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sábado, 14 de septiembre de 2019
1984- TERMINATOR - James Cameron (2)
(Viene de la entrada anterior)
Por supuesto, el otro elemento importante presente en “Terminator” es la figura del androide asesino prácticamente invencible. No tardaría en convertirse en un cliché tedioso de muchísimos híbridos de CF/Acción encuadrados en la serie B, a menudo manejando el concepto con más torpeza y menos efecto terrorífico que en la película de Cameron. Aunque es necesario matizar que, técnicamente, el Terminator no puede calificarse ni de robot ni de androide sino de ciborg por cuanto la piel que recubre su exoesqueleto metálico es tejido humano vivo. En este punto de la ciencia ficción cinematográfica, ya no era suficiente poner en pantalla una máquina asesina para inquietar al espectador. El mezclar lo artificial con lo orgánico añadió una capa extra de repulsión y terror.
Como un ángel de la muerte, el Terminator asesina a todo el que se interpone en su camino y la incansable y desapasionada devoción a su misión lo convierte en una figura inhumanamente espeluznante, acercando la película al género del terror, especialmente en su largo clímax cuando, incluso reducido a un desnudo exoesqueleto metálico, la máquina se levanta una y otra vez con esa indeleble sonrisa cadavérica, para seguir persiguiendo a Sarah Connor aunque sea arrastrándose.
“Terminator” fue quizá la mejor película mezcla de acción, suspense y aventura desde “Mad Max 2” (1981) y hasta el estreno de “La Jungla de Cristal” (1988). Hay pocos films que ofrezcan una historia tan potente y bien llevada como esta, especialmente su segunda parte, que transcurre con la desesperación de una horrible pesadilla. Y ello teniendo en cuenta que la producción costó 7 millones de dólares, un presupuesto de serie B del que Cameron supo exprimir hasta el último centavo, consiguiendo una película mucho mejor que otras de su género realizadas con diez veces más dinero. Ello no quita para que de vez en cuando esa justeza presupuestaria se ponga de manifiesto: algunos efectos especiales dejan que desear incluso para los parámetros de la época, como cuando el androide pierde la piel tras el incendio y el actor claramente deja paso a una animación stop-motion demasiado evidente; tampoco las maquetas utilizadas para las secuencias del futuro postapocalíptico tienen buena factura. Pero en el momento de su estreno esas deficiencias no importaron a nadie. Aun cuando los efectos visuales estuvieran a mucha distancia de los utilizados, por ejemplo, por George Lucas en la saga de “Star Wars”, el talento de Stan Winston fue más que suficiente para dejar al público de la época pegado a la butaca en escenas como aquella en la que el Terminator pierde parte de su recubrimiento orgánico facial tras una explosión y empieza a autorrepararse en la siniestra habitación de un hotel.
Aunque a Cameron se le acredita haber aportado una pátina de sucia realidad a las secuencias de acción, también demuestra aquí ser igual de eficaz cuando se trata de evocar melancolía y sentimiento de pérdida. Los androides asesinos disparando ametralladoras son emocionantes, pero el espectador adulto encontrará una imagen igual de perdurable en esa escena en la que un puñado de supervivientes del futuro se agrupan alrededor de una televisión hueca con una vela en su interior. Hay una cierta poesía siniestra en ese fin del mundo que propone Cameron. De hecho, y a pesar de la pobreza de los efectos visuales, esos flashforwards del campo de batalla del mañana son desasosegantes y ricos en imaginería tecnológica.
Las películas de James Cameron son con frecuencia historias brutales de supervivencia en las que gente ordinaria se enfrenta a fuerzas implacables y casi invencibles con las manos prácticamente desnudas, ya sean androides asesinos, alienígenas letales, el hostil entorno abisal o el hundimiento del Titanic. En esta línea, “Terminator” tiene un sesgo varonil que hace de ella la película definitiva “para machotes” (aun cuando, irónicamente la heroína nominal sea una mujer, algo que ha merecido el aprecio de las feministas –recordemos que las películas de Cameron siempre han contado con mujeres fuertes en papeles protagonistas-).
