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viernes, 13 de enero de 2017
1997- TROPAS DEL ESPACIO - Paul Verhoeven (1)
No hay ninguna razón en particular por la que las películas de ciencia ficción tengan que recurrir a adaptar novelas del género…salvo por el hecho de que algunas de éstas gozan de una gran popularidad, excelentes argumentos, personajes carismáticos y ambientaciones originales. Lo que resulta chocante es que casi todas las adaptaciones cinematográficas de textos literarios de ciencia ficción se hayan mostrado tremendamente infieles, incluso irrespetuosos, con el material original, tanto en su visión general como en los detalles. Puede que directores y guionistas se deshagan en elogios hacia esta o aquella novela, pero luego no son capaces –o no quieren, o no les dejan- de conservar aquello que hizo especiales a esos libros. Es el caso de la película que ahora nos ocupa.
Robert A.Heinlein (1907-88) está considerado uno de los grandes maestros de la literatura de ciencia ficción. Entre su bibliografía pueden encontrarse grandes clásicos como “Puerta al Verano” (1956), “Estrella Doble” (1956), “Forastero en Tierra Extraña” (1961), “La Luna es una Cruel Amante” (1966) o “Tiempo para Amar” (1973), así como los relatos compilados bajo el título “Historia del Futuro” (1939-1962). “Tropas del Espacio”, publicada en 1959, es una de sus novelas más famosas, ganadora del premio Hugo y fuente de innumerables discusiones y polémicas por sus planteamientos políticos, sociales y morales, que muchos consideran fascistas y militaristas. Con todo y con eso, nadie duda en calificarla como una de las mejores novelas de ciencia ficción de la historia.
He hablado ya extensamente de ese libro en su respectiva entrada, por lo que no me extenderé aquí más de lo necesario. Baste decir que en él Heinlein ensalzaba, entre otras cosas, la vida y valores militares, así como la disciplina y el cumplimiento del deber por encima de cualquier apelación a unos supuestos derechos inalienables. En el futuro que planteaba, eran los militares, de carrera o aquellos que hubieran servido temporalmente en el cuerpo, los únicos con derecho a voto y a ostentar cargos de gobierno. Para él, sólo aquellos que habían demostrado su disposición a sacrificar sus vidas para proteger a la comunidad merecían la máxima recompensa: el voto. Aquellos que no habían cumplido su periodo de servicio militar –que siempre era voluntario- eran considerados inferiores en categoría, aunque merecedores de protección tanto de sus vidas y patrimonios como de sus derechos. (No es de extrañar, por tanto, que “Tropas del Espacio” es lectura obligatoria en varias academias militares de Estados Unidos).
Aunque a la novela no le falta en absoluto acción, en realidad el núcleo de la misma consiste en seguir la evolución del recluta Johnny Rico de niño mimado a ciudadano que, a través del servicio militar, aprende el valor del sacrificio y el cumplimiento del deber. El libro carece de una trama muy consistente o personajes de auténtico carisma, siendo básicamente el medio que eligió Heinlein para articular su discurso en defensa de un ejército fuerte capaz de proteger al país (o, en su caso, la especie humana). Su principal legado, casi cincuenta años después de su aparición, fue servir de inicio de todo un floreciente subgénero, el de la ciencia ficción bélica, desarrollado por escritores más modernos como David Drake, David Weber o John Ringo.
La literatura de Heinlein, al menos sus obras maduras, no son fáciles de adaptar al cine y sólo puntualmente se han llevado a la pantalla. “Con Destino a la Luna” (1950) se basó en un relato suyo e incluso tuvo participación en el guión; “Project Moonbase” (1953); la miniserie televisiva de animación “Red Planet”, basada en una de sus novelas juveniles; y “Alguien Mueve los Hilos” (1994) un thriller protagonizado por Donald Sutherland y basado en la novela “Amos de Títeres”. Y entonces llegó Paul Verhoeven.
