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viernes, 6 de enero de 2017
1959- TROPAS DEL ESPACIO - Robert A. Heinlein (y 2)
(Viene de la entrada anterior)
No es ninguna sorpresa que los discursos de Dubois incluyan la inevitable crítica al marxismo, doctrina que caricaturiza con argumentos que denotan su ignorancia e ingenuidad al respecto. Por ejemplo, afirma que la teoría del valor y el trabajo planteada por el filósofo implica que el trabajo humano puede transformar cualquier cosa en cualquier otra, como una especie de alquimia: “Por supuesto, la definición marxista del valor es ridícula. Por mucho esfuerzo y trabajo que uno ponga en ello, jamás conseguirá convertir una tarta de barro en una tarta de manzana; seguirá siendo una tarta de barro, que nada vale. Y como corolario, el trabajo mal realizado fácilmente puede restar valor: un cocinero sin talento puede transformar unas manzanas frescas y valiosas en algo incomible, que nada vale. Y a la inversa, un gran chef es capaz de realizar, con esos mismos materiales, algo de valor superior a la tarta de manzana ordinaria, sin más esfuerzo que el que realiza un cocinero vulgar para preparar un postre corriente. Estos ejemplos de cocina tiran por tierra la teoría marxista del valor, su falacia de la que se deriva ese gran fraude que es el comunismo, e ilustran la verdad de la definición que se mide en términos de uso, tan de sentido común”.
En general, Heinlein (o al menos Dubois) confunde la descripción que Marx hacía del capitalismo con las posturas del propio pensador y, dada esta radical malinterpretación de sus ideas, no es de extrañar que lo describa como “ese viejo místico del “Das Kapital”, torturado, confuso y neurótico, anticientífico e ilógico, ese fraude pomposo llamado Karl Marx, tuvo con todo la intuición de una verdad muy importante. Si hubiera tenido una mente analítica, tal vez hubiera formulado la primera definición adecuada de «valor», y le habría ahorrado muchísimo sufrimiento a este planeta”. Por otra parte, al margen de esta caricatura del marxismo, Heinlein no tiene nada que decir acerca de la economía que rige en su utopía oligárquica.
El entrenamiento militar de Rico es físicamente muy duro y psicológicamente riguroso. Exige de todos los reclutas el tipo de agonía, sudor y devoción que, según Dubois, es lo que da valor a un acto: “Nada de valor es gratuito. Incluso el aliento vital, la respiración, se obtiene en el nacimiento mediante el esfuerzo y el dolor (…) Las mejores cosas de la vida están por encima del dinero; su precio es la angustia, el sudor y la dedicación, y el precio que exige la más preciosa de todas las cosas en la vida es la vida misma, el costo definitivo para el valor perfecto”. De hecho, varios reclutas mueren durante el adiestramiento y aquellos que desoyen la disciplina sufren severos castigos, incluyendo los latigazos frente al resto de sus compañeros. La educación de Rico incluye también abundantes dosis de adoctrinamiento, culminando en la declaración del mayor Reid, uno de los profesores de la ECO, en relación a que el gobierno de los veteranos del ejército es el mejor sistema político posible dado que aquéllos han aprendido, en su vida militar, a poner el bienestar del grupo por delante de su beneficio personal. “Puesto que la ciudadanía soberana es lo supremo en cuanto a autoridad humana, nos aseguramos de que todos los que la poseen acepten lo definitivo en cuanto a responsabilidad social. Exigimos que toda persona que desee ejercer el control sobre el Estado ponga en peligro su propia vida, y la pierda si es necesario, para salvar la vida del Estado. La máxima responsabilidad que un ser humano puede aceptar está así equilibrada con la autoridad suprema que un humano puede ejercer”.
Y si el sistema funciona y, además, es estable, es porque comprende la verdadera naturaleza del Hombre y decide y actúa en consecuencia: “El hombre es lo que es: un animal salvaje con voluntad de sobrevivir y (hasta ahora) con la capacidad necesaria para enfrentarse a cualquier competencia. A menos que uno lo acepte así, todo lo que se diga sobre la moral social, la guerra, la política —lo que sea— es pura tontería. La moral correcta surge de saber lo que el hombre es, y no lo que a esas viejas solteronas, a esos hombres de buenas intenciones y deseosos de obrar bien, les gustaría que fuera”. Rico aprende bien esta lección, aceptando su siniestro mensaje sin cuestionarlo –después de todo, Heinlein describe a los instructores de la ECO como capaces de demostrar sus puntos de vista mediante matemáticas y lógica simbólica.
