“Terminator” (1984) fue una película seminal para la CF y un hito del cine de acción de los 80. Propulsó la carrera de James Cameron y les dio a sus dos protagonistas, Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger, los papeles con los que ya siempre serán identificados. Además, creó –o, más bien, revitalizó puesto que ya había precedentes, como el cowboy encarnado por Yul Brinner en “Almas de Metal”, 1973- el tropo de la imparable máquina asesina, una idea imitada hasta la saciedad durante la década siguiente. Cameron, Schwarzenegger y Hamilton volvieron a colaborar en “Terminator 2: El Día del Juicio Final” (1991), que comenzó siendo una película de mediano presupuesto para pasar a ser la más cara de su época. Pero fue dinero bien invertido, porque se convirtió en una de las cintas de acción más emocionantes y taquilleras de la década, por no hablar de la revolución que impulsó en los efectos visuales generados por ordenador.
Cameron se desvinculó de la serie en ese punto y fueron ya otras manos las que tomaron el timón para “Terminator 3: la Rebelión de las Máquinas” (2003) y “Terminator Salvation” (2009), ninguna de las cuales pudo compararse con el trabajo de Cameron y, de hecho, más parecían ejercicios con los que averiguar hasta qué punto podía imitarse a aquél. Más interesante fue, por su intento de encontrar un camino propio y original, la televisiva “Las Crónicas de Sarah Connor” y, más recientemente, la serie de animación, también para televisión, “Terminator Zero” (2024-). Los derechos de la franquicia fueron adquiridos por Skydance, que produjo “Terminator Génesis” (2015), quizá la peor entrega de toda la serie y hoy considerada un fracaso a pesar de haber recaudado 440 millones de dólares en todo el mundo.
Pocas franquicias cinematográficas se han diversificado tanto como la de Terminator, tal vez reflejando la propia obsesión de la serie por los viajes en el tiempo. “Terminator 3”, “Salvation” y “Génesis” intentaron cada una de ellas presentarse como la secuela definitiva de “El Día del Juicio Final” solo para coincidir en haber adoptado un enfoque erróneo. Era como ver a una sucesión de chefs intentar torpemente replicar un plato emblemático. ¿Necesita una secuela de Terminator a Sarah Connor? En caso afirmativo, ¿tiene ésta que ser ineludiblemente interpretada por Linda Hamilton? ¿Es esencial Arnold Schwarzenegger para el éxito de la película? ¿En qué medida? Las respuestas que diferentes guionistas y directores dieron a todas estas preguntas han sido tan interesantes como frustrantes.
Sin embargo, Skydance no se dio por vencida y decidió intentarlo una vez más con una sexta entrega para la que contaban con un gancho que pensaron sería imbatible: el regreso de James Cameron, esta vez coguionista y coproductor. Otro nombre llamativo en los créditos es el del guionista David S.Goyer, quien había firmado algunas de las películas más taquilleras de los últimos diez años, incluyendo “Dark City” (1998), dos entregas de la trilogía de Blade (1998, 2002, la última, de 2004, la dirigió el mismo), la de Batman de Christopher Nolan, “El Hombre de Acero” (2013), o “Batman vs Superman” (2016). Pero Cameron y Goyer no fueron los únicos acreditados como guionistas, lo cual no es una buena señal. El guion también incorporó las aportaciones de Billy Ray (“El Color de la Noche”, “Volcano”, “Los Juegos del Hambre”, “Capitán Phillips”), Josh Friedman, el cocreador de “Las Crónicas de Sarah Connor”; Justin Rhodes (sin apenas currículo); y Charles H. Eglee (“Luz de Luna”, “Dark Angel”, “The Shield”). El director elegido fue Tim Miller, aún fresco después del éxito de “Deadpool” (2016).
Sarah Connor (Linda Hamilton) impidió que se materializara el futuro en el que Skynet sería creado y, eventualmente, dominara el mundo. Pero las cosas no tuvieron un final feliz para ella y su hijo. Unos años después, en 1998, en Guatemala, otro de los Terminators enviados al pasado por Skynet y que había continuado operativo, le disparó a John matándolo.
