Para quien no esté familiarizado con la saga de novelas de Ender y haya comenzado leyendo la primera y más famosa, “El Juego de Ender”, resultará difícil de entender la relación que guarda ésta con sus secuelas. La explicación es sencilla. “El Juego de Ender” fue concebido y publicado originalmente en 1977 como un cuento sin ánimo de continuación ni reciclaje de su protagonista. Años más tarde, Card tuvo la idea que iba a ser el gérmen de “La Voz de los Muertos”. Pensó que lo ideal sería contar como protagonista a Ender pero para que el argumento tuviera sentido, debía efectuar cambios sobre el mismo y ampliar su contexto. Así que reescribió “El Juego de Ender”, ya con la extensión de una novela, como una precuela de la obra que inicialmente tenía en mente. Sobre ella y el éxito que cosechó ya hablé en su respectiva entrada.
El caso es que “la Voz de los Muertos” marcó un agudo contraste en tono y temas con su predecesora, una línea que continuaría y se agudizaría en las secuelas, “Ender el Xenocida” e “Hijos de la Mente”, todas ellas bien recibidas… excepto por los adolescentes que habían disfrutado con la primera entrega y que se sintieron confundidos y aburridos por la aproximación más adulta de las continuaciones. Así que Card decidió escribir “La Sombra de Ender”, que cuenta otra vez los acontecimientos de “El Juego de Ender” desde el punto de vista de uno de sus jóvenes personajes secundarios. Esta obra generó a su vez cuatro secuelas directas englobadas bajo la denominación “Saga de la Sombra”. En el ciclo principal, Card incluiría “Ender en el Exilio”, encajada cronológicamente entre la primera y la segunda novelas. El Enderverso seguiría creciendo en todas direcciones, incluidas película, juegos, comics… y más y más novelas que sólo pueden interesar a los fans irredentos del personaje.
Pues bien, volviendo al objeto de este artículo, “La Voz de los Muertos” es la secuela de “El Juego de Ender” (1985) y, como su precedecesora, obtuvo un éxito arrollador, ganando los premios Nebula y Hugo y convirtiendo así a Card en el primer autor en hacerse con ambos galardones en dos años consecutivos (también recibió el Locus).
Al final de “El Juego de Ender”, el protagonista, con solo nueve años, salva a la especie humana exterminando a su alienígena enemigo, los Insectores. Tras la victoria, los humanos, que habían abandonado sus antiguas rivalidades para hacer frente común contra el invasor, retoman sus viejos hábitos. Las autoridades comprenden que Ender, ahora un héroe de guerra y reconocido genio militar, sería un recurso que todos los bandos en liza querrían poseer. Siendo un niño, podía ser fácilmente secuestrado, explotado o asesinado, así que deciden confinarlo en una estación espacial primero y mandarlo al espacio profundo después para que utilice sus capacidades de liderazgo como gobernador de una colonia humana asentada en uno de los muchos planetas antaño ocupados por los Insectores.
El viaje interestelar lleva tiempo y de acuerdo con la Teoría de la Relatividad, quienes viajan a bordo de naves que se desplazan a velocidades cercanas a la de la luz envejecen mucho más lentamente que quienes quedaron fuera del vehículo durante ese tiempo. Por esa razón, Ender es aún muy joven cuando llega a su destino, aun cuando en tiempo real hayan transcurrido décadas. Le acompaña su hermana mayor Valentine, otra niña prodigio cuyo talento se manifiesta por una parte en el análisis de la Historia y la Política y, por otra, la escritura persuasiva. Ender se queda en ese planeta sólo dos años, pero en ese periodo le suceden cosas importantes… en las que no me voy a extender dado que no son el objeto de la presente reseña.
