Dado que no siempre han combinado bien, no resulta sorprendente que muchas de las películas que han mezclado comedia y CF lo hayan hecho para reírse de los clichés y las tradiciones de esta última. “El Dormilón” (1973) satirizaba los futuros de túnicas blancas idealizados en producciones como “La Vida Futura” (1936); “La Loca Historia de las Galaxias” (1987) es una parodia, punto por punto, de “Star Wars” (1977); la infame “El Ataque de los Tomates Asesinos” (1978) se ríe del subgénero de monstruos mutantes que eclosionó en el cine de los 50; y “Mars Attacks” hace lo propio con las películas de invasiones extraterrestres que proliferaron en esa misma década.
“Mars Attacks” está inspirada en la famosa serie de cromos que la
compañía Topps lanzó en 1962, ideada por el diseñador Len Brown a partir de la
portada que el dibujante Wally Wood realizara para el nº 16 de “Weird Science”,
el ilustre comic de EC. Le presentó el proyecto al editor y artista Woody
Gelman y ambos crearon la historia de fondo y los bocetos, contratando a Wood y
Bob Powell para terminarlos. Los 55 cromos de que constó la colección fueron
comercializados por Topps a través de la empresa ficticia Bubbles Inc bajo el
nombre de “Attack from Space”, aunque se cambió a “Mars Attacks” cuando las
buenas cifras de ventas permitieron ampliar la distribución y la publicidad.
Pero el entusiasmo de los niños se topó con la siempre vigilante
censura. Los padres y organizaciones bienpensantes decidieron que la violencia
gráfica y la sexualidad implícita eran inadecuados para las vírgenes mentes de
sus infantes e iniciaron una campaña de protestas. Topps respondió redibujando
13 de los 55 cromos más conflictivos, pero cuando un fiscal de distrito de
Connecticut empezó a husmear en el caso, decidieron detener la producción y
retirar de la venta las ya distribuidas. Hoy día, estos cromos se valoran en
cientos o miles de dólares en el mercado coleccionista.
Los tiempos cambian y la nostalgia, siempre dispuesta a abalanzarse
sobre la cultura popular, llevó a que Topps, en 1994, relanzara la serie
original, ampliándola con otros 45 cromos nuevos y acompañándola con una
intensa campaña de marketing que se amplió al terreno del comic y que reavivó
el interés por aquel breve fenómeno de la cultura norteamericana.
“Mars Attacks”, la película, se aprovechó de aquel renovado interés,
pero su origen data de bastante tiempo atrás, cuando el director y guionista
británico Alex Cos presentó la idea, allá por 1985, a Orion-Tristar Pictures.
Durante los siguientes cuatro años, escribió tres borradores de guion, siendo
reemplazado por el novelista Martin Amis antes de que la productora se
decidiera a poner en marcha el proyecto. En 1993, Jonathan Gems, un guionista
que había escrito para Tim Burton varios libretos nunca rodados, le propuso la
idea de convertir “Mars Attacks” y otra serie clásica de cromos de Topps,
“Dinosaurs Attack”, en un film. Burton descartó la segunda por asemejarse
demasiado a la reciente “Parque Jurásico” (1993), pero creyó que la primera sí podría
funcionar como un homenaje a aquellas películas de desastres de la década de
los 70 con un reparto coral compuesto de grandes nombres de Hollywood, una
fórmula que Irwin Allen convirtió en clásica gracias a films como “La Aventura
del Poseidón” (1972) o “El Coloso en Llamas” (1974).
Por otra parte, Burton estaba por entonces inmerso en la preparación
de “Ed Wood” y vio a “Mars Attacks” como la oportunidad perfecta para rendir
homenaje al cine de aquel director fracasado, especialmente “Vampiros del
Espacio” (1957) y otras cintas de serie B de los 50, como “Invasores de Marte”
(1953), “Vinieron del Espacio” (1953), “La Guerra de los Mundos” (1953),
“Invasores de Otros Mundos” (1954), “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” (1956)
o “La Tierra contra los Platillos Volantes” (1956). Burton habló con Warner
Bros y el estudio compró los derechos cinematográficos de la colección de
cromos. El guion original de Gems se presupuestó en unos imposibles 280
millones de dólares así que hubo que volver a la máquina de escribir y doce
borradores después, Burton tenía por fin un libreto que Warner podía aceptar,
aun cuando la inversión necesaria de 75 millones seguía siendo importante.
