La actual tecnología digital ha llegado a un nivel en el que prácticamente cualquier cosa, entorno, personaje, criatura o fenómeno imaginables pueden ser recreados en pantalla con absoluto realismo. Esto ha beneficiado muchísimo a la CF, por supuesto, dado que a menudo el género propone mundos o futuros que, o bien son imposibles de construir de forma convincente –no digamos ya inmersiva- utilizando métodos tradicionales, o bien resulta una empresa costosísima sólo al alcance de grandes estudios.
Pero a menudo se nos olvida que el propósito de la buena CF no es sólo inspirar el sentido de lo maravilloso, sino analizar la naturaleza humana en esos contextos hipotéticos: cómo determinados descubrimientos científicos, avances tecnológicos o transformaciones sociales podrían cambiar nuestra percepción del mundo, de nuestras relaciones o de nosotros mismos. Películas como “Nunca MeAbandones” (2010), “Olvídate de Mi” (2004), “Brazil” (1985), “La Llegada” (2010) o incluso “E.T.” (1982) se concentran en la condición humana en toda su paradójica complejidad: fealdad, belleza, necesidad de afecto, odio, violencia, dependencia o soledad.
Y es precisamente ese carácter humano, introspectivo e incluso intimista, lo que nos ofrece en formato concentrado “This Time Away”, un corto de 14 minutos dirigido por Magali Barbe y que proporciona la misma sensación que una taza de chocolate caliente en un día gélido: una historia amable, sincera, emotiva y reconfortante que consigue rebasar la condición de simple refrito de cortometraje de Pixar y drama familiar de festival de cine independiente.
La historia comienza casi como un cliché, una trasposición al futuro cercano del famoso cuento de Oscar Wilde “El Gigante Egoísta” (1888). Nigel (Timothy Spall) es un anciano amargado y gruñón que no ha conseguido superar la muerte de su esposa. Ha descuidado su aseo y salud personales y el estado de la agradable casita con jardín en la que vive. Ni siquiera su hija Louise (Jessica Ellerby) consigue sacarle de ese estado depresivo. Un día, escucha jaleo más allá de los muros de su jardín y acude a averiguar qué sucede. Un grupo de muchachos está pateando a un pequeño robot. Nigel, más molesto por el ruido que por la gamberrada en sí, los ahuyenta.
Como un perro que hubiera encontrado un nuevo amo, el robot le sigue. Aunque al principio Nigel no quiere saber nada de él, la pequeña máquina –que no tiene la capacidad de hablar aunque sí entiende perfectamente- no sólo consigue hacerse un hueco en su vida sino que, con una mezcla de curiosidad y amabilidad, va haciendo que su nuevo dueño se enfrente a sus miedos, afronte su pasado y se reconcilie con el presente.
A primera vista, la premisa de este corto guarda bastantes similitudes con una película anterior, “Un Amigo para Frank” (2012), pero la trama está aquí suficientemente bien hecha como para mantener el interés del espectador, especialmente a partir de la presentación de Max, el adorable robot perfectamente diseñado, animado e integrado en la imagen real de este mundo que se adivina futuro sólo gracias a pequeños detalles que no distraen del corazón de la historia.
Magali Barbe ha desarrollado su carrera principalmente en el campo de la animación, el diseño y la previsualización para películas como la serie “Animales Fantásticos” (2016, 2018), “Vengadores: la Guerra del Infinito” (2018), “Vengadores: Endgame” (2019), “Wonder Woman” (2017), “Aquaman y el Reino Perdido” (2023) o “Kingsman: el Círculo Dorado” (2017). Un currículo impresionante que le ha servido para aprender muy bien cómo introducir emociones en las historias utilizando elementos visuales. En un género que a menudo se define más por la calidad del renderizado que por el efecto sobre el corazón del espectador, su enfoque humanista de la CF cinematográfica –especialmente viniendo de películas como las mencionadas- es admirable. Se preocupa más por la historia y el personaje que por modelar un plano visualmente impactante. Max es un robot con un diseño sencillo (obra de la propia Barbe y el diseñador conceptual Ronan Le Fur) pero, como si fuera una estrella del cine mudo, utiliza sus gestos y movimientos para transmitir con absoluta claridad lo que quiere.
Barbe consigue en pocos minutos contar una historia completa con un solo personaje (dos, si contamos al robot; o tres si incluimos a la hija de Nigel) y que termina con último giro emotivo que explora la compleja relación entre padre e hija. Una relación que bebe de la propia experiencia personal de la cineasta: “This Time Away” proviene de un terreno personal. No mantengo la mejor de las relaciones con mi padre y me fui de casa relativamente pronto. Él tiene problemas de control de ira y, cuando hay gente alrededor, generalmente no pasa mucho tiempo antes de que esa ira aflore. Apenas lo soporto porque yo misma soy bastante terca. No podemos estar mucho tiempo juntos en la misma habitación. Recuerdo que una vez intenté explicarle eso a mi pareja y le dije: "Estar lejos no significa que no me importe". A veces desearía que fuera diferente, pero así son las cosas. Nos enviamos tan sólo unos pocos correos electrónicos de vez en cuando, pero eso es mejor que nada. Eso es lo que intenté expresar en mi corto: las relaciones pueden ser difíciles, pero podría haber formas de mantenerlas. El robot es una metáfora de la pantalla que separa, pero que a veces también conecta, a las personas”.
Un corto, en fin, que nos habla sobre la pérdida, el duelo, la soledad, la dificultad que a veces rodea las relaciones con quienes más queremos y cómo a veces la misma empatía que nos lleva a humanizar lo que no es humano (desde animales hasta máquinas) puede permitir a la tecnología ayudarnos a superar o al menos sobrellevar profundas cicatrices emocionales.
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