“La Voz de los Muertos” transcurre tres mil años después del final de “El Juego de Ender”. Ender –al que sigue acompañando Valentine- se ha pasado la mayor parte de ese tiempo viajando entre planetas y, como resultado, su cuerpo apenas ha envejecido veinte años. Mucho tiempo atrás, averiguó que sus actos llevaron al exterminio total de los Insectores y se hizo con la crisálida todavía viva de una Reina que se comunica telepáticamente con él y que está a la espera de que encuentre un mundo idóneo para que pueda reproducirse, establecer una colonia y revivir la especie. Ender ha comprendido que los Insectores no eran malvados, que su ataque se debió a la desafortunada incapacidad de comunicarse con los humanos, y que si vuelven a florecer como especie no volverán a atacar los mundos del Hombre.
Además, durante esos miles de años transcurridos desde el exterminio de los Insectores, Ender pasó de ser considerado un héroe que salvó a la Humanidad a un xenocida, un villano de sangre fría que borró de la galaxia a toda una especie. Su figura tiene una talla cuasilegendaria porque todo el mundo cree que murió hace mucho y no lo relacionan con Andrew Wiggin, la identidad que ha asumido y que utiliza cuando recala en diferentes mundos durante el tiempo que estima necesario. En estos lugares lleva una vida casi monástica practicando la doctrina de un movimiento del que él mismo fue involuntario fundador directo, el de los Portavoces de los Muertos, sabios errantes a los que llaman aquellos quienes desean recuperar y dignificar la memoria de quien ha fallecido recientemente.
Ahora bien, no es Ender el personaje llamado a conectar con el lector en “La Voz de los Muertos”. Al fin y al cabo, es un héroe que ha sobrevivido a todas sus duras pruebas, convirtiéndose en un adulto sabio, asertivo y compasivo, que no ha olvidado todas las habilidades que aprendió durante su largo y duro adiestramiento militar y que ahora combina con la empatía (la misma que le llevó a comprender y amar a su “adversario”, los Insectores, antes de exterminarlos) para ejercer de Portavoz de los Muertos. Añádase a ello la ayuda de su mejor amiga –además de Valentine-, una Inteligencia Artificial surgida de la corriente de datos del ansible y que responde al nombre de Jane, y nada constituirá para Ender un problema insalvable.
Ender es un héroe y, como tal, su misión es enfrentarse a los desafíos de talla épica necesarios para que alcance su destino. Como figura heroica, podemos apoyarlo y acompañarlo en sus aventuras, pero, a la postre, sabemos que su sufrimiento tiene un propósito. Lo realmente conmovedor es cuando alguien ordinario, que no ha recibido un entrenamiento especial y en quien nadie tiene depositada ninguna esperanza, se ve obligado a pasar por la misma ordalía sin recibir nada a cambio, puede que incluso muriendo en el proceso. Y son esos personajes que nunca tuvieron intención de ser héroes los que realmente dan vida a esta novela.
Un grupo de colonos de ascendencia e idioma portugués se han establecido en un planeta bautizado Lusitania. Allí ya existe una especie inteligente, los porquinhos o cerdis, “tecnológicamente primitivos, pero usaban herramientas, construían casas y hablaban su propio lenguaje”. El Congreso Estelar, temiendo que el contacto pudiera “contaminar” la cultura cerdi y viendo la posibilidad de enmendar el error cometido milenios atrás contra los Insectores, prohíbe la convivencia con ellos y aisla a la colonia tras unos muros fuertemente electrificados que nadie excepto los antropólogos y xenobiólogos autorizados pueden traspasar. Y éstos, constreñidos por unas directrices muy estrictas: no deben revelar nada sobre la tecnología humana, transmitir conocimientos ni entregar objetos; al mismo tiempo, han de procurar obtener la máxima información de los curiosos y amistosos cerdis. Ahora bien, como señala agudamente uno de los cerdis en un punto determinado de la trama, esas reglas (similares a la Primera Directiva de “Star Trek”) bien podrían haber sido instauradas para impedir que esos divertidos seres primitivos se conviertan en una especie avanzada que pudiera, en el futuro, convertirse en un competidor o incluso adversario de los humanos.
