Nacido en Rusia en 1920 pero residente en Estados Unidos desde los tres años de edad, Isaac Asimov ha sido uno de los autores más influyentes de la historia de la ciencia ficción. Sus méritos son muchos, pero valga decir aquí que su enfoque y desarrollo de la figura del robot sirvió de inspiración para incontables ficciones en las décadas siguientes y hasta hoy; y que la space opera descrita en la saga de la Fundación, con su retrato de un imperio galáctico en decadencia, ha estado considerada desde su publicación original como una de las obras más queridas por los fans y molde para muchos otros autores a la hora de imaginar sus aventuras intergalácticas. En buena parte gracias a él, las antiguas historias pulp sobre exploración y conquista espaciales fueron sustituidas por otras que daban por sentado que la especie humana se acabaría extendiendo ineludiblemente por el espacio hasta ocupar la mayoría de los planetas habitables de la galaxia, edificando un imperio galáctico.
Asimov dejó su huella en el género durante lo que se ha dado en llamar
la Edad de Oro de la Ciencia Ficción, un periodo que abarca aproximadamente
desde 1938 a 1950 y que coincide con el preeminencia de la revista pulp
“Astounding Science Fiction”, dirigida con mano firme desde 1937 por John
W.Campbell, Jr. Fue en esa cabecera donde aparecieron muchos de los relatos que
hicieron famoso a Asimov… y que, a su vez, consolidaron el puesto de esa
revista en la historia de la CF.
Asimov fue un escritor precoz que sentía una mezcla de admiración muda y temor reverencial por Campbell, aquella mente directora responsable de los muchos relatos que habían iluminado su adolescencia. Siendo un muchacho acudió a verle, escuchó sus consejos, le envió relatos y soportó los rechazos. Pero Campbell supo ver su valía y lo mantuvo cerca, publicando y pagando bien algunos de sus cuentos.
Pero a diferencia de, por ejemplo,
L.Ron Hubbard, su colega en “Astounding Science Fiction” y por el que
también sentía una gran admiración y envidia sana, no todo iba siempre sobre
ruedas para Asimov, un genio precoz cuyos humildes orígenes, origen judío e
inseguridad emocional le causaron más de un quebradero de cabeza. A finales de
1939 y contando 19 años, sufrió una depresión por la confluencia de diversas
circunstancias adversas. En primer lugar, Campbell rechazó la publicación de
varios de sus relatos; en segundo lugar, el estallido de la Segunda Guerra
Mundial en Europa y las consecuencias que ello iba a tener sobre los judíos residentes
allí; y, por último, que la Universidad de Columbia no aceptó su solicitud para
entrar en el programa de graduados en Química dado que carecía de un curso
obligatorio. Cuando de todas formas trató de matricularse, el director del
departamento, el premio Nobel Harold Urey, casi lo echó a la fuerza del
edificio. Asimov acabó encontrando un agujero en el sistema que le permitió
matricularse no sólo allí sino también en varias facultades de Medicina aun
cuando tenía dudas de sí en realidad quería llegar a ser médico.
En diciembre de ese año pareció recuperar la buena racha creativa con
una premisa en la que la Tierra, tras desarrollar el vuelo espacial, aspiraba a
entrar en la Federación Galáctica sólo para verse rechazada (una trasposición
de lo que recientemente le había ocurrido en la vida real en la universidad).
Inesperadamente, a Campbell le encantó. El editor creía que las razas europeas
eran superiores y esto halló reflejo en su aceptación de historias en las que
los humanos eran superiores a los alienígenas, así que la propuesta de Asimov
le encajaba perfectamente. Y así, en enero de 1940, vendió aquel relato bajo el
título “Homo Sol”, pero cuando apareció publicado en “Astounding” en septiembre
de aquel año, se encontró, para su disgusto, que Campbell había insertado un
discurso y un final diferentes. Además y bajo exigencia del editor, tuvo que
añadir un pasaje en el que se ponían en contraste las diferentes reacciones de
africanos, asiáticos y europeos, reflejando el interés de Campbell en la
psicología de masas.