Veintidós años después, en Ciudad de México, una joven, Grace (Mackenzie Davis), se materializa no lejos de donde Dani Ramos (Natalia Reyes) se está besando con su novio. Al día siguiente, un Rev-9 (Gabriel Luna), un Terminator de metal líquido recubriendo un núcleo robótico, llega al presente en la misma ciudad, asesina y toma la apariencia del padre de Dani y acude a su lugar de trabajo, una fábrica de automóviles, para acabar con ella. Grace irrumpe y salva a Dani, embarcándose a continuación en una espectacular y furiosa persecución por carretera. Mientras tratan sin éxito de superar al Terminator, Grace le cuenta a la joven que es una humana cibernéticamente mejorada que proviene del año 2042 y que tiene la misión de salvarla. Cuando todo parece perdido, interviene una ya avejentada Sarah Connor que, por el momento, deja fuera de combate al androide.
Más tarde, Sarah y Grace le explican a Dani que, en el futuro, se convertirá en la madre del líder de la resistencia contra la IA conocida como Legión. Sarah los encontró gracias al último de una serie de mensajes que lleva recibiendo desde hace años enviados por un misterioso benefactor y en los que le indican los lugares y momentos a los que acudir para eliminar a los Terminator que aún siguen llegando desde el futuro. Grace rastrea la fuente de esos mensajes hasta Laredo, Texas, donde llegan tras cruzar ilegalmente la frontera con Estados Unidos con el Terminator pisándoles los talones. Cuando dan con el lugar exacto, Sarah sufre un shock al descubrir que su enigmático remitente no es otro que el mismo Terminator (Arnold Schwarzenegger) que mató a John. Éste les revela que, una vez finalizada su misión y ya sin directrices de Skynet, tomó conciencia de sí mismo y adoptó una identidad, la de Carl, formando una familia. Sabedor del peligro que todos ellos corren ahora, se despide de su mujer e hijastro y acompaña a Sarah, Grace y Dani a la batalla final en la que tratarán de detener al Rev-9.
Todas las secuelas son inherentemente nostálgicas. Después de todo, el objetivo de un producto tal es volver a atraer a un público que ya en su momento se sintió cautivado por las películas anteriores de la serie. Las secuelas se construyen en torno a la promesa de "más de lo mismo", por lo que no estoy seguro de que sea justo criticarlas por ese motivo. Y esa, la nostalgia, es la gran baza que a priori ofrecía “Terminator: Destino Oscuro”: no sólo el regreso de James Cameron, sino también el de una Linda Hamilton de 63 años, que se había retirado de la interpretación tiempo atrás; y el de Arnold Schwarzenegger, que había aparecido de una u otra forma en todos los films de la serie excepto uno. Pero era sobre todo la participación de Cameron lo que a los seguidores de la franquicia les daba cierta garantia de que esta entrega iba a tener una calidad superior a las últimas. Así que, aunque la nostalgia estuvo presente en las tres películas precedentes de la franquicia, aquí se hace especialmente patente.
Todas las secuelas de “El Día del Juicio Final” invalidaron el final feliz que allí se ganaron John y Sarah Connor. La premisa básica de la franquicia descansa en unos robots asesinos que viajan hacia atrás en el tiempo desde un futuro postapocalíptico, por lo que el punto de partida de cualquier secuela de Terminator anula automáticamente la derrota de Skynet por parte de los Connor. Hay algo increíblemente pesimista en todo esto y que, además, va en contra del optimismo subyacente de “Terminator 2”.
Y así, siguiendo esa ineludible ley, la escena de apertura de “Destino Oscuro” presenta versiones digitalmente rejuvenecidas de Hamilton, Schwarzenegger y Edward Furlong, captando inmediatamente la atención del espectador al hacer que el robot asesine brutalmente a John Connor. Es como si nos estuvieran asegurando que podemos olvidarnos de Emilia Clarke, Jason Clarke, Christian Bale o Nick Stahl. El título de la película es una alusión a una frase de “Terminator 2”: “No hay más destino que el que nosotros mismos creamos”, unas palabras que se repiten literalmente hacia el clímax de esta nueva película, aunque en un contexto ligeramente inesperado. El propio cartel promocional anuncia “Bienvenidos al Día Después del Juicio Final”, otra clara declaración de intenciones respecto a eliminar todo lo que se hizo entre ambas películas.