Lo que hace destacar las películas de James Cameron sobre el resto de sus muchas copias e imitaciones y sobre otros films de acción es que aunque lanza contra sus protagonistas y en nombre del espectáculo visual enormes artefactos tecnológicos, nunca pierde de vista que lo que importa, lo que debe estar siempre en el centro, es el ser humano. Con la excepción de “Mentiras Arriesgadas” (1994) –que hay que entenderla como parodia-, en sus historias no suele haber protagonistas casi sobrehumanos como los que solían encarnar en aquella época Arnold Schwarzenegger o Sylvester Stallone sino gente normal y corriente. Sus películas son tan estimulantes porque el espectador puede entender y simpatizar con esos individuos ordinarios en su lucha contra las titánicas (perdón por el juego de palabras) dificultades que el director prepara para ellos. El foco no se pone en el puro espectáculo y el despliegue de potencia de fuego y músculos sudorosos, sino en las ordalías físicas y emocionales que los personajes deben atravesar para sobrevivir. Y, aunque es una película esencialmente humanista, también lo es pesimista. Ahí están sus ominosas palabras finales: “Se aproxima una tormenta”, refiriéndose al inminente apocalipsis.
La dirección de Cameron, superando las limitaciones presupuestarias, es vibrante y enérgica. El realizador volcó en la película todo su entusiasmo y una dedicación que sería a partir de entonces marca de su casa y que haría de él en todos sus sets de rodaje una especie de imparable Terminator. La mayor parte se rodó en localizaciones de Los Angeles. El director de fotografía, Adam Greenberg, usó un truco de iluminación que hacía que las persecuciones automovilísticas nocturnas parecieran más frenéticas y peligrosas de lo que lo eran en realidad: los focos con atenuadores de intensidad se montaron en vehículos que circulaban junto a los que protagonizaban la acción, y la rápida variación de brillo y el movimiento giratorio de esos focos creaban la ilusión de que los coches pasaban bajo las farolas mucho más rápido de lo que lo hacían. Ninguna de esas persecuciones se rodó a más de 65 km/h.
En “Terminator” James Cameron no creó para la pantalla una visión específica de Los Angeles pero sí supo fotografiar sus calles y callejones en la mejor tradición del cine negro. Por ejemplo y aunque casi nunca llueve en el sur de California, en la película las calles siempre están mojadas. El director nunca negó la influencia de “Blade Runner” (1982) en “Terminator” y ambas películas sentaron las bases para una nueva ola de ciencia ficción cinematográfica menos preocupada por las batallas espaciales y los alienígenas que por las exploraciones de nuestra identidad y la naturaleza de la realidad y rodadas con un enfoque paranoico y tecnofóbico.
El éxito de la película cogió a todo el mundo por sorpresa, incluyendo al propio James Cameron, que comentó: “sabíamos que íbamos a ser pisoteados por las películas navideñas: “Dune”, “2010”… Yo mismo haría cola para verlas. ¿Por qué no iba a hacer lo mismo todo el mundo?” . Alabada no sólo por el público sino por críticos y académicos, “Terminator” fue interpretada como una alegoría anticapitalista y anti-establishment. A decir de los defensores de esta lectura (en la que probablemente no pensara Cameron cuando la escribió y dirigió) su provocador mensaje era que aquellos en puestos de autoridad habían fracasado a la hora de detectar los avisos de una catástrofe inminente y que el desarrollo de Skynet por Cyberdyne Systems era un triunfo de la codicia corporativa del capitalismo. A ello se añadía un comentario punzante sobre la venta de armas en Estados Unidos en el momento en que el Terminator entraba en una tienda abierta al público y salía de ella convertido en un arsenal móvil. Tanto Connor como Reese tienen pocas razones para confiar en la policía, prefiriendo ponerse al margen de la ley para hacer lo que ésta no puede.
Como sucedió también en la cercana en el tiempo “E.T.: El Extraterrestre” (1982), hubo quien quiso ver en “Terminator” un subtexto religioso: John Connor, futuro salvador de la Humanidad, comparte sus iniciales con JesuCristo; y Sarah Connor vendría a ser una suerte de Virgen María, madre del salvador del Hombre. A Kyle Reese le correspondería el papel de Profeta del Apocalipsis al que nadie cree, y el Terminator sería una suerte de demonio. Pero lo cierto es que aunque pueda haber algún discurso metafísico –como que sólo el tejido vivo pueda viajar a través del tiempo a cuenta de un vago “campo” que genera (de ahí la necesidad de Skynet de enviar sus Terminators recubiertos de carne humana clonada)-, éste es marginal, porque se trata de una película donde la tecnología lo domina todo, una tecnología que tanto en el caso del androide como en el de las armas que utiliza es eficiente, incansable, precisa y de aspecto impresionante.
Para “Terminator”, Cameron rescató al antiguo culturista y futuro gobernador de California Arnold Schwarzenegger de una más que probable vida profesional de secuelas de Conan el Bárbaro y lo convirtió en un icono de la CF.