Rico, de esta forma, termina su educación convertido en una auténtica máquina de matar, preparado para defender su planeta que –como los Estados Unidos, según opinaba el autor- está amenazado por múltiples enemigos que desean privarle de su riqueza y libertad. Los primeros y más letales, los alienígenas Chinches que, como los comunistas o los chinos, son también imperialistas.
Para Heinlein, sólo la disciplina militar podía contener y canalizar la tendencia humana a la supervivencia hacia un bien común, aunque aquí es precisamente donde sus argumentos tropiezan con contradicciones. Por una parte, presenta como principal valor de los militares la disposición a sacrificar el individuo en interés del colectivo, lo que, en realidad, les acerca bastante a los Chinches comunistas. Por otra parte, establece una inexistente diferencia entre la facilidad con la que los alienígenas sacrifican a sus soldados en aras de una meta común, y la disposición de los militares humanos a arriesgar las vidas que sean necesarias para rescatar a uno de los suyos que se encuentre en problemas. De hecho, sugiere que nuestra mayor fortaleza es “la convicción racial de que cuando un ser humano necesita ayuda nadie debe pensar en el precio. ¿Debilidad? Tal vez sea ésa la única fuerza que nos permita ganar una galaxia”. Sin embargo, Heinlein no explica como esta “convicción racial” puede aflorar en los individuos de una especie, la nuestra, que él mismo ha descrito como naturalmente inclinados a perseguir el interés particular. Tampoco explica cómo la moral militar de favorecer al grupo sobre el individuo casa con estar dispuesto a sacrificar pelotones enteros para rescatar a un solo soldado.
De hecho, “Tropas del Espacio” es un libro plagado de aparentes contradicciones, muchas de las cuales surgen del conflicto entre la celebración de la disciplina militar que hace Heinlein y su adhesión al individualismo radical. Se podría incluso entender la novela como un gran esfuerzo por reconciliar estas perspectivas opuestas. Por una parte, repite una y otra vez que su filosofía individualista (esencialmente una versión del libertarismo) incluye tanto la responsabilidad como la libertad individuales. De esta forma, cada miembro de la sociedad es responsable de proteger la civilización de la que forma parte –y, así, asegurar y perpetuar la libertad colectiva-. Esta responsabilidad se ejerce de la forma más directa y total sirviendo en el ejército. Ahora bien, el ejército que contempla Heinlein para su futuro “utópico” difiere en buena medida no sólo de los que había en su tiempo, sino de los que tenemos en la actualidad.
En el siglo XX, los Estados Unidos se vieron obligados a reclutar a la fuerza soldados para las guerras que libraron, ya que los efectivos profesionales no eran suficientes para cubrir las exigencias de los conflictos. Esto fue así en la Guerra de Corea y Heinlein se mostró muy crítico con el desempeño de los conscriptos en el campo de batalla. Para él, el ejército ideal del futuro estaría compuesto exclusivamente por voluntarios. En la novela, éstos deben servir un periodo determinado de tiempo para ganarse la ciudadanía y el derecho al voto, pero por lo demás son libres de marcharse en cualquier momento, incluido justo antes de entrar en batalla, sin otra consecuencia que perder aquel derecho. Más aún, los latigazos y otros castigos que algunas veces son aplicados a aquellos que no cumplen con su deber, pueden evitarse simplemente renunciando antes de recibirlos. Aquellos que los aceptan, en cambio, expresan de forma inequívoca su vocación de servicio y su compromiso con el deber. “El I.M. es un hombre libre; lo que le impulsa surge de su interior, del respeto a sí mismo y de la necesidad del respeto de sus compañeros, y de ese orgullo al formar parte de ellos que se llama moral o esprit de corps”.
