jueves, 5 de agosto de 2021

2015- MARTE – Ridley Scott



El planeta Marte tiene una larga e ilustre historia en el cine de CF, remontándose nada menos que “A Message from Mars” (1913). Durante la primera mitad del siglo XX, había sido un entorno exótico para aventuras de exploradores más o menos científicos, como en “Un Viaje a Marte” (1918), “Aelita” (1924), “Una Fantasía del Porvenir” (1930), “Cohete K-1” (1950), “Vuelo a Marte” (1951), “La Conquista del Espacio” (1955) o “The Angry Red Planet” (1959).

 

Más frecuentemente y tomando como referencia la novela “LaGuerra de los Mundos” (1898), Marte fue el punto de origen de invasores alienígenas, como en “Invasores de Marte” (1953), “La Guerra de los Mundos” (1953), “La Diabla de Marte” (1953), “El Terror del Más Allá” (1958), “The Day Mars Invaded Earth” (1962), “Marte Necesita Mujeres” (1968)… y, desde el punto de vista más cómico, la serie de televisión “Mi Marciano Favorito” (1963-66) o la película “Santa Claus conquista a los Marcianos” (1964). Incluso Dios resultó vivir en Marte en “Red Planet Mars” (1952).

 

Hasta los años 90, el producto audiovisual en el que Marte jugó un papel más sustancial e insustituible fue la miniserie “Crónicas Marcianas” (1980), adaptación sosa y aburrida de la lírica antología de cuentos del mismo título escrita por Ray Bradbury. Merece también la pena mencionar “Robinson Crusoe en Marte” (1964), una historia de supervivencia que ya para su época cometía graves atropellos con la Ciencia, pero de la que “Marte” toma prestada su premisa principal: un astronauta abandonado en un planeta y que trata desesperadamente de sobrevivir.

 

Desde los años noventa del pasado siglo, la tendencia cinematográfica fue la del rigor científico a la hora de representar Marte en la pantalla. Justo en el cambio de centuria, apareció un trío de films en esta línea, como “Misión a Marte” (2000), “Planeta Rojo” (2000) y “Fantasmas de Marte” (2001), todas ellas odiadas por la crítica y ninguneadas por la taquilla.

 

El “auténtico” Marte empezó a filtrarse a otras películas de la época, como “Mars” (1997), “Rescate en Marte” (1999) o “Los Últimos Días en Marte” (2013). Incluso Steven Spielberg, en su remake de “La Guerra de los Mundos” (2005), optó por un enfoque tan realista que prefirió eliminar cualquier referencia a Marte como origen de los invasores. Es cierto que algunos títulos han seguido bebiendo de la imagen que del planeta tenía la vieja CF, como “Locos Invasores del Espacio” (1990), “Mars Attacks!!” (1996), “Marte Necesita Madres” (2011) o “John Carter” (2012), pero son todos casos con un propósito paródico o deliberadamente “retro”, sin ínfulas científicas de ningún tipo. De hecho, el éxito de “Marte”, la película que ahora nos ocupa, posibilitó el estreno de otros productos con el mismo espíritu riguroso, como “Un Espacio entre Nosotros” (2017); el docudrama “Marte” (2016-18), producido por National Geographic; o la serie dramática “The First” (2018).

 

En un futuro cercano, los seis tripulantes de la expedición Ares III a Marte se encuentan en ese planeta realizando tareas científicas cuando súbitamente y a consecuencia de una tormenta potencialmente catastrófica, se ven obligados a abortar la misión y despegar hacia la nave nodriza en órbita. Pero dejan atrás al botánico/ingeniero del grupo, Mark Watney (Matt Damon), que había sido golpeado por una antena arrancada por el vendaval y dado por muerto. Sin embargo, Watney ha sobrevivido y se las arregla para llegar al hábitat.

 

Tomando conciencia de que es el único ser vivo del planeta, decide hacer todo lo que está en su mano para sobrevivir hasta que llegue la siguiente misión Ares, dentro de cuatro años. Opta por reservar todo lo posible los suministros de comida liofilizada que el equipo había bajado a la superficie, utilizando sus propias heces para cultivar patatas con las que alimentarse.

