a sus compañeros Alfie, Roger y Astro, para ser oficiales interplanetarios en la Alianza Solar. Sus aventuras inspiraron una tira de periódico en 1951 y un comic book, “Tom Corbett” (enero 1952). Como el programa televisivo, el tebeo estaba lleno de jerga y energía juveniles.

Mientras la televisión y los comics apelaban al público más joven, docenas de revistas pulp de contenido literario competían en las tiendas por la atención de un lector algo más adulto. En
1950, prácticamente cada mes aparecía una nueva publicación del género: “The Magazine of Fantasy and Science Fiction”, “Fantastic Story Quarterly”, “Fantasy Fiction”, “Future Science Fiction”, “Out of This World Adventures”, “Galaxy Science Fiction”, “Imagination”, “Marvel Science Stories” y “Worlds Beyond”. Una nueva generación de aficionados descubrió a otra de escritores en las páginas de estas revistas de papel barato y pobre reproducción.

Pero el mayor impacto de la ciencia ficción sobre el público generalista llegó en 1950 con el estreno de una película: “Con Destino a la Luna”. Basada en la novela “Cohete Galileo” (1947), de Robert A.Heinlein, fue la primera gran cinta del género tras “La Vida Futura” (1936). Con un presupuesto entonces muy abultado de 586.000 dólares y producida por George Pal (que utilizó animación con maquetas y pinturas mate de Chesley Bonestell para conseguir un efecto documental), la película abrió una nueva y dorada edad para el cine de ciencia ficción. Fawcett Publishing editó una adaptación al comic.

Aquel mismo año se estrenó también “Cohete K-1”, que, con un presupuesto de 95.000 dólares,
trató de aprovecharse con urgencia de ese nuevo interés en la CF. Y en 1951 llegaron a las pantallas nada menos que tres clásicos: “Cuando los Mundos Chocan”, la mencionada “Ultimátum a la Tierra” y “El Enigma de Otro Mundo”. En los años que siguieron, los aficionados apenas dieron abasto con todo tipo de títulos del género que oscilaban entre lo sobresaliente (“La Guerra de los Mundos”, “Planeta Prohibido”, “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos”) y lo ridículo (“Robot Monster”, “Abbot y Costello van a Marte”).

Junto con la nueva ola de películas, programas de televisión y revistas de CF, surgieron también docenas de nuevos comics del género en 1950 y 1951. Algunos de ellos fueron dibujados por los mismos artistas que colaboraban para la ilustre EC en sus títulos de ciencia ficción. Durante la primera etapa de su trayectoria en EC, Wally Wood y Joe Orlando trabajaron también para Avon Comics. En 1951, Wood dibujó “Earthman on Venus” y Orlando trabajó para
“Rocket to the Moon”. Ambos profesionales unieron sus talentos para ilustrar “Captain Science” para la editorial Youthful Comics. Preparándose para saltar a los títulos de CF de EC, Al Williamson, Frank Frazetta y Roy Krenkel colaboraron con Joe Orlando y Wood en otro comic de Avon, “Strange Worlds” nº 3 (mayo 51).

Otro magnífico y heterodoxo artista que puso su grano de arena en los comics de CF de comienzos de los cincuenta fue Basil Wolverton, del que ya hablé en una entrada anterior en relación a su curiosa serie “Spacehawk”. Después de que ésta se cerrara y entre 1942 y 1951, Wolverton abandonó el género y se dedicó al humor y la parodia en comics como “Powerhouse Pepper”, “Bingbang Buster” o “Hash House”. Entre 1951 y 1953, redescubrió los tebeos de ciencia ficción, según dijo “necesarios para mantener mis dos células cerebrales orientadas en otras direcciones”. Escribió y dibujó ocho historias verdaderamente raras de CF, entre las que se encuentran “The End of the World”, “Planet of Terror”, “The Monster on Mars” y “The Brain Bats of
Venus” para cabeceras como “Weird Tales of the Future” o “Journey into Unknown Worlds”. En la que Wolverton calificó como su historia predilecta de este periodo, destaca “Eye of Doom”, en la que un grupo de exploradores espaciales regresan a la Tierra trayendo consigo una horrible forma de vida venusiana, un globo ocular gigante que devora y asimila humanos y animales.

Wolverton recordaba: “Me encontré con lo que parecían adultos normales que me decían a la cara que no permitirían que sus hijos echaran siquiera un vistazo a las horribles caras que yo dibujaba”. Ciertamente, Wolverton tenía un estilo muy particular, pero no todos los comics de CF de los cincuenta fueron ni mucho menos tan inquietantes como los suyos. Muchos eran historias convencionales de héroes espaciales, monstruos y princesas escasamente vestidas. Esta línea inaugurada en las viñetas por “Planet Comics” fue orgullosamente continuada por títulos como “Amazing Adventures”, “Space Action” o “Space Adventures”. En esta última, por ejemplo, podían leerse las heroicidades de Rex Clive, Agente Espacial: “¡Los
Agentes Espaciales! Su propósito: patrullar los planetas en el año 2552. ¡Con sus uniformes de azul estratosférico, defienden la ley y el orden desde Mercurio a Plutón e incluso más allá de los límites de nuestro Sistema Solar!

En la historia “The Vixens of Venus” (“Space Adventures” 3, noviembre 52), Rex Clive y su compañero Speed Lancing, caen inconscientes por los vapores opiáceos de las amapolas de Venus. Son secuestrados y transportados a ese planeta por una tripulación de mujeres que los entregan a su reina, Delva: “¡Un par de simios terranos para el Insectarium Real!” El perplejo Rex desprecia el insulto: “¡Parece que es la Abeja Reina de esta gente venusiana, la arpía jefa en persona!”. Con ayuda de Stella Dawn, del Cuerpo Auxiliar Femenino, los dos hombres escapan de las agresivas mujeres, sus arañas mascota y sus gusanos rosas.