Este sentimiento de pertenecer a una élite es todavía más fuerte en ese ejército del futuro porque todos los soldados, y especialmente en la Infantería Móvil, saben que no existe separación entre los oficiales y la tropa. Todos combaten, desde el general hasta el cocinero, desde el sargento al capellán. Aquellos trabajos dentro del ejército considerados cómodos y seguros son realizados por civiles –que no se ganarán la ciudadanía por realizarlos-. Además, y a diferencia de los ejércitos del pasado, este cuerpo del futuro tiene un número mínimo de oficiales: el 3% del total. Un batallón típico tiene 16.800 soldados y 317 oficiales, de los cuales 216 son tenientes al mando de pelotones. Y todos esos oficiales, incluido el general, bajan a los planetas y combaten en el campo de batalla. Aunque se pone mucho énfasis en la importancia de la cadena de mando, ésta se halla bien racionalizada y estructurada; los soldados, a todos los niveles, están muy bien entrenados y entran en batalla dotados de una completa dotación tecnológica (que anticipó a lo que hoy ya estamos viendo en los ejércitos). También gozan de una amplia autonomía individual de maniobra y ataque, lo que convierte a cada hombre en una auténtica máquina de matar.
“Tropas del Espacio” es también una de las primeras novelas –si no la primera- en plantear que la presencia humana en el universo no se limitará a la raza blanca y, de hecho, el protagonista es filipino (se nos revela, justo al final de la novela, que su idioma natal es el tagalo) y, por tanto, de tez oscura, algo prácticamente inaudito en la ciencia ficción clásica.
Ahora bien, hemos hablado mucho de hombres, pero, ¿y qué puesto tienen las mujeres en ese ejército del futuro diseñado por Heinlein? Pues bien, las mujeres no entran en combate sino que sirven sólo a bordo de las naves estelares, de combate o transporte, en las que ostentan algunos puestos de relevancia, como el de pilotos (de hecho, nos dice que las mujeres son mejores pilotos que los hombres). Pero en general su papel en el texto queda reducido al de figuras inalcanzables que brindan apoyo moral a los hombres: “Además del hecho tan obvio de que la bajada y recogida exige los mejores pilotos (o sea mujeres), hay otra razón más de peso para asignar a los transportes esas oficiales navales. Es bueno para la moral de las tropas. Olvidemos las tradiciones de la I.M. por un momento. ¿Se les ocurre algo más estúpido que permitir que le disparen a uno desde la nave en una cápsula, sin más perspectiva que las heridas y la muerte? Y en cambio, si alguien ha de cometer esa estupidez, ¿se les ocurre un medio más seguro de mantener a un hombre entusiasmado hasta el punto de hallarse dispuesto a hacerlo que recordarle de continuo que la única buena razón por la que los hombres luchan es una realidad viva y que respira a su lado? En una nave mixta, lo último que oye un soldado antes de una bajada (quizá lo último que oiga en la vida) es una voz de mujer deseándole suerte. Si ustedes no creen que eso sea importante, probablemente es que ya no pertenecen a la raza humana”.
Se nos dice aún menos del papel de la mujer fuera del entorno militar y es la falta de estos y otros detalles lo que hace que “Tropas del Espacio” no sea una buena novela utópica por mucho que Heinlein sea eso lo que pretenda describir. De hecho, en el libro no hay ninguna descripción de cómo es la vida para la gran mayoría de la población humana, aquella que no disfruta de la ciudadanía completa porque no quiso servir en el ejército. Aparte de una breve intervención de los padres de Rico, no hay ningún personaje civil en toda la novela. Tampoco puede considerarse una buena historia sobre contactos alienígenas, ya que apenas se nos aporta información sobre los Chinches más allá de retratarlos como seres clara e inequívocamente agresivos con los que cualquier negociación sería inútil (lo que plantea un marco moral en blanco y negro ideal para las tesis de Heinlein).