A partir de ese impactante comienzo, el argumento opta por ignorar todo lo que se hizo después de “Terminator 2”, en especial la retorcida lógica temporal con que nos habían afligido en “Génesis”. De hecho, establece una nueva cronología que prescinde de Skynet e introduce un futuro –no demasiado distinto del que ya conocíamos por las anteriores peliculas- en el que la humanidad está siendo exterminada por una IA diferente a la que se denomina Legión. En fin, un mero cambio cosmético que no afecta a la fórmula esencial sobre la que se han construido casi todas las películas. Lo que sí cambia quizá es su tono.
Siendo justos, hay que admitir que “Destino Oscuro” es bastante honesta con el sombrío nihilismo que impregna su historia. La primera escena es una de las secuencias iniciales más lúgubres en una secuela desde “Alien3” (1992), con un significado irónico además, dado que el propio Cameron se había quejado de que aquel arranque de la película de Fincher anuló gran parte de su trabajo en “Aliens” (1986). “Destino Oscuro” asume que su mera existencia neutraliza el final feliz de “Terminator 2” y se compromete plenamente con ello.
Tim Miller introduce un ritmo frenético con la intensa secuencia de quince minutos en la que Grace, tratando de salvar a Dani, huye y se enfrenta al Rev-9, primero en una fábrica y luego en la autopista, conduciendo el Terminator un camión que arrasa con todo aquello que se interpone en su camino. Estando bien dirigida y siendo emocionante, Cameron ya ofreció algo similar en una persecución del T-1000 por una autopista de Los Ángeles en “Terminator 2”, sin duda, una de las secuencias de acción más espectaculares del cine de los años 90. Hay que admitir que Tim Miller, imitando a Cameron, consigue insuflar todavía más furia y adrenalina, lo que se traduce en un mayor grado de destrucción.
Esta secuencia parece un buen augurio para el resto de “Destino Oscuro”. Los otros momentos de acción fueron, aparentemente, los que James Cameron soñó a lo largo de los años que permaneció alejado de la franquicia sin encontrar la película adecuada para encajarlos. El problema es que el guion coloca la secuencia más explosiva y emocionante al poco de empezar. Sí, la trama contiene otras como esa en la que los protagonistas luchan contra el Rev-9 a bordo de un avión que se desintegra en pleno vuelo, el Humvee aterrizando en una presa y yendo a parar al fondo, el clímax final… pero todas son despliegues de efectos visuales que atraviesan el ya muy bregado ojo del espectador sin dejar apenas huella. Es probable que si hubiera sido Cameron quien dirigiera cualquiera de estas secuencias, habría dejado boquiabierto al público, pero en manos de Tim Miller, pasan mayormente desapercibidas en un género, el de acción y CF, en el que ya se han visto cosas todavía más espectaculares.
Habida cuenta de que el film presume de tener como guionistas a Cameron y Goyer –que también figuran acreditados como productores- el libreto es sorprendentemente conservador, incluso soso. De hecho, ya lo comentaba antes, no hace sino recrear la fórmula básica de la franquicia y recalentar lo ya visto en “Terminator 2” limitándose a introducir unas diferencias mínimas.
Y es que “Destino Oscuro” hace más que que borrar todo lo realizado en la franquicia cinematográfica entre 1992 y 2019: bebe directamente y a grandes tragos de “El Día del Juicio Final”. De forma deliberada y más allá de la fórmula argumental básica, asume la misma imaginería, tanto que a veces parece un facsímil. Los logotipos corporativos que abren la película se intercalan con imágenes del testimonio grabado de Sarah Connor en “Terminator 2”, dando paso a la escena inicial en la que robots asesinos avanzan por un futuro apocalíptico aplastando cráneos humanos bajo sus pies. Las escenas finales ofrecen una repetición de la memorable pesadilla nuclear de Sarah Connor. Hay veces que se diría que los guionistas tenían una checklist con elementos clásicos de la saga que debían ir integrando en la trama. Así, escuchamos frases como “Volveré…”; o variaciones de otras clásicas como “Ven conmigo si no quieres morir en los próximos treinta segundos”. Tenemos a una Sarah Connor dura y cínica que, eso sí, no esconde su edad y da la impresión de que no ha parado de beber desde 1991; tenemos una víctima potencial del Terminator que ignora su importancia para el futuro de la resistencia humana; tenemos a un T-800 que ha desarrollado consciencia y se comporta como una amable figura paternal; tenemos persecuciones en autopista y escenas de acción con helicópteros; tenemos incluso un clímax en el que héroes y villano libran su duelo final en una planta industrial (en este caso, una presa); y tenemos el necesario sacrificio final del Terminator “bueno” para acabar con el “malo”. Esto hace cuestionarse si “Destino Oscuro” es tanto una secuela de “El Día del Juicio Final” como un remake.
