sábado, 3 de diciembre de 2022

1995- MÁS ALLÁ DEL LÍMITE (1)

 

 

 

Los espectadores modernos han solido favorecer siempre las series de televisión con un reparto fijo de personajes en contraposición a antologías temáticas con historias independientes cada semana. Sería interesante estudiar la razón, aunque quizá un factor importante sea que el público desea identificarse con las peripecias de unos personajes a los que aprende a querer, mientras que una antología supone hacer cada semana un borrón y cuenta nueva, exigiendo del espectador una cierta predisposición intelectual más que emocional.

 

Esa querencia por la vieja estructura del folletín bien puede ser la explicación al sinfín de secuelas y precuelas que han desfilado por las salas de cine en las últimas décadas y a los reiterados intentos de las editoriales, estudios cinematográficos y ahora las plataformas de televisión, de crear “universos” exitosos, franquicias que exprimir al máximo en todo tipo de formatos y productos y que fidelicen casi incondicionalmente a un segmento del público. Los ejemplos son muchísimos, desde Matrix a Harry Potter pasando por Terminator, Dune o los superhéroes de una u otra casa.

 

Pero sea cual sea el motivo, lo cierto es que las cadenas suelen ser reacias al formato antológico. Y, sin embargo, “Más Allá del Límite” triunfó a mediados de los 90 del pasado siglo allá donde muchos otros intentos similares fracasaron.

 

En la primavera de 1995, tras superar grandes obstáculos, una de las más legendarias series de CF de la televisión norteamericana volvió a la pantalla, remozada para un público moderno. “Más Allá del Límite” (“The Outer Limits” en el título original) había sido una serie en blanco y negro creada en 1963 por Leslie Stevens y producida por Joseph Stefano para la cadena ABC, y con los años pasó, junto a “La Dimensión Desconocida” (1959-1964), a ser distinguida como uno de los programas más icónicos del medio. La nueva encarnación de “Más Allá del Límite” que llegó a las pantallas de los suscriptores de la cadena de pago Showtime y que tuvo una larga vida de siete años, acabó siendo la antología de CF más longeva de la historia de la televisión.

 

En 1991, el estudio MGM-UA, uno de los más grandes y prestigiosos de Hollywood, se hallaba atravesando una crisis financiera. La compañía estaba siendo desmembrada y vendida por partes a diversos compradores. Pero en 1994, Frank Mancuso Sr., antiguo presidente de Paramount, compró la compañía a Credit Lyonnais, un banco francés que había financiado la adquisición de la compañía a un turbio financiero italiano, operación que a punto estuvo de terminar con la bancarrota de la entidad. Mancuso, ya nombrado presidente, contrató a John Symes, que también venia de Paramount, como presidente de la división televisiva del conglomerado, MGM-TV, con la misión de reflotarla.

 

A tal fin, Symes empezó a buscar una marca o título reconocible por el gran público que pudiera convertirse en una serie de televisión sobre la que apoyar parte del esfuerzo de reconstrucción. Y a tal fin se fijó en “Más Allá del Límite”, un programa con el pedigrí requerido. Muchos niños de los años 60 la habían visto en televisión y conservaron para siempre recuerdos de las historias e imágenes de sus episodios favoritos. MGM era consciente de que aquellos infantes ya eran, a mediados de los 90, adultos que podrían sentir interés por un revival de la serie. Éste, además, podía apoyarse en su prestigio para atraer a otros espectadores más jóvenes que incluso podrían interesarse por el programa clásico. Además, en los últimos años se había registrado un notable interés en las series de ficción fantástica, con éxitos tan envidiados como los de “StarTrek: La Nueva Generación” (1987-1994), “Cuentos de la Cripta” (1989-1996) o “Expediente X” (1993-2002). El clima parecía favorable para este tipo de programas y “Más Allá del Límite” era una opción prometedora.

 

Syme no había sido el primero en tener la idea. Ya en 1983, MGM-UA había intentando convencer a Joe Stefano y éste, a su vez, trató de venderle el proyecto a Paramount. MGM-UA, evidentemente, no estuvo dispuesta a ceder la licencia del título a la competencia. En 1985, la cadena ABC quiso hacer un episodio piloto, pero cuando las series “Amazing Stories” y “Más Allá de los Límites de la Realidad” no dieron el resultado esperado, abandonó el proyecto. Además, había problemas a la hora de llegar a acuerdos conjuntos con Stefano y Leslie Stevens, cuyas dos compañías productoras, Villa-diStefano y Daystar, se repartían los derechos y que no parecían nunca conformes con la inclusión de su antiguo socio.

 

Pero de algún modo, Mancuso se las arregló para convencerlos. Stevens ejercería de consultor hasta su muerte a la altura de la quinta temporada, mientras que Stefano desempeñó la función que los créditos definen como “consultor ejecutivo” y, más tarde, “consejero principal”. Se firmó un acuerdo con la cadena de televisión por cable Showtime para emitir 150 episodios a lo largo de siete años, lo que garantizaba, por fin, el regreso de la serie. Había costado diez años llevar adelante la recuperación de “Más Allá del Límite” y ahora llegaba el momento de ver si el esfuerzo había merecido la pena y si el programa ayudaría efectivamente a revitalizar la división televisiva de MGM.

 

Para producir la serie, John Symes contactó con una de las compañías productoras por entonces más boyantes de Hollywood: Trilogy Entertainment Group, dirigida por los socios Pen Densham, Richard Barton Lewis y John Watson. Habían participado recientemente en películas de alto perfil, como “Robin Hood, Príncipe de los Ladrones” (1991), “Llamaradas” (1991) o “Blown Away” (1994). En 1993, habían intentado meter cabeza en la televisión con una serie de CF, “Space Rangers”, que no tuvo demasiado éxito. Consciente de la competencia que había en ese mundo, Trilogy Entertainment aprovechó la oportunidad que se les brindaba de entrar en él de la mano de una compañía importante.

 

Como primer paso, Pen Densham, que había sido un gran aficionado de la serie original, escribió un memorándum con las directrices de lo que él entendía debía ser esta nueva encarnación (desconocía, al parecer, que Joe Stefano ya había escrito un comunicado semejante, “Canons of the Outer Limits”, allá por los 60). Este documento de quince páginas establecía el tono y estilo y desafiaba a los creadores a explorar los límites de la narración televisiva en una nueva era tecnológica. Se definió esta nueva antología como historias en las que la ciencia o la tecnología generaban problemas inesperados, centrándose muchas de ellas en científicos que experimentaban con los últimos avances tecnológicos, viajes en el tiempo, encuentros con alienígenas hostiles o viajes fantásticos a otros mundos. También y siguiendo la tradición de la serie original de los 60, incluyó ciencia ficción con un toque de “terror gótico”. Los productores trataron de ser tan originales en su estilo narrativo como fuera posible, asumiendo riesgos y comprendiendo que podían fracasar en el intento.

 

Si en la serie original el narrador había sido Vic Perrin, ese papel lo asumió ahora Kevin Conway, quien definió bien los cambios que se habían producido en las décadas transcurridas: “Dios mío, ¡cómo hemos evolucionado en los últimos treinta años! Es increíble. Los temas de los viejos programas eran más del tipo “aliens-contra-nosotros”. Los nuevos versan más sobre los seres humanos contra sí mismos. En cierto sentido, estamos menos inclinados a retratar a todo lo que venga del espacio exterior como una amenaza, lo que sí sucedia en los 60. Aquella serie era, hasta cierto punto, de “blancos y negros”. En esta, nunca estas seguro hasta el final de quiénes son los malos. Puede parecer que son los microbios o algún tipo de fuerza extraterrestre pero algunas veces son los propios seres humanos los que causan los problemas”.

 

La serie original había sido a menudo diana de críticas semejantes. Pero, aunque no faltaban alienígenas grotescos insertados a la fuerza por unos ejecutivos nerviosos que trataban como fuera de banalizar las historias para apelar a un público mayoritario, lo cierto es que también pudieron verse extraterrestres obligados por los militares a efectuar experimentos mentales sobre soldados ignorantes de ser cobayas; otros que reunían a niños discapacitados física y mentalmente para llevarlos a un planeta donde pudieran vivir felices y libres de sus limitaciones; un androide del futuro que trataba de averiguar el paradero de la especie humana; o un agente secreto que se infiltraba en un grupo de alienígenas náufragos transformándose en uno de ellos y encontrando la paz espiritual en el planeta de origen de éstos.

 

Por sus episodios desfilaron actores como Martin Sheen, Martin Landau, Robert Duvall, William Shatner o Sally Kellerman. El guonista Mark Holcomb, definió la serie como un producto que “planteó al público cuestiones agudas sobre la condición humana, monstruos llamativos y temas claramente adultos. Fue engañosamente influyente y virtualmente imposible de duplicar”.

 

Suele ocurrir que cuando una nueva generación reimagina una serie antigua, los nuevos productores se muestran cuidadosos a la hora de deslizar ninguna opinión negativa hacia el material original por miedo a molestar a los espectadores más veteranos. Pero en este caso, Seaton MacLean, el cofundador de Atlantis Films (una las compañías de producción asociadas al proyecto), hizo una declaración desafortunada a “TV Guide” en 1994, cuando aún se estaba preparando la serie. Tras volver a ver algunos viejos capítulos no puedo evitar decir: “¡Chico, eran malos de verdad!. No puedo creer que me asustaran cuando era niño”.

 

Como la serie no iba a emitirse en una gran cadena nacional generalista sino una por cable y de pago, los productores disponían de mayor libertad a la hora de subir el tono e intensidad del suspense. Se añadió también un nuevo elemento: la desnudez femenina ocasional. En algunos episodios, como en “Valerie 23”, con Sofía Shinas, o “Buscando Amor”, con Alyssa Milano, esa desnudez formaba parte de la historia. El productor ejecutivo Jonathan Glassner recordaba: “Sólo recurrimos a los desnudos si eran importantes para la trama y tan solo en una media de cuatro o cinco capítulos por temporada. Con sinceridad, muchas veces, fue solo por su potencial de impacto. Un robot fabricado para ser una acompañante y que de repente se quita la ropa y se muestra dispuesta a hacer cualquier cosa, es impactante”. Conforme la serie fue avanzando y consolidándose, sin embargo, este recurso un tanto burdo fue abandonándose en favor de historias más sólidas.

 

Los productores tampoco tuvieron inconvenientes a la hora de recuperar y actualizar algunos de sus episodios clásicos favoritos, como “Yo, Robot”, “La Pesadilla”, “Los Herederos” o “Estudio de Viabilidad”, demostrando que aquellas historias seguían siendo válidas treinta años después. Los efectos visuales y prostéticos estaban mucho más avanzados, pero el corazón de la CF, las buenas premisas, conceptos e historias, no caducaban y podían reformularse una y otra vez.

 

Por razones fiscales y presupuestarias, MGM-TV decidió rodar la serie en Vancouver, Canadá, para lo cual se reclutó a la mencionada productora local Atlantis Films. Para los primeros seis episodios, el guionista Michael Cassutt ejerció de coproductor ejecutivo, la persona responsable en el set de rodaje; pero se encontró con una situación difícil: tenía un libro de estilo, pero no guiones. Tenía que levantarse toda la serie desde cero.

 

El episodio inaugural, “Los Arenícolas”, escrito por Melinda Snodgras, fue una adaptación de la novela corta de George R.R. Martin del mismo nombre. Protagonizada por Beau Bridges, Lloyd Bridges y Helen Shaver, contaba la historia de un hombre que robaba de un laboratorio gubernamental huevos de un alienígena de Marte para evitar que fuera exterminado por su peligrosidad y lo utilizaba luego para llevar a cabo sus propios experimentos en un granero. Jugando a ser Dios, la locura se apoderaba de él con trágicas consecuencias.

 

Esta primera entrega –de duración doble- recordaba a episodios de la serie original como “Los Inadaptados de Zanti” (insectos alienígenas con cabezas humanas) o “El Enemigo Invisible” (un “tiburón de las arenas” de un mundo extraterrestre). También podían trazarse paralelismos con la mediocre película “El Bicho” (1975), en la que Bradford Dillman interpretaba a un científico que estudiaba cucarachas inteligentes en el sótano de su casa.

 

Originalmente, estaba previsto que la actriz sorda Marlee Matlin (ganadora de un Oscar por “Hijos de un Dios Menor” (1986)) interpretara a la esposa del protagonista. Snodgrass sabía que el relato de Martin, aunque brillante, no era sencillo de adaptar, sobre todo porque su protagonista era un individuo destestable con el que el público no se iba a identificar. Recibió instrucciones para cambiar la época y la ambientación, de un planeta extraterrestre en el futuro al Estados Unidos del presente, convirtiéndolo además en una historia sobre la comunicación entre marido y mujer, padre e hijo y los arenícolas y su “creador”. Ahí es donde jugaba su papel la actriz sorda y así es como lo escribió la guionista en su borrador.

 

Pero algo sucedió que atemorizó a los ejecutivos de MGM, que de repente se echaron atrás en lo relativo a Matlin. Quizá fuera que, tratándose de un programa nuevo y una historia y ambientación extraños, añadir una actriz sorda podía suponer un riesgo añadido. Así que Snodgrass tuvo que reescribir el guion no sólo para una actriz con diálogos sino teniendo en cuenta que mientras tanto se había contratado a la familia Bridges, con la que el productor de Trilogy, John Watson, tenía buena relación (había trabajado con Jeff Bridges en “Blown Away”) y que se esperaba serviría para atraer al público. A pesar de todos estos inconvenientes y cambios de dirección, el episodio resultó ser un arranque sólido y prometedor para la serie.

 

(Continúa en la siguiente entrada)

 


3 comentarios:

  1. Es una serie que vi sólo de forma esporádica, supongo que por cambios en el horario de emisión, porque me gustaba y tengo un buen recuerdo de ella y los capítulos que sí vi. También recuerdo que la duración se me hacía a veces excesiva, probablemente por la impronta que dejó Twilight Zone y sus contundentes 25 minutos. A propósito, ha sido una pequeña decepción que no hayas podido entrar más en la etapa original de Outer Limits. Comparada con Twilight Zone es una gran desconocida, y no he llegado a ver ni un solo capítulo, por lo que tenía mucha curiosidad. Espero que puedas hacerlo en el futuro, disfruto mucho de tus análisis.

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    1. Pues sí, tienes razón. La serie original la tengo pendiente y espero meterme con ella algún día... Permanece a la escucha.... Un saludo

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  2. sabes donde puedo conseguir, comprar o lo que sea la serie de 1995?

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