“Tropas del Espacio” denota su origen de novela juvenil en su argumento: el paso de un muchacho desde la adolescencia a la madurez, en este caso transformándose de civil pacifista a soldado profesional mediante un adiestramiento físico y mental que algunos no han dudado en calificar de lavado de cerebro. La novela funciona bien como ciencia ficción militar (de hecho fue la pionera del subgénero). La descripción de los trajes de combate y su funcionamiento, los despliegues y las batallas han influenciado a muchas novelas, películas y series televisivas. De hecho, la popularidad del libro fue tanta que otras dos famosas novelas, “Bill, Héroe Galáctico” (1965), de Harry Harrison; y “La Guerra Interminable” (1974), de Joe Haldeman, fueron escritas, al menos en parte, como respuestas al de Heinlein. James Cameron bebió de esta novela a la hora de imaginar sus marines espaciales en “Aliens” (1986) e incluso el género japonés de los Mechas debe mucho a los trajes de batalla ideados por Heinlein para la Infantería Móvil. Con todo y a pesar del detallismo con el que de vez en cuando Heinlein narra el funcionamiento de los trajes, no llega a caer en el simple fetichismo tecnológico y su énfasis en los hombres que los llevan y su valor físico (la mayoría de ellos acaba muriendo o quedando mutilados) parece algo más “responsable” o “moral” que las superarmas destructoras de planetas que tanto han abundando en la space opera, antes y después de “Tropas del Espacio”.
Por otra parte, aun cuando la historia contiene varios pasajes de combate y bastante acción, es principalmente una novela de ideas con clara intencionalidad didáctica. No hay un final concreto ni una línea argumental o trama verdaderamente definida más allá del proceso de aprendizaje y adoctrinamiento del recluta Rico, en cada fase de cuyo adiestramiento Heinlein introduce figuras paternalistas adultas (siempre muy importantes en toda su ficción) que, a través de largos monólogos desarrollan y explican su filosofía militar tratando de convencer al lector de las bondades de la misma. No sólo cualquier postura opuesta o divergente de esas ideas es sofocada por la clara parcialidad de Heinlein, sino que los discursos se camuflan bajo la etiqueta de “ciencia” (una especie de teoría científica de la moral “matemáticamente verificable”), implicando que el lector no debe reflexionar y llegar a sus propias conclusiones sino aceptarlo como verdad incontestable. El libro es, por tanto y en buena medida, una plataforma para algunas de las posturas políticas más controvertidas del autor. Fuera o no su intención, las cuestiones que plantea son dignas de debate y reflexión aun cuando las respuestas que ofrece puedan provocar rechazo.
Por ello, aunque “Tropas del Espacio” quizá sea la novela más conocida de Heinlein, fue también la primera en levantar una encendida polémica, polémica que aún continúa en la actualidad. Tampoco sería la última. Como dije al comienzo, Heinlein se convertiría mediante sus libros en un adoctrinador político y un teórico social que socavaba sistemáticamente los tradicionales tabús burgueses. Esta obra fue al tiempo denunciada por sus ideas fascistas y probelicistas y alabada por su defensa de la tradición americana de deber y autosacrificio; atacada por su parcialidad y exaltación de la violencia y exhibida como demostración del potencial del ejército para provocar un cambio social positivo.
Tratar de encasillar a Heinlein dentro de los límites de una u otra ideología es tarea condenada al fracaso. Fue la suya una personalidad compleja y cambiante que desafiaba cualquier categorización. Muchos le han tachado de fascista por las ideas vertidas en “Tropas del Espacio”, pero convendría recordar que su ideología inicial fue de corte socialista, mereciéndose entrar en la lista negra de la Armada, que no quiso utilizar sus servicios ni siquiera durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército americano estaba tan desesperado por conseguir personal adiestrado que incluso encontraba empleos de oficinista para veteranos mutilados. En cambio, como comenté más arriba, tuvo que conformarse con trabajar como ingeniero civil en el Astillero de Filadelfia (él mismo se habría graduado en la Academia Naval de Annapolis en 1928 y habría seguido la carrera militar de no haber contraído en 1934 una tuberculosis que le dejó inhábil para el servicio).