 

Una técnica de la NASA, Mindy Park (Mackenzie Davis), a través de un satélite que orbita Marte, se da cuenta de que el rover cambia periódicamente de posición y que, por tanto, Watney está vivo. Inicialmente, la Agencia Espacial no sabe cómo reaccionar (dejar atrás a un astronauta por error no es la mejor baza para las relaciones públicas) y su director, Teddy Sanders (Jeff Daniels) decide finalmente anunciar al mundo que Watney sigue vivo, pero oculta la noticia a los tripulantes de la Ares, dirigida por la comandante Melissa Lewis (Jessica Chastain), para evitarles un trauma que podría afectar al desempeño de su misión de regreso a la Tierra.

 

Watney consigue encontrar y reparar la antigua sonda Pathfinder para comunicarse con la Tierra y luego improvisa una suerte de email. Desde la Tierra, la NASA lanza una nave de reaprovisionamiento que facilitaría su supervivencia mientras se prepara la siguiente misión Ares, pero explota antes de salir de la atmósfera debido a un error cometido por las prisas con las que se construyó. Y cuando el hábitat sufre una descompresión explosiva y todos los cultivos de Watney mueren, con ellos parece volatilizarse toda esperanza.

 

De los tres principales nombres asociados a “Marte”, el más conocido es, desde luego, el de Ridley Scott, director de dos obras seminales en la CF cinematográfica: “Alien, el 8º Pasajero” (1979) y “Blade Runner” (1982). El segundo nombre es el de Andy Weir, autor de la novela original, que después de haberse serializado gratis en su página web y a instancias de los lectores, apareció publicado en formato digital a través de Amazon. Cuando alcanzó niveles de ventas de bestseller, dio el salto a la edición impresa y a la adaptación cinematográfica como gran superproducción. El sueño de un escritor amateur. Sobre esa novela hablé ya en su respectiva entrada y a ella me remito.

 

El tercer nombre sería el de Drew Goddard, guionista de la película. Éste comenzó como escritor en las series “Buffy Cazavampiros” (1997-2003) y “Angel” (1999-2004) antes de cambiar a Joss Whedon por J.J.Abrams para escribir y producir muchos episodios de “Alias” (2001-6) y “Perdidos” (2004-10) además de firmar el guion de “Monstruoso” (2008). De todas formas, fue Whedon quien le dio la alternativa en la silla de director con “La Cabaña en el Bosque” (2012). Guionista de prestigio, escribiría también “Guerra Mundial Z” (2013) y crearía la serie televisiva de “Daredevil“ (2015-18), una de las mejores traslaciones de comics de Marvel. No lo tenía fácil Goddard a la hora de adaptar esta novela de ciencia ficción dura, pero su trabajo de síntesis y su énfasis en lo humano son, desde luego, aciertos.

 

El argumento está estructurado como una montaña rusa emocional de triunfos esperanzadores alternados con tropiezos demoledores, decisiones arriesgadas y planes inciertos: la ingeniosa manera en la que Watney consigue reactivar la Pathfinder y establecer un código de comunicación; cómo cultiva los alimentos y obtiene el agua; las discusiones y desencuentros entre los cerebros de la NASA en relación a la estrategia a seguir; el motín de la tripulación de la Ares cuando decide regresar a por su compañero; el genial plan que diseña el joven científico para propulsar la Ares utilizando el tirón gravitacional de la Tierra; la recogida en órbita de la cápsula con suministros; la maniobra “Iron Man” de Damon y los riesgos que corren sus colegas de la Ares para recogerlo… Todo ello salpicado con dosis de humor bien calculadas que ayudan a humanizar al personaje de Watney (un recurso que la novela no sabía utilizar correctamente, quizá por faltarle la interpretación de un actor como Matt Damon).

 

Los continuos e intensos giros que va tomando la historia, a diferencia de otros thrillers, no están generados por caprichos del guionista con el objeto de mantener el interés del espectador, sino que son consecuencias lógicas desde el punto de vista científico. Toda la energía narrativa que en otra película de suspense se volcaría en la búsqueda e interpretación de pistas dejadas por un asesino en serie o la desactivación de una bomba, aquí se canaliza en solucionar problemas de física, química, ingeniería o mecánica orbital; en cómo alcanzar un objetivo con las limitaciones impuestas por las constantes físicas y los recursos escasos.