Cientos de platillos volantes procedentes de Marte se acercan a la
Tierra. Al principio y teniendo en cuenta lo avanzado de su tecnología, se presume
que vienen en son de paz, una hipótesis que parece confirmar un mensaje enviado
por el embajador marciano. Sin embargo, tras aterrizar en el desierto del sudoeste
Americano, los marcianos incineran con sus pistolas de rayos al enviado del
gobierno y el comité de bienvenida, dando comienzo a un ataque global a la
especie humana. Sin embargo, un puñado de improbables héroes dispersos por la
geografía estadounidense, desde un adolescente alienado a un exboxeador pasando
por el cantante Tom Jones, plantan cara a la invasión.
Tim Burton, uno de los cineastas más excéntricos del cine generalista
norteamericano, casi siempre ha dejado impresa en sus películas la huella de su
gusto por lo extraño, lo extravagante y lo siniestro, empezando por sus
primeras cintas: “Bitelchús” (1988), “Batman” (1989), “Eduardo Manostijeras”
(1990), “Batman Vuelve” (1992) y “Ed Wood” (1994). Ninguna de ellas había sido
una decepción hasta, quizá, “Mars Attacks”, aunque ello bien pudo deberse a que
fue la película que hasta la fecha menos bebía de su estilo afín a los sombrío.
Así y todo, lo que no puede negarse es que el film ofrece momentos de un eficaz
y corrosivo humor negro.
La película se presenta casi como una versión en clave de ciencia
ficción de “Gremlins” (1984), con Burton deleitándose con el mismo sentido del
humor alegremente perverso y juguetón que en aquella película había desplegado
Joe Dante. Los marcianos son como un grupo retorcidamente malvado de niños
asexuados, verdes y sociópatas que disfrutan cosiendo cabezas de personas en
cuerpos de perros y viceversa, calcinando humanos y animales y sembrando el
caos a su alrededor, acompañando siempre sus horrendos actos con un malvado
carcajeo. Incluso sus masacres están escenificadas
como bromas macabras, como
esa en la que un platillo derriba el monumento a Washington y luego lo empuja de
un lado a otro para que caiga sobre un grupo de boy scouts que huye
aterrorizado. Sus armas parecen juguetes y es muy significativo que los
primeros humanos en hacer un uso eficaz de ellas sean dos adolescentes que han
pasado incontables horas con videojuegos shooter.
Los marcianos de “Mars Attacks” son los vecinos cósmicos más
desagradables que imaginarse pueda. Su humor avieso, característico de Burton,
les da no solo presencia sino identidad, como demuestra que sean tan fáciles de
identificar en comparación con la inmensa cantidad de extraterrestres que
pueblan el universo cinematográfico de la CF, un logro nada baladí si tenemos
en cuenta que la única sílaba que pronuncian es su archiconocido “ack ack”
Por otra parte a la película carece de una auténtica trama, limitándose
a hilar una serie de escenas delirantes; aunque también es cierto que “Mars
Attacks” es una de esas comedias en las que no importa si un chiste funciona o
no porque un minuto después llega otro que quizá sí lo haga. El verdadero problema de la
cinta, y no es uno menor, es que su interés cae en picado siempre que los marcianos
desaparecen de la pantalla. El guion tiene la misma estructura de película de
desastres que tan solo unos meses antes ya recuperara “Independence Day”: un
amplio reparto de personajes que han de enfrentarse a una gran amenaza en
diferentes localizaciones que van desde los casinos de Las Vegas a la
Casa
Blanca de Washington DC pasando por las zonas rurales de Kansas. Burton reunió
a un impresionante elenco de actores (que, combinados, sumaban cinco Premios
Oscar y treinta nominaciones pasadas y futuras), los cuales, siendo conscientes
de estar en una comedia enloquecida, dieron rienda suelta a sus facetas más
histriónicas.
Pero eso no es suficiente para dotar de carisma a los personajes o que
el espectador empatice con ellos aun cuando el guion retrate a la mayoría como
infelices atrapados en relaciones familiares disfuncionales: Taffy (Natalie
Portman), la hija del Presidente (Jack Nicholson) y la Primera Dama (Glen
Close) no soporta vivir en la Casa Blanca y ver el efecto que ello ha tenido en
sus padres, pero ella misma disfruta del poder cuando le reprende al general
Decker (Road Steiger) por despotricar ruidosamente junto a la puerta de su
dormitorio. El eventual héroe de la película, Richie (Lukas Haas) es
despreciado por
su familia de paletos de Kansas por llevar el pelo largo y no
alistarse en el ejército como su hermano Billy Glen (Jack Black), quien acaba
muriendo humillantemente tratando de rendirse a los marcianos. Incluso la
pareja interpretada por Jim Brown y Pam Grier están divorciados y sólo se
reencuentran al final entre las ruinas de Washington.