La transición de Heinlein hacia la derecha fue un proceso gradual que se desarrolló durante casi una década, desde aproximadamente 1948 a 1957. A finales de los años cuarenta, seducido por las tensiones de la Guerra Fría, acusó a algunos de sus amigos liberales, como el director cinematográfico Fritz Lang, de ser peones estalinistas. Cualquier logro conseguido en el bloque comunista, como el lanzamiento del Sputnik en 1957, se lo tomaba como una agresión personal y un aviso de la llegada del fin del mundo libre. En 1958, cuando algunos sectores de izquierda exigieron al presidente Eisenhower el cese unilateral de pruebas nucleares, montó en cólera y junto a su mujer organizó su propia asociación para apoyar la continuación del programa atómico. Es en cierta forma como respuesta a este tipo de movimientos pacifistas que Heinlein escribió “Tropas del Espacio”. En 1961, llegó a afirmar que la Sociedad John Birch (una organización de radicales de derechas fundada en 1958), aunque de carácter fascista era preferible a los liberales y los conservadores moderados. Aquel mismo año, durante una Convención Mundial de Ciencia Ficción, defendió la construcción de refugios nucleares y la desregulación de la posesión de armas para particulares.
En lo que se refiere a “Tropas del Espacio”, puede que Heinlein no fuera tanto como un ingenuo idealista respecto a la nobleza de la vida castrense. En este sentido, sí tienen razón aquellos críticos que la han descrito (aunque sea como acusación) como una glorificación exhibicionista del servicio militar. Y puede que aunque exalte al ejército, no hace lo mismo con la guerra, centrándose en los conceptos del deber y el honor más que en la violencia y el conflicto. La guerra se presenta como una oportunidad para el crecimiento personal. Esta equivalencia “servicio militar-madurez” se pone de manifiesto cuando el padre de Rico decide alistarse tras la muerte de su mujer en un ataque de las Chinches: “Tenía que hacer un acto de fe. Tenía que demostrarme a mí mismo que era un hombre. No sólo un animal dedicado a la economía, productor-consumidor, sino un hombre”.
Por otra parte, el problema con el término “fascista” es que es muy vago y de él se han dado múltiples definiciones no todas ellas coincidentes. A menudo ello implica el apoyo a un gobierno –o un líder- autoritario, intervencionista y fuerte, algo que Heinlein, en su condición de libertario, aborrecía. Tampoco era un conservador en otros aspectos, como el sexual (de hecho, sus dos últimos matrimonios fueron abiertos, manteniendo ambos cónyuges relaciones con otros amantes –a veces conjuntamente. L.Ron Hubbard, fundador de la Cienciología, fue uno de ellos-) o el religioso. Volviendo a la novela que nos ocupa, si echamos un vistazo a las citas con las que se abre cada capítulo, vemos que pertenecen tanto a Thomas Jefferson y Thomas Paine como a la Biblia o el Corán, lo que apunta a que no estamos ante un simple reciclaje del soporte ideológico del fascismo europeo.
En general, si tomamos todos los libros de Heinlein y tratamos de extraer de ellos una visión del mundo o una ideología concreta, fracasaremos. ¿Cómo reconciliar, por ejemplo, el autoritarismo y militarismo de “Tropas del Espacio” con el misticismo hippy de “Forastero en Tierra Extraña” (1961)? ¿Y cómo esas obras pueden encajar con el anarquismo libertario de “La Luna es una Cruel Amante” (1966) Ya en el mundo real, ¿cómo podía Heinlein defender tanto un gobierno limitado en sus funciones como el programa espacial de la NASA, que no era sino un auténtico embudo de fondos gubernamentales? Su individualismo de derechas se diluía cuando se trataba de apoyar costosísimos proyectos de militarización del espacio (discutió amargamente con Arthur C.Clarke a propósito de la Iniciativa de Defensa Estratégica de Ronald Reagan). Y aunque en muchas ocasiones se postuló como antirracista, su novela postapocalíptica “Farnham´s Freehold” (1964) es un desfile de estereotipos raciales que agradaría al Ku Klux Klan. Heinlein fue un referente tanto para los hippies como para los ultraconservadores, para los liberales y los reaccionarios… pero nunca al mismo tiempo.
De hecho, la siguiente novela a “Tropas del Espacio” fue la arriba mencionada “Forastero en Tierra Extraña”, un chocante estudio de la figura del mesías, el martirio, la experimentación sexual y el escepticismo religioso que se convirtió en obra de cabecera para los universitarios liberales y anatema para los conservadores americanos. Heinlein no se ajustaba, por tanto, al modelo de derechista ultraconservador, promilitar y cristiano renacido. De hecho su desprecio por la Derecha Religiosa Americana halló reflejó en sus obras ya desde la década de los cuarenta: uno de los relatos de su “Historia del Futuro”, “Si Esto Continua…” planteaba unos Estados Unidos dominados por una dictadura religiosa.
