Existe todo un subgénero de la literatura fantástica dedicado al juego de imaginar universos en los que conviven diferentes personajes famosos de ficción y qué podría ocurrir si todos se encontraran. Aunque los escritores de pastiches victorianos de Sherlock Holmes llevan muchos años en ese negocio, fue Philip Jose Farmer y sus libros de la saga de la Familia Wold Newton (1972-76) quien popularizó esta peculiar forma de ficción, mezclando, racionalizando y relocalizando personajes como Tarzán, Ismael (de “Moby Dick”), Phileas Fogg, Sherlock Holmes, la Pimpinela Escarlata, Solomon Kane, Allan Quatermain, el viajero de “La Máquinadel Tiempo” (1895), etc.
Otros
muchos autores se sintieron atraidos por esta formula, como Fred Saberhagen,
Donald F.Glut, Ron Goulart, Craig Shaw Gardener, Lin Carter, K.W.Jeter,
Christopher Priest o Nicholas Meyer, reuniendo diversos personajes imaginarios,
normalmente de la era Victoriana o extraídos de la literatura pulp de, por
ejemplo, Edgar Rice Burroughs, Sax Rohmer o H.P. Lovecraft. Este peculiar
subgénero ha demostrado mantener su popularidad con el paso del tiempo y ahí
tenemos libros como “Dinosaur Summer” (1998), de Greg Bear, ambientado tras la
expedición del Profesor Challenger de “El Mundo Perdido” (1912); o “Capitán
Nemo” (2001), de Kevin J.Anderson, que reúne a muchos personajes de los libros
de Julio Verne; o la serie de novelas “Anno Dracula” (1992-2019), de Kim
Newman, en la que se plantea un mundo moderno alternativo dominado por
vampiros.
Tanto
Marvel como DC se subieron al carro hace años, integrando en sus respectivos
panteones superheroicos personajes de ficciones literarias. Pero fueron las
miniseries que componen “La Liga de los Hombres Extraordinarios” (1999-2019),
firmadas por el guionista Alan Moore y el dibujante Kevin O´Neill, las que
llevaron esa receta a su nivel más obsesivamente depurado. En sus páginas
encontramos una extensa alineación de personajes que incluyen desde el Robur de
Julio Verne, al Profesor Cavor de H.G.Wells, pasando por el Dupin de Edgar
Allan Poe o Gulliver Jones de Edwin L.Arnold. Los comics, publicados por
Wildstorm (un subsello de DC), fueron inmensamente populares y generaron un
juego de rol y una ya difunta página web en la que se debatían todos los
minúsculos detalles y referencias que Moore desperdigó por las historias.
Y en 2003, llega la adaptación cinematográfica, de la cual –como es su costumbre con todas las traslaciones de sus comics a la gran pantalla- Alan Moore renegó desde el comienzo y que, consiguiendo doblar el dinero invertido, recibió críticas mayormente negativas.
En 1899,
tanto Inglaterra como Alemania sufren incursiones lideradas por un criminal
enmascarado y presumiblemente deforme conocido como El Fantasma, que utiliza
tanques muy avanzados para, por una parte, irrumpir y robar en el Banco de
Inglaterra y, por otra, secuestrar a científicos de un laboratorio teutón.
En África,
el ahora retirado aventurero Allan Quatermain (Sean Connery) recibe la visita
de un funcionario británico que le pide su ayuda antes de que la situación
degenere en una guerra mundial. Cuando viaja a su país natal con este
propósito, conoce a M (Richard Roxburgh), el responsable de inteligencia del
gobierno, que a su vez le presenta a La Liga de los Hombres Extraordinarios,
reunida en tiempos de crisis y compuesta por individuos de habilidades excepcionales.
Así, en esta encarnación, el grupo cuenta con el inventor indio Capitán Nemo (Naseeruddin
Shah); la vampira Mina Harker (Peta Wilson); Rodney Skinner (Tony Curran), un
químico que ha tomado una formula de invisibilidad; el libertino inmortal y
eternamente juvenil Dorian Gray (Stuart Townsend); el entusiasta agente secreto
del gobierno americano Tom Sawyer (Shane West); y el doctor Henry Jekyll (Jason
Flemyng), cuya poción le transforma en una bestia salvaje e imparable.
En el viaje
del grupo a bordo del Nautilus con rumbo a Venecia, donde se va a celebrar una
conferencia internacional que presumiblemente saboteará el Fantasma, se
descubre que uno de los miembros de la Liga es un traidor y que el insidioso
enemigo está manipulándolos para que sirvan a su propósito, obteniendo de ellos
elementos con los que fabricar nuevas armas.
La version
fílmica del comic de Moore y O´Neill es, y no se puede utilizar otra palabra, decepcionante.
Está claro que el juego que los autores proponían al lector, insertando
referencias y homenajes a las ficciones victorianas para que aquél los
descubriera, reformulan personajes míticos de acuerdo a sus necesidades
narrativas, está completamente desaprovechado. Hay una breve aparición del
Ismael de “Moby Dick” como tripulante del Nautilus; una bien insertada conexión
entre Mr.Hyde y el simio de “Los Crímenes de la Calle Morgue” (1841) de Edgar
Allan Poe; M sería el predecesor de la misma figura en las novelas de James
Bond; y Quatermain hace un comentario de pasada al viaje de Phileas Fogg en
ochenta días. Eso es todo.
Además, la
película ofrece una trama mucho más sencilla que la imaginada por Moore para su
comic. Se ha eliminado el villano secundario de Fu Manchu, hijo de la
imaginación de Sax Rohmer; y también el personaje de Campion Bond, el
antepasado de James Bond. En cambio insertan con poca gracia a Tom Sawyer
(ausente del comic), con el doble propósito de llenar el lugar de Bond y no
alienar a un público norteamericano quizá menos familiarizado con el reparto de
personajes británicos. Para colmo, este Tom Sawyer no se parece en nada al
avispado y travieso zagal creado por Mark Twain: un agente secreto del gobierno
americano, tirador experto con el rifle Winchester y los colt y, tal y como se
revela en la trama, sobrenaturalmente hábil en la conducción de Rolls Royce
Silver Ghost customizados.
Todos estos
cambios y concesiones son sintomáticos de la equivocada orientación que tiene la
película. Divertido como es el juego de homenajes y préstamos de Alan Moore en
las viñetas, obliga al autor a ignorar detalles esenciales de los personajes o,
como mínimo, distorsionarlos. Por ejemplo, en “El Retrato de Dorian Gray”
(1891), el protagonista del título era un canalla y libertino que se mantenía
eternamente joven porque su envejecimiento e inmoralidad se transferían a un
retrato; en “El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mr.Hyde” (1886), el médico del
título era un científico honesto y recto que inventaba una poción con la que
externalizar sus instintos más bajos. Ambas historias son, sobre todo, fábulas
morales sobre el conflicto entre las virtudes alabadas socialmente y las
consecuencias de reprimir los aspectos más carnales de nuestra naturaleza. Pero
es que además, tanto Oscar Wilde como Robert Louis Stevenson mataron a sus
personajes al término de las respectivas novelas. En “La Liga de los Caballeros
Extraordinarios” sobreviven y/o se les ofrece un nuevo final.
El guión de
la película (firmado por James Dale Robinson), va todavía un paso más allá,
despojando a los personajes de sus raíces para convertirlos en lo que podemos
definir como superheroes victorianos. Dorian Gray ya no es “solo” eternamente
joven, sino que ahora es invulnerable a balas y espadas al tiempo que obtiene
un talón de Aquiles que Oscar Wilde nunca le dio (mirar su propio retrato,
mientras que en la novela muere cuando el lienzo es apuñalado). Jekyll y Hyde
son aquí una variación del Hulk de la Marvel (cuya adaptación al cine, por
cierto, dirigida por Ang Lee, se estrenó por las mismas fechas). Jekyll ya no
combate la bestia interior sino que se esfuerza por redimirla para
que se
alinee con el bando de los buenos.
El Capitán Nemo pasa de ser un taciturno antihéroe devenido terrorista a incondicional defensor de la Liga y su misión. Considerando que Julio Verne había creado al personaje como una especie de vigilante de los siete mares que destruía por principio los navíos de guerra que le salían al paso, mandarlo aquí a salvar una conferencia de alto nivel de ministros de defensa de varias naciones, no puede sino verse como una traición a la esencia del personaje. Al menos, se acierta al retratarlo como un indio, de acuerdo con la historia de origen que Verne reformuló para él en “La Isla Misteriosa” (1875).
Debido a
que la Fox no pudo conseguir los derechos sobre “El Hombre Invisible” (que, a
diferencia de los otros personajes, no ha pasado a dominio público), el
personaje aquí resulta ser diferente del que aparecía en el comic. En este, su
identidad, Griffin, era la misma que el de la novela de H.G.Wells (1897). Ahora
tenemos a otro científico que ha perfeccionado la formula y neutralizado los
efectos enloquecedores de la anterior. Al menos, esto permite salvar el “inconveniente”
de que el personaje original muriera al término de la novell después de
convertirse en un asesino megalomaniaco, un “detalle” que Alan Moore tuvo que
soslayar al optar por conservar al mismo individuo.
Por ultimo,
en la version del comic, Mina Harker no tenia habilidades vampíricas y la única
referencia a su trágico pasado eran unas cicatrices en su cuello que siempre
llevaba ocultas por un pañuelo. Era la líder de facto de la Liga y responsable
del reclutamiento del resto de los miembros. Aquí, en cambio, el guion la
transforma en una vampira completamente functional que interviene activamente
en las escenas de acción desplegando todas sus habilidades sobrenaturales.
Ya antes de estrenarse, las noticias sobre la producción que iban goteando en la prensa eran poco halagüeñas: los cambios y simplificaciones respecto a la historia original, la inserción de un personaje para satisfacer al público Americano, una producción muy accidentada en la que, por ejemplo, se destruyeron los sets de Venecia construidos en Praga debido a las inundaciones que asolaron la ciudad durante el verano de 2002, volatilizando en el acto siete millones de dólares del presupuesto.
Pero sobre
todo, el rodaje vino lastrado por el enfrentamiento abierto entre el director Stephen
Norrington y Sean Connery, que había sido contratado por 17 millones de dólares
(dejando poco dinero para fichar a otras estrellas), y que además ejercía de
productor ejecutivo. Los dos discutían violentamente y sobre cualquier cosa. De
manera especial, a un Connery particularmente cascarrabias y arrogante, le
molestaba la lentitud de Norrington a la hora de disponer y preparar las
escenas, haciendo esperar largo tiempo a los actores. Otros testimonios son
menos amables con Norrington, describiéndole como alguien con mal carácter y
propenso a las rabietas. La situación se deterioró tanto que
director y actor
dejaron de hablarse durante la filmación y se comunicaban exclusivamente a
través de intermediarios. Durante uno de esos incidentes, según se cuenta,
Norrington desafió a Connery a pegarle un puñetazo, a lo que el actor escocés
contestó abandonando el set. El director incluso llegó a boicotear el estreno
mundial y, en su ausencia, Connery comentó en voz bien alta a los periodistas
que preguntaban por su paradero, que miraran en los manicomios locales.
Era una
situación que recordaba mucho a la que habían vivido quienes participaron en el
rodaje de “La Isla del Doctor Moreau” (1996) y que anticipaba un severo
tropiezo en la taquilla. Alan Moore se mostró insatisfecho con el resultado y a
partir de ese momento no quiso tener nada que ver con las adaptaciones
cinematográficas de sus trabajos más famosos, incluyendo “V de Vendetta” (2005)
o “Watchmen” (2009). Kevin O´Neil tampoco estuvo conforme con lo que vió,
afirmando que no reconocía ni a los personajes ni a la esencia de la obra
original. Y en cuanto a Stephen Norrington, su experiencia fue tan nefasta que
anunció que nunca volvería a dirigir una película y, hasta la fecha, así ha
sido.
Dicho todo
lo cual, el resultado no fue tan apocalíptico como algunos habían profetizado.
La taquilla permitió más que doblar el presupuesto, aunque esto fue posible
solo gracias a la exhibición internacional, no al mercado doméstico
norteamericano. Así las cosas y a la vista de la negativa recepción por parte
de la crítica, se canceló la secuela prevista en la que la Liga iba a
enfrentarse a los trípodes marcianos de “La Guerra de los Mundos” (1897), de
H.G.Wells.
Que desde
el punto de vista del entretenimiento (para un público dispuesto a ver una
fantasia pulp e ignorante de la obra original), “La Liga de los Hombres
Extraordinarios” funcione razonablemente y que Sean Connery mantenga la
dignidad de su personaje, es prueba de la profesionalidad de todos los implicados.
Sus compañeros de reparto son veteranos de la serie B con mayor presupuesto:
Tony Curran (“Underworld”), Jason Flemyng (“Transporter 2”), Stuart Townsend
(“La Reina de los Condenados”), Richard Roxburgh (“Van Helsing”)… Flemyng
comete el error de tratar de hacer un buen trabajo en una película como esta,
pero el resto claramente echó un vistazo al guion y luego decidió simplemente
pasárselo bien exagerando sus papeles tanto como les permitía su magro tiempo
en pantalla. Al fin y al cabo, poco podían lucirse con unos diálogos que
parecían sacados aleatoriamente de un dibujo animado y luego pegados para
formar una escena.
Norrington
había empezado en la industria trabajando en el departamento de efectos
especiales de películas rodadas en Gran Bretaña como “El Secreto de la
Pirámide” (1985), “Aliens: El Regreso” (1986), “Hardware” (1990), “Alien3”
(1992). Como director, se estrenó en una producción con robot asesino, “Máquina
Letal” (1995), de bajo presupuesto pero bastante sólida; y en 1995, pasó a las
ligas mayores con “Blade” (1998), la adaptación del cazavampiros de Marvel. A
la hora de abordar “La Liga de los Hombres Extraordinarios”, lo hizo como un
film de aventuras, ni más ni menos. Aunque tiene que retorcer los personajes y
alejarlos de sus raíces y naturaleza originales para componer su panteón de
superheroes victorianos, al menos el guion hace un esfuerzo por definirlos
mediante algunas pinceladas, si bien el resultado es muy irregular. Mientras
que al dúo maestro-alumno que forman Quatermain y Sawyer se le brindan varias
escenas, el Hombre Invisible o Mina están virtualmente olvidados.
Mientras
que el comic de Alan Moore, hoy un clásico del subgénero steampunk, utilizaba
la tecnología sólo para reforzar la historia y nunca ahogarla, Norrington no
puede evitar inclinarse hacia los efectos especiales en los que tanto tiempo
trabajó y hay varias escenas muy cargadas de éstos, con peor resultado del
deseado, como la inverosímil persecución en coche por las calles de una Venecia
viniéndose abajo. Relacionado con los efectos está, claro, el diseño de
producción, a cargo de la habitual colaboradora de David Cronenberg, Carol
Spier, que nos presenta aquí un llamativo catálogo de ingenios steampunk, como
el submarino Nautilus (dispuesto e iluminado en su interior como si
fuera el
palacio de un maharajá), las armaduras de los villanos, el coche de Nemo, los
laboratorios y fábricas de El Fantasma… acompañados de fondo por escenarios de
librerías victorianas, el Londres iluminado con farolas de gas o una Venecia
más fantástica que real.
Alan Moore
calificó a su comic como “infilmable”. Y tenia razón, al menos tal y como él lo
concibió y desarrolló. Mucho de su inteligente trabajo de síntesis y fusión de
ficciones victorianas se quedó por el camino en aras de ofrecer una aventura de
superheroes. Probablemente, la mejor alternativa –con la perspectiva que
tenemos hoy, claro- hubiera sido hacer una serie de televisión, pero tal y como
salieron las cosas, “La Liga de los Hombres Extraordinarios” es un compendio de
todo lo que el steampunk debería evitar: anacrónicas exhibiciones de artes
marciales, explosiones excesivas, incoherencias narrativas, referencias al
periodo victoriano encajadas a martillo, sutileza que brilla por su ausencia…
En el mejor de los casos y si se aborda como una especie de mezcla de aventura
pulp y steampunk de serie B, puede servir para pasar un rato entretenido
siempre y cuando se puedan obviar todos los defectos mencionados; en el peor,
al menos puede utilizarse como cebo para conocer que existe un comic de Alan
Moore detrás de este folletín y, quizá, despertar el interés por leerlo.
Clasificar esta película como decepcionante demuestra lo generoso que eres en su crítica. Con todo lo que me había gustado la serie de cómics, con lo prometedor que era el casting, que saliera esta... "cosa" que solo busca las escenas de molar por molar, que la unión de las mismas sea más delgada que un pelo de mico, que los actores estén desaprovechandos en el mejor de los casos y olvidados en el peor (¿cobraba Peta Wilson por palabras?) solo tiene una palabra para mí: el horror, el horror... Junto con The Spirit, está en el dudoso Panteón de las peores películas que he visto que además adaptan un cómic.
ResponderEliminarMe acuerdo que la vi en cines en su estreno. A muchos no les gustó, pero a mi al menos la premisa me encantó. Sí debió tener mejor realización, sobre todo por tener al señor Connery. Esta si merece un remake obviamente bien hecho.
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