martes, 7 de marzo de 2023

1962- BILENIO – J.G.Ballard (y 2)

 


(Viene de la entrada anterior)

 Ciudad Concentración” (1957) es el tercer relato de esta antología en tocar el tema de la superpoblación, en este caso imaginando una ciudad tan enorme que todos los esfuerzos científicos y técnicos quedan absorbidos por el mantenimiento y ampliación de la misma, anulando o haciendo imposibles el desarrollo de otros campos del conocimiento.

 

Decir que la ciudad del título es enorme es quedarse corto. Se trata de una urbe levantada en niveles verticales de miles de pisos y organizada en barrios que ocupan 100.000 millas cúbicas con treinta millones de habitantes. Cada barrio se agrupa con otros 249 de igual tamaño para formar un sector; y 1.500 sectores componen una Unión Local. 

 

El joven Franz sueña con volar y escapar de las cadenas de la tierra. Ha desarrollado una tecnología básica que podría permitírselo… pero la ciudad no tiene espacio libre suficiente para que despegue un ingenio del tamaño al que él aspira. Todo el espacio disponible está ocupado por edificios. Así que, con ayuda de su amigo Gregson, decide montar en un tren que conecta todos los sectores y uniones locales de la ciudad, y viajar hacia el oeste el tiempo que sea necesario hasta encontrar los límites de la ciudad y, más allá, espacio libre. Franz pasa días y días viajando sin parar en ese tren; la gente sube y baja y él va informándose del precio del metro cuadrado en cada estación, tratando de determinar si se acerca a la periferia. Pero un día, descubre que el tren se está dirigiendo al este. ¿Cómo es posible? El personal le asegura que su rumbo siempre ha sido el mismo. Y cuando regresa a su punto de salida, en la terminal central, tres semanas después, es el mismo día que se marchó. O bien el tiempo se dobló sobre sí mismo o no existe en Ciudad Concentración…  

 

Los números que da Ballard en cuanto a volumen y superficie, no tienen demasiado sentido si se examinan con un poco de atención. Lo mismo sucede si se multiplica el número de habitantes de cada sector, lo que daría miles de billones de personas. Pero no creo que haya que abordar estos cuentos con rigor científico. Esos datos simplemente sirven para inspirar el sentimiento buscado en el lector: un lugar enorme poblado por una inimaginable cantidad de gente. Es más bien una metáfora, construida en cemento y acero, de una psique laberíntica y neurótica.

 

Ballard amplía con este cuento la teoría del tiempo que había expuesto en uno anterior ya mencionado, “Escape” (1956): el tiempo sería un continuum maleable en el que el futuro es ahora y el pasado es el presente. A la historia se añaden sueños y elementos del inconsciente, quizá memorias colectivas, que también retomará el autor en obras posteriores.

 

Pero, sobre todo, esta ciudad distópica que se ha convertido en todo un mundo (o, al revés, un mundo transformado en ciudad) es un reflejo de las preocupaciones que estaba causando la remodelación urbana de los años 50 del pasado siglo y el surgimiento del fenómeno suburbano. En el cuento, la ciudad como concepto es llevada al extremo, a la fantasía. Ciudad Concentración llena no sólo el espaco sino el tiempo, como una especie de Cinta de Moebius urbana de la que no puede escaparse. Es significativo que el título original del cuento fuera “Build-Up” (“Construir”) y que no fuera hasta 1967, cuando se incluyó en la antología “Área de Desastre”, cuando se la renombró como “Ciudad Concentración”, probablemente para establecer un nexo mental y conceptual entre los campos de concentración y la interminable ciudad de la historia.

 

Así, el cuento puede interpretarse como una parábola del nuevo urbanismo de las décadas de los 50 y 60, cuando empezaron a florecer barrios periféricos y se remodelaron los centros de las ciudades para acomodar el creciente flujo de tráfico rodado. En 1957, nace en Italia la Internacional Situacionista, una organización revolucionaria de artistas e intelectuales con la aspiración de derribar la sociedad de clases y combatir el sistema ideológico contemporáneo de la civilización occidental, dominado por el capitalismo. Uno de sus miembros, Raoul Vaneigem, comparó en 1961 esos nuevos desarrollos urbanísticos de posguerra con los campos nazis.

 

Un año después, Vaneigem y sus colegas intelectuales establecieron un vínculo en términos abiertamente psicoanalíticos, entre esa nueva expansión y los asfixiantes refugios nucleares que el presidente Kennedy estaba promoviendo en su país como la solución doméstica a un posible holocausto nuclear: “El nuevo hábitat que ahora se perfila con estas grandes urbanizaciones no se diferencia de la arquitectura de los refugios; simplemente representa un nivel menos avanzado de arquitectura. […] La organización propia de un campo de concentración en la superficie de la tierra representa el estado normal de la actual sociedad en formación; su versión subterránea condensada, representa el exceso patológico de esa sociedad. Esta enfermedad subterránea revela la verdadera naturaleza de la “salud” en la superficie”. El urbanismo y la arquitectura de una ciudad, en definitiva, es un reflejo del espíritu y grado de desarrollo cultural de sus habitantes.

 

Es difícil saber si los Situacionistas influyeron sobre Ballard, pero en cualquier caso él sí los conocía habida cuenta de sus intereses y contactos en el mundo intelectual y artístico británico. Además, su obsesión con el Surrealismo y su interés casi patológico por el coche y el canceroso conformismo de la vida capitalista moderna, indican que estaba abierto a sus ideas. De hecho, a finales de los sesenta escribió historias que aparecieron en al menos dos revistas que también publicaron artículos relacionados con el Situacionismo.

 

“Los Locos” (1962) es otra sátira, en este caso sobre el tratamiento, o más bien faltadel mismo, de las enfermedades psiquiátricas. En este futuro, se han prohibido los psiquiatras y su disciplina argumentando que cada cual es libre para ser quien es: “Los mentalmente enfermos estaban librados a sus propios recursos, no había para ellos ni piedad ni consideración, y tenían que pagar por sus defectos. La vaca sagrada de la comunidad era el psicótico, libre de andar por donde se le antojara, babeándose en los umbrales, durmiendo en las aceras, y ay del que intentase ayudarlo”. Gregory, que había sido psiquiatra y acaba de cumplir condena por haber tratado ilegalmente a la hija del Presidente, viaja compulsivamente en un intento de escapar de su pasado. Hasta que un día, una joven le aborda suplicándole ayuda para su amiga… Una historia delirante en la que, de nuevo, se aborda el plano psicológico tanto individual como colectivo.

 

“Móvil” (1957), apareció originalmente con el título “Venus Sonríe” en la revista “Science Fantasy”, y fue rebautizada en 1971 para su inclusión en otra antología de Ballard, “Vermillion Sands”. Se trata de una historia principalmente humorística narrada por Hamilton, miembro del comité que elegirá una estatua para embellecer la plaza del pueblo. El elegido es un escultor llamado Lubitsch (claramente en referencia al director germano-americano), que está recuperándose anímicamente de un “encuentro traumático con el Neo Futurismo” y que decide que la mejor cura es la venganza. El trabajo que presenta –y que nadie había visto hasta el día de la inauguración- es una extraña mezcolanza de trastos metálicos que disgusta tanto al público que Hamilton acaba trasladándola al jardín de su propia casa.

 

Pero la estatua empieza a crecer rápidamente y a extenderse por su finca a un ritmo, de hecho, que amenaza con engullir al pueblo entero. Hamilton corta un fragmento, pero vuelve a reproducirse al poco tiempo. Se llama a un experto para que analice el material y éste concluye que se trata de algún tipo de metal desconocido que es capaz de sintetizar nueva masa a partir del oxígeno del aire (explicación “pseudocientífica” que separa la historia del campo de la Fantasía para colocarlo en la CF). El final de esta pesadilla es propio de un episodio de “La Dimensión Desconocida” y su moraleja podría resumirse quizá en que el arte creado a partir de una ideología radical genera rechazo y destrucción.

 

“Ahora: Cero” (1959) es una historia de tan solo catorce páginas que más pertenece al ámbito del Terror Fantástico que de la CF y de la que se diría bebe directamente el famoso manga y anime “Death Note” (2003). El narrador cuenta cómo entró en posesión de un poder excepcional que le permite, apuntándolo en un diario, determinar, siempre siguiendo unas reglas que aprende por el método de prueba y error, la muerte de sus enemigos. Lo utiliza para liquidar a sus jefes y competidores en la empesa en la que trabaja, aunque a la postre no consigue satisfacer sus sueños de promoción y poder. De hecho, el inesperado resultado de esa purga es la liquidación de la empresa. Pero el protagonista no se desanima y llega a la conclusión de que ha estado pecando de estrechez de miras y que su meta debe ser liquidar a todos aquellos que no aprueben su ascensión a divinidad de un mundo perfecto. Cuando el aura que le da su poder empieza a hacerse visible, entra en pánico y decide quemar el diario y abandonar el poder para siempre… no sin antes publicar su historia, lo que hará que cualquiera que la lea, muera... incluidos nosotros, lectores. Se trata de un cuento algo banal que, aunque comienza con una idea muy potente, no consigue alcanzar en su desarrollo el horror que pretende.

 

“El Asesino Bondadoso” (1961) es quizá la historia más floja de la antología, un tibio intento de reformular una clásica paradoja temporal. El doctor Jamieson viaja hacia atrás en el tiempo y se encuentra a sí mismo, joven y enamorado de su hermosa novia. Hay un intento de magnicidio con bomba y un giro “sorpresa” final. Aunque la historia está bien contada, la premisa no es particularmente original y todo resulta bastante predecible.

 

“El Jardín del Tiempo” (1962) es el último cuento de la antología, una narración muy atmosférica también con un pie en la fantasía simbólica al estilo de los poemas de Ezra Pound o T.S.Elliot. Los protagonistas son el conde Axel y su amada esposa, que viven solos en un elegante palacio situado en un pacífico rincón de un país que no se nombra. Por lo que sabemos, bien podrían ser las últimas dos personas sobre la Tierra. Disfrutan de la lectura, la música y la compañía mutua. Los últimos momentos de luz de cada jornada los pasan en su hermoso jardín, un oasis de belleza donde crecen las últimas Flores del Tiempo. No quedan ya muchas y cuando muera la última, lo hará también su mundo civilizado y sereno, porque una horda agresiva de amorfa humanidad va aproximándose constantemente al palacio desde el horizonte. Lo único que la mantiene a raya son las mencionadas Flores. Cada vez que el Conde Axel corta una, la flor brilla efímeramente en sus manos y luego se extingue, momento en el cual el tiempo retrocede y la masa de embrutecidos individuos vuelve a estar más allá de las colinas. Pero las Flores que quedan en el jardín son ya las más pequeñas y su efecto sobre el tiempo es menor, por lo que la horda retrocede cada día menos. El final es inevitable y el último día, cuando sólo queda una Flor por cortar, Axel y su esposa, habiendo aceptado estoicamente su horrible destino, ordenan la casa y guardan todos sus tesoros del arte y la civilización antes de sucumbir a la invasión.

 

La historia es una melancólica metáfora de la Historia humana, dominada por ciclos encadenados de creación y destrucción. En “El Jardín del Tiempo” podemos proyectar a los micénicos quemando Troya, los bárbaros saqueando Roma, los mongoles arrasando todo lo que encontraban a su paso o los nazis asesinando a millones y pisoteando Europa. También podemos interpretarlo con una sensibilidad más moderna, como los extremistas que asesinan gente para exigir que las sociedades democráticas toleren su intolerancia; u otros grupos fanáticos que tratan de paralizar el progreso apelando a la fe al tiempo que fomentando la ignorancia y la pereza intelectual: o las masas populares que banalizan la cultura contemporánea, que inundan los museos y monumentos no para apreciar la belleza sino para hacerse selfies con los que presumir en las redes sociales, que ensucian parajes naturales y hablan por el móvil durante la proyección de una película. Quizá este cuento fuera, después de todo, la forma que encontró Ballard de expresar el sentimiento de vivir en un mundo de belleza y cultura condenado a desaparecer por el ataque del oscurantismo y la puerilidad.

 

“Bilenio” es, por tanto, una interesante selección de cuentos de Ballard que no sólo reúne algunos de sus mejores trabajos en este formato y que han sido incluidos en numerosas antologías propias o colectivas, sino que constituye una cómoda puerta de entrada a su universo personal, que en obras posteriores se torna más abstracto, incómodo e incluso impenetrable.

 


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