Sea cual sea la opinión que cada cual tenga acerca de las ideas políticas y sociales que plantea la novela, “Tropas del Espacio” es un clásico que ningún aficionado puede dejar pasar. Independientemente de su ideología, que los lectores han disfrutado de ella lo demuestra no sólo el premio Hugo que ganó en su día, sino sus múltiples reediciones a lo largo de los últimos cincuenta años y el legado que ha dejado en otros autores y obras en todos los medios y formatos. Para muchos, es el último gran libro de Heinlein antes de que su carrera como escritor se deslizara hacia el didactismo, el adoctrinamiento y, por último, la melancolía y la calcificación.
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Yo me la he leído un par de veces después de la peli, que me gustó, y me han gustado. Es una novela simple pero es entretenida y desafiante. No conozco a Heinlein así que no sé hasta que punto fue personal en esta obra porque fue un tipo transgresor y librepensante, pero, como dices, muchas de sus opiniones son absurdas porque no se ajustan al ser humano, que ni es un animal ni un tipo totalmente egoísta. No parecen ni muy pensadas ni muy contrastadas. Lo que más se parece a la sociedad que creó aquí Heinlein es la mítica Esparta, muy celebrada por la dcha. estadounidense cuando 300. Pero lo que refleja esa sociedad, como el ejército, es que la jerarquía y el adoctrinamiento carcomen la capacidad crítica, la creatividad y el pensamiento independiente, que la brecha soldado/civil acaba produciendo un corporativismo nada solidario y que los militares acaban por creer que la mejor solución es la violencia y a no parar de guerrear porque si sus privilegios se basan en arriesgar la vida no pueden mantenerlos durante 100 años de paz. Las sociedades militares son injustas y sólo se pueden mantener en situaciones de guerra porque si no acaban degenerando en dictaduras como la birmana o egipcia en donde los militares se convierten en aristocracia feudal.
ResponderEliminarEfectivamente, como bien dices una sociedad cuyos gobernantes basan sus privilegios en arriesgar la vida en combate,no puede perpetuarse si hay paz. En ausencia de conflicto ¿cómo demuestra alguien su auténtica predisposición a morir por el Estado?. Eso por no hablar de que resulta muy dudoso que el simple hecho de ser militar -y haber arriesgado la vida en una guerra- capacite a alguien a la hora de negociar o administrar, aspectos claves de cualquier gobierno. Lo bueno de la novela, a mi entender -y aparte de que resulta entretenida- es que argumenta sus puntos de vista, por lo que anima a debates como este, a tratar de encontrar el punto débil a dichos argumentos. Por otra parte, su libro "Forastero en Tierra Extraña", publicado tan solo un par de años después, defiende tesis muy distintas a las de "Tropas del Espacio". Heinlein fue un tipo complicado.
ResponderEliminarLeí el libro varias veces (más de 5 que yo recuerde) y siempre me gustó mucho. Nunca lo había analizado de esta forma, la cual me lleva a entender varias cosas que no me había dado cuenta antes.
ResponderEliminarEs interesante lo que dicen sobre el hecho que abre muchos debates este libro, de hecho, yo protagonice uno en el cual entro en cuestión lo de la responsabilidad como ser humano y los derechos. La realidad política de mi país llevó a que la situación sea muy similar a lo que describe Heinlein sobre la delincuencia.
Me gusto mucho el análisis, pero tengo dos cuestiones que subrayar, y creo que no estoy muy errado:
- el personaje es conocido como Jony Rico, pero más adelante se conoce su nombre "Jonathan", no Juan.
- a menos que Buenos Aires se haya mudado en un futuro lejano a Filipinas, yo creo que Jony es argentino (al menos, nació en lo que alguna vez era Argentina).
- su idioma materno era el español. Hay una parte donde habla de que él, todavía usaba en su hogar el español como idioma oficial "una cuestión de mantener las costumbres" o algo así decía.
Aparte de esos detalles que a mi entender son incorrectos, me dio mucho gusto leer un análisis de este tipo.
Heinlein dejó excelentes obras que hablan mucho sobre la sociedad y sus dramas. Vale la pena discutir sobre el asunto.