Sí merece la pena destacar como uno de los puntos fuertes del guion la
forma en que se sirve del humor surrealista para pulsar las ansiedades de la
época. La escena de arranque, con una manada de vacas en llamas, causó en Gran
Bretaña un impacto que hoy es menos evidente, dado que fue aquel año cuando la
epidemia de encefalopatía espongiforme bovina (la enfermedad de las vacas
locas) pasó a los seres humanos causando una gran alarma. Otro de los chistes
refleja los prejuicios homófobos: cuando uno de los marcianos, disfrazado de
exuberante y silenciosa prostituta con cierto aire de travesti, de infiltra en
la Casa Blanca tras seducir al concupiscente Jerry Ross (Martin Short), el jefe
de gabinete del Presidente. La razón por la que falla en su intento de
magnicidio es que se distrae para dispararle antes a un pájaro (una de las
debilidades de los invasores es una hostilidad irracional hacia las criaturas
voladoras).
Esta es también una película en la que el James Bond de la época,
Pierce Brosnan (que interpreta al profesor Donald Kessler), es simbólica y
literalmente castrado al ser convertido por los marcianos en una cabeza sin
cuerpo (Brosnan había empezado en 1995 su etapa Bond con “Goldeneye”). Su
retorcido amor por Natalie (Sarah Jessica Parker), la reportera de moda cuya
cabeza ha sido trasplantada al cuerpo de su chihuahua, culmina en un momento
tan extraño como insípido en el
que, mientras la nave nodriza marciana se hunde
en el océano sus cabezas ruedan una junto a otra hasta conseguir besarse. Algo
antes, el esposo de Natalie, Jason (Michael J.Fox), muere arrastrándose hacia
ella durante la primera masacre marciana, dejándola sosteniendo su mano
cercenada. A lo largo de toda la agridulce trama, el romanticismo es simultánea
y alternadamente fomentado y demolido con sorna.
El sistema que al final se utiliza para aniquilar a los marcianos está
directamente fusilado de “El Ataque de los Tomates Asesinos”: no son
vulnerables a los bacilos, sino al
falsete tirolés del cantante country Slim Whitman interpretando su versión de
"Indian Love Call", que hace explotar sus vastos cerebros desnudos.
Habría sido bastante más lógico, dada la presencia de Tom Jones en la película,
que fuera su voz la debilidad fatal de los invasores.
No son los militares y sus carísimas armas ni los científicos y sus
ridículas invenciones quienes obtienen la victoria, sino los paletos y su
música popular. Burton respalda y al tiempo parodia el tipo de populismo
simplón también presente en “Independence Day” o “El Cazador de Sueños” (2003).
No es una
casualidad que los únicos que se salven de la aniquilación sean los parias
(Richie, Taffy, Barbara) y los iconos de la cultura pop (Tom Jones, Pam Grier).
Muchas de las películas de Burton, casi todas en realidad, han tomado partido
por los marginados, los débiles, los inadaptados, los temidos, los
ridiculizados… que era como en sus inicios se sentía el propio director (al
menos, antes de convertirse en una celebridad admirada e imitada). Así, en
“Mars Attacks” es a los individuos sofisticados y elegantes a los que principalmente
humillan, ridiculizan y matan los marcianos, en especial el personaje del
profesor Kessler, el típico pretencioso inglés, sabelotodo y fumador de pipa
(antes de Brosnan, el papel fue pensado para Hugh Grant). Todos los intentos
que propone para comunicarse pacíficamente con los marcianos son aprovechados
por éstos para sembrar más caos y muerte.
Pero no todo se reduce a una burda denuncia del pacifismo. La alcohólica
reformada Bárbara (Annette Bening) interpreta inicialmente la llegada de los
marcianos como una esperanza para el planeta y sobrevive para descubrir lo
contrario escenificado cómicamente como la amarga desilusión de una borracha.
Sin embargo, los valores que ella defiende están casi respaldados por el final
de la película, cuando, tras la derrota de los marcianos y con el tema “It´s
Not Unusual” sonando de fondo, ella y Tom Jones emergen de una cueva e
interactúan en feliz armonía con la fauna de las orillas del Lago Tahoe. Esa
especie de resurrección tras un duro invierno, representa claramente algún tipo
de sabiduría natural. Puede que Barbara fuera una idiota, pero había
comprendido algo fundamental.