Holandés de nacimiento, Verhoeven empezó su carrera cinematográfica en su país natal firmando varias películas bastante bien recibidas, como “Delicias Holandesas” (1971), “Delicias Turcas” (1973), “Una novia llamada Katie Tippel” (1975), “Eric, oficial de la Reina” (1977), “Vivir a Tope” (1980) y la hilarante y blasfema “El Cuarto Hombre” (1983). Saltó al idioma inglés con el brutal film medieval “Los Señores del Acero” (1985) antes de debutar en la ciencia ficción con “Robocop” (1987), película que le lanzó a la fama y le permitió abordar proyectos más ambiciosos, como “Desafío Total” (1990), “Instinto Básico” (1992) o “Showgirl” (1995), en los que los niveles de sexo y violencia fueron motivo de no poca polémica. A esas alturas, Verhoeven era un autor ya conocido por su escasa sutileza y la poca simpatía que parecía sentir por sus protagonistas, a los que inflige en sus historias todo tipo de terribles castigos, ordalías, indignidades y humillaciones, ya se trate de un relato de ciencia ficción psicológica, las peripecias de una joven stripper o un relato verdadero sobre la resistencia holandesa en la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué es lo que vio Verhoeven, por tanto, en un libro tan intelectual y alejado de sus habituales parámetros como es “Tropas del Espacio”? Pues a priori, nada. Porque la película no empezó planteándose como una adaptación de la novela, sino que nació de un guión original de Ed Neumeier (que ya había colaborado con el realizador en “Robocop”) sobre guerras espaciales. En algún momento del desarrollo del mismo, a alguien le llamaron la atención las similitudes que existían con la obra de Heinlein y los productores, para evitar posibles demandas por plagio, decidieron comprar los derechos de adaptación del libro. A partir de ahí, realizaron varios cambios meramente cosméticos, como bautizar a algunos personajes como los de la novela, conservar algunos pasajes de la misma y darle a todo el conjunto un aire militarista; pero en su mayor parte se mantuvieron fieles al guión original y dejaron de lado las reflexiones morales de Rico y sus profesores.
En la sociedad del futuro, aquellos que deseen obtener el derecho a voto y la ciudadanía plena deben pasar por el servicio militar. Los jóvenes argentinos Johnny Rico (Casper Van Dien), su novia Carmen Ibañez (Denise Richards) y su amigo Carl Jenkins (Neil Patrick Harris) se alistan nada más terminar el instituto. Los caminos de los tres se separan en este punto: mientras que Carmen se adiestra para pilotar astronaves y Carl entra en Inteligencia gracias a sus poderes telepáticos, Johnny acaba en la Infantería Móvil, una suerte de marines espaciales donde le someten a un intenso entrenamiento físico.
Entonces, un asteroide sale de su órbita e impacta contra la ciudad de Buenos Aires, borrando la ciudad del mapa y matando a millones de personas, incluidos los padres de los tres amigos. Resulta ser un acto de guerra perpetrado por los Bichos, una especie alienígena insectoide originaria del planeta Klendathu. La Tierra declara la guerra y Johnny, que había decidido abandonar el ejército tras causar accidentalmente la muerte de un compañero durante un ejercicio, se reincorpora. Junto a sus compañeros, es enviado al combate en los planetas cercanos al mundo origen del enemigo, donde deberán enfrentarse contra éste, hordas de poderosas criaturas muy difíciles de matar.
Aun cuando la idea inicial hubiera sido adaptar la novela de Heinlein, la tarea habría sido muy complicada sin introducir grandes cambios y añadidos tanto en la forma como en el fondo. Porque, como decía más arriba, la trama es bastante difusa, el único personaje estable es Johnny Rico (el resto del reparto se presentan sólo para morir o aparecer sólo fugazmente) y abundan los pasajes discursivos en los que el autor se explaya en sus ideas acerca de la política, la sociedad, la forma de desplegar un pelotón o cómo estructurar una cadena de mando. Eso por no hablar de que la ideología que impregna la novela probablemente tendría bastante mala acogida si se planteaba como algo serio.
Pero es que Verhoeven ni siquiera se molesta en tratar con un mínimo respeto la novela original. De hecho, él mismo afirmó que comenzó a leer el libro hasta que, tras algunos capítulos, se aburrió y deprimió, abandonándolo e inventándose el resto. En resumen, nadie que conozca el material original puede afirmar que esta película pueda calificarse de adaptación del mismo, tales son las diferencias entre ambos en cuanto a argumento, personajes y enfoque.
En el libro, Heinlein se esforzaba por justificar con argumentos sus puntos de vista acerca del ejército, la sociedad y la relación entre ambos. Se esté de acuerdo o no con ellos, el libro es un sólido tratado político con un indiscutible contenido intelectual. La película, en cambio, obvia cualquier aproximación mínimamente razonable y razonada y ofrece una historia muy sencilla que combina acción a raudales y drama romántico adolescente. En su novela, Heinlein no pretendió ni regodearse en la violencia ni involucrar a sus personajes en asuntos amorosos. De hecho, apenas aparecen mujeres en el libro más allá de ser unas figuras lejanas e idealizadas. Ya en plenos años noventa, parecía razonable introducir a las mujeres en un ejército del futuro (de hecho, venían sirviendo en el cuerpo de Marines estadounidense desde la guerra de Vietnam). Pero de ahí a convertirlas en bellas modelos de pelo largo, labios sensuales y piel de porcelana que tontean con sus colegas masculinos entre batalla y batalla, hay un largo trecho.
Como película, “Tropas del Espacio”, carece del impacto y potencial para la reflexión de la novela de Heinlein. Paul Verhoeven sacó adelante grandes producciones de elegante factura visual repletas de sexo y violencia. Cuando la fórmula funcionaba –“Robocop”, “Instinto Básico”- el resultado era entretenido, incluso absorbente; cuando no –y en algunas de sus películas se alternan ambas situaciones- se convierten en ejercicios hipertrofiados de brutalidad gratuita dirigida con saña contra sus personajes. Esto se hace evidente en “Tropas del Espacio” más incluso que en otros films del director. Verhoeven se regodea mostrando las heridas y mutilaciones que unos insectos gigantes pueden causar sobre un cuerpo humano sin la necesaria protección. A Zander (Patrick Muldoon) le sorben directamente el cerebro de su cráneo; a Dizzy Flores (Dina Meyer) la empalan; el teniente Rasczak (Michael Ironside) es cortado en dos, destino que comparte con la capitana Deladier (Brenda Strong), aunque a esta última la mata la compuerta de una nave y no un Bicho. Hacer que dos figuras que actúan como mentores de sendos protagonistas tengan semejante destino sin que ello cumpla ningún propósito simbólico, parece sádico y desconsiderado hacia los personajes. Otros soldados acaban con miembros derretidos, son descuartizados o servidos como alimento a las crías de alienígenas voladores (otra subespecie que Verhoeven se saca de la chistera cuando le interesa).
Heinlein no muestra nada de todo esto en su libro y los personajes que mueren –y no son pocos- lo hacen por heridas más convencionales. De forma deliberada –y también parcial- el escritor presentó unas batallas bastante higiénicas en aras de mantener su argumento de la nobleza inherente al servicio de armas. Pero Verhoeven va demasiado lejos en la dirección opuesta, exhibiendo una dosis exagerada de muertes y mutilaciones sin que cumplan más propósito que impactar al espectador.
Los efectos visuales son espectaculares –ya sea en el campo de batalla, con hordas interminables de Bichos, o en el espacio, con naves estelares de bella factura-, pero Verhoeven no hace ningún esfuerzo en profundizar en cómo se comportan y actúan los soldados o cómo se manejarían en una situación real de combate. Casper Van Dien y Denise Richards son perfectos a la hora de encarnar a unos protagonistas tan guapos como carentes de personalidad, pero no como soldados avezados y endurecidos por la guerra. Diez años antes, James Cameron había ofrecido unos marines espaciales mucho más plausibles en “Aliens” (1986), inspirados, estos sí, en los del libro de Heinlein.
Una regla básica de la CF consiste en establecer un grado suficiente de plausibilidad científica, aunque no esté basada necesariamente en la ciencia conocida y real. Pero en “Tropas del Espacio” hay poco que esté tratado con una mínima verosimilitud -no digamos ya realismo- más allá de las mutilaciones y las heridas. Las tácticas militares están forzadas para presentar efectos especiales más vistosos: por ejemplo, los cruceros espaciales se apiñan sin más razón –teniendo en cuenta el espacio libre para maniobrar que hay allá fuera- que la de poder chocar unos contra otros de la manera más explosiva posible. Las distancias cósmicas son igualmente obviadas: ¿durante cuánto tiempo tendría que estar viajando por el espacio un asteroide próximo a Klendathu, planeta de los Bichos, hasta que impactara en la Tierra? Los cuerpos cósmicos no viajan por el hiperespacio así que ¿desviaron dicho asteroide en trayectoria a nuestro planeta antes incluso de que hubiera aparecido el hombre? Son cosas que podrían haberse solucionado con una línea de tecnocháchara, pero al guionista no le importó en absoluto.
Y luego está el tema de las milagrosas coincidencias. Los tres amigos originales, Johnny, Carmen y Carl, se encuentran regularmente en una guerra interplanetaria que se desarrolla en decenas de mundos y miles de unidades militares. Parece como si ese colosal conflicto no fuera más que un gran bar de solteros donde los colegas acuden a encontrarse. Al final, el trío superviviente se maravilla sonriente de que cada vez que los tres están en el mismo lugar suceden grandes cosas. El corolario que se sugiere, por tanto, es que la guerra acabará resolviéndose a favor de la Tierra porque estos tres han conseguido, a pesar de las muertes de sus familias y amigos, continuar preocupándose los unos por los otros (una premisa inverosímil e incoherente con lo que se ha visto en el resto de la película).
Curiosamente, una de las ideas de Heinlein que más potencial visual hubiera tenido en la pantalla no se tuvo en cuenta. En la novela, la Infantería Móvil era lanzada desde las naves en órbita hasta la superficie del planeta en el interior de unos tubos, embutidos ya los soldados en unos poderosos exoesqueletos de combate, acorazados y semiautomáticos, que en la película desaparecen totalmente siendo sustituidos por un equipo más convencional que brinda incluso menos potencia ofensiva y protección que el que hoy portan los soldados modernos en combate. Probablemente sea algo injusto cargar todas las culpas sobre el director en este aspecto, ya que esta decisión obedeció a cuestiones presupuestarias. Ya se hubieran fabricado como animatrones o mediante CGI, las armaduras imaginadas por Heinlein habrían resultado muy caras, especialmente para una película que ya había tenido que recurrir al ordenador para crear escenas con miles de alienígenas.
En la novela, los Bichos –que allí se denominaban Chinches- eran una especie alienígena que incluía variaciones más o menos plausibles del mismo individuo: había guerreros, obreros, cerebros y reinas, pero ni se diferenciaban mucho entre sí desde un punto de vista morfológico ni eran criaturas particularmente grandes. En la película, por el contrario, las diferencias entre los Bichos según sus funciones son claras: los guerreros son una especie de mantis con extremidades irregulares o bien escarabajos gigantes que escupen bolas de plasma capaces de alcanzar la órbita del planeta y destruir una astronave; los cerebros, en cambio, se asemejan a larvas enormes, tan grandes que han de ser arrastradas por un escuadrón de humanos –o de otros Bichos-. Resulta totalmente inverosímil desde un punto de vista biológico y evolutivo que todas estas criaturas tan diversas pertenezcan a la misma especie ni que hayan adquirido semejantes dimensiones en un planeta cuya gravedad los humanos soportan sin inconvenientes. Además, todos los planetas en los que vemos a los Bichos, incluyendo su mundo origen, son completamente desérticos. Puede que esto facilite la identificación de determinados pasajes con las películas protagonizadas por la Legión Extranjera, pero también plantea la pregunta de qué comen los bichos cuando no hay soldados humanos cerca (para ser justos, esto es un fallo común en el cine de CF –“Pitch Black”, por ejemplo- y, en menor medida, la literatura del género).
Pero claro, el espectador olvida fácilmente todas estas incongruencias cuando llegan los impresionantes momentos de acción. A pesar de que los efectos especiales han avanzado de forma asombrosa en los últimos veinticinco años, los de “Tropas del Espacio” aguantan bastante bien teniendo en cuenta su edad. Los planos de las naves espaciales maniobrando están muy logrados y momentos como el asedio en un fortín del pelotón del teniente Rasczak por parte de miles de Bichos destila verdadero terror. La combinación de CGI y cromas resulta también efectiva, como cuando Rico utiliza sus habilidades deportivas para saltar sobre uno de los escarabajos. Es precisamente en estos momentos, al olvidar Verhoeven su cinismo y sátira política a favor del puro entretenimiento, cuando la película funciona mejor.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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yo primero vi la película y después me leí la novela y la verdad me llevé un chasco tremendo tras ver esta espectacular película porque, la novela ¿de que va? ¿de un pardillo en un campo de reclutas? porque poco más tiene, lo único que eché en falta fue al sargento Zim de la novela que se merienda al Michael ironside de la peli en dos bocados, creo el tipo mas duro de toda la ciencia ficción del que vamos, casi prefiero hacer cien flexiones que oír sus parrafadas. eso y los trajes de combate claro. lo que no me gusto nada en ambas fue su final, un ¡gloria eterna a la infanteria! o algo así, es como si le faltase un algo para que fuese redonda la historia
ResponderEliminardisiento de tu opinión. Creo que la novela es mucho mejor literatura que la película cine. Lo que pasa es que, claro, si uno se lee el libro tras ver la película y espera encontrar acción a raudales y triángulos amorosos, pues se va a llevar un chasco. La novela es básicamente un ensayo y su intención transmitir un mensaje de caracter intelectual más que el puro entretenimiento. La película, en cambio, es precisamente, eso: entretenimiento y algo de parodia. El sargento Zim está divertido en la película -es uno de los mejores personajes, desde luego, lo cual no es decir mucho habida cuenta del resto del reparto- pero tampoco es nada que no se hubiera visto ya muchas veces en el cine. ¿Cuántos sargentos duros de marines han aparecido en mil películas, desde "Oficial y Caballero" a "La Chaqueta Metálica" pasando por "El Sargento de Hierro". Es, de hecho, un personaje ajustado a un cliché bien reconocible y, en buena medida, ahí reside la gracia. Yo, como tipo duro, me parece mucho más duro Riddick, por ejemplo. Un saludo y gracias por tu comentario!
ResponderEliminarDesde mi opinión considero que el argumento de la novela es una riqueza de ideologías y la película de efectos especiales. No comparto (en la película) que Rico sea argentino. Lamentable los argentinos antes de ir a matar insectos estaríamos preparando un asado en alguna luna de Júpiter.
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