Hola Jonasan. Respecto a lo que comentas, Heinlein comenta en la novela expresamente, al final, que la lengua nativa de Rico es el tagalo. Que yo sepa, no se habla más que en Filipinas. En otro pasaje del libro, hace referencia a la destrucción de Buenos Aires, y comenta que eso no le afectó mucho y que lo sintió solo por el único porteño que había en la nave. Ergo..no es argentino. Esto fue una invención de la película de Verhoeven, que no tenía demasiado interés en que el protagonista tuviera tez oscura. Lo que sí ocurre en el libro es que la madre de Rico estaba en Buenos Aires cuando la ciudad fue destruida, pero eso fue una casualidad.
ResponderEliminarEn cuanto al nombre, si lo consultas en Wikipedia, te confirmará que el nombre es Juan Rico, nativo de Filipinas. El que se refieran a él como "Johnny" es simplemente por la usual americanización de los nombres en ese país (en los cincuenta, el español era bastante más hablado que en la actualidad en el archipiélago). El pasaje al que haces referencias ("sobre mantener la tradición"), no lo dice Rico, sino un compañero suyo con el que está hablando, Bennie Montez.
Desde luego, algunos de los argumentos que proporciona Heinlein tienen un fondo de verdad. El tema del equilibrio entre deber y responsabilidad es algo candente en nuestra sociedad contemporánea -en realidad, lo ha sido siempre- así como sus observaciones acerca de la delincuencia juvenil. Otra cosa es hacia dónde lleva sus razonamientos. En algunos temas me parece errado y en otros exagerado. Un saludo y gracias por tu aportación!
error, Si es el único porteño en la nave es w. Los nacido en la ciudad de bs as se definen como porteños.
Eliminarhttps://es.wikipedia.org/wiki/Porte%C3%B1o_(ciudad_de_Buenos_Aires)
EliminarEs una novela inalterable y que en mi caso me llevó leerla reiteradas veces para concretar el mensaje belicista de Heinlein el cual comparto. Excelente trabajo el suyo sr Manuel gracias por compartirlo, saludos desde Argentina.
ResponderEliminarNo hay de que. Gracias por pararte a comentar. Un saludo!
ResponderEliminarCuál es el mensaje belicista que compartes? Si no es indiscreción.
ResponderEliminarHola Sr Álvarez desde mi punto de observación es un relato en el que se exalta el enfrentamiento como único medio para subsistir, opino que cualquier especie incluyendo la nuestra requeriere ese espíritu belicista. Para mí Rico está en constante ofensiva y a la defensiva aún con sus ideales. Es lo que yo entiendo de Heinlein. Saludos.
ResponderEliminarDe hecho se dice que estuvo tan afectado por las criticas que consideraba malinterpretaciones de la obra(osease que de fascista se veia poco) que por eso dio el giro enorme de escribir forastero en tierra extraña para darselas de "liberal" pero bueno todo son rumores
ResponderEliminarGracias Bitácora. Creo que eso es lo que hace la novela, no hay que olvidar que se escribió en la fase más candente de la Guerra Fría y cuando los estadounidenses empezaban a creer que estaban perdiendo así que creían que habían de ser más activos. Pero creo que la violencia siempre es el último recurso sobre todo si hablamos de otros de la misma especie o de seres inteligentes. Estar dispuesto a luchar no debe significar que que sólo hay que luchar. En mi opinión en eso falló Heinlein. No se puede exaltar el militarismo, que es lo que hizo y por eso los ignorantes le llamaron fascista. Creo que esta novela va sobre el papel de EE.UU. en el mundo y la de forastero de ser un estadounidense en EE.UU. Para mi que por eso son muy diferentes. No es lo mismo un contexto de guerra que uno de paz.
ResponderEliminarHay que valorar la labor que realiza el ejército, sobre todos aquellos que son destinados a zonas de combate y que hacen el mayor sacrificio por defender nuestros derechos y libertades. Por supuesto no debemos ser militaristas hasta el extremo y llegar a volvernos violentos y conspiranoicos de más. Es un libro que da mucho que pensar sobre la sociedad en general y la geopolítica en particular; las relaciones entre naciones y su historia de recelos y guerras.
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