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viernes, 3 de mayo de 2019
1985-D.A.R.Y.L. – Simon Wincer
El cine fantacientífico y de terror está repleto de niños con poderes y habilidades sobrenaturales. Desde “El Pueblo de los Malditos” (1960) hasta “El Exorcista” (1973) o “La Profecía” (1976), la figura del niño terrorífico causó verdadero impacto antes de transformarse en un cliché bastante manido en nuestros días. Dado que los niños se consideran todavía puros e inocentes, verlos transformados en seres diabólicos o amenazadores trastocan nuestro sentido de la realidad, que es lo que buscan esas películas. Pero los niños con poderes también pueden ser simple y solamente extraños, quizá por su origen alienígena o bien por ser creaciones artificiales. Es el caso de “D.A.R.Y.L.”, una película que tenía potencial para abordar temas filosóficos (tal y como demostró Spielberg en “I.A. Inteligencia Artificial”, 2001) pero que queda muy lejos de alcanzarlo y se conforma con ser una historia infantil sin pretensiones de ningún tipo.
Tras una persecución en la que el conductor del coche a la fuga resulta muerto, un niño de unos diez años queda abandonado en la carretera. No sabe nada de sí mismo excepto su nombre: Daryl (Barret Oliver). Mientras las autoridades locales hacen algunas pesquisas para intentar localizar a sus padres, el niño es acogido por un matrimonio sin hijos, Joyce (Mary Beth Hurt) y Andy Richardson (Michael McKean). Aunque un poco serio y frío, Daryl resulta ser el hijo perfecto: nunca hace nada mal, es educado, tranquilo, aplicado, no miente… Todos se avienen bien, Daryl se integra en la familia y la escuela y reina la armonía cuando aparecen dos personas que afirman ser sus padres y aportan pruebas de ello. En realidad son científicos y Daryl es una inteligencia artificial alojada en unos bancos de memoria de una instalación militar, siendo su cuerpo una mera extensión orgánica de los mismos. Su nombre no es sino un anagrama para Data Analysing Robot Youth Lifeform. Sin embargo, cuando los científicos lo devuelven al laboratorio, los militares deciden clausurar el proyecto, lo que implicará borrar el programa y sus recuerdos y terminar, por tanto, con la personalidad que esa inteligencia artificial ha ido creando en su contacto con seres humanos auténticos.
“D.A.R.Y.L.” fue uno de los films de ciencia ficción ligera, familiar y de buenos sentimientos que surgieron en los ochenta tras el éxito de “E.T". Su director, el australiano Simon Wincer, había comenzado su carrera en la televisión antes de saltar al cine y aunque al principio llamó la atención con “Harlequin” (1980), no tardó en encasillarse en melodramas familiares poco atrevidos, predecibles y sosos, como “Phar Lap” (1983), “Liberad a Willy” (1993) o “Cocodrilo Dundee en Los Ángeles” (2001). Sus incursiones en el cine de género (“Dos Duros sobre Ruedas”, “The Phantom: El Hombre Enmascarado”) han sido igualmente poco destacables y la película que ahora comentamos, la primera que hizo en suelo americano, no es una excepción.
Los guionistas, David Ambrose, Jeffrey Ellis y Allan Scott, parecen haberse limitado a hacer un collage facilón, encajando sobre un leve marco argumental todos los clichés de la ciencia ficción infantil establecidos con mayor talento y fortuna en los cinco años anteriores: el visitante superpoderoso y benevolente refugiado en los suburbios de clase media, los malvados militares, las persecuciones campo a través (“Starman”), la falsa muerte y resurrección (“E.T.”), el robo de tecnología punta en forma de un avión (“Firefox”)… Es una película hecha totalmente a base de ingredientes robados a otras historias. Incluso el acrónimo que define al protagonista parece forzado.
La primera mitad del film es la mejor (dentro de lo regular, claro), cuando Daryl demuestra sus poderes y capacidades y va aprendiendo lo que significa ser humano gracias a su roce con gente corriente y honrada. Destaca el buen trabajo que realiza el niño actor de doce años Barret Oliver, que ya había llamado la atención con “La Historia Interminable” (1984) y “Cocoon” (1985) y que durante un tiempo pareció a punto de convertirse en una estrella antes de desaparecer totalmente del panorama cinematográfico para dedicarse a la fotografía vía su paso por la Cienciología.
Esa primera mitad, como digo, es pasable dentro de lo que es una película dirigida a un público infantil, aunque adolece de una dirección poco inspirada y una fotografía mediocre. La segunda parte entra de lleno en el terreno de lo absurdo y convencional, con ridículas persecuciones de automóviles, el niño conduciendo coches sobre dos ruedas y aviones a reacción y una resurrección final forzando una conclusión feliz que elimina de un plumazo cualquier resto de verosimilitud que le pudiera quedar a la historia.
¿Es “D.A.R.Y.L.” uno de esos films favoritos de los ochenta que hoy tantos recuerdan con nostalgia y glosan una y otra vez en blogs y podcasts? La respuesta es no, por la sencilla razón de que no alcanza los mínimos estándares necesarios para ello. Ya he dicho que recoge ideas y situaciones de otras películas, entre ellas varias infantiles/adolescentes (“E.T.”, “Más Allá de la Realidad”, “El Vuelo del Navegante”, “Juegos de Guerra”), pero jamás llegó a tener el mismo impacto. Ni su guión ni su dirección, puesta en escena, ritmo o interpretación fueron particularmente memorables. Puede que otro problema residiera en la falta de un personaje con el que los espectadores más jóvenes pudieran identificarse. A cualquiera le hubiera gustado tener un amigo extraterrestre, poder volar, montar en una nave espacial, ser tan inteligente como para poder entrar en los ordenadores del colegio… Pero Daryl no dejaba de ser un robot, una versión moderna pero bastante fría del mito de Pinocho. A todo el mundo le gustan los robots pero pocos querrán ser uno de ellos. El otro niño protagonista, Tortuga, no parece tampoco un modelo al que aspirar.
En resumen, una película muy modesta en todos sus apartados. Carece de personalidad, originalidad, valentía conceptual y pericia técnica. Pero probablemente siga funcionando tan bien para su público objetivo, los niños, como lo hizo en su época (por no hablar de los adultos nostálgicos más irredentos). Al fin y al cabo, tocan los temas que a ellos les interesan: la amistad, las relaciones con los padres, el descubrimiento del sexo… Un visionado ligero para una tarde lluviosa en familia.
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Estupendo análisis de este film, está claro que gustará a los que lo vieron en su época, con todo no deja de ser un film muy blando, falto de chispa y que incluso en niño está bastante flojo. No molesta verla, pero promete más de los que da.
ResponderEliminarUn saludo