El alegre nihilismo va de las palomas a los halcones, representados
por el estamento militar. El intento de aniquilar a los marcianos con armas
nucleares es frustrado por sus defensas y la explosion atómica transformada en
un vaporcillo inofensivo que inhala jocoso su líder. El agresivo general Decker
es continuamente ignorado por el Presidente y finalmente miniaturizado y
chafado por el embajador marciano. La familia de Richie, que vive rodeada de
armas, se ufana de estar dispuesta a luchar hasta la muerte, pero cuando llega
el momento, un robot gigante marciano agarra su caravana con ellos dentro y la
destroza sin ningún esfuerzo y sin darles oportunidad alguna para defenderse.
Otro problema de la película es que no parece del todo capaz de llevar
a sus últimas consecuencias sus propósitos paródicos. A priori, se diría que es
fácil burlarse del tipo de trama ridícula, diálogos absurdos y personajes
acartonados que solían constituir el armazón de este tipo de films de serie B.
Pero el evidente afecto que siente Burton por el estilo de aquéllos hace que
sea difícil saber cuándo “Mars Attacks” los emula o se burla. La línea entre la
parodia de una mala película y la propia mala película puede ser difícil de
distinguir. Algunas de las referencias del guion a los viejos clásicos (como
esos niños que se transforman instantáneamente en temibles guerreros y salvan
al Presidente) parecen cursis en lugar de inteligentes o ingeniosas.
Y es una pena, porque la sátira de la película funciona muy bien
cuando sitúa al gobierno en su punto de mira. La idea de unas autoridades mucho
más preocupadas por los medios de comunicación, las fotografías y los discursos
que por el descubrimiento de vida inteligente es tan hilarante como tristemente
verosímil, como ese momento en el que al Presidente lo único que se le ocurre
decirle a su jefe de prensa tras la aniquilación del Congreso por parte de los
marcianos es: “Quiero que la gente sepa que
todavía tienen dos de los tres poderes del gobierno trabajando para ellos, y
eso no está mal”. Cualquier película lo suficientemente atrevida como para
seleccionar a Jack Nicholson para interpretar al presidente de los Estados
Unidos debería tener de partida un voto de confianza.
También merece la pena destacar al impecable doctor Kessler
interpretado por Brosnan, el único personaje-actor que parece recién
trasplantado del set de rodaje de una película de CF y Terror de los años 50
gracias a esa educada pero testaruda negación de la posibilidad de que los
alienígenas sean hostiles. “La lógica
dicta que, dado su alto nivel de desarrollo tecnológico, son una cultura
avanzada. Por lo tanto, pacífica e ilustrada. La especie humana, por otra
parte, es peligrosa y agresiva. Sospecho que ellos tienen más que temer de
nosotros que nosotros de ellos”.
Tras la primera masacre en el desierto, se apresura a atribuirlo a un
“malentendido cultural” y le suplica a su jefe: “Señor Presidente, se que esto parece horrible, pero no seamos muy duros”.
Se empeña en contradecir todo lo que sabemos, a partir de nuestra propia
Historia, del contacto entre civilizaciones o culturas en diferentes grados de
desarrollo tecnológico. Hay algo deliciosamente camp en la interpretación de
Brosnan, desde la forma en que flirtea con la reportera Natalie hasta el
ingenuo desconcierto con el que se dirige a los marcianos en plena carnicería ("¡Señor embajador, por favor! ¿Qué
está haciendo? ¡Esto no tiene sentido! ¡No es lógico!"). Brosnan
parece ser, con diferencia, el que más se divierte con su papel.
Quizá la mejor manera de aproximarse a “Mars Attacks” sea como antídoto
cinematográfico de la pomposa epicidad de “Independence Day”. Ambas películas
estuvieron en producción simultáneamente por lo que se trata más de un caso de
coincidencia que de plagio o explotación deliberada del mismo tema.
De no saber esto, uno podría pensar justificadamente que la cinta de
Tim Burton nació como parodia de la de Emmerich. Si este presentaba la
dramática destrucción de hitos monumentales estadounidenses, aquél colocaba a
los marcianos posando para una foto mientras el Taj Mahal explotaba al fondo,
reconstruyendo el Monte Rushmore con sus propias caras o jugando a los bolos
con los moais de Isla de Pascua. Si en “Independence Day” el presidente
pronunciaba antes de la batalla final un inspirador discurso patriótico, el de
“Mars Attacks” se humilla ante el líder marciano invocando la comprensión mutua
y la cooperación antes de estrecharle la mano y que ésta se separe del cuerpo
del extraterrestre, se convierta en una criatura
puntiaguda que se desliza
sobre el cuerpo del político, lo apuñale por la espalda y se transforme por
último en el asta de una bandera que anuncia la victoria marciana. Al llegar al
“gran” discurso final sobre la reconstrucción del mundo a partir de sus
cenizas, todo lo que Richie, quien descubrió por casualidad la forma de acabar
con los marcianos, tiene que decir al mundo es una frase tan estúpida como:
"Creo que deberías ir y reconstruir
y todo eso... Y creo que la gente debería usar más tipis".