Era un tema este que aparecería con frecuencia en los relatos de
“Astounding”, como por ejemplo en el cuento “Si esto continúa…”, escrito por
Heinlein para su cronología de “Historia
del Futuro” y serializado en la revista a comienzos de 1940. En una nota para
ese relato, Campbell escribía: “Robert Heinlein presenta una civilización en la
que la psicología de masas y la propaganda se han convertido en ciencias. Sin
embargo, no lo son todavía. La Psicología no es una ciencia dado que un buen
psicólogo dirá –debe hacerlo- que “no hay forma de saber cómo un individuo
concreto reaccionará a un estímulo dado”. Adecuadamente desarrollada, la
psicología podría determinar tal cosa”.
Campbell, que sufría ataques de pánico y acudía a un psicológico para
tratarse, estaba ansioso por explorar más profundamente ese tema. Los avances
en energía atómica habían hecho inviable seguir especulando sobre lo que el
poder nuclear podría o no hacer y se necesitaba otro motor narrativo, algo que
encontró en la mente humana y la dinámica social. Los lectores se dieron cuenta
de ese giro. En el número de noviembre de 1940, una lectora llamada Lynn
Bridges escribía a la revista una carta que resultaría ser profética y en la
que decía:
“La “Astounding Science Fiction” del pasado año ha traído a la palestra un nuevo tipo de historia, que puede describirse quizás como “ciencia ficción sociológica” (…) Tanto Asimov (en “Homo Sol”) como Heinlein presentan la psicología como una ciencia exacta, representable en fórmulas y certera en sus resultados. Me siento obligada a protestar. Por su propia naturaleza, la psicología no puede alcanzar la exactitud de las matemáticas”.
“Homo Sol” fue un ejemplo temprano de la inclinación de Campbell a introducir de forma gratuita elementos psicológicos en las historias que le presentaban sus autores y Asimov supo detectarlo y aprovecharse de ello. Pero tampoco le gustaron unas líneas que el editor añadió para subrayar la capacidad bélica de la Tierra, lo que le daba al relato un tono que Asimov pensó era poco oportuno ante la situación mundial. La experiencia en general le dejó un mal sabor de boca y en adelante decidió no volver a introducir alienígenas en sus historias, algo que tendría importantes consecuencias en su carrera como escritor de CF.
Más tarde, en aquel verano de 1940, Asimov hizo dos cosas importantes:
ir por primera vez a la playa y vender su novena historia –la decimocuarta que
escribía-, en esta ocasión a su amigo Frederik Pohl, que la publicó en “Super
Science Stories” en septiembre. Y fue un hito porque se trató de “Robbie”, su
primera historia de robots, que había sido rechazada por Campbell. Fue, además,
uno de sus cuentos favoritos de todos los tiempos, quizá porque se dio cuenta
de que escribiendo sobre robots podía escapar de las trampas de superioridad
racial inherentes a enfrentar a humanos y alienígenas. Sobre el ciclo de los Robots de Asimov ya escribí abundantemente en otra serie de artículos y a ella
me remito.
El 1 de agosto de 1941, Asimov viajaba en tren con destino a su visita
mensual a la oficina de Campbell cuando decidió proponer una nueva idea. Abrió
al azar el libro que llevaba, una recopilación de letras de canciones de
Gilbert y Sullivan, y vio la ilustración de una ópera cómica, “Iolanthe” (1882).
Descartó al personaje del Hada que da título a la obra por considerarla
demasiado femenina pero se fijó en la del granadero Willis. Empezó a imaginar
una épica con soldados e imperios y para cuando llegó al despacho de Campbell,
le dijo que quería escribir una Historia del Futuro al estilo de la de Heinlein, pero narrando el colapso de un Imperio Galáctico, en la línea del
famoso ensayo de Edward Gibbon “Historia de la decadencia y caída del Imperio
romano” (1776).
Al editor le encantó la idea e inmediatamente la utilizó para engarzar
en ella su interés por la psicología. De la misma forma que Asimov había
inventado una nueva ciencia para sus historias de robots, la robopsicología,
ahora creó la psicohistoria, una síntesis y simplificación de las versiones norteamericanas
del psicoanálisis y el materialismo histórico que flotaban en el ambiente
intelectual del Nueva York de los años treinta y cuarenta. Trabajando juntos,
Campbell y Asimov idearon sobre la marcha la premisa de una fundación de
psicohistoriadores que habían convertido el estudio del comportamiento humano
en una ciencia que podía predecir con exactitud el destino de una civilización
en el futuro lejano. Campbell quería incluir también la lógica simbólica, cuyo
desarrollo creía que revelaría los misterios de la mente humana hasta el punto
de hacer predecible nuestra forma de actuar.
El editor ya llevaba algún tiempo dándole vueltas a temas similares. Había publicado un artículo de Sprague de Camp sobre las diferentes teorías de la Historia, desde Spengler a Toynbee, que había cobrado una nueva relevancia a la luz de lo que en ese momento estaba sucediendo en Europa. Y, además, era ésta una preocupación que estaba en el aire y que compartían muchos intelectuales y creadores. No es casualidad que, en abril de 1941, Jack Williamson le escribiera una carta en la que decía: “Estoy interesado en las teorías sobre el auge y declive de las culturas (…) Sería interesante, en mi opinión, mostrar la culminación lógica de ese proceso en el marco de una civilización interestelar”.
De hecho, cuando Asimov hizo su propuesta a Campbell, ya hacía dos
semanas que “Astounding” había publicado “Contragolpe”, firmada por Williamson.
En ella aparecía una “Shangri-La científica destinada a ser el faro de la
cultura durante las eras oscuras que se avecinaban”. Una historia posterior,
“Descomposición”, hablaba de “teorías politicotécnicas” que podían “reducir las
leyes del ascenso y caída de las culturas humanas a una ciencia exacta”. Si Campbell decidió retomar el mismo
concepto de una forma más amplia y agresiva con otro escritor, fue sobre todo
porque Asimov era más joven, obediente y disponible.
El caso es que el editor le dijo a Asimov: “Este tema es demasiado grande para un cuento”. “Había pensado en una novela corta”, respondió el joven escritor. “Ni para una novela corta. Tendrá que ser una serie abierta de historias”. Asimov no se esperaba eso. Campbell continuó: “Sí, cuentos, novelas cortas, seriales… todas incluidas en una historia del futuro y que narren la caída del Primer Imperio Galáctico, el periodo de feudalismo que sigue al mismo, y el auge de un Segundo Imperio”.
Esa es la razón por la que la saga de la Fundación está compuesta, en
su inicio y corazón, por una serie de novelas cortas. En aquellos años la
Ciencia Ficción en Estados Unidos –salvo las reimpresiones de autores
consagrados como Verne o Wells u obras que muchas veces no eran clasificadas
como pertenecientes al género- se publicaba en revistas pulp, como “Astounding
Science Fiction”, la más importante en su género a comienzos de los años
cuarenta del pasado siglo. Este formato se nutría tanto de cuentos como de
relatos algo más largos que se serializaban, pero sin extenderse mucho para no
aburrir al lector. No fue hasta los años cincuenta que algunos editores empezaron
a atreverse a publicar obras nuevas directamente en libro o a seleccionar
aquellas aparecidas en revista y que habían tenido una buena acogida. En este
último caso, era frecuente que se pidiera al autor que escribiera material
adicional que conectara coherentemente lo que originalmente habían sido relatos
cortos para conformar una ilusión de novela. Es lo que se dio en llamar “fix-up”.
Y el primer ciclo de la Fundación es un buen ejemplo de ello, ya que está
compuesta de ocho historias cortas publicadas en “Astounding” entre mayo de
1942 y enero de 1950.
Mientras tanto, en 1948, Martin Greenberg y David A.Kyle fundan la
editorial Gnome Press. Ambos eran grandes aficionados a la ciencia ficción y
habían formado parte del Hydra Club neoyorquino, una asociación de
profesionales y aficionados al género fundada, entre otros, por Judith Merrill
y Frederik Pohl en 1947 (Kyle era, además, uno de los Futurianos, mítico y
pionero club de fans de la ciencia ficción). La nueva editorial se concentró en
autores que por aquellos años estaban en la cima de su popularidad y que, sobre
todo, publicaban en “Astounding”: Poul Anderson, Arthur C.Clarke, L.Sprague de
Camp, Clifford Simak, Robert Heinlein, A.E.Van Vogt… pero también rescató de la
oscuridad del limbo pulp a escritores como Robert E.Howard, publicando sus
cuentos y novelas de “Conan el Bárbaro”; o se atrevió a ser la primera en
lanzar antologías de relatos unidos por un tema común. Sus ediciones estaban
muy cuidadas y contenían
portadas e ilustraciones de artistas de la altura de
Ed Emshwiller, Frank Kelly Freas, Chesley Bonestell o Wally Wood, por nombrar
sólo unos pocos.
Pues bien, fue Gnome Press quien publicó por primera vez en 1951 tanto el ciclo de Robots de Asimov como sus historias de la Fundación. Las cuatro primeras junto a un nuevo relato introductorio se compilaron como “Fundación” y las siguientes se agruparon por parejas en los volúmenes “Fundación e Imperio” (1952) y “Segunda Fundación” (1953), conformando globalmente lo que hoy se conoce como “Trilogía de la Fundación”.
Pero volviendo a aquella histórica entrevista entre Asimov y Campbell, éste le aconsejó a su pupilo que creara además otra Fundación, esta secreta, en la otra punta de la galaxia. “Puedes necesitarla más adelante”, le sugirió con acierto. Y terminó con una orden: “Quiero que escribas un esquema de esa historia del futuro. Vete a casa y hazlo”.
Y efectivamente, Asimov trató de hacer lo que su mentor le había
indicado, pero cuando se sentó a trazar lo que debía ser la línea cronológica general,
se atascó. Así que rompió sus esquemas y se puso a trabajar en lo que debía ser
la primera historia de la saga, “Fundación”, que transcurriría en una galaxia
habitada enteramente por humanos, evitando el choque, contraste o comparativa
entre especies que gustaba a Campbell pero que a él le incomodaba. Éste le
compró la historia pero, a diferencia de lo que sí había hecho con “Anochecer”
(1941), no se la premió con un bonus al considerar que no estaba a la altura de
la premisa y que la psicohistoria solo se trataba de pasada. Aquella primera
entrega (que fue lo que hoy es el capítulo “Los Enciclopedistas” y que se
serializó entre los números de mayo y junio de la revista) terminaba con las
palabras: “La solución de aquella primera crisis era evidente. ¡Tan evidente
como el infierno!”. Pero en realidad no era así. Asimov no tenía ni idea de
cómo continuar ese cliffhanger y, para colmo, tenía poco tiempo para entregar
la secuela.
En su reunión con Campbell del 27 de octubre de 1942, éste le reclamó la siguiente historia de la Fundación y tal requerimiento bastó para paralizarlo. Desesperado, Asimov se fue a dar un paseo por el puente de Brooklyn con su amigo Frederik Pohl, que le hizo algunas sugerencias gracias a las cuales pudo continuar con la saga y por las que siempre le estaría agradecido.
Mientras tanto, la Segunda Guerra Mundial hacía estragos en Europa y
tras el bombardeo de Pearl Harbor en diciembre de 1941, Estados Unidos entró de
lleno en el conflicto. Asimov se registró para el reclutamiento pero como
todavía estaba estudiando, se le prorrogó la llamada a filas. En los meses
siguientes, conoció en una cita a ciegas y luego se casó con Gertrude
Blugerman, una canadiense de origen ucraniano y tres años mayor que él. Y ya
durante la guerra, su cualificación científica le permitió ocupar un puesto en
los astilleros de la Marina junto a otros dos colegas escritores igualmente
cualificados, Robert Heinlein (que era ingeniero) y L.Sprague de Camp
(ingeniero aeronáutico).
Pero ni Campbell ni él se habían olvidado de las historias de la
Fundación. El ejército no parecía tener ninguna salida para él, ni siquiera
permaneciendo como personal científico. Un comandante gustaba de hacer
insidiosos comentarios sobre sus orígenes rusos y Asimov sabía que vetaría
cualquier aspiración de promocionarse que pudiera albergar. Por cierto, que
Heinlein, discreta e indirectamente, puso al oficial en su lugar recordándole
que el joven Asimov ganaba más dinero escribiendo para los pulps que como genio
de la química para la Armada. Y, efectivamente, para Asimov la escritura ya se
había convertido en una considerable fuente no sólo de ingresos sino también de
orgullo personal.
Entretanto, Campbell quería más historias de la Fundación y Asimov
estaba dispuesto a dárselas aprovechando el aumento en las tarifas por palabra.
Se habría contentado con continuar la fórmula ya ensayada con éxito pero
entonces Campbell, inesperadamente, le pidió que pusiera el Plan Sheldon patas
arriba. Asimov estaba horrorizado, pero tampoco quería rechazar el dinero que
ello significaría. Y el resultado fue “El Mulo” (que hoy se puede encontrar en
“Fundación e Imperio”) quizá su mejor trabajo hasta la fecha. Aquel relato tenía
uno de los giros más sorprendentes que habían podido verse en la revista y
presentaba un nuevo antagonista, un mutante telépata apodado como en el título,
que introducía un bienvenido elemento de azar en una serie a menudo constreñida
por la propia psicohistoria y el determinismo que esa ciencia implicaba.
En 1946, ya licenciado del ejército y de vuelta a sus estudios en la
Universidad de Columbia, Asimov siguió escribiendo y mejorando como escritor de
plantilla para “Astounding”. En 1947, en la World Science Fiction Convention
que se celebró en verano en Filadelfia, Asimov ya fue recibido como una
celebridad por los doscientos asistentes que se registraron. No mucho después,
Campbell le pagó quinientos dólares por “Ahora lo Ves”, la siguiente historia
de la Fundación, que apareció en “Astounding” en enero de 1948 y que, en su
edición en libro, como primera parte de “Segunda Fundación”, se retituló como
“La Búsqueda del Mulo”.
En junio de 1948, Asimov empezó sus investigaciones de postdoctorado y a finales de ese año, mientras visitaba las nuevas oficinas de “Astounding” en Elizabeth, New Jersey, Campbell le pidió otra historia de la Fundación. Pero Asimov ya estaba cansado de la serie y dijo que esta sería la última. El editor accedió, pero le solicitó que, a cambio, fuera más larga que las anteriores. Le pagaría por ella mil dólares, el cheque más sustancioso que Asimov había recibido nunca. La novela corta se serializaría en la revista entre noviembre de 1949 y enero de 1950 con el título “Y ahora No lo Ves”. En la edición en libro de Gnome Press, fue la segunda parte de “Segunda Fundación” y se retituló “La Búsqueda de la Fundación”.
(Continúa en la siguiente entrada)
Me gustó Fundación, el primer libro, cómo está escrita, bien y con situaciones cambiantes en casi cada capítulo, o sea pocas páginas. El problema son los grandes huecos en la trama: personajes, mundos, culturas, aparecen y desaparecen así sin más, y para colmo leí un ejemplar editado por Bruguera una editorial sobre la cual hoy podemos decir es una completa basura. Por ejemplo en el primer capítulo, un joven científico psicohistoriador acude al planeta cabecera de la galaxia/universo conocido, regido por un emperador ---¡vaya! es el futuro y la humanidad sólo supo volver a gobiernos medievales--- para entrevistarse con el creador de su profesión: la psicohistoria. El diálogo entre ambos nos ahorra explicaciones y descripciones sobre el universo del cual leemos; a continuación, este joven es detenido, y el diálogo con su abogado nos ahorra la historia de porqué el emperador decidió proscribir a la psicohistoria, a su fundador y a los psicohistoriadores. Después viene el juicio al creador de la psicohistoria: el interrogatorio nos permite saber porqué, según la psicohistoria, el imperio llegará a su fin y su idea de desarrolla una enciclopedia para ayudar a paliar las consecuencias ¡vaya!. Y de buenas a primeras comienzan los absurdos de la historia: el gobierno decide expulsar a los psicohistoriadores -vaya! Ahí nomás la historia da un salto de 50 años y es este punto uno ya sabe cómo viene el resto del libro: una sucesión de diálogos en habitaciones. Sin explicarnos nada, 50 años después, Fundación sigue con su trabajo enciclopedista - la enciclopedia deja de ser el tema principal - y no se explica cómo los descendientes de los primeros científicos arribados a ese mundo y sus generaciones posteriores deciden seguir con el estudio, ni cómo su economía se desarrolló o cómo permanece ese mundo ajeno a las convulsiones del Imperio. Incluso todos los mundos militarizados alrededor parecen mostrar interés en Fundación una vez superado el conflicto y nos enteramos toda la galaxia volvió al oscurantismo y "al fuego a leña". ¡VAYA! Al parecer parael muy inglés Asimov, cae la monarquía-imperio y todo se derrumba. No vale la pena seguir, la historia sigue con variados diálogos en variados temas entre personajes, cada capítulo rompe la conexión con el anterior, salvo en las implicancias políticas de la charla. De la psicohistoria, la enciclopedia, poco y nada vuelve a leerse. Incluso en algún momento se menciona una "Fundación gemela" pero no se vuelve sobre ese tema. Se lee de un tirón, habrá estado bien escrita para su época - 1951 según wikipedia -, pero realmente no me genera interés más allá del de novela de género. Quizá la construcción del contexto, pero si todo está supeditado al diálogo... Sí, es un comentario negativo, millones de lectores no pueden equivocarse y es solamente mi opinión, no voy a cambiar la cifra de ventas ni las visitas a este venerable blog. Sinceramente con odas esas conclusiones, no me dieron ganas de leer ninguna de las secuelas. Y abro wiki para informarme algo más de este libro y me entero varios otros libros y relatos de Asimov - algunos leí - fueron incorporados a la serie, como precuelas, secuelas o como sea. Poco serio.
ResponderEliminarHola Anónimo. Entiendo tus objeciones y no se puede decir que estés equivocado. No obstante, yo tendría en cuenta un par de cosas importantes. Primero, la obra es de comienzos de los cuarenta, no de 1950 y entonces la CF se escribía con otro tono y otra profundidad. Segundo, Asimov era poco más que un adolescente que se pagaba sus estudios en la universidad escribiendo estos relatos para Astounding, así que tampoco estamos hablando de un autor muy veterano. Y tercero, esta literatura estaba dirigida sobre todo para un lector joven. Y creo que esa es la edad para abordarla, cuando aún estás tierno literariamente hablando y este tipo de relatos pulp te llegan hondo sin parar a analizarlos demasiado ni detectar sus agujeros. Yo así lo hice y la Fundación me dejó una profunda huella. Hoy, muchos años después y con muchos libros a mis espaldas, soy capaz de reconocer sus carencias pero no olvido la emoción que me hizo sentir en su momento. Un saludo y gracias por tu comentario.
EliminarNo sé si el anónimo este recibirá respuesta pero...
EliminarQuítese esas gafas de prejuicios hombre.
Inglés?????? Asimov era ucraniano.
Como dice el artículo, la inspiración era la caída del imperio romano.
También la obra de Spegler, q dice q las estructuras imperiales surgen una y otra vez en las culturas.
Acaso Stalin no era a efectos prácticos un emperador?
Medieval? Poca historia conoce usted si cree q solo había emperadores en el medievo. Hubiera dicho lo mismo si en vez de emperador hubiera dicho dictador o presidente?
La disgregación de la galaxia con la caída del emperador es simplemente la disgregación correspondiente a la caída del gobierno central, al igual q pasó con la caída de la URSS.
Aunq las novelas no entraban en detalles, decían q la economía de la Fundación se basaba en la exportación de tecnología avanzada.
Estoy de acuerdo q con el paso de los años es una obra q se ha quedado un tanto obsoleta, pero esas objeciones no me parecen razonables.
Cada cual con sus gustos. Esa es la máxima a aplicar en estos casos y seguida del corolario: sobre gustos y colores no han escrito los autores.
ResponderEliminarSólo puedo decir que coincido con el bloguero en cuanto a la emoción que me dejó la lectura de Fundación, hace muchos años, estremecimiento intelectual que me motivó a leer toda la saga.
Solo puedo aportar que en aquellos casos donde faltaba argamasa para unir ciertas partes de la historia, puse mi imaginación a trabajar y creo que lo logré, pues supere los baches descriptivos, las faltas de temporalidad, la escasez de ligaduras causa/efecto, etc.
Gracias por la aportación de datos sobre Asimov y su obra.
Gracias a tí por tu comentario. Un saludo
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