De vez en cuanto, sin embargo, las historias se elevaban por encima de la space opera más intrascendente, como en “Transformation”, dibujada por Dick Giordano para “Space Adventures” 7 (julio 53). La guerra nuclear pende sobre la Tierra. Un investigador médico decide liderar a un grupo de
científicos hasta un nuevo mundo. Su prometida Betty viaja con él en la nave. Ésta, sin embargo, acaba estrellándose en un planeta y todos los científicos, excepto Betty y su novio, mueren en el accidente. La mujer se despierta sin memoria y se aleja confusa. Cuando el doctor recobra la consciencia, cree que es el único superviviente. Conforme pasan los meses y temeroso de que la soledad le haga perder la razón, el doctor utiliza los restos de la nave para levantar un laboratorio.

Mientras tanto, Betty va poco a poco recobrando la memoria, pero no puede encontrar el emplazamiento del accidente. Y a su prometido se le va yendo la cabeza: “Meses de soledad pueden producir fijaciones en las mentes más brillantes”. Y es que el doctor empieza a especular: “Estas notas sobre conversión sexual… la transformación de macho a hembra humanos mediante la ciencia médica podría ser un experimento interesante. Será largo, pero tengo mucho tiempo. De todas formas, estoy un poco cansado de ser hombre. Los hombres empiezan las guerras y construyen cohetes para huir de ellas. Los hombres, en resumen, son criaturas estúpidas. Esta inyección de hormonas empezará el tratamiento…”. Imagínense la reacción de Betty cuando finalmente se reencuentra con su novio…transformado en una voluptuosa dama.

Si tenemos sexo, las drogas no podían andar lejos. Rod Hathaway, Detective Espacial, perseguía a los “Contrabandistas de Opio de Venus” en “Space Detective” (julio 51). Dibujado por Wally Wood, la historia presentaba al típico detective duro, su novia Friday, una actriz adicta y un marciano homicida. Rod desarticula la red interplanetaria de traficantes cuando descubre un campo de amapolas y un laboratorio ocultos en las selvas de Venus.

La Ciencia Ficción era tan popular a comienzos de los cincuenta que no sólo los detectives eran trasladados al espacio exterior, también los cowboys. En 1952, Charlton Comics cambió su título “Cowboy Western”, que incluía aventuras de Jesse James y Annie Oakley, por otro híbrido titulado “Space Western” (octubre 52). Espuelas Jackson y sus Vigilantes Espaciales luchaban contra marcianos y nazis en la Luna cuando no estaban reuniendo ganado en su rancho Bar-Z en Arizona. Cuando un platillo volante aterriza en su corral, un calmado Espuelas recibe al visitante con la frase: “¡Vaya, vaya! ¡No me digas que eres de Marte!”. Los marcianos capturan a Espuelas y sus hombres, pero los alienígenas no saben que el cowboy lleva un revolver que dispara
“bombas atómicas en miniatura”. Lo que no quita para que el protagonista y sus vaqueros, utilicen los lazos y látigo convencionales para espantar a los agresores.

Aunque algunos guionistas y editores de comic book de este periodo no consideraban a la Ciencia Ficción más que como otro género al que explotar hasta dejarlo seco, tal y como habían hecho con los westerns, el terror, el romance o los detectives, también hubo otros que llegaron al medio gozando de experiencia y conocimiento, como el editor Julius Schwartz. Ya hablé con cierta extensión de su importancia en el género como editor, para DC, de dos títulos clave, “Strange Adventures” y “Mystery in Space”, así que para no repetirme, me remito a su respectiva entrada.

Además de las series y personajes presentados en esas dos colecciones, DC aportó otro héroe espacial, Tommy Tomorrow, el típico cadete espacial adolescente del siglo XXI que estaba adiestrándose para ser policía interplanetario. Tommy Tomorrow de los Planetarios había hecho su aparición en 1946 (“Real Fact Comics” 6) antes de recibir su
propia sección en las últimas páginas de “Action Comics” de 1948 a 1958, dibujado primero por Curt Swan y más tarde por Jim Mooney. Es, por tanto, un precursor del boom de los programas televisivos para niños protagonizados por cadetes espaciales, como el mencionado “Tom Corbett and Space Patrol”.

A comienzos de los cincuenta, las ventas de comic books estaban en auge, encontrándose a la venta en las tiendas más de 500 títulos. Los comics de CF, por su parte, se encontraban entre los más populares. A finales de 1949, “Planet Comics” era la única cabecera regular que publicaba historias de este género. En 1950 nacieron más de una docena de nuevos títulos, incluyendo “Weird Science” y “Weird Fantasy” de EC. En 1951, el número de comics de CF se dobló y volvió a subir al año siguiente.

Sin embargo, de 1953 a 1954, su número volvió a caer a menos de diez. Poco a poco, los platillos volantes fueron desapareciendo de los titulares; los hombrecillos verdes ya no frecuentaban los jardines de la Casa Blanca. Parecía que ya no se necesitaba a la ciencia ficción para esclarecer las incertidumbres del futuro. Ahora bien, en cuestión de unos pocos años, tendría lugar un acontecimiento que haría que la gente volviera a mirar a los cielos preguntándose sobre el porvenir y regresando a la CF en busca de pistas y respuestas.



(Finaliza en la próxima entrada)

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