Hasta cierto punto, parece la culminación lógica de los prolongados esfuerzos por producir una secuela medianamente coherente y exitosa de “Terminator 2”. No parecía ya tener demasiado sentido continuar la historia después de lo narrado en “La Rebelión de las Máquinas” y “Salvación”, así que “Destino Oscuro” elige rehacerla. Cuando le preguntan a Sarah por qué lo arriesga todo para proteger al último objetivo de las máquinas asesinas, responde: "Porque yo fui ella". Y cuando descubre cuál será el papel de Dani en el futuro, reconoce: "Ella es John".
Por supuesto, como he dicho, se introducen varias diferencias meramente superficiales con la película de Cameron. Desde que éste presentara al T-1000 construido con metal líquido, cada una de las secuelas había ido presentando nuevas ideas o capacidades para el Terminator de turno. Aunque habíamos visto algunos giros originales sobre el concepto de partida, ninguno causó el impacto ni transmitió la sensación de amenaza del T-1000. El Rev-9 no es una excepción a lo que ya se había convertido en una norma y su única aportación es contar con un recubrimiento de metal líquido que puede separarse del esqueleto metálico básico, algo que, de hecho, parece un paso intermedio entre el T-800 y el T-1000. Por otra parte, Skynet se ha convertido en Legión. Y la protectora enviada desde el futuro ya no es ni una máquina ni un androide, sino una combinación de ambos. Más allá de eso, la estructura de la película no sorprenderá a nadie que haya seguido la evolución de la franquicia desde su origen.
Esto no es del todo negativo. Después de todo, por algún motivo fue “El Día del Juicio Final” uno de los éxitos de taquilla que definieron los 90. Aunque los intentos de intensificar el espectáculo visual tienen el efecto de adormecer al público en lugar de emocionarlo, sí da la sensación de que, al menos en parte, “Destino Oscuro” comprende alguna de las razones por las que “Terminator 2” funcionó tan bien. No fue casualidad que en la cinta de Cameron el androide asesino vistiera el uniforme del Departamento de Policía de Los Ángeles mientras se lanzaba a una orgía de violencia desenfrenada. Unos meses después del estreno de la película, en abril de 1992, estallaron unos graves disturbios en el centro-sur de Los Ángeles después de que un jurado absolviera a cuatro agentes del Departamento de Policía acusados de uso excesivo de la fuerza en la detención y paliza del taxista de raza negra Rodney King. Cameron volvería sobre un escenario similar en el guion de la película “Días Extraños” (1995).
“Destino Oscuro” replica el mismo enfoque al presentar a su Rev-9 como un agente de la patrulla fronteriza. Resulta interesante que, en el momento de la producción de la pelicula, durante la presidencia de Trump y con el racismo que propició el movimiento “We Build the Wall” bullendo con especial intensidad, la decisión de ambientar buena parte de la acción en México pudiera interpretarse como una toma de postura ideológica (aunque la mayoría del rodaje se hizo en España con actores españoles; Natalia Reyes es colombiana; el único actor mexicano es Diego Boneta, que interpreta al padre de Dani; Gabriel Luna, por su parte, es nacido en Estados Unidos de ascendencia mexicana). En un momento determinado de la trama, los personajes deciden que, para salvar la vida, necesitan cruzar clandestinamente la frontera hacia Estados Unidos; y en un acto de rebeldía, cuando se encuentran retenidos en las instalaciones de la policía de fronteras estadounidense, liberan a todos los detenidos y se fugan aprovechando el caos subsiguiente. Y, sobre todo, quien será en el futuro la líder de la revolución contra las máquinas y salvadora de la Humanidad, fue en su juventud una inmigrante ilegal en los Estados Unidos.
Por supuesto, no debe buscarse aquí un agudo y sutil comentario político. “Destino Oscuro” no es una condena a la política fronteriza de los Estados Unidos, del mismo modo que “Terminator 2” no lo fue del racismo institucional del Departamento de Policía de Los Ángeles. Sin embargo, no tiene reparos al mostrar el miedo y la brutalidad que sufren los inmigrantes ilegales y, al menos y aunque de forma pasiva, se atreve a integrar esta detestable situación en el marco del entretenimiento popular.
En el mismo sentido, “Destino Oscuro” bebe del feminismo ya establecido en la franquicia y dobla la apuesta. James Cameron es uno de los directores más influyentes de los últimos cuarenta años y uno de los responsables de redefinir el género de acción presentando heroínas fuertes y carismáticas como Sarah Connor y Ellen Ripley. “Destino Oscuro” refleja el zeitgeist contemporáneo y apoya su historia sobre los hombros de tres mujeres, dejando a Arnold Schwarzenegger relegado a un papel secundario. Lo que no consigue es que resalten y dejen la huella de Connor en “Terminator 2” o Ripley en “Aliens”.
Uno de los principales aciertos de la película es la elección de la actriz Mackenzie Davis para encarnar a la guerrera del futuro con la misión de proteger al objetivo del Terminator. Parece una versión más joven, esbelta y alta de Linda Hamilton y su desempeño físico en las escenas de acción es muy notable. Sus grandes ojos, belleza un tanto andrógina y cuerpo bien tonificado, ayudan a transmitir la sensación de encontrarse permanentemente en continua tensión, lista para entrar en acción en cualquier momento.
Natalia Reyes viene a desempeñar el papel de Linda Hamilton en la primera película (o el de Edward Furlong en la segunda). Pero Reyes es una actriz mucho más expresiva que Hamilton y demuestra ser capaz de superar las ocasionales sobreactuaciones de Hamilton en “Terminator”. Es una joven moderna, decidida, valiente, capaz de sobreponerse a la confusión y el miedo de la situación e inspirar a quienes la rodean. El problema es que el guión, después de convertirla en la salvadora del futuro (no será su hijo sino ella misma quien se convertirá en comandante y fundadora de la Resistencia), no le da luego absolutamente nada que hacer, dejando que todo el peso de la acción recaiga sobre Mackenzie Davis, Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger.
En uno de los momentos más sutilmente ingeniosos de la película, la historia se detiene un momento para reconocer el sexismo inherente en el Terminator original. Cuando Dani se entera de que una máquina del futuro la quiere muerta, Sarah explica su propia frustración por ser "la madre del mesías". No eres tú, explica Sarah, "es tu útero". Esto subraya el cinismo del enfoque adoptado por el primer “Terminator” al presentar a Sarah como una mera damisela en apuros; un enfoque que Cameron prefirió luego corregir en la secuela, convirtiendo a Sarah en una heroína de acción por derecho propio. Con todo, es de alabar que “Destino Oscuro” mencione y admita explícitamente esa injusticia para con los personajes femeninos de la época.
Otra de las decepciones de “Destino Oscuro” es la reaparición del icónico Arnold Schwarzenegger, cuyo papel aquí parece superfluo. La conversación en la que T-800/Carl narra cómo adoptó una identidad y comportamiento humanos tras completar su misión original es sorprendentemente trivial habida cuenta de que se trata del salto aparentemente espontáneo de robot asesino sin emociones a ser artificial autoconsciente con la capacidad de pensar y establecer y ajustarse a un código moral. Igualmente casual e inverosímil es la escena en la que explica su conocimiento de los eventos futuros en base a unas “ondas” temporales, algo imposible dado que él no provenía del futuro de Legión y el Rev-9. Los mejores momentos de Schwarzenegger son esas líneas de diálogo en las que, con total seriedad, subraya la eficiencia de alimentar a los bebés con biberón y habla de su trabajo como comerciante textil.