Nacido en Thal, Austria, en 1947, hijo de un policía y antiguo nazi, Arnold creció en un entorno pastoral sin comodidades modernas. El cine de la cercana ciudad de Graz le abrió los ojos al mundo. Y de forma particular le impresionaron los actores culturistas Steve Reeves y Reg Park, que habían dado vida en la pantalla a Hércules. Así, durante su adolescencia, Schwarzenegger cultivó su cuerpo y compitió en certámenes desde los diecisiete años. Mientras cumplía su año de servicio militar obligatorio, llegó a desertar –y cumplir una breve pena de cárcel por ello- para participar en su primera competición culturista internacional, ganando el título de Mr.Europa Junior. A la edad de veinte años, ya había sido coronado Mr.Universo, un logro con el que saciar el ego de casi cualquier culturista. Pero no el suyo. No sólo su pequeña ciudad austriaca se le había quedado pequeña sino que sus sueños ya no cabían en los límites del continente europeo: “De joven, todo lo que quería era americano”, dijo. “Odiaba todo lo austriaco, la música clásica y los museos. Detestaba esa mierda vieja”.
El Sueño Americano le estaba llamando y Schwarzenegger lo persiguió con la misma intensidad con la que había esculpido su cuerpo. Debió parecerle que se le abrían las puertas del cielo cuando se le ofreció su primer papel en el cine, haciendo nada menos que de Hércules. Como sus ídolos Reeves y Park antes que él, dio el salto a la pantalla gracias al apadrinamiento y supervisión del magnate de culturistas Joe Weider. Éste tuvo la caradura suficiente como para asegurarles a los productores de “Hércules en Nueva York” (1969), que Schwarzenegger era un actor europeo de formación shakesperiana. La verdad se hizo dolorosamente evidente y la película se hundió miserablemente sin dejar rastro, retrasando el estrellato del joven Arnold más de una década.
Al mismo tiempo que aparecía en papeles menores de tipo musculoso en diversas producciones de los setenta, continuó con su carrera deportiva en el culturismo, renovando su título de Mr.Universo y ganando otros. Su mayor apuesta llegó en 1975, cuando el equipo de un documental llegó al gimnasio Gold Gym, en Venice Beach, donde él entrenaba. No perdió la oportunidad y consiguió llamar la atención lo suficiente como para que le contrataran en un lugar prominente en ese rodaje. “Pumping Iron” (1977) era un docudrama sobre las competiciones de culturismo previas a la elección de Mr.Olympia. Allí, Arnold desplegó un carisma que sus musculosos colegas no podían igualar.
Por fin, Hollywood le dejó entrar, aunque sólo parecía haber dos perfiles disponibles para él: culturista o bárbaro con espada. Al menos, con este último obtuvo un gran éxito en 1982 en “Conan el Bárbaro”. Su siguiente escalón para alcanzar el estatus de superestrella fue “Terminator”.
Inicialmente, tras los rechazos de Mel Gibson o Sylvester Stallone, se consideró a O.J.Simpson para encarnar al androide asesino, pero se le desestimó por considerar que su imagen era demasiado amable. Se pensó entonces que el androide tuviera el aspecto de alguien ordinario, que pudiera mezclarse fácilmente entre la gente y pasar desapercibido para realizar su misión asesina. Lance Henriksen, un actor de facciones y físico corrientes, fue escogido para el papel pero Orion, la productora de la película, le pidió a James Cameron que se entrevistara con Arnold Schwarzenegger y lo considerara para el papel protagonista. A pesar de que se consideraba al culturista austriaco como un actor en ascenso gracias a la buena acogida de “Conan el Bárbaro”, Cameron se mostró escéptico ante la propuesta. Sin embargo, el carisma y entusiasmo de Schwarzenegger le conquistaron, aunque no para el personaje de Kyle Reese, sino para el de Terminator, cambiando así radicalmente el concepto del mismo. Éste pasó a ser un sujeto grande, musculoso y de aspecto imponente y terrorífico.
El de Terminator fue el papel más adecuado a sus limitadas dotes interpretativas que Schwarzenegger había tenido hasta ese momento en su carrera. Aunque podría habría alguien que objetara a la existencia de un androide con acento austriaco, su monótona articulación de las escasas líneas que pronuncia y sus contundentes y recordadas frases como “Volveré”, gustaron a todo el mundo.
La decisión de Cameron de darle el papel de Terminator en lugar del de Reese demostró el buen ojo de ambos porque desde entonces, el actor ha estado indisolublemente unido a ese personaje (hasta tal punto que cuando Schwarzenegger entró en política en California, se le apodó el “Governator”) y gracias a él se convirtió en la principal estrella del cine de acción de la década. Director y actor juegan abundantemente con la imagen y poses de macho (Cameron filma a Schwarzenegger desde ángulos bajos caminando entre las llamas vestido con cuero negro, gafas oscuras y una recortada en cada mano) hasta rozar la parodia. Por su parte, Schwarzenegger convierte sus acartonados movimientos en su mejor baza para dar vida a un ser artificial, carente de emociones, un asesino imparable y letal. A partir de aquí, Schwarzenegger se convertiría en un subgnénero de la CF en sí mismo, algo así como CF-acción, con films como “Depredador” (1986) o “Perseguido” (1987).
Junto a él, Linda Hamilton, en un papel e interpretación bastante más blandos. Sarah es una mujer que responde a muchos de los estereotipos de las damiselas en peligro cinematográficas: es frágil, sensible y hace cosas estúpidas que ayudan al Terminator a dar con ella. Nada que ver con la versión musculada y endurecida en que se transformaría en la segunda parte de la saga, en 1991. Sin duda, la película ayudó a Hamilton en su carrera de actriz, aunque ésta jamás llegó muy lejos y sólo se la recuerda de verdad por su participación en las dos primeras películas de la franquicia. Una década después casi había desaparecido de las pantallas de cine (ella y Cameron se casarían en 1997, un matrimonio que sólo duró dos años). Por su parte, Michael Biehn hace un papel eficaz aunque no sobresaliente como devoto guardaespaldas y protector de la única esperanza que en el futuro tendrá la Humanidad.
Por supuesto, hay que dedicar un espacio a la música. Brad Fiedel, antiguo teclista de Hall & Oates, se había bregado, como Cameron, en el mundo de las producciones marginales, como la parodia pornográfica “Gums” (1976), con personajes como el Capitán Carl Clitoris. Desde finales de los setenta se dedicaba sobre todo a componer bandas sonoras para telefilms cuando Cameron se puso en contacto con él para crear la música de “Terminator”. Su score ofrece variados sonidos electrónicos, desde el palpitante sintetizador de “Tunnel Chase” al obvio “Love Scene”, pero sin duda lo más memorable de la misma es su tema principal, con sus insistentes y potentes golpes metálicos, “un hombre mecánico y el palpitar de su corazón”, como lo describió el músico. Ese palpitar se convirtió en la seña de identidad de toda la franquicia, evocando instantáneamente la imagen del cráneo metálico del Terminator. El resto de la banda sonora no es tan destacable: tres temas pop-rock acreditados al efímero grupo Tahnee Cain and Tryanglz (con sólo un LP en su haber) suenan como descartes de un disco de Pat Benatar; y el cursi tema con sintetizadores “Intimacy” es lo que peor ha envejecido de toda la película.
Pocos podrán discutir que “Terminator” sea una de las películas de CF y acción más influyentes de la historia del cine. Junto a “Regreso al Futuro” (1985), que apareció por la misma época, aportó una nueva madurez y sofisticación a los films de viajes en el tiempo. Éstos se habían utilizado en el pasado como poco más que un recurso narrativo para llevar a los protagonistas a correr una aventura más o menos exótica. En cambio, “Terminator” y “Regreso al Futuro” supieron explotar plenamente el potencial del concepto en lo que se refiere a sus causas, consecuencias y paradojas. Con esa base y en los años y décadas siguientes, otros guionistas y directores irían refinando y exprimiendo todavía más la idea.
Aunque desde el punto de vista de la ciencia ficción sea mejorable, “Terminator” es una película resuelta con inteligencia y talento, un triunfo del entusiasmo y la ingenuidad sobre el presupuesto, que se cuenta sin duda entre los mejores films de acción de la década, una obra que ha sabido envejecer muchísimo mejor que películas de entonces con mayor presupuesto, actores más famosos y un tono más festivo.
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Excelente !! Los dos artículos están cargados de datos sabrosos para cinéfilos como yo .
ResponderEliminarY me di a la tarea de buscar los escritores que mencionas , no les conocía de nada , y me he descargado más de un título
Gracias !!
Gracias a tí por visitarme! Me alegro que te sea útil. Un saludo!
ResponderEliminarBuenas tardes Manuel muy buena la reseña. Quería saber si La segunda variedad de Phil K Dick t¿un parecido al Exterminador? Saludos desde Argentina
ResponderEliminarPUes tienes razón... El escenario apocalptico y el tema de los robots humanoides asesinos se parece mucho a Terminator. A saber. Como es sabido, Cameron suele tomar "prestados" conceptos e ideas ajenas. Que no lo reconozca, no es de extrañar habida cuenta de que le supondría automáticamente una demanda por plagio, como hemos visto en el artículo. Un saludo y gracias por la aportación.
EliminarEstoy impresionada con las reseñas que publicas en éste artículo, nos motivan a ver todas las Peliculas HD y clásicas, las que marcaron las historia del cine. Muchas gracias.
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