Los robots en la CF se han solido utilizar con un triple propósito: por una parte, como testigos externos, racionales y fríos, de nuestra condición humana, dominada por las emociones y, a menudo, la irracionalidad. A través de sus observaciones tomamos conciencia de aspectos incómodos de nuestra naturaleza que nos pasan desapercibidos al vivir inmersos en ellos y darlos por hechos. Por otra parte, como metáfora de minorías oprimidas (por sus creencias religiosas, ideologías políticas, orientaciones sexuales, etnia…), diana de los prejuicios y frustraciones de una mayoría. Y, en tercer lugar, como la figura opuesta: máquinas opresoras que han tomado el poder y nos han convertido en una especie en peligro de extinción.
Tradicionalmente, estos escenarios caían dentro de lo
fantástico o, como he dicho, lo alegórico. Al fin y al cabo, llevábamos siglo y
medio sirviéndonos de las máquinas, pero no dejaban de ser automatismos torpes
o vehículos que no funcionaban sin ayuda y supervisión humanos. Esos futuros
poblados de máquinas inteligentes se antojaban lejanos…hasta hoy, cuando
abordamos tales ficciones con una sensibilidad diferente y unos temores muchos
más concretos.
Y es que la automatización es un asunto de ardiente
actualidad no sólo ya entre los gurús de Silicon Valley sino entre políticos,
sociólogos y economistas de todo el mundo, que han bautizado a la Inteligencia
Artificial y sus tecnologías asociadas como “Cuarta Revolución Industrial”. Y,
como en toda revolución, están produciéndose víctimas. Los líderes
empresariales han predicho que casi una cuarta parte de todos los trabajos
serán automáticos ya a lo largo de esta década, desencadenando una
transformación masiva e impredecible en todos los ámbitos de la economía y
sociedad globales. Es normal y está sobradamente justificado que ante la
perspectiva de que los dependientes de las tiendas sean sustituidos por
mostradores de autoservicio y los camioneros por transportes terrestres
automatizados, mucha gente sienta inseguridad cuando no ansiedad por su futuro.
Y eso es precisamente lo que aborda la serie de Neflix
“Better Than Us”, producida originalmente para la televisión estatal rusa. Andrey
Junkovsky, el creador del programa, nos presenta un futuro en el que, habida
cuenta de las tropelías que provocan los humanos, cabe preguntarse si,
efectivamente y como reza el título, los robots humanoides son mejores que
nosotros.
En el Moscú del año 2029, los robots han pasado a
desempeñar un papel clave en la economía y la sociedad. Viktor Toropov (Aleksandr
Ustyugov) es el responsable y figura mediática de Cronos, una empresa que
fabrica estas máquinas, sobre todo de apariencia femenina y dirigidas tanto al
cuidado de ancianos, servicio doméstico o tareas relativamente sencillas como
para prestar servicios sexuales. Toropov cuenta incluso con una colección privada
de esta clase y Arisa (Paulina Andreeva), un modelo único comprado a los
chinos, es su última adquisición, un ginoide exquisito por su belleza y
similitud con una auténtica mujer.
Pero cuando un técnico de la empresa trata de “aprovecharse” a escondidas de ella, Arisa responde y le parte el cuello, demostrando que la Primera Ley de la Robótica –recordemos: "Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño"-, que siempre se programa en todos los robots, no se aplica a ella.
Arisa escapa de las instalaciones de Cronos y el empleado
fallecido es transportado por un sanitario sobornado a la morgue para que el
forense certifique que fue una muerte natural, evitando así la intervención de
la policía. Y es aquí donde entra en juego el otro protagonista. Georgi
Safronov (Kirill Karo) es ese forense. Su vida personal no está pasando por
buenos momentos. Su exmujer, Alla, (Olga Lomonosova), de la que sigue
enamorado, se ha buscado otro hombre y tiene la custodia de sus dos hijos: el
lúgubre adolescente Egor (Eldar Kalimulin) y la adorable niña Sonia (Vita
Kornienko). Las cosas se le presentan todavía más negras cuando se entera que
Alla se va a mudar a Australia con sus hijos y el novio. Necesita dinero para
pagar el proceso legal que podría impedir ese movimiento y por eso se deja
comprar para amañar el dictamen forense.
Pero entonces, aquel mismo día y sin él saberlo, su hija
Sonia conoce a Arisa y ésta, diseñada para establecer lazos inquebrantables con
quien ella elija, la nombra usuaria principal. Cuando Safronov llega a casa, se
encuentra con la ginoide, de la que ignora su procedencia y a la que, por el
momento, no da demasiada importancia. Involuntariamente, se acaba de convertir
en el centro de una intriga en la que puede peligrar su propia vida.
Por una parte, Toropov hará lo que sea necesario para
recuperar su robot. Primero, porque la policía, a instancias de la novia del
empleado fallecido, a empezado a investigar el suceso y Arisa ha debido grabar
en su memoria todo lo sucedido. Haber comprado y dejado escapar un robot
asesino, no es la mejor publicidad para la empresa. Y segundo, porque el dueño
auténtico de Cronos, su suegro, Alexei Stepanovich (Sergey Sosnovski), ha
firmado un contrato con el gobierno para participar en un concurso que puede
cambiarlo todo: sustituir a los humanos por robots en multitud de tareas y
permitir una jubilación temprana de aquéllos. La clave reside en que, por el
momento, los robots humanoides carecen de la capacidad de comprender las
emociones humanas… excepto Arisa, cuyo software fue diseñado originalmente por
un científico chino para hacer de ella la perfecta esposa y madre ante la
inminente crisis poblacional a la que se enfrenta China por el desequilibrio de
géneros. Arisa puede analizar las emociones humanas, reaccionar ante ellas y
aprender, por lo que es inmensamente más inteligente que el resto de los robots
hasta el punto de desarrollar autoconciencia.
Pues bien, Stepanovich, quiere presentar a concurso a
Arisa, para la que sus competidores no tienen rival. El problema es que, por un
lado, la ginoide está en paradero desconocido; y, por otro, que los técnicos de
Toropov no han conseguido acceder al software para replicarlo, por lo que Arisa
sigue siendo un prototipo único. Estos “inconvenientes” son mantenidos en
secreto por Toropov, que encarga la urgente búsqueda y recuperación de Arisa a
su asesino a sueldo, Gleb (Fiodor Lavrov). Ésta, por su parte, acogida por la
familia de Safronov –que ignora lo especial que es- empieza a aprender cómo ser
más humana al tiempo que se protege a sí misma y a sus nuevos “parientes” de
caer en las manos de Toropov.
La serie incluye otras subtramas, como la del grupo ludita
conocido como “Liquidadores”, que roban y destruyen públicamente robots en
protesta de lo que interpretan como una marginación de lo humano. Su miedo a
que los humanos seamos rápidamente reemplazados por máquinas de las que pasemos
a ser siervos, no es totalmente infundado. Aun en el estadio todavía primitivo
en el que se encuentran los robots humanoides, muchos dependen ya de ellos para
el servicio doméstico, la ayuda en oficinas o laboratorios o la satisfacción de
necesidades sexuales. La aparición de Arisa, mucho más hábil que cualquiera de
sus predecesores en tareas tan dispares como cocinar, diagnosticar enfermedades
y cuidar de niños, y capaz de interactuar emocionalmente con los humanos, puede
transformar completamente el panorama económico, cultural y social del planeta.
Egor, atraído por una de las Liquidadoras, Jeanne (Vera Panfilova), pasa a
formar parte de este grupo ilegal que es perseguido por la policía y manipulado
por Gleb para que sirva a los intereses de Cronos.
Por otra parte, la integración de Arisa en la disfuncional
familia de Safronov conllevará sus propias tensiones. Alla se enfada cuando se
da cuenta de que Sonia se lleva mejor con Arisa que con ella misma y presiona
para que se desprendan del robot argumentando que la niña necesita una madre de
verdad… aunque Sonia no esté de acuerdo.
Teniendo en cuenta la media de calidad que suelen ofrecer
las series de CF de Netflix, puede afirmarse que “Better Than Us” escapa de la demasiado
frecuente categoría de producción mediocre con pocos recursos, escasa
originalidad y talento justo. Huyendo de las exhibiciones pirotécnicas de
efectos visuales, la serie ofrece un sobrio pero impecable diseño de
producción. Su mundo del futuro próximo parece real y los desarrollos
tecnológicos y su integración en la vida cotidiana plausibles. Igualmente, la
fotografía, desaturada pero muy nítida y con planos perfectamente compuestos,
se encuentra a un mejor nivel de lo habitual en las producciones televisivas de
gama media dentro de la CF.
Habrá muchos fans veteranos que puedan sentirse reticentes
a abordar esta serie. Al fin y al cabo y como decía al principio, a estas
alturas son muchísimas las obras del género que han tocado el tema de los
robots y el auténtico significado y naturaleza de la inteligencia, desde “Star
Trek” en sus múltiples iteraciones a “Battlestar Galáctica” (2004-2009),
pasando en tiempos más recientes por “Ex Machina” (2014), “Chappie” (2015),
“Carbón Alterado” (2018-2020), “Black Mirror” (2014-2019)… Aunque ciertas partes de “Better Than Us”
parecen una especie de “Blade Runner” ambientado en Rusia y a la luz del día,
la serie sobresale de la media lo suficiente como para justificar su existencia
y recomendar su visionado.
Y es que los sex-bots y el robot rebelde Arisa son sobre
todo condimentos a lo que en realidad es el corazón del programa: la relación
de Safronov con el resto de su familia. No es algo completamente nuevo dentro
de la ciencia ficción, pero sí consigue conformar un núcleo emocional muy
sólido que en manos de otros guionistas podría haber quedado sepultado bajo
maquinaciones terroristas, mercenarios asesinos y siniestros empresarios sin
escrúpulos.
Por otra parte, ese drama familiar está inserto en un
cuadro general que refleja bien los prejuicios que los humanos tendemos a
sentir por cualquiera que pueda sustituirnos en el papel que desempeñamos en la
sociedad, ya sea otro humano o una máquina. Podríamos sustituir a los robots
por un colectivo de inmigrantes o una minoría de cualquier tipo y no sólo la
historia básica de “Better Than Us” podría funcionar igual de bien sin apenas
cambios, sino que tendríamos un entorno tristemente parecido al que se vive en
algunos países. A ello se une un thriller de conspiraciones corporativas
centrado en los manejos ilegales de Toropov para engañar al gobierno ruso y
embolsarse ingentes cantidades de dinero.
Salpicadas por toda la serie hay reflexiones y preguntas
acerca de lo que nos hace verdaderamente humanos. No es una sorpresa que una de
las primeras polémicas sobre los robots humanoides gire alrededor de su uso
como “compañeros” sexuales. Un debate televisivo, por ejemplo, plantea la
cuestión de si puede considerarse infidelidad la relación sexual de un hombre o
mujer con un robot. Toropov refuta esa idea afirmando que los robots nunca
podrán reemplazar de verdad a los humanos ya que no son “alguien con quieras
morir el mismo día, cogerte de las manos en el metro o beber café por la
mañana”.
Pero Arisa es el robot que pone a prueba tal argumento
gracias a la relación que establece con Sonia así como con Safronov. Arisa le
prepara el desayuno a padre e hija y ésta le pide –sin éxito- que Arisa coma
con ellos. Safronov acaba atrapado entre el creciente afecto que siente por
Arisa y su convencimiento de que es “sólo” un robot, no un ser humano. Al mismo
tiempo, Arisa tiene que lidiar con los sentimientos que desarrolla hacia
Safronov, sean éstos producto de su programación básica como compañera para
hombres solteros o resultado de un genuino aprendizaje emocional.
“Better Than Us” no es la primera serie en explorar la ética
de las Inteligencias Artificiales autoconscientes. Por ejemplo, la británica
“Humans” (2015-2018) o “Battlestar Galactica” ya presentaban robots humanoides
y su lucha por conseguir ser aceptados como iguales por sus creadores humanos.
Pero la serie rusa aborda este tema con un enfoque menos antagónico. No hay
ningún asomo de inminente o secreta insurrección robótica y, por tanto, los
Liquidadores quedan retratados no como incomprendidos defensores de la
Humanidad sino como simples luditas, jóvenes perdidos en busca de una causa por
la que luchar.
Sí, Arisa puede matar, pero lo hace en defensa propia o de
sus “seres queridos”, nunca en interés propio o en aras de algún gran plan
robótico para exterminar a la especie humana. A diferencia de los a menudo violentos
“sintéticos” de “Humans” o los insidiosos cilones de “Battlestar Galáctica”,
Arisa difícilmente puede verse como una amenaza a los humanos. En cambio, la
serie prefiere concentrarse en su incipiente humanidad, como los tiernos
momentos en los que juega con Sonia, sus intentos de integrarse en la familia
de Safronov, sus celos de Alla o sus esfuerzos por aprender técnicas sexuales.
Vita Kornienko (Sonia) es una sorprendente actriz infantil
y, por supuesto, hay que quitarse el sombrero ante la actuación de Paulina
Andreeva como Arisa. Gracias al maquillaje y el estilo de su pelo, la actriz
consigue con su penetrante mirada, impertérrita expresión y artificiales
movimientos dar la impresión de ser un auténtico robot. Y, sin embargo, tras su
faz “robótica”, la actriz, de algún modo, consigue que imaginemos el tipo de
pensamientos-emociones que están bullendo en su cerebro mecánico. Kirill Karo
como Safronov da en todo momento imagen de individuo normal y corriente que
trata, no siempre sabiendo bien lo que hace, de sobrevivir y mantener su
familia a flote ante unas circunstancias extraordinarias. En general, todo el
reparto hace un papel que va de lo eficaz a lo notable.
Como punto negativo podría señalar que la serie está algo
alargada. O debería decir la temporada. Dieciseís episodios de cincuenta
minutos son demasiados y la temporada da la impresión de haber estirado las
tramas e introducido otras no demasiado relevantes (por ejemplo, la tragedia
familiar que arruinó el matrimonio de Toropov y sus actuales intrigas con su
esposa, triángulo amoroso incluido). De hecho, “Better Than Us” fue en realidad
producida como dos temporadas de ocho episodios cada una, lo cual tiene
bastante más sentido. Fue Netflix la que, de acuerdo con su estrategia de
programación, decidió lanzarla como una sola temporada.
Como decía al principio, el estreno de “Better Than Us” ha llegado en un momento muy conveniente de nuestra propia realidad. Pero lo que la hace destacar es que ofrece una visión más optimista de lo habitual de una sociedad en la que los robots pueden aumentar y complementar a la humanidad en vez de limitarse a ser únicamente un nuevo factor de conflicto. Aunque no tiene la épica y acción de producciones más lujosas como “Battlestar Galáctica”, ofrece a cambio una mayor cercanía al mundo contemporáneo y, por tanto, más accesibilidad para espectadores no particularmente interesados en la CF.
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