Novinha (Ivanova Santa Catarina von Hesse) - para subvertir ese cliché en virtud del cual los personajes de otros mundos siempre tienen nombres cortos y fáciles de pronunciar, los habitantes de la colonia Lusitania hablan portugués y tienen nombres largos y sonoros que sus conocidos acortan a formas más familiares- es una mujer cuya vida, como la de Ender, ha quedado definida por la culpa. Sus padres, dotados xenobiólogos, murieron salvando a los colonos de Lusitania de una letal epidemia, la Descolada, que atacaba a sus víctimas a nivel genético, y se encuentran en proceso de beatificación por la Iglesia Católica (el catolicismo es la religión que comparten todos los miembros de la colonia y su jerarquía está representada por un Obispo y el Abad de un monasterio). Huérfana y obsesionada por continuar con la profesión de sus padres, trabajó como aprendiz de otro xenobiólogo, Pipo (Joao Figueira Álvarez), que la trató como su propia hija hasta que, años después, un descubrimiento de Novinha le llevó a sufrir una muerte particularmente horrible e inexplicable (un evisceramiento ritual) a manos de los por lo demás pacíficos cerdis.
También se enamoró del hijo del científico, Libo, pero durante años se negó a casarse con él porque ello significaría que aquél, legal y automáticamente, pasaría a tener acceso al terrible secreto que provocó la muerte de su padre, bloqueado entretanto en los archivos personales del ordenador de Novinha. En cambio, contrajo matrimonio con un hombre violento, infeliz y estéril pero enamorado de ella, que accedió a mirar a otro lado mientras se veía con Libo y quedaba preñada de él repetidas veces. Este “arreglo” y el peso de los secretos (el descubrimiento que causó la muerte de su mentor y que, posteriormente, acabaría también con la vida de su amante; la ocultación a sus propios hijos de la identidad de su verdadero padre) ha convertido a Novinha en una mujer amargada, infeliz y atormentada por la culpa cuyo hogar es un entorno miserable.
Y en este punto es donde entra Ender Wiggin, otro ser solitario y emocionalmente tullido. Ambos, Ender y Novinha, guardan muchos paralelismos. Novinha quedó huérfana a una edad temprana y Ender fue separado de sus padres y hermanos; los dos fueron niños intelectualmente brillantes que sobresalieron en sus respectivos campos; y como Ender, Novinha se siente culpable por unas muertes. También como le ocurre a Ender (que fue engañado por los militares), esa autorecriminación es inusta, pero, a diferencia de él, que encontró una forma de lidiar con su tormento, ella contrajo matrimonio con un cretino maltratador perpetuando su desdicha.
Durante tres mil años de tiempo real, Ender ha mantenido una relación muy cercana con su hermana Valentine pero cuando ella decide casarse en uno de los planetas en los que han recalado y establecerse allí, comprende que eso supone su separación definitiva. Ella envejecerá al ritmo normal mientras él permanece joven viajando a velocidades relativistas. Sólo le queda Jane, la I.A que mencionaba antes y con la que se comunica a través de un implante en su oreja; y la Reina Colmena, que le revela a través de su enlace telepático que el planeta Lusitania podría ser el lugar perfecto para poner sus huevos. Ender viaja allí también por otra razón, ésta relacionada con su oficio de “Portavoz de los Muertos”: ha recibido la llamada de alguien para que recupere la memoria de un difunto; de dos personas, de hecho.
La llegada de Ender a la cerrada, asfixiante incluso, colonia de Lusitania, crea una considerable conmoción. El Obispo, viéndolo como representante de un tipo de culto no oficial, pone a los devotos colonos contra él. Las autoridades y los ciudadanos temen que su llegada saque a la luz hechos que causen dolor y desgracia. Tampoco lo quiere allí la familia de Novinha, un avispero de frustraciones, tristeza y desequilibrios emocionales envueltos en secretos que a corto plazo pueden empeorar aún más las cosas. Y luego está el misterio que rodea a las muertes de Pipo y su hijo Libo, unos sucesos desasosegantes que han sembrado la duda y el miedo en la colonia, restringiendo todavía más los contactos con los cerdis, de los que ya no saben qué pensar.
Ender solucionará algunos problemas sin poder evitar el crear otros en el proceso. Como Portavoz de los Muertos, deberá investigar y sacar a la luz los secretos de Novinha, algo que puede o bien restañar las heridas o empeorarlas para siempre; y como “sirviente” de la Reina Colmena, debe solucionar el enigma biológico y cultural de los cerdis, averiguar cómo funciona su sociedad y su relación con el extrañamente limitado ecosistema para determinar si el Insector puede establecer allí una colonia segura y alcanzar un equilibrio pacífico entre las tres especies inteligentes que allí convivirían en tal caso.
Con sólo leer este resumen parcial del argumento, queda meridianamente claro que “La Voz de los Muertos” se concibió de forma independiente a “El Juego de Ender”. Ambas son dos novelas completamente diferentes conectadas tan solo por el personaje de Ender Wiggin que, como en “El Juego de Ender”, se convierte en la mente, corazón y conciencia de la historia, siendo esenciales para la misma sus conocimientos, experiencia y métodos. En lo que a él concierne, lo peor que podría haberle pasado –ser manipulado y usado por los militares, separado para siempre de su familia y amigos, verse consumido por la culpa, odiado por toda la especie humana y forzado a ocultar su identidad- ya le ha sucedido. La plena asunción de ese hecho le brinda un coraje sereno, empatía y autoconocimiento contagiosos que son los que verdaderamente lo convierten en un catalizador, ayudando no sólo a Novinha sino a toda la colonia de Lusitania.
Más allá del personaje de Ender, hay algunos otros puntos en común entre “El Juego de Ender” y “La Voz de los Muertos”. El tema del Primer Contacto juega un papel clave, si bien en la primera novela éste se producía con hostilidad y ahora lo que domina es el deseo de paz. Sin embargo, en ambos casos ese contacto viene acompañado de una dificultad de comunicación y, consecuentemente, comprensión, que deviene en desconfianza. Los colonos humanos sí pueden comunicarse con los cerdis, pero tienen órdenes de no transmitirles sus conocimientos, lo que dificulta un intercambio de información genuino y sincero. Aún más, el ecosistema del planeta y sus circunstancias evolutivas han separado a los cerdis de los moldes biológicos, sociales y religiosos que nos resultan familiares, conectando su moralidad y religión con su particular biología.
Otra similitud es el entorno relativamente reducido en el que transcurre la acción. “El Juego de Ender” tenía lugar básicamente en una serie de instalaciones militares en las que el protagonista era recluido y adiestrado. En “La Voz de los Muertos” es una pequeña colonia y sus alrededores cubiertos por un espeso bosque. Sin embargo, ésta es una novela bastante más sofisticada que la anterior, tanto por el número de personajes involucrado como por las complejas relaciones entre ellos. Después de todo, las dinámicas de las estructuras militares son mucho más sencillas que las de un pueblo compuesto por familias independientes insertas en una organización dividida en tres bloques compitiendo por el poder: el político, el religioso y el científico.
La Iglesia Católica es un componente importante de la trama, lo cual podría suponer un problema para algunos lectores. Card –él mismo un activo miembro de la Iglesia Mormona y firme defensor de su fe, algo que le ha atraído no pocos ataques- subraya el poder de la religión, tanto como actor político con influencia sobre las sociedades y culturas, como fuerza moral que condiciona el pensamiento y decisiones de sus fieles.
Al comienzo, el retrato de esa institución parece alternar entre el rol de organización maquiavélica y faro de la rectitud vital; pero, en último término, lo cierto es que la novela no tiene mucho que decir de la Iglesia. Uno de sus miembros que al principio se comporta de forma pomposa y dominante, al final demuestra tener una mente más abierta y un talante más conciliador y humanitario de lo que aparentaba. La propia Iglesia tiene el poder que podría esperarse en una colonia monoteológica a veinte años luz del asentamiento más cercano.
Quizá ese retrato estereotipado y sesgado del catolicismo sea una de las cosas que más chirrían de la novela. Hay muchas comunidades, grandes y pequeñas, en las que la Iglesia Católica sigue ejerciendo un gran poder, control e incluso represión sobre sus miembros. Pero, al mismo tiempo, esa religión también se expresa en otros ámbitos mediante la compasión, el amor, la aceptación, la ayuda desinteresada y el diálogo. ¿Qué hubiera pensado la Iglesia mormona a la que Card pertenece si un autor católico hubiera escrito una historia sobre una misión mormona con familias polígamas, esposas de catorce años e intereses económicos en corporaciones que fabrican productos prohibidos para los miembros de esa Iglesia?
Si “El Juego de Ender” se había centrado, por decirlo así, en la acción bélica, “La Voz de los Muertos” reflexiona sobre las consecuencias de la misma, un aspecto que a menudo la CF militar olvida abordar. Las guerras suelen durar unos cuantos años; la recuperación puede costar décadas, tanto para los países como para sus ciudadanos. Las ficciones se apoyan en los personajes, éstos representan a gente real; y a la gente real le afectan los acontecimientos. “La Voz de los Muertos” no sólo reconoce esas secuelas, sino que las explora activamente. Sin embargo, esta novela es a menudo pasada por alto por los aficionados, aun cuando iguala e incluso supera en calidad, complejidad e interés a su predecesora.
Las reflexiones sobre los medios y los fines de “El Juego de Ender” son muy interesantes y justifican sobradamente la fama que ha adquirido el libro desde el mismo momento en que se publicó. Se trata del estudio de un personaje en un contexto de space opera con tono de novela juvenil, y sus temas se desarrollan a través de la acción física y la reacción psicológica del protagonista. El clímax resulta conmovedor porque revela que, fueran cuales hubiesen sido las decisiones que tomara Ender, nunca había sido auténtico dueño de su propio destino. “La Voz de los Muertos”, en cambio, se centra en un amplio abanico de personajes atormentados por lo que creen –erróneamente- que es su destino.
El propio autor explicó la cuestión que quería explorar en este libro y que vino a su mente mientras se encontraba ejerciendo de misionero mormón en Brasil: “¿Qué hacemos con las personas muertas cuyas vidas fueron realmente horribles? ¿Qué dices de ellos en el funeral?”. Afirma que tendemos a enfrentarnos a este dilema mintiendo, maquillando o directamente borrando a la persona que realmente fue, reconstruyéndola después de su muerte en la persona que desearíamos que hubiera sido. Así, Card imaginó la figura del Portavoz de los Muertos: alguien ajeno al fallecido y su entorno y, por tanto, objetivo, que investigaría sobre el finado y luego, en un discurso público, revelaría la verdad sobre él. Esto implica descubrir no solo sus buenas y malas acciones sino también el trasfondo vital que permita a sus allegados entender por qué se convirtió en quien fue. Card nos recuerda de este modo que puede haber una muy buena razón por la cual alguien acabe siendo "malo". No se trata ni mucho menos de justificar su comportamiento sino de hacerlo comprensible y ayudar a entender cómo las palabras, actos u omisiones de quienes le rodearon podrían haber contribuido a ello. Una llamada, en fin, a la indulgencia, la aceptación y la compasión.
Habrá muchos lectores, sin embargo, que encontrarán difícil separar al autor y su obra y a quienes sorprenderá leer una historia con tales mensajes escrita por alguien que se mostrado pública y activamente en contra de la visibilidad homosexual y los matrimonios homosexuales. En 1990, en su ensayo “A Changed Man: The Hypocrites of Homosexuality”, decía que las leyes contra el comportamiento homosexual no deberían ser “impuestas indiscriminadamente contra cualquiera que sea cogido infringiéndolas, sino utilizadas sólo cuando fuera necesario para lanzar un claro mensaje contra aquellos que violan flagrantemente las reglas de la sociedad”. También cuestionó en 2004 que la homosexualidad fuera innata o genética, asegurando que existían otros factores ambientales que contribuían a su desarrollo, incluyendo el abuso sexual.
En fin, una actitud que parece incompatible con la moraleja de “La Voz de los Muertos”, lo cual me lleva a pensar que o bien Card realmente creía en esos valores cuando escribió la novela, o bien trató de llegar a un máximo de público apelando a valores universales no filtrados por su propia ideología religiosa. En cualquier caso, estas consideraciones sólo son de interés para quienes conozcan la trayectoria y creencias del autor y tampoco deberían ser un problema que obstaculizara el disfrute del libro.
“La Voz de los Muertos” es también una historia sobre la culpa, la penitencia y la redención. A través del filtro de la Ciencia Ficción y el suspense generado alrededor de unos asesinatos perturbadores, Card escribe acerca de cómo lidiar con las tragedias y cómo las buenas intenciones acaban arrastrando a una familia a una miseria emocional de la que podría tardar generaciones en sobreponerse. También trata sobre tragedias más cotidianas, como el dolor de ver transferido a otra persona el afecto antes reservado para uno mismo; y sóbre cómo reconstruir la propia vida a partir de sus pedazos, afrontando el deber y la responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás; del abuso, el odio, el adulterio, el incesto, la amistad, el amor, la muerte…
Para ilustrar ese denso alud de emociones, Card se sirve de un amplio reparto de personajes de entre los que destacan en especial los hijos de Novinha, todos ellos almas torturadas con sus propias personalidades y problemas derivados de la situación a la que involuntariamente han sido arrastrados por la muerte de Pipo y los secretos de Novinha; problemas exacerbados, además, por el ambiente de una comunidad pequeña, cerrada, aislada, proclive a los chismorreos y constreñida por la fe y las costumbres religiosas. A menudo, los niños que aparecen en las novelas y películas de CF parecen pasados por un filtro de sacarina, creando más melodrama que auténtica emoción. Card, como ya había hecho en “El Juego de Ender”, no tiene reparos en sumergir a los infantes en un conmovedor averno emocional.
Toda esta turbulencia interpersonal viene acompasada por el fascinante estudio xenobiológico y “antropológico” de los cerdis y su ecosistema, lo que plantea misterios fascinantes y debates filosóficos. Profundizar en ello implicaría introducir spoilers que no quiero cometer para proteger la sorpresa del lector que aún no conozca la obra, pero baste decir que la sociedad y biología de esos peculiares alienígenas despierta sorpresa y maravilla por igual, planteando uno de los principales dilemas morales de la novela e incluyendo un mensaje muy claro que complementa al que se aplica al drama de la colonia: no podemos juzgar los actos de los demás sin conocerlos.
Card describe los métodos de investigación de los xenobiólogos y los resultados que obtienen, introduciendo en el discurso la ecología, la biodiversidad, la virología, la xenofobia, el elitismo cultural, las motivaciones últimas que se ocultan tras los estudios científicos y cómo las tecnologías avanzadas pueden alterar drásticamente una cultura menos desarrollada. Nos anima a meditar sobre las circunstancias que deberían darse para que la desobediencia a las autoridades resulte justificada y cuándo ha llegado el momento de abandonar los principios éticos que hemos jurado defender.
El libro tiene un inconveniente cuya gravedad dependerá del criterio y gusto de cada lector y es que no es una obra completamente independiente. Su entera comprensión depende de conocer previamente lo acontecido en “El Juego de Ender” y su final no es del todo cerrado. Aunque los principales hilos narrativos se cierran, los personajes completan sus respectivos arcos y los misterios se aclaran, las acciones de Ender en Lusitania provocan reacciones en el resto de los mundos humanos, dejando sin resolver cuál será el destino final de la colonia, los cerdis o los renacidos Insectores. Quien quiera saberlo, deberá leer las siguientes dos entregas de la saga antes mencionadas, “Ender el Xenocida” e “Hijos de la Mente”, obras más densas y, en mi opinión, menos interesantes que las dos primeras del ciclo.
Más madura, ambiciosa y sofisticada que “El Juego de Ender”, “La Voz de los Muertos” es una novela escrita con inteligencia y compasión en la que resulta sencillo sumergirse (siempre, claro, que se tenga clara la distancia en tono, argumento, ritmo, personajes e historia que la separa de su predecesora), pero que exige leerla tanto con la mente como con el corazón.
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