Los efectos especiales están muy bien ejecutados aunque no puedo
evitar cierta extrañeza al ver cómo se emplea la tecnología de primera división
de Industrial Light and Magic para crear deliberadamente platillos volantes que
parecen maquetas cutres de las películas de CF de los 50; o cuando los efectos
digitales, normalmente impecables, se diseñan para reproducir la entrecortada
animación stop-motion de aquel cine antiguo. De hecho, gran parte del diseño
conceptual de la película –desde la sala de autopsias completamente blanca a
los trajes anticontaminación con escafandras de burbuja pasando por la antenita
giratoria sobre la máquina traductora y las propias criaturas alienígenas y su
tecnología, está pensado para evocar y parodiar la estética de los títulos
clásicos del género.
Puedo entender que esta aproximación visual no sea del gusto de todo
el mundo, pero me parece interesante tanto que Burton, en esta ocasión, no
tenga miedo a rodar una película de CF con una iluminación intensa en lugar de sus
características sombras y tinieblas, como la oportunidad de ver el aspecto que
tendría una de aquellas cintas clásicas de serie B de haber contado con un gran
presupuesto.
Como he dicho, “Independence Day” y “Mars Attacks” se estrenaron con
pocos meses de diferencia por mera casualidad. Pero, aunque los dos films
tenían la misma premisa, no podían ser más diferentes. Mientras que la primera
se tomaba en serio a sí misma, adoptaba un tono y estética realistas y se
servía de un reparto de actores de segunda fila (porque Will Smith aún estaba
considerado exclusivamente como una estrella de la televisión), “Mars Attacks”
seguía el camino de la parodia sangrante, desplegando la imaginería surrealista
propia de Burton y contratando a un plantel actoral de primera división.
Aunque en las dos películas los humanos ganaban a los alienígenas
invasores, la que se alzó con la clara victoria en la guerra de taquillas fue
“Independence Day”, que, con un presupuesto de 75 millones de dólares, acabó
obteniendo 817 millones, esto es, once veces más. Por el contrario, “Mars
Attacks” se las vio y deseó para recaudar en el mercado nacional la mitad de
ese mismo presupuesto, sumando en total poco más de 100 millones. Aunque Warner
invirtió 20 millones en promocionar su película, no fueron pocos los que
opinaron que esa labor fue deficiente. El propio Tim Burton declaró que su film
había sido mucho mejor recibido en Europa aun cuando esos espectadores
desconocían previamente la existencia de la colección de cromos de Topps, que
sí es muy popular en Estados Unidos.
Quizá fueron las similitudes con “Independence Day” las que lastraron
la acogida comercial y de crítica de “Mars Attacks”. Después de que Emmerich
actualizara para las nuevas generaciones el espíritu de las viejas películas de
invasiones extraterrestres, la aproximación de Burton parecía mucho más caduca
e ineficaz. El género de ataques alienígenas había evolucionado mucho a partir
del material que Burton y su equipo parodiaban y desafortunadamente el público
más joven no supo apreciar el esfuerzo.
En último término, “Mars Attacks” es una de esas extravagancias de
Burton que sin duda lució mejor como idea abstracta que como producto
terminado. Dado lo escueto de la trama y el escaso atractivo de los personajes,
su metraje de dos horas y cuarenta y seis minutos se antoja excesivo, con
demasiados segmentos que no funcionan tan bien como deberían y algunos problemas
de ritmo, por no hablar de que sus ramalazos de crueldad no siempre están bien
barnizados por el humor. Desde luego, no es la mejor película de ninguno de los
involucrados y, hasta el momento, fue la menos satisfactoria de las dirigidas
por Burton (luego vendrían otras bastante más decepcionantes). Pero también es
un film realizado con un gran afecto hacia las viejas películas de CF que toda
una generación vio en la tele a horarios imposibles. Para muchos espectadores,
ese entusiasmo mezclado con el peculiar humor negro del director, es
ingrediente suficiente para pasar un rato quizá no memorable, pero sí
divertido.
Le guardo un gran aprecio a esta película, porque la pasaban en la televisión cuando era niño (nací en el 94' y en casa no teníamos muchos canales de películas). Gracias por la reseña :)
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