Pero es que también aquí “Destino Oscuro” parece replicar algo ya visto o apuntado en “Terminator 2”. En ésta, el T-800 había sido reprogramado y daba sus primeros pasos hacia la conversión en algo más cercano a un humano bajo las enseñanzas de John Connor. Aunque los androides de las dos películas son técnicamente unidades diferentes de un mismo modelo, su tratamiento es equivalente y los arcos de ambos se mueven en la misma dirección.
Este es un problema aún mayor para el personaje de Sarah Connor. Gran parte de la tensión de “El Día del Juicio Final” dimanaba de la justificada desconfianza que sentía ella hacia el T-800, basada en sus propias y traumáticas experiencias con otra unidad. Sin embargo, a lo largo de esa película, llegó a confiar en él e incluso respetarlo. “Destino Oscuro” retoma ese mismo arco aunque con un tinte más cínico. Una vez más, Sarah demuestra su hostilidad hacia el androide y, una vez más, amenaza con destruirlo en cuanto haya pasado la crisis en curso. De nuevo, todo resulta muy familiar.
En retrospectiva, casi es más honesta la forma en que “Terminator: Génesis” se apropió de la historia narrada por Cameron en sus dos películas para reescribirla a continuación. A su fallida manera, parecía un reconocimiento de las realidades del cine moderno, un intento desesperado e inútil de recrear y reproducir éxitos pasados ofreciendo al público imitaciones sin vida en lugar de algo nuevo y vibrante. Fue uno de los peores éxitos de taquilla de la última década, pero al menos no trató de engañar a nadie.
“Destino Oscuro” es un ejercicio con igual carga de cinismo, pero ejecutado con mucha más pericia. Está lastrada por demasiados elementos mal integrados: los flashbacks de Grace en el futuro apocalíptico son mayormente innecesarios; y Sarah y el T-800 parecen gorrones no invitados en la historia de otro; ciertos momentos cómicos son en exceso bobos y exagerados, en línea con el tono irónico de las franquicias modernas en lugar del enfoque más realista de las primeras películas; cuando las escenas de acción se ahogan en un océano de imágenes generadas por ordenador, es inevitable añorar los contundentes efectos prácticos de “Terminator” y “Terminator 2”.
Con todo y con eso, la película está realizada de una manera limpia y sin pretensiones, lo que ya es suficiente para elevarla por encima de sus inmediatas predecesoras. Es agradable ver de nuevo a Linda Hamilton aun cuando su personaje sea mayormente superfluo. Arnold Schwarzenegger claramente se divierte interpretando a un androide domesticado a pesar de que la historia tenga dificultades para reconciliar esta versión amistosa con su antigua “identidad” de imparable máquina de matar. Mackenzie Davis aporta frescura y energía. Y Tim Miller no se pega en ningún momento un tiro en el pie, arriesgando poco y obteniendo a cambio una película sin un estilo definido de dirección.
¿Es “Terminator: Destino Oscuro” una mala película? No. ¿Es una película necesaria? Tampoco, aunque sí pueda considerársela como el segundo mejor de los cuatro intentos que se han hecho de continuar la saga. Puede atribuírsele un éxito moderado como historia en sí misma y como continuación de una de las series cinematográficas más queridas de todos los tiempos. Dice mucho más sobre la franquicia en general que sobre “Destino Oscuro” en particular que se trate de una de las mejores continuaciones de “Terminator 2”. Es una película hija de la era del Universo Cinematográfico Marvel, un éxito de taquilla cocinado por seis guionistas para servirle al espectador un plato que han comido ya muchas veces antes. Es más de lo mismo pero presentado con la suficiente pátina de ironía y complicidad como para esquivar la presuntuosidad, un producto que sacrifica la potencial brillantez por la segura eficacia en aras de evitar el riesgo financiero y la humillación de las redes sociales.
“Destino Oscuro” aspira tan sólo a ser una película de Terminator entretenida y eficaz. En este aspecto, triunfa, aunque la cortedad de su ambición le impida ser algo más y mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario