domingo, 1 de septiembre de 2019

1934-LOS PRIMEROS COMIC BOOKS DE CIENCIA FICCIÓN (y 2)


(Viene de la entrada anterior)

Aunque muchos héroes espaciales iban acompañados de su correspondiente sidekick, otros eran de la modalidad silenciosa, apartados tanto de la compañía humana como de la alienígena. El más duro de entre estos pioneros detectives y policías espaciales fue Spacehawk, “un poderoso lobo solitario, campeón de la ley y el orden por todo el espacio interplanetario” (“Target Comics”, junio 40). En sus primeras aventuras, Space Hawk llevaba una máscara y actuaba como una especie de vigilante (“un sobrehumano enemigo del crimen que golpea sin avisar”). Sus misteriosas identidad y poderes (“Puedo leer los pensamientos malvados como si fueran un libro”) llenaban de miedo y terror el corazón de sus enemigos. Spacehawk fue una especie de pistolero siniestro, una versión oscura de Flash Gordon y Buck Rogers.



En una historia de 1940, “Spacehawk y los Hombres Buitre del Vacío”, el adusto héroe capturaba a dos enemigos, los ataba juntos y los llevaba al borde de un pozo ardiente. “Ahora voy a suspenderos aquí con la energía antigravitaoria justa para que vayáis descendiendo lentamente al fondo del cráter. ¡Si vuestra piel es tan dura como vuestro corazón, el gas no os quemará!”. Escuchando a los alienígenas aullar y retorcerse de dolor en los tormentos de su propia creación, Spacehawk se consuela con su deprimente filosofía: “Era un trabajo desagradable, pero para esto estoy aquí”.

Basil Wolverton, un artista original desde todos los puntos de vista, fue el creador, guionista y dibujante de Spacehawk. Su experiencia previa como reportero y caricaturista para el diario “Portland News” incluyó encargos tales como entrevistar y dibujar a sospechosos de asesinato. Uno de los trabajos que sin duda prepararon a Wolverton para dar forma a su justiciero espacial fue cuando un acusado de homicidio “se negó a posar en su celda para mí, así que me encerraron dentro con él”. Wolverton, veterano aficionado
a la ciencia ficción, debutó en los comics en 1929 cuando vendió la idea de una tira, “Marco of Mars”, al Independent Syndicate de Nueva York. Empezó a dibujar esa serie justo después de que debutara “Buck Rogers” y durante un corto periodo de tiempo pareció que el suyo iba a ser el segundo comic de ciencia ficción de la historia…hasta que, antes de que el sindicato distribuyera la tira a los periódicos asociados, Buck Rogers viajó a Marte. El director del Independent News decidió no lanzar la tira para evitar que le acusaran de robar o imitar la idea de un tercero.

El primer comic book de Wolverton apareció más tarde, en 1938, cuando dibujó una breve serie de ciencia ficción para “Circus the Comic Riot”. La siguiente fue “Space Patrol”, que empezó en 1939 en “Amazing Mystery Funnies”. El autor la recordaba como “una obra salvaje y extraña”. La patrulla extraterrestre era una delicia para los amantes de los alienígenas, compuesta por el piloto terrestre Nick Nelson, su artillero marciano Kodi y los extraños y fieros hombres globo de Júpiter”. Los alienígenas y planetas de Wolverton hicieron de sus retorcidas historias algo inolvidable. Maestro de lo grotesco (en 1946 ganó un concurso de la revista “Life” para dibujar a la mujer
más fea posible), Wolverton salpicaba sus comics de criaturas verrugosas y arrugadas. Sus extraterrestres a menudo parecían un cruce entre un pepinillo, un higo chumbo y un órgano sexual masculino. Sus personajes se internaban en cavernas uterinas y trepaban a montañas mamarias. Casi todas las figuras, formas y sombras de las historias de Wolverton podían descomponerse en algo que recordara un pene o una vulva. “Probablemente a Sigmund Freud le volvería loco mi trabajo”, dijo Wolverton en una ocasión. “Sé que dibujo cosas que parecen todo tipo de órganos y glándulas”.

El deliciosamente perturbado Spacehawk hizo que algunos lectores escribieran al correo de la revista quejándose de que los monstruos eran demasiado feos y las historias “demasiado fantásticas”. Pero Wolverton se negó a aceptar esas críticas y someterse a lo política y estéticamente correcto. “Estaba convencido- y aún lo estoy- de que los lectores jóvenes aceptan con entusiasmo las historias poderosamente imaginativas. Su imaginación es generalmente muy fuerte y este material se ajusta a ella”.

Durante los dos años y medio que Spacehawk permaneció en las páginas de “Target Comics”, Wolverton se vio obligado, a instancias del editor y la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, a trasladar al héroe del espacio del Futuro a la Tierra del Presente para ponerlo a contribuir en el esfuerzo bélico patrullando las fronteras americanas. Wolverton recordaría: “Tuve las agallas de discutir con él, diciéndole que mataría la serie. Sabía que el destino de Spacehawk estaba condenado. Cualquiera con dos neuronas sabía que una serie espacial no podría sobrevivir a semejante cambio”. Y efectivamente, en tan solo unos meses, Spacehawk perdió todo su atractivo.

Eso sí, al término de su andadura, Spacehawk había conseguido sobrevivir a muchos de sus heroicos colegas de los comics de ciencia ficción. Siendo fieles a sus orígenes como antología, la mayoría de las series de ciencia ficción de los comic books aparecían publicadas en los mismos números junto a otras de detectives, vaqueros y superhéroes. Pero hacia 1941, casi todas las series de ciencia ficción habían sido engullidas por la avalancha de superhéroes. Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, muchos lectores buscaban a sus héroes en el presente, no en el futuro.

La otra tendencia que empezaba a darse en los comic books fue la especialización por géneros.
En lugar de publicar un título que incluyera una serie de detectives, una de animalitos y otra del Oeste, los editores se dieron cuenta de que los lectores compraban en mayor medida títulos que sólo contuvieran historietas de sus géneros favoritos. Un editor que sabía por experiencia lo que mejor se vendía era Thurman T.Scott, presidente de Fiction House. Scott había desarrollado una exitosa línea de múltiples revistas de género pensadas para satisfacer cualquiera de los heterodoxos gustos de los lectores en 1939. Sus cabeceras, todas dirigidas a un público específico, incluían “Fight Stories” (sobre boxeadores y soldados), “Wings” (sobre pilotos), “Jungle Stories (sobre un clon de Tarzan llamado Ki-Gor) y “Planet Stories” (aventureros del espacio).

Esta última representaba el arquetipo de revista pulp de ciencia ficción de aquellos tiempos pioneros. Sus portadas siempre venían adornadas con horribles monstruos, hermosas mujeres y elegantes héroes. Historias con títulos como “La Bestia-Joya de Marte” o “La Cosa de Venus” prometían acción a raudales, diálogos rápidos y los mínimos sustancia y sentido común. Material perfecto, en resumen, para un comic book.

A finales de 1939, Scott contrató con el estudio de Jerry Iger (en aquellos tiempos las editoriales no contaban con una plantilla de dibujantes y guionistas fijos sino que subcontrataban esas tareas a estudios especializados que entregaban el producto prácticamente terminado) la creación de una línea de comic books basada en el catálogo de sus revistas: “Jungle Comics”, “Fight Comics”, “Wings Comics”… y “Planet Comics”.

Y así, “Planet Comics” (enero 40), fue el primer comic book dedicado exclusivamente a la ciencia ficción. Fue, de hecho, el único título de ese género que se publicó de forma regular durante la década de los cuarenta. Junto a Buck Rogers y Flash Gordon, “Planet Comics” estableció, definió y dominó el género en su vertiente tebeística hasta finales de ese decenio.

Como “Planet Stories” y sus otros predecesores en forma de revista pulp, “Planet Comics” descansaba en una fórmula invariable aplicada tanto a sus cubiertas como a sus historias y que fue sucintamente resumida por un lector como “el eterno triángulo: el chico, la chica y la amenaza”. En realidad, era el segundo ingrediente el que más juego daba en “Planet Comics”…y en todos los títulos de Fiction House en realidad: heroínas sexys de largas
piernas intervenían en todas las colecciones e historias: Sheena, la Reina de la Selva (“Jumbo Comics”), Tiger Girl (“Fight Comics”), “Firehair” (“Ranger Comics”) o Camilla (“Jungle Comics”). “Planet Comics” nos decía que las mujeres del futuro llevarían sujetadores metálicos, túnicas de látex y botas altas; un futuro que no podía resultar más seductor para los adolescentes masculinos de todas las edades.

Resulta curioso que “Planet Comics” también contara con una apreciable proporción de seguidoras, que a menudo escribían cartas a la revista expresando su aprobación a las féminas que allí aparecían. Charlene Stewart, de Nueva York, escribió en el número de noviembre de 1946 que a ella le gustaba la nueva heroína llamada Futura porque “tenía cabello oscuro como el mío”. Otras tres lectoras enviaron textos más incisivos acerca de lo que les gustaba y lo que no, pero Jimmy Pittman de San Antonio, Texas, fue directo a lo que le interesaba: “Pongan más chicas en las historias, de toma pan y moja”. Jimmy no tenía de qué preocuparse.

Una de las primeras y más longevas series de “Planet Comics”, “Gale Allen and the Girl Squadron” no fue más que una mera excusa para mostrar a un grupo de chicas atractivas. Gale y sus comandos (también conocidas como “Girl Patrol” y, durante los años de la Segunda Guerra Mundial, como “Women´s Space Battalion”) llevaban las obligatorias minifaldas mientras recorrían las rutas espaciales persiguiendo piratas o esclavistas alienígenas. A menudo resultaban capturadas por monstruos grimosos o robots de aspecto libidinoso.

Otra serie de “Planet Comics” en esa misma línea presentaba a una heroína de pelo platino: Mysta de la Luna. Descrita en su primera historia como “una chica esbelta, sola contra la fuerza más perversa del universo”, no tardó en rellenar sus esbelteces con formas más rotundas. Dependiendo del dibujante que se ocupara de ella, Mysta llevaba un uniforme diferente de un número al siguiente, pero todos parecían fabricados con caucho vulcanizado. Es interesante que uno de los artistas que trabajaron en las series de Mysta y Gale Allen fuera Frances (Fran) Hopper, una mujer y, por tanto, una rareza en el mundo de los dibujantes de comics de los años cuarenta. También dibujó otras heroínas de la editorial para “Jungle Comics”, “Rangers Comics” o “Wing Comics”.

Lilly Renee, otra dibujante que trabajaba para Fiction House, se encargó de la que quizá fuera
la serie más popular y recordada de “Planet Comics”: “El Mundo Perdido”. No fue ella la creadora original sino que tomó el relevo de Graham Ingels en 1944 y luego se lo pasaría a George Evans en 1947. Sin embargo, sí fue ella la responsable de la mayoría de episodios de esa serie que transcurría en la Tierra después de una triunfante invasión alienígena. En el siglo XXXIII, los guerreros del planeta Volta han destruido muchos de los mundos habitados del universo. Tras su invasión, la Tierra es reducida a escombros con solo un puñado de humanos supervivientes y dispuestos a hacerles frente. Dos de esos últimos campeones terrestres son Hunt Bowman, un excelente arquero; y Lyssa, Reina del Mundo Perdido. Hunt y Lyssa se pasaban la mayor parte del tiempo evitando a los alienígenas y llevando a cabo golpes de mano contra ellos. Las escaramuzas tenían lugar en localizaciones tan evocadoras como los restos del Empire State Building o Central Park, penosos recordatorios de una civilización desaparecida.

La pesimista premisa de “El Mundo Perdido” resultó incómodamente atractiva para los lectores que crecieron durante los inciertos años de la Segunda Guerra Mundial. Los extraterrestres de piel verde de Volta vestían con uniformes y cascos que recordaban a los
soldados alemanes de la Primera Guerra Mundial y hablaban con un inglés en el que invertían el orden de sustantivos y verbos, lo que les hacía “sonar” como peligrosos extranjeros: “¡Una vez que su cerebro nublado quede, a nosotros nos obedecerá!”, “¡Mira! En un autómata ella se transforma ahora”; “Con un látigo de fuerza la equipamos…A aquellos que escaparon, ella capturará”.

Las tramas de la mayoría de las historias de “El Mundo Perdido” giraban alrededor de cómo Hunt y Lyssa conseguían evitar que los capturaran mientras infligían daños a los Volta. Un lector se quejó: “He estado leyendo la misma historia en “El Mundo Perdido” durante los últimos tropocientos años. Estoy seguro de que si revisara los números anteriores y contara todos los Volta que Hunt Bowman ha matado, habría suficientes para organizar un ejército como el de Rusia”.

La mayoría de las historias de “Planet Comics” formaban parte de series regulares. Además de
las mencionadas (“El Mundo Perdido”, “Mysta de la Luna” o Galle Allen), otras que fueron apareciendo y desapareciendo del título fueron “Auro Lord of Jupiter” (el espíritu de un terrestre ocupando el cuerpo de un joviano); “Star Pirate” (un truhan vagabundo del espacio con un corazón de oro); “Red Comet” (un héroe disfrazado); o “Space Rangers”, protagonizado por Flint Baker y Reef Ryan.

Una de las que merece mención aparte sería la protagonizada por la popular heroína Futura (“¡Ayer, una secretaria terrestre-Mañana, una reina guerrera!”). Todo empezaba en el siglo XXI cuando Marcia Reynolds salía de su trabajo como secretaria en Titan City y tenía la sensación de que alguien la acechaba. Conforme el miedo la iba invadiendo, se consolaba con este pensamiento: “¿Por qué alguien iba a preocuparse por una secretaria técnica de segundo grado? Sin dinero, sin familia, sólo un poco por encima de la media en inteligencia, energiefiencia y potencial reproductor…¿Quién podría ir tras de mí?”. La respuesta: un alienígena de gran cabeza verde y
hambriento de cuerpos, procedente del planeta Cymradia y llamado Lord Menthor. Éste secuestra a la muchacha y la transporta a su mundo, donde somete a su núbil cuerpo a todo tipo de indignas pruebas (“Cada célula de mi cuerpo sondeada, medida y pesada”). Se la declara adecuada para el experimento en el que va a tomar parte, el Proyecto Supervivencia, y se le asigna el nombre de Futura.

Cuando Futura se entera de que los Cymradianos pretenden usar su cuerpo como receptáculo del cerebro de Lord Menthor, escapa de su cautiverio. En los siguientes episodios, la joven se convierte en una guerrera de espíritu inquebrantable que se enfrenta a Menthor y sus soldados sintéticos. Majestuosa, fiera y siempre ataviada con atrevidos bikinis, Futura sirvió de modelo para las lectoras femeninas y de fantasía sexual para los masculinos.

Como era el caso de Flash Gordon, la serie de Futura estaba escrita a base de cuadros de texto y su atractivo se apoyaba sobre todo en las dotes artísticas de Rafael Astarita. Por desgracia, sus dibujos quedaban a menudo lastrados por horribles textos como este: “Un destello de pistola y una forma peluda que se retuerce ... Pero incluso el temple de Futura se ve sacudido por el rápido ataque y la fuga.
Mientras tanto, los rayos-sombra buscadores se mueven más rápidos persiguiendo su presa. Sintofantasmas tan delgados como el aire pero tan fuertes como simios, robots controlados por la mente de Menthor. Ahora se detienen por un instante... Más allá, una voz grita: "¡El barro de abajo! ¡Está subiendo ¡Y mira ... mira!”.

Probablemente, ellos mismos avergonzados por lo que estaban haciendo y no deseando hipotecar una futura carrera como escritores, los guionistas de estas historias se ocultaban bajo seudónimos de la casa. El prolífico y ficticio Thornecliffe Herrick, por ejemplo, respondía las cartas de los lectores en la sección correspondiente, escribía cuentos en prosa de dos páginas y firmaba “El Mundo Perdido”. Jerome Bixby, escritor de ciencia ficción y futuro guionista de la serie televisiva de “Star Trek”, trabajó para “Planet Comics” de 1948 a 1949 como periodo de prueba antes de convertirse en editor del pulp “madre”, “Planet Stories”.

Independientemente de quiénes fueran los escritores y de qué serie se tratara, todos los guiones de “Planet Comics” estaban salpicados de esa jerga tan particular de la ciencia ficción de los años cuarenta. Para hacer que las cosas sonaran futuristas, los guionistas juntaban palabras para crear un pastiche que hubiera complacido a un militar. Así, los héroes y villanos medían el tiempo en astro-horas, se disparaban nulo-bombas, tenían oxi-máquinas, hipnodiscos, detectógrafos, espejopantallas, sintoesclavos o dinolagartos. Sin embargo, eran las armas las que daban más juego. Los hombres del espacio portaban pistolas que disparaban pararrayos, magnorrayos, radiondas, tractorayos, blastoanillos o atomirayos. Estaban también las pistolas subsónicas, neocristalinas o hídricas.

Como “Planet Stories”, su contrapartida tebeística, “Planet Comics”, tenía una sección de cartas de los lectores titulada “The Vizigraph”. El editor explicaba su propósito: “Dado que el arte de la telepatía no se ha perfeccionado, os pedimos que recurráis a ese arcaico método de comunicación que son las cartas”. A la vista de algunas de las misivas recibidas y publicadas, estaba claro que sus remitentes no sólo no habían perfeccionado la telepatía sino que todavía tenían problemas a la hora de ordenar sus pensamientos: “Me gustaría leer más historias en la que nuestro sistema
solar sea atacado por especies de otras galaxias”, escribía un lector en septiembre de 1947, “porque uno se cansa de historias en las que sólo aparezca nuestro sistema solar”. Otro sugería: “Lo que necesitan es una chica hecha de goma. Podría resistir todas esas pistolas de rayos y armas extrañas. Las chicas de los comic books necesitan más formas y esta chica podría tenerlas ya que podría estirarse en todas las direcciones”. Quizá las chicas de goma estaban ya estirándose demasiado en “Planet Comics”. Un lector ya se había quejado sobre una historia de “Star Pirate” porque aunque “creo que el dibujo era genial, pero no sabía si reírme o enfadarme cuando el hombre de goma tenía a Star entre sus garras”.

Sea como sea, todo era inofensivo y optimista. “Planet Comics” fue el epítome de la ciencia ficción ligera, sexy, despreocupada y con tanta acción como poca ciencia y lógica. En muchos aspectos, este popular comic de los cuarenta fue un regreso a un tipo de ciencia ficción que las revistas pulp estaban dejando atrás ya a finales de esa década. Pero incluso en los comics, estaban teniendo lugar movimientos que pronto llevarían al género a internarse en las deprimentes realidades del presente y que culminarían en los excelentes tebeos publicados por la editorial EC. De ellos hablaré en una futura entrada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario