domingo, 6 de agosto de 2023

1996- MARS ATTACKS – Tim Burton

Dado que no siempre han combinado bien, no resulta sorprendente que muchas de las películas que han mezclado comedia y CF lo hayan hecho para reírse de los clichés y las tradiciones de esta última. “El Dormilón” (1973) satirizaba los futuros de túnicas blancas idealizados en producciones como “La Vida Futura” (1936); “La Loca Historia de las Galaxias” (1987) es una parodia, punto por punto, de “Star Wars” (1977); la infame “El Ataque de los Tomates Asesinos” (1978) se ríe del subgénero de monstruos mutantes que eclosionó en el cine de los 50; y “Mars Attacks” hace lo propio con las películas de invasiones extraterrestres que proliferaron en esa misma década.

 

“Mars Attacks” está inspirada en la famosa serie de cromos que la compañía Topps lanzó en 1962, ideada por el diseñador Len Brown a partir de la portada que el dibujante Wally Wood realizara para el nº 16 de “Weird Science”, el ilustre comic de EC. Le presentó el proyecto al editor y artista Woody Gelman y ambos crearon la historia de fondo y los bocetos, contratando a Wood y Bob Powell para terminarlos. Los 55 cromos de que constó la colección fueron comercializados por Topps a través de la empresa ficticia Bubbles Inc bajo el nombre de “Attack from Space”, aunque se cambió a “Mars Attacks” cuando las buenas cifras de ventas permitieron ampliar la distribución y la publicidad.

 

Pero el entusiasmo de los niños se topó con la siempre vigilante censura. Los padres y organizaciones bienpensantes decidieron que la violencia gráfica y la sexualidad implícita eran inadecuados para las vírgenes mentes de sus infantes e iniciaron una campaña de protestas. Topps respondió redibujando 13 de los 55 cromos más conflictivos, pero cuando un fiscal de distrito de Connecticut empezó a husmear en el caso, decidieron detener la producción y retirar de la venta las ya distribuidas. Hoy día, estos cromos se valoran en cientos o miles de dólares en el mercado coleccionista.

 

Los tiempos cambian y la nostalgia, siempre dispuesta a abalanzarse sobre la cultura popular, llevó a que Topps, en 1994, relanzara la serie original, ampliándola con otros 45 cromos nuevos y acompañándola con una intensa campaña de marketing que se amplió al terreno del comic y que reavivó el interés por aquel breve fenómeno de la cultura norteamericana.

 

“Mars Attacks”, la película, se aprovechó de aquel renovado interés, pero su origen data de bastante tiempo atrás, cuando el director y guionista británico Alex Cos presentó la idea, allá por 1985, a Orion-Tristar Pictures. Durante los siguientes cuatro años, escribió tres borradores de guion, siendo reemplazado por el novelista Martin Amis antes de que la productora se decidiera a poner en marcha el proyecto. En 1993, Jonathan Gems, un guionista que había escrito para Tim Burton varios libretos nunca rodados, le propuso la idea de convertir “Mars Attacks” y otra serie clásica de cromos de Topps, “Dinosaurs Attack”, en un film. Burton descartó la segunda por asemejarse demasiado a la reciente “Parque Jurásico” (1993), pero creyó que la primera sí podría funcionar como un homenaje a aquellas películas de desastres de la década de los 70 con un reparto coral compuesto de grandes nombres de Hollywood, una fórmula que Irwin Allen convirtió en clásica gracias a films como “La Aventura del Poseidón” (1972) o “El Coloso en Llamas” (1974).

 

Por otra parte, Burton estaba por entonces inmerso en la preparación de “Ed Wood” y vio a “Mars Attacks” como la oportunidad perfecta para rendir homenaje al cine de aquel director fracasado, especialmente “Vampiros del Espacio” (1957) y otras cintas de serie B de los 50, como “Invasores de Marte” (1953), “Vinieron del Espacio” (1953), “La Guerra de los Mundos” (1953), “Invasores de Otros Mundos” (1954), “La Invasión de los Ladrones de Cuerpos” (1956) o “La Tierra contra los Platillos Volantes” (1956). Burton habló con Warner Bros y el estudio compró los derechos cinematográficos de la colección de cromos. El guion original de Gems se presupuestó en unos imposibles 280 millones de dólares así que hubo que volver a la máquina de escribir y doce borradores después, Burton tenía por fin un libreto que Warner podía aceptar, aun cuando la inversión necesaria de 75 millones seguía siendo importante.

 

Cientos de platillos volantes procedentes de Marte se acercan a la Tierra. Al principio y teniendo en cuenta lo avanzado de su tecnología, se presume que vienen en son de paz, una hipótesis que parece confirmar un mensaje enviado por el embajador marciano. Sin embargo, tras aterrizar en el desierto del sudoeste Americano, los marcianos incineran con sus pistolas de rayos al enviado del gobierno y el comité de bienvenida, dando comienzo a un ataque global a la especie humana. Sin embargo, un puñado de improbables héroes dispersos por la geografía estadounidense, desde un adolescente alienado a un exboxeador pasando por el cantante Tom Jones, plantan cara a la invasión.

 

Tim Burton, uno de los cineastas más excéntricos del cine generalista norteamericano, casi siempre ha dejado impresa en sus películas la huella de su gusto por lo extraño, lo extravagante y lo siniestro, empezando por sus primeras cintas: “Bitelchús” (1988), “Batman” (1989), “Eduardo Manostijeras” (1990), “Batman Vuelve” (1992) y “Ed Wood” (1994). Ninguna de ellas había sido una decepción hasta, quizá, “Mars Attacks”, aunque ello bien pudo deberse a que fue la película que hasta la fecha menos bebía de su estilo afín a los sombrío. Así y todo, lo que no puede negarse es que el film ofrece momentos de un eficaz y corrosivo humor negro.

 

La película se presenta casi como una versión en clave de ciencia ficción de “Gremlins” (1984), con Burton deleitándose con el mismo sentido del humor alegremente perverso y juguetón que en aquella película había desplegado Joe Dante. Los marcianos son como un grupo retorcidamente malvado de niños asexuados, verdes y sociópatas que disfrutan cosiendo cabezas de personas en cuerpos de perros y viceversa, calcinando humanos y animales y sembrando el caos a su alrededor, acompañando siempre sus horrendos actos con un malvado carcajeo. Incluso sus masacres están escenificadas como bromas macabras, como esa en la que un platillo derriba el monumento a Washington y luego lo empuja de un lado a otro para que caiga sobre un grupo de boy scouts que huye aterrorizado. Sus armas parecen juguetes y es muy significativo que los primeros humanos en hacer un uso eficaz de ellas sean dos adolescentes que han pasado incontables horas con videojuegos shooter.

 

Los marcianos de “Mars Attacks” son los vecinos cósmicos más desagradables que imaginarse pueda. Su humor avieso, característico de Burton, les da no solo presencia sino identidad, como demuestra que sean tan fáciles de identificar en comparación con la inmensa cantidad de extraterrestres que pueblan el universo cinematográfico de la CF, un logro nada baladí si tenemos en cuenta que la única sílaba que pronuncian es su archiconocido “ack ack”

 

Por otra parte a la película carece de una auténtica trama, limitándose a hilar una serie de escenas delirantes; aunque también es cierto que “Mars Attacks” es una de esas comedias en las que no importa si un chiste funciona o no porque un minuto después llega otro que quizá sí lo haga. El verdadero problema de la cinta, y no es uno menor, es que su interés cae en picado siempre que los marcianos desaparecen de la pantalla. El guion tiene la misma estructura de película de desastres que tan solo unos meses antes ya recuperara “Independence Day”: un amplio reparto de personajes que han de enfrentarse a una gran amenaza en diferentes localizaciones que van desde los casinos de Las Vegas a la Casa Blanca de Washington DC pasando por las zonas rurales de Kansas. Burton reunió a un impresionante elenco de actores (que, combinados, sumaban cinco Premios Oscar y treinta nominaciones pasadas y futuras), los cuales, siendo conscientes de estar en una comedia enloquecida, dieron rienda suelta a sus facetas más histriónicas.

 

Pero eso no es suficiente para dotar de carisma a los personajes o que el espectador empatice con ellos aun cuando el guion retrate a la mayoría como infelices atrapados en relaciones familiares disfuncionales: Taffy (Natalie Portman), la hija del Presidente (Jack Nicholson) y la Primera Dama (Glen Close) no soporta vivir en la Casa Blanca y ver el efecto que ello ha tenido en sus padres, pero ella misma disfruta del poder cuando le reprende al general Decker (Road Steiger) por despotricar ruidosamente junto a la puerta de su dormitorio. El eventual héroe de la película, Richie (Lukas Haas) es despreciado por su familia de paletos de Kansas por llevar el pelo largo y no alistarse en el ejército como su hermano Billy Glen (Jack Black), quien acaba muriendo humillantemente tratando de rendirse a los marcianos. Incluso la pareja interpretada por Jim Brown y Pam Grier están divorciados y sólo se reencuentran al final entre las ruinas de Washington.

 

Sí merece la pena destacar como uno de los puntos fuertes del guion la forma en que se sirve del humor surrealista para pulsar las ansiedades de la época. La escena de arranque, con una manada de vacas en llamas, causó en Gran Bretaña un impacto que hoy es menos evidente, dado que fue aquel año cuando la epidemia de encefalopatía espongiforme bovina (la enfermedad de las vacas locas) pasó a los seres humanos causando una gran alarma. Otro de los chistes refleja los prejuicios homófobos: cuando uno de los marcianos, disfrazado de exuberante y silenciosa prostituta con cierto aire de travesti, de infiltra en la Casa Blanca tras seducir al concupiscente Jerry Ross (Martin Short), el jefe de gabinete del Presidente. La razón por la que falla en su intento de magnicidio es que se distrae para dispararle antes a un pájaro (una de las debilidades de los invasores es una hostilidad irracional hacia las criaturas voladoras).

 

Esta es también una película en la que el James Bond de la época, Pierce Brosnan (que interpreta al profesor Donald Kessler), es simbólica y literalmente castrado al ser convertido por los marcianos en una cabeza sin cuerpo (Brosnan había empezado en 1995 su etapa Bond con “Goldeneye”). Su retorcido amor por Natalie (Sarah Jessica Parker), la reportera de moda cuya cabeza ha sido trasplantada al cuerpo de su chihuahua, culmina en un momento tan extraño como insípido en el que, mientras la nave nodriza marciana se hunde en el océano sus cabezas ruedan una junto a otra hasta conseguir besarse. Algo antes, el esposo de Natalie, Jason (Michael J.Fox), muere arrastrándose hacia ella durante la primera masacre marciana, dejándola sosteniendo su mano cercenada. A lo largo de toda la agridulce trama, el romanticismo es simultánea y alternadamente fomentado y demolido con sorna.

 

El sistema que al final se utiliza para aniquilar a los marcianos está directamente fusilado de “El Ataque de los Tomates Asesinos”: no son vulnerables  a los bacilos, sino al falsete tirolés del cantante country Slim Whitman interpretando su versión de "Indian Love Call", que hace explotar sus vastos cerebros desnudos. Habría sido bastante más lógico, dada la presencia de Tom Jones en la película, que fuera su voz la debilidad fatal de los invasores.

 

No son los militares y sus carísimas armas ni los científicos y sus ridículas invenciones quienes obtienen la victoria, sino los paletos y su música popular. Burton respalda y al tiempo parodia el tipo de populismo simplón también presente en “Independence Day” o “El Cazador de Sueños” (2003). No es una casualidad que los únicos que se salven de la aniquilación sean los parias (Richie, Taffy, Barbara) y los iconos de la cultura pop (Tom Jones, Pam Grier). Muchas de las películas de Burton, casi todas en realidad, han tomado partido por los marginados, los débiles, los inadaptados, los temidos, los ridiculizados… que era como en sus inicios se sentía el propio director (al menos, antes de convertirse en una celebridad admirada e imitada). Así, en “Mars Attacks” es a los individuos sofisticados y elegantes a los que principalmente humillan, ridiculizan y matan los marcianos, en especial el personaje del profesor Kessler, el típico pretencioso inglés, sabelotodo y fumador de pipa (antes de Brosnan, el papel fue pensado para Hugh Grant). Todos los intentos que propone para comunicarse pacíficamente con los marcianos son aprovechados por éstos para sembrar más caos y muerte.

 

Pero no todo se reduce a una burda denuncia del pacifismo. La alcohólica reformada Bárbara (Annette Bening) interpreta inicialmente la llegada de los marcianos como una esperanza para el planeta y sobrevive para descubrir lo contrario escenificado cómicamente como la amarga desilusión de una borracha. Sin embargo, los valores que ella defiende están casi respaldados por el final de la película, cuando, tras la derrota de los marcianos y con el tema “It´s Not Unusual” sonando de fondo, ella y Tom Jones emergen de una cueva e interactúan en feliz armonía con la fauna de las orillas del Lago Tahoe. Esa especie de resurrección tras un duro invierno, representa claramente algún tipo de sabiduría natural. Puede que Barbara fuera una idiota, pero había comprendido algo fundamental.

 

El alegre nihilismo va de las palomas a los halcones, representados por el estamento militar. El intento de aniquilar a los marcianos con armas nucleares es frustrado por sus defensas y la explosion atómica transformada en un vaporcillo inofensivo que inhala jocoso su líder. El agresivo general Decker es continuamente ignorado por el Presidente y finalmente miniaturizado y chafado por el embajador marciano. La familia de Richie, que vive rodeada de armas, se ufana de estar dispuesta a luchar hasta la muerte, pero cuando llega el momento, un robot gigante marciano agarra su caravana con ellos dentro y la destroza sin ningún esfuerzo y sin darles oportunidad alguna para defenderse.

 

Otro problema de la película es que no parece del todo capaz de llevar a sus últimas consecuencias sus propósitos paródicos. A priori, se diría que es fácil burlarse del tipo de trama ridícula, diálogos absurdos y personajes acartonados que solían constituir el armazón de este tipo de films de serie B. Pero el evidente afecto que siente Burton por el estilo de aquéllos hace que sea difícil saber cuándo “Mars Attacks” los emula o se burla. La línea entre la parodia de una mala película y la propia mala película puede ser difícil de distinguir. Algunas de las referencias del guion a los viejos clásicos (como esos niños que se transforman instantáneamente en temibles guerreros y salvan al Presidente) parecen cursis en lugar de inteligentes o ingeniosas.

 

Y es una pena, porque la sátira de la película funciona muy bien cuando sitúa al gobierno en su punto de mira. La idea de unas autoridades mucho más preocupadas por los medios de comunicación, las fotografías y los discursos que por el descubrimiento de vida inteligente es tan hilarante como tristemente verosímil, como ese momento en el que al Presidente lo único que se le ocurre decirle a su jefe de prensa tras la aniquilación del Congreso por parte de los marcianos es: “Quiero que la gente sepa que todavía tienen dos de los tres poderes del gobierno trabajando para ellos, y eso no está mal”. Cualquier película lo suficientemente atrevida como para seleccionar a Jack Nicholson para interpretar al presidente de los Estados Unidos debería tener de partida un voto de confianza.

 

También merece la pena destacar al impecable doctor Kessler interpretado por Brosnan, el único personaje-actor que parece recién trasplantado del set de rodaje de una película de CF y Terror de los años 50 gracias a esa educada pero testaruda negación de la posibilidad de que los alienígenas sean hostiles. “La lógica dicta que, dado su alto nivel de desarrollo tecnológico, son una cultura avanzada. Por lo tanto, pacífica e ilustrada. La especie humana, por otra parte, es peligrosa y agresiva. Sospecho que ellos tienen más que temer de nosotros que nosotros de ellos”.

 

Tras la primera masacre en el desierto, se apresura a atribuirlo a un “malentendido cultural” y le suplica a su jefe: “Señor Presidente, se que esto parece horrible, pero no seamos muy duros”. Se empeña en contradecir todo lo que sabemos, a partir de nuestra propia Historia, del contacto entre civilizaciones o culturas en diferentes grados de desarrollo tecnológico. Hay algo deliciosamente camp en la interpretación de Brosnan, desde la forma en que flirtea con la reportera Natalie hasta el ingenuo desconcierto con el que se dirige a los marcianos en plena carnicería ("¡Señor embajador, por favor! ¿Qué está haciendo? ¡Esto no tiene sentido! ¡No es lógico!"). Brosnan parece ser, con diferencia, el que más se divierte con su papel.

 

Quizá la mejor manera de aproximarse a “Mars Attacks” sea como antídoto cinematográfico de la pomposa epicidad de “Independence Day”. Ambas películas estuvieron en producción simultáneamente por lo que se trata más de un caso de coincidencia que de plagio o explotación deliberada del mismo tema.

 

De no saber esto, uno podría pensar justificadamente que la cinta de Tim Burton nació como parodia de la de Emmerich. Si este presentaba la dramática destrucción de hitos monumentales estadounidenses, aquél colocaba a los marcianos posando para una foto mientras el Taj Mahal explotaba al fondo, reconstruyendo el Monte Rushmore con sus propias caras o jugando a los bolos con los moais de Isla de Pascua. Si en “Independence Day” el presidente pronunciaba antes de la batalla final un inspirador discurso patriótico, el de “Mars Attacks” se humilla ante el líder marciano invocando la comprensión mutua y la cooperación antes de estrecharle la mano y que ésta se separe del cuerpo del extraterrestre, se convierta en una criatura puntiaguda que se desliza sobre el cuerpo del político, lo apuñale por la espalda y se transforme por último en el asta de una bandera que anuncia la victoria marciana. Al llegar al “gran” discurso final sobre la reconstrucción del mundo a partir de sus cenizas, todo lo que Richie, quien descubrió por casualidad la forma de acabar con los marcianos, tiene que decir al mundo es una frase tan estúpida como: "Creo que deberías ir y reconstruir y todo eso... Y creo que la gente debería usar más tipis".

 

Los efectos especiales están muy bien ejecutados aunque no puedo evitar cierta extrañeza al ver cómo se emplea la tecnología de primera división de Industrial Light and Magic para crear deliberadamente platillos volantes que parecen maquetas cutres de las películas de CF de los 50; o cuando los efectos digitales, normalmente impecables, se diseñan para reproducir la entrecortada animación stop-motion de aquel cine antiguo. De hecho, gran parte del diseño conceptual de la película –desde la sala de autopsias completamente blanca a los trajes anticontaminación con escafandras de burbuja pasando por la antenita giratoria sobre la máquina traductora y las propias criaturas alienígenas y su tecnología, está pensado para evocar y parodiar la estética de los títulos clásicos del género.

 

Puedo entender que esta aproximación visual no sea del gusto de todo el mundo, pero me parece interesante tanto que Burton, en esta ocasión, no tenga miedo a rodar una película de CF con una iluminación intensa en lugar de sus características sombras y tinieblas, como la oportunidad de ver el aspecto que tendría una de aquellas cintas clásicas de serie B de haber contado con un gran presupuesto. 

 

Como he dicho, “Independence Day” y “Mars Attacks” se estrenaron con pocos meses de diferencia por mera casualidad. Pero, aunque los dos films tenían la misma premisa, no podían ser más diferentes. Mientras que la primera se tomaba en serio a sí misma, adoptaba un tono y estética realistas y se servía de un reparto de actores de segunda fila (porque Will Smith aún estaba considerado exclusivamente como una estrella de la televisión), “Mars Attacks” seguía el camino de la parodia sangrante, desplegando la imaginería surrealista propia de Burton y contratando a un plantel actoral de primera división.

 

Aunque en las dos películas los humanos ganaban a los alienígenas invasores, la que se alzó con la clara victoria en la guerra de taquillas fue “Independence Day”, que, con un presupuesto de 75 millones de dólares, acabó obteniendo 817 millones, esto es, once veces más. Por el contrario, “Mars Attacks” se las vio y deseó para recaudar en el mercado nacional la mitad de ese mismo presupuesto, sumando en total poco más de 100 millones. Aunque Warner invirtió 20 millones en promocionar su película, no fueron pocos los que opinaron que esa labor fue deficiente. El propio Tim Burton declaró que su film había sido mucho mejor recibido en Europa aun cuando esos espectadores desconocían previamente la existencia de la colección de cromos de Topps, que sí es muy popular en Estados Unidos.

 

Quizá fueron las similitudes con “Independence Day” las que lastraron la acogida comercial y de crítica de “Mars Attacks”. Después de que Emmerich actualizara para las nuevas generaciones el espíritu de las viejas películas de invasiones extraterrestres, la aproximación de Burton parecía mucho más caduca e ineficaz. El género de ataques alienígenas había evolucionado mucho a partir del material que Burton y su equipo parodiaban y desafortunadamente el público más joven no supo apreciar el esfuerzo.

 

En último término, “Mars Attacks” es una de esas extravagancias de Burton que sin duda lució mejor como idea abstracta que como producto terminado. Dado lo escueto de la trama y el escaso atractivo de los personajes, su metraje de dos horas y cuarenta y seis minutos se antoja excesivo, con demasiados segmentos que no funcionan tan bien como deberían y algunos problemas de ritmo, por no hablar de que sus ramalazos de crueldad no siempre están bien barnizados por el humor. Desde luego, no es la mejor película de ninguno de los involucrados y, hasta el momento, fue la menos satisfactoria de las dirigidas por Burton (luego vendrían otras bastante más decepcionantes). Pero también es un film realizado con un gran afecto hacia las viejas películas de CF que toda una generación vio en la tele a horarios imposibles. Para muchos espectadores, ese entusiasmo mezclado con el peculiar humor negro del director, es ingrediente suficiente para pasar un rato quizá no memorable, pero sí divertido. 

 


1 comentario:

  1. Le guardo un gran aprecio a esta película, porque la pasaban en la televisión cuando era niño (nací en el 94' y en casa no teníamos muchos canales de películas). Gracias por la reseña :)

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