viernes, 23 de junio de 2023

1984- LA BALADA DE HALO JONES – Alan Moore y Ian Gibson

 

"Marvelman” y “V de Vendetta” se aproximaban al final de su recorrido seriado en la revista inglesa “Warrior”. El episodio titulado “Lección de Anatomía”, dentro de la colección de “La Cosa del Pantano”, estaba dando mucho de qué hablar a lectores y críticos. Y el Capitán Britania se encontraba corriendo unas aventuras tan imaginativas como fascinantes en el Omniverso. Era julio de 1984 y en ese mes debutaba en el Prog. 376 de la revista de CF británica “2000 AD” una serie cuyo guion venía firmado por el mismo autor que los comics anteriores: Alan Moore. Se trataba de “La Balada de Halo Jones”.

 

Dibujada por Ian Gibson y serializada en entregas semanales de cinco páginas, ambos autores ofrecieron con ella algo antitético al espíritu de “2000 AD” en aquella época. Aquí no habría super-ciborgs, mutantes o letales asesinos en mundos distópicos, sino una joven en proceso de madurez que se veía envuelta en aventuras extraordinarias, pero que de ningún modo podía calificársela como heroína. Si, la serie estaba ambientada siglos en el futuro, en una época dominada por la tecnología más avanzada y con unas dinámicas sociales algo diferentes a las nuestras; pero, en el fondo, se trataba de la historia de una mujer joven que luchaba por mejorar su vida.

 

No se suele incluir “La Balada de Halo Jones” entre los trabajos más excelsos de Alan Moore. Ciertamente y habida cuenta de la talla de algunas de sus obras de mediados de los 80, era difícil competir con comics que deslumbraron al mundo, como “La Cosa del Pantano”, “Miracleman”, “V de Vendetta”, “Watchmen” o “La Broma Asesina”, todas ellas, además, dibujadas por artistas de primera división. Comentaristas poco amables calificaron a “Halo Jones” como la versión de Alan Moore de un “Forrest Gump” femenino y futurista (aunque la película de Tom Hanks se estrenaría diez años después, en 1994): la saga de una joven y no particularmente inteligente que debe enfrentarse a los problemas de crecer, vivir independientemente, ganarse la vida en un mundo cruel, sufrir, sobreponerse… En mi opinión, esta es una visión bastante simplista que pasa por alto la originalidad del mundo que Moore imaginó como fondo de esas aventuras y la solidez de muchos de sus episodios.

 

En el otro extremo, se ha calificado a “La Balada de Halo Jones” como una space opera pionera en su enfoque feminista, un icono cultural, una historia imperecedera y un hito de la CF británica. Todