Para Marvel, el año 1974 fue un periodo de cambios y debuts importantes provocados por lo que estaba sucediendo en el mundo real. Desde octubre de 1973 a marzo de 1974, los países productores de petróleo que conformaban la OPEP, iniciaron un bloqueo del oro negro a Estados Unidos en protesta por el apoyo de este país a Israel en la Guerra del Yom Kippur; la tasa de inflación, del 11%, era la mayor en casi treinta años; la bolsa de valores se hundió un 45% entre 1973 y 1974…
Y, por si fuera poco, se produjo una carestía de papel a
causa de una serie de huelgas en Canadá, lo que incrementó el precio de esa
materia en un 50%. Los editores de todo tipo se encontraron sudando tinta
–nunca mejor dicho- para reunir suficiente papel como para mantener a flote sus
publicaciones periódicas. En la industria del comic, la situación provocó
disrupciones en las fechas de salida de varios títulos; DC Comics se vio
obligada a cancelar media docena de cabeceras; Charlton tuvo que detener su
actividad durante varios meses…
Pero es que, además, la tasa de criminalidad en Estados Unidos experimentaba un aumento alarmante. El número de crímenes violentos, robos, violaciones y asesinatos denunciados a la policía en 1974 doblaba la cifra de 1967. El miedo de los ciudadanos aceleró la emigración a los suburbios de quienes se lo podían permitir, aumentando la brecha social ya existente en muchas ciudades. Y, para colmo, en agosto, estalla el caso Watergate implicando al presidente Richard Nixon, quien se ve obligado a dimitir.
Eran tiempos oscuros para el país que hallaron reflejo en
la creación en Marvel, aquel mismo año, de tres personajes como el Punisher (en
la colección de “Amazing Spiderman”), Wolverine (en la de Hulk) y Deathlok (en
“Astonishing Tales”); por su parte, un desengañado Capitán América, escrito por
Steve Englehart, colgaba el escudo tras la saga del Imperio Secreto y adoptaba
la identidad del Nómada, sin adscripción a ninguna enseña patria. Y mientras
tanto, Marvel seguía ampliando su catálogo con personajes extraídos de otros
géneros. Por ejemplo, en el caso del Terror, debutó Morbius, el Vampiro
Viviente (en “Fear”); y el Hombre Lobo, un adversario de Spiderman, empezaba un
serial propio en “Creatures on the Loose”. A finales de 1974, Marvel estaba
publicando catorce comics diferentes protagonizados por monstruos o criaturas
sobrenaturales (en contraste con solamente tres personajes místicos en DC: el
Fantasma Desconocido, Espectro y La Cosa del Pantano).
Las artes marciales, otro género que estaba gozando de gran
popularidad y cuyo éxito trató de capitalizar Marvel ya en 1973 con Shang-Chi,
tuvo otros dos representantes en la editorial con “Puño de Hierro” (en “Marvel
Premiere”) y la revista antológica en blanco y negro “Deadly Hands of Kung Fu”.
“La Espada Salvaje de Conan” fue una adición ilustre al terreno de la Espada y
Brujería.
Y en cuanto a la CF, aparte del mencionado Deathlok, la novedad más importante de Marvel fue su compra de los derechos de una conocida obra cinematográfica. En los tiempos previos a “Star Wars” no era fácil dar con una serie de CF que consiguiera calar entre los lectores tan bien como lo habían hecho los monstruos clásicos en el caso del Terror. Ni “Killraven” ni “Deathlok” lo lograron nunca. Y por eso, se decidió recurrir a “El Planeta de los Simios”, saga de películas que, aunque había puesto su punto y final el año anterior con “Batalla por el Planeta de los Simios”, seguía manteniendo un gran tirón comercial.
“El Planeta de los Simios” (PS en lo sucesivo) apela a un
temor profundo, el de que nuestros primos evolutivos, a los que mantenemos en
jaulas, que sometemos a experimentos y cuyo hábitat destruimos, un día pudieran
alzarse contra nosotros, sustituirnos como especie dominante y colocarnos en su
antigua posición. Pero PS fue también un ejemplo perfecto de edificación de franquicia
multimedia, desde sus comienzos literarios a película cuyo éxito sorprendió a
todo el mundo y que dio lugar a una serie de films cinematográficos, una serie
de acción real, otra de animación y una avalancha de merchandising. Y, claro, la
inevitable versión en comic. Pero
hagamos una recapitulación de lo que precedió al lanzamiento “simio” de Marvel.
El autor francés Pierre Boulle es sobre todo conocido por
su novela “El Puente sobre el Río Kwai” (1952), adaptada al cine cinco años
después con gran éxito de público y crítica. En 1963, publica “El Planeta de los Simios”, su décima novela, en la que el periodista Ulysse Mérou, que
acompaña al científico Antelle y al médico Arthur Levain en un viaje
espacio-temporal al sistema solar de Betelgeuse, acaba llegando a un mundo
similar a la Tierra, Soror, hogar de una especie de simios inteligentes y
humanos primitivos. La sociedad simia que describía la novela era mucho más
sofisticada y futurista que la que podría verse más tarde en la película: los
monos vestían ropas equivalentes a las del siglo XX terrestre, vivían en
rascacielos y conducían automóviles. Sin embargo, las claves que hoy todos
asociamos con la saga ya estaban ahí: una división social en chimpancés,
orangutanes y gorilas; los investigadores científicos Cornelius y Zira; el
doctor Zaius y la salvaje humana Nova.
Unos años después, “El Planeta de los Simios” empezó a
abrirse camino en Hollywood cuando el productor Arthur P.Jacobs compró los
derechos de adaptación de la novela. Sin contar aún con un guion o siquiera un
tratamiento genérico, su entusiasmo contagió a Charlton Heston tras sólo una
conversación y el vistazo a un puñado de ilustraciones conceptuales. El actor,
muy famoso e influyente por entonces, se involucró de lleno en el proyecto y
consiguió el compromiso del director Franklin J.Schaffner. Sin embargo, el
viento no soplaba a favor de la CF en Hollywood. Antes del advenimiento de
“Star Wars”, se la consideraba un género venenoso para la taquilla y, en este
caso concreto, había además otros dos factores que despertaban la desconfianza
de los estudios: el previsiblemente carísimo coste de producción y la
dificultad de conseguir unos simios que el público se tomase en serio.
Para contrarrestar estas inquietudes, se rodó un corto de
prueba protagonizado por Heston como el astronauta Thomas (sí, en el guion
definitivo se le cambiaría el apellido) y el legendario Edward G.Robinson encarnando
al doctor Zaius. Aquellas imágenes convencieron al presidente de la 20th
Century Fox, Richard Zanuck, que concedió a la película una financiación de 5,8
millones de dólares, considerablemente menos de lo que Jacobs esperaba. Éste se
aseguró los servicios como guionista de Rod Serling, la fuerza creativa tras la
mítica serie de televisión “La Dimensión Desconocida” (1959-1964). En el
proceso de desarrollo del guion, el coronel Thomas se convirtió en el coronel
Taylor, el actor Maurice Evans sustituyó a Robinson (cuyos problemas de salud
no le permitían someterse a largas sesiones de maquillaje) como Zaius y Roddy
McDowall y Kim Hunter se escogieron para interpretar a Cornelius y Zira. El
guionista Michael Wilson reescribió el libreto de Serling (si bien el final
imaginado por éste, que ha pasado a la historia de la cultura popular,
permaneció en la versión final). Rodada entre mayo y agosto de 1967, “El Planeta de los Simios” se estrenó el 8 de febrero de 1968, recaudando nada
menos que 32.6 millones de dólares, esto es, quintuplicando la inversión
realizada.
Si Jacobs tuvo que esforzarse para convencer a Zanuck para
que produjera su película, lo mismo pasó a la hora de encontrar una editorial
que quisiera encargarse de la adaptación al comic. El sello que a finales de
los 60 acaparaba casi todas las traslaciones de películas y series televisivas a
viñetas era Gold Key. Sin embargo, en esta ocasión, sus responsables no lo
vieron claro. Nadie confiaba demasiado en la película -algo parecido a lo que
tuvo que padecer George Lucas unos años después- y decidieron pasar. Pero
claro, tras el éxito colosal de la película y la entrada en producción de una
secuela, le faltó tiempo para negociar un contrato en relación a ésta.
“Regreso al Planeta de los Simios”, protagonizada por James Franciscus y con un reacio Heston repitiendo en su personaje, ahora como secundario, llegó a los cines en junio de 1970. Y esta vez sí, los fans pudieron comprar la adaptación al comic de Gold Key realizada por el estudio de Alberto Giolitti, cuyos dibujantes también se habían encargado en 1968 de la adaptación –bastante tardía- de “King Kong”. Para muchos, la portada fotográfica del comic es más meritoria que las mediocres páginas interiores.
El segundo artista en dibujar la serie fue… Jack Kirby.
Bueno, para ser más exactos, el comic en cuestión fue “Kamandi, el Último Chico sobre la Tierra” (nov.1972), pero la influencia del PS es incuestionable. A
finales de 1971, Kirby y el editor en jefe de DC, Carmine Infantino, charlaban
por teléfono sobre el éxito que estaban cosechando las películas y el
merchandising de PS. Desde la adaptación de la segunda entrega que realizara
Gold Key un año antes, la franquicia se había ampliado con “Huida del Planeta de los Simios” (1971) y “Rebelión en el Planeta de los Simios” (1972) estaba en
camino. Infantino había tratado sin éxito de que DC pujara por los derechos de
adaptación al comic (probablemente, su fracaso se debió al elevado precio que
pedía una ufana 20th Century Fox), así que acordó con Kirby un concepto nuevo
que tomaba prestados (sin llegar al plagio) ciertos elementos de la mitología
de PS.
Kirby aprovechó para desempolvar un viejo proyecto suyo de
los años 50, una tira de prensa que nunca consiguió vender a ninguna agencia,
“Kamandi of the Caves” y la reformuló como un comic-book protagonizado por un
melenudo adolescente luchando por sobrevivir en una Tierra postapocalíptica
poblada por animales antropomorfizados e inteligentes y humanos involucionados
al nivel intelectual de bestias. No hace falta más que mirar la portada del
número 1 de la colección para darse cuenta de la influencia de PS en esta serie.
Y aunque los simios no eran ni mucho menos los únicos animales inteligentes en
ese mundo –la mezcla incluía tigres, delfines, perros, ratas, murciélagos…- ,
los gorilas sí tuvieron un papel relevante en varias aventuras, incluso en
comics ajenos a la mano de Kirby, como en el team-up “Batman-Kamandi” en “The
Brave and the Bold” 120 (julio 75).
El segundo artista en dibujar PS fue Norman Mingo, para la
portada del nº 173 (marzo 73) de la revista humorística “MAD”, que incluía una
versión bufonesca de la “locura simia” que arrasaba por entonces y que estaba
dibujada por Mort Drucker.
Durante el invierno de 1973, se emitieron por televisión
las tres películas de PS entonces existentes, acumulando unos ratings muy
jugosos, especialmente la primera de ellas. Esto no le pasó desapercibido a Roy
Thomas, editor de Marvel y figura clave en la incorporación a su catálogo de
comics basados en personajes licenciados, especialmente “Conan el Bárbaro”
(1970), que ya se había convertido en una de las principales bazas de la
editorial. En un almuerzo con un representante del estudio cinematográfico,
Thomas llegó a un acuerdo para lanzar adaptaciones en blanco y negro y a color
aprovechando el inminente estreno de una serie de televisión de acción real. Eran
aquellos los años en los que Marvel publicaba una línea de revistas en blanco y
negro, formato que escapaba a la supervisión censora del Comics Code Authority
y que, por tanto, podía incluir material algo más adulto y distribuirse más
allá de los expositores dedicados a los comics ordinarios, habitualmente
comprados por lectores más jóvenes.
El plan de Marvel pasaba por producir tanto adaptaciones de las películas como material original que expandiera la mitología de la saga, completando el conjunto con textos y fotografías que profundizaran en las versiones cinematográficas. Thomas escogió al prolífico Gerry Conway para encabezar el proyecto pero, tras entregar un breve tratamiento en el que perfilaba una posible continuidad para las nuevas historias, se retiró aduciendo exceso de trabajo con otras colecciones. La solución vino en la figura de un relativo recién llegado (entró en Marvel en 1973): Doug Moench, que en poco tiempo había demostrado no sólo fiabilidad a la hora de entregar sus guiones a tiempo sino capacidad para asumir gran cantidad de trabajo y desenvolverse bien en historias ajenas a los superhéroes (se encargaría también, por ejemplo, de “El Hombre Lobo”, “Doc Savage” o las aventuras de Shang-Chi).
Aquel cambio creativo no fue sino un traspiés menor en lo
que iba a ser un accidentado desarrollo hasta el primer número de la revista.
Apenas había firmado Marvel el contrato con 20th Century Fox cuando éstos
prohibieron dibujar al personaje de Taylor con el aspecto de Charlton Heston
para evitar o bien compartir beneficios con el actor o una demanda por su
parte. Así que para el primer capítulo de lo que iba a ser la adaptación
serializada de la primera película, escrita por Moench, el dibujante George
Tuska presentó como coronel Taylor a un héroe completamente genérico. En aquel
primer número Moench también publicó la entrega inicial de lo que iba a ser un
largo serial, “Terror en el Planeta de los Simios”, dibujado por Mike Ploog y
ambientado tras la finalización de la quinta entrega –esto es, cuando los
humanos aún son inteligentes y conviven con los simios en comunidades tecnológicamente
primitivas-
Nerviosa por el retraso de Fox en dar su visto bueno a ese primer número, Marvel envió las páginas a la imprenta (los servicios de ésta se contrataban con bastante antelación y si las planchas no se les entregaban en la fecha acordada, o bien había que pagar fuertes indemnizaciones o bien el comic no salía cuando estaba previsto)… sólo para toparse con una objeción del estudio: el personaje dibujado por Tuska todavía se asemejaba demasiado a Heston. Marvel se vio obligada a retirar las planchas de la imprenta, redibujar frenéticamente las caras de Taylor (se ve claramente la mano de John Romita), recabar la aprobación del estudio y reenviarlas para su impresión. Por fin, en agosto de 1974, llegaba a los quioscos “El Planeta de los Simios” nº 1.
(Continúa en la siguiente entrada)
¿Habías oído de Hugo Correa? Sólo sé que es un escritor chileno de ciencia ficción. Es el autor de "los Altísimos", una novela publicada en 1959.
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