 

“Marte” es, por tanto, un film de CF dura que sigue de cerca la novela de Weir en cuanto a premisa, argumento, datos científicos y las soluciones que, por un lado Watney encuentra para sobrevivir y, por otro los expertos de la NASA diseñan para rescatarlo. No es habitual que una superproducción de Hollywood se atreva con una historia cuyos triunfos se logran no a base de fuerza, músculo e insensata osadía sino de ingenio y conocimiento de las bases de la Ciencia (presentadas, además, de una forma comprensible para el gran público). Se ha dicho en muchos foros y con acierto que la película es una carta de amor a la Ciencia; y, efectivamente, los héroes aquí son los astrónomos, los astronautas, los físicos y los ingenieros.

 

En ese espíritu, no vamos a encontrar en esta película mascotas robóticas ni ayudantes androides. A diferencia de “Naves Misteriosas” (1972), “Interstellar” (2014) o incluso “Náufrago” (2000), Watney no antropomorfiza una máquina o una pelota de béisbol. Está solo y no intenta aliviar esa sensación artificialmente colocándole una gorra a un robot o dibujando caritas sonrientes en la pantalla de un ordenador. Y en contra de lo que planteaban “Moon” (2009), “Interstellar” o “2001: Una Odisea del Espacio” (1968), la acción tiene lugar en un futuro demasiado cercano como para que exista una inteligencia artificial viable. Asi que Watney no tiene más compañía que los programas de televisión y la música de los 70 que sus compañeros dejaron atrás cuando escaparon. La película crea una dicotomía muy interesante en el hecho de que, aunque Watney está solo, también se halla bajo una constante vigilancia y, por tanto, siente la necesidad de “actuar”, aun cuando su posible público sean los astronautas que algún día llegarán allí y encontrarán las grabaciones junto a su cadáver.

 

Otra mejora respecto al libro es el uso de la música. Mientras que en éste la pasión de la Comandante Lewis por la música disco de los 70 se convertía en una broma facilona y recurrente, en la película las canciones se utilizan para insuflar vida a ciertas escenas clave así como para caracterizar a la propia Lewis: una mujer profesional que mantiene un absoluto autocontrol, pero que de alguna forma encuentra en esa música una forma de liberación.

 

“Marte” guarda muchos paralelismos con otra película del espacio que había aparecido un par de años antes, “Gravity” (2013). Los dos son films de gran presupuesto que representan el espacio de forma realista; ambos tienen argumentos similares sobre un astronauta perdido en la vastedad del universo que debe recurrir a su ingenio y conocimientos de física e ingeniería para sobrevivir a un sinfín de peligros y regresar a casa. Las dos películas obtuvieron una muy favorable acogida por parte del público y nominaciones a diversas categorías de los Oscar.

 

Ahora bien, las diferencias entre ambas cintas son tan profundas que merece la pena comentarlas. En “Gravity”, la reacción de la protagonista Ryan Stone (encarnada por Sandra Bullock) a su condición de náufraga espacial era esencialmente espiritual. Enfrentada a una muerte solitaria, sus primeros pensamientos son imaginar que su hija muerta aún vive en algún plano de la existencia diferente al nuestro y se angustia por no ser capaz de rezar. Su cambio de dirección hacia la Ciencia se produce sólo tras un sueño/delirio en el que un conocido regresa de la muerte para animarla a resistir. Por el contrario, la reacción de Watney ante su situación es completamente materialista. Lo primero que hace después de ocuparse de su herida es inventario de los suministros, cálculos para ver cuándo llegará la próxima misión Ares y empezar a servirse de la Ciencia para prolongar su vida hasta ese momento. Stone llora, hace repaso a su vida con su hija y se pregunta si merece la pena esforzarse por sobrevivir; Watney trabaja en ello sin descanso, desde el principio y sin dudas.

 

Por otra parte, “Gravity” es una historia de supervivencia individual. Stone está completamente sola y sola se salva. El guion deja a criterio del espectador interpretar su sueño como una auténtica aparición onírica de su veterano y muerto compañero (interpetado por George Clooney) que le aconseja sobre cómo actuar; o bien como un recuerdo de su adiestramiento al que accede estando inconsciente una vez se ha liberado del pánico que domina su vigilia. Pero en “Marte” la salvación de Watney es un esfuerzo conjunto, hasta podría decirse mundial. Sí, el astronauta botánico se las arregla para mantenerse con vida, pero su vuelta a la Tierra no habría sido posible sin la dedicación y conocimientos de los científicos e ingenieros de la NASA, el compromiso de los chinos –que en este punto del futuro ya tienen un activo programa espacial- y la profesionalidad y adiestramiento de sus compañeros de la Ares así como su disposición a arriesgar sus vidas por él.

 

Como suele ser habitual en estos casos, surgieron voces críticas que protestaban por ciertas inexactitudes científicas. Por ejemplo, que la fuerza de gravedad de Marte es muy inferior a la de la Tierra, concretamente un 38% de la que experimentamos nosotros. Si se piensa que la gravedad de la Luna es el 16% de la de la Tierra y que, como sabemos, obliga a los astronautas a desplazarse mediante esos peculiares saltos, en Marte el efecto sería similar. La película muestra a la tripulación de la Ares en gravedad cero, por lo que resulta chocante que optaran por hacer que Matt Damon se moviera por la superficie de Marte con normalidad “terrestre”.

 

Otro aspecto que los más puntillosos subrayaban es que Marte es un planeta mucho más pequeño que la Tierra (de hecho, el segundo más pequeño del Sistema Solar). Toda su superficie equivale a la tierra emergida del nuestro (que, a su vez, sólo supone el 30%, siendo el resto agua). Al mismo tiempo, la atmósfera de Marte es unas cien veces menos densa que la que nos rodea a nosotros. En la superficie de la Tierra, cuando miramos hacia el horizonte, vemos que se difumina neblinosamente en la distancia debido a que nuestra densa atmósfera refracta la luz. En Marte, en cambio, con menor masa planetaria y atmósfera, no sólo veríamos el horizonte mucho más cercano y la vista sería más clara que lo que se muestra en la película, sino que no se dan tormentas de la intensidad que vemos en la primera escena.

 

Pero desde el punto de vista dramático y narrativo, todas esas inexactitudes son irrelevantes. Primero, porque hay otros aspectos más importantes para la historia, como la enorme distancia Tierra-Marte o los estrictos requerimientos de combustible para las maniobras orbitales, que están reflejados con rigor y claridad. Mientras que el libro se estancaba en prolijas explicaciones y caía con frecuencia en largos párrafos didácticos que eran muy del gusto de los amantes de la Ciencia pero que igualmente podían espantar al público generalista, la película es mucho más accesible para éste sin perder demasiado rigor científico en ese proceso de simplificación.

 

Y, segundo, porque a pesar de todas las licencias, Marte está representado con mayor fidelidad y belleza que en sus muchas predecesoras cinematográficas. Sus paisajes (una composición digital a partir del desierto de Wadi Rum, en Jordania) transmiten sensación de grandiosidad y, al mismo tiempo, claustrofobia para recordarnos el apuro en el que está metido Watney. Para que el espectador no pierda la conexión con el protagonista, Scott mantiene la cámara cerca de él, intercalando el punto de vista “omnisciente” con los subjetivos que aportan las cámaras del traje o las del hábitat, dando impresión de cercanía, inlcuso intimidad. Por eso impactan más los momentos en que se abre el plano para mostrar los amplios paisajes extraterrestres de Marte, un mundo desolado, bello, caprichoso e impredecible del que no puede esperar ayuda ni esperanza de evasión. Para no saturar al espectador y correr el riesgo de caer en la monotonía, la historia cambia de escenario cada poco tiempo, mostrándonos lo que ocurre en la NASA o, más adelante, a bordo de la Ares.

 

Ridley Scott, en definitiva, compensa los errores cometidos en su anterior película “espacial”, “Prometheus” (2012), recordándonos todo el talento y experiencia acumulados en cuatro décadas de profesión, mejorando con mucho el libro de Weir gracias a una historia sólida y unas imágenes de gran belleza. Y a diferencia de otras producciones de CF que pretenden abordar cuestiones metafísicas sin ofrecer auténticas respuestas, “Marte” no necesita de extraños fenómenos cósmicos ni alienígenas para enviar un mensaje claro y válido: estamos aquí para explorar, para consturir, para averiguar qué hay más allá.

 

Además, Scott se rodea de un reparto de lujo. Cuando se trata de encarnar al hombre ordinario, difícilmente puede elegirse a alguien mejor que Matt Damon, que aquí hace un trabajo muy notable. Sin llegar nunca a caer en los tópicos heroicos, Damon logra conectar con el espectador gracias a su capacidad para reflejar tanta determinación, valor e ingenio como miedo, soledad y frustración. Como el personaje del libro, tiene un humor socarrón que le permite reírse de sí mismo y sobrellevar su difícil situación; pero guion y actor no se conforman con eso y completan y mejoran la versión literaria aportando un punto de vulnerabilidad. Igualmente destacable es la degradación física (supongo que combinando maquillaje y efectos digitales) que va experimentando a lo largo de su ordalía y que el libro no conseguía transmitir bien.

 

El casting incluye a grandes actores incluso para papeles menores en los que no pueden lucirse demasiado, desde Jessica Chastain a Sean Bean. Pueden destacarse a Chiwetel Ejiofor, que interpeta con mucho acierto al inteligente controlador de misión Vincent Kapoore, el otro “corazón” de la historia; y Jeff Daniels como el director de la NASA, Ted Sanders, uno de los mejores papeles que ha tenido en años. La tripulación de la Ares, compuesta por actores como Chastain, Michael Peña o Kate Mara, ofrecen la mezcla adecuada de serios profesionales y rebeldes temerarios, aunque sus personalidades individuales queden poco definidas.

 

“Marte” se distancia también de otras películas clásicas de astronautas, desde “Elegidos para la Gloria” (1983) a “Apollo 13” (1995) pasando por “Space Cowboys” (2000) en que presenta un panorama humano diverso que refleja lo mucho que han cambiado los tiempos. En la época pionera de la carrera espacial, la NASA era territorio exclusivo de hombres (al menos en apariencia, porque como nos enseñaba la interesante “Figuras Ocultas”, 2016, las mujeres desempeñaron un papel esencial en aquella aventura). No sólo eso: eran hombres estadounidenses y caucásicos. Pero en el futuro cercano que predice “Marte”, es una mujer, técnica cualificada, la primera en darse cuenta de que Watney aún vive, los ingenieros veteranos consultan con los “nerds” descorbatados del Jet Propulsion Laboratory en lugar de con los ejecutivos de la compañía; la tripulación del Ares consta de cuatro hombres y dos mujeres, una de las cuales es la comandante; e igualmente importante, cuando la NASA recibe la oferta de ayuda de la agencia espacial china, la acepta de buen grado. Recurriendo a nuestras reservas de cinismo podríamos pensar que este último movimiento responde a una estrategia comercial de Hollywood, buscando multiplicar sus ingresos con el amplio público potencial del país oriental. Pero lo cierto es que la colaboración de ambas naciones ya estaba presente en la novela y, además y a la vista de los pasos que está dando China para convertirse en potencia espacial, no parece una idea descabellada.

 

¿Es “Marte” una película magistral? No. ¿Lo pretende? Tampoco. Difícilmente podía serlo y al mismo tiempo mantenerse fiel a un libro que tampoco es una obra maestra. Ha habido incluso quien ha lamentado que no ofrezca más de lo que promete, que le falta ambición conceptual, lirismo o incluso algún tipo de mensaje metafísico. Pero éstas tampoco eran las intenciones ni de la novela ni del guionista que, como he dicho, deseaba narrar una historia con la Ciencia y los científicos en su centro.

 

Al final, “Marte” no sólo es un thriller de supervivencia con buenas dosis de suspense y perfectamente medido para mantener el interés de principio a fin sino, como era el caso del libro de Weir, un banderín de enganche para la NASA, que colaboró activa y gustosamente en la producción no sólo asesorando sino incluso prestando sus instalaciones para el rodaje. En su calidad de aventura inspiradora que exalta la fortaleza del espíritu humano, nuestra inherente vocación de exploradores y el poder del conocimiento científico, “Marte” es una película perfecta para despertar vocaciones de astronauta entre las generaciones más jóvenes, mostrándoles que la exploración espacial, con todas sus maravillas y peligros, es la mejor profesión que cualquiera con curiosidad e inclinación científica podría soñar.



1 comentario:

  1. Me gustó mucho; es una película larga y sin embargo no se siente pesada y se sigue con facilidad y emoción... Pero como gran admiradora de la película "Lawrence de Arabia" reconocí de inmediato el paisaje tan característico de Wadi Rumm, siéndome imposible entrar en la idea de que era Marte. ¡Hasta esperé ver beduinos! Eso me distrajo un poco. Rarezas que ocurren. "Gravedad" también me gustó bastante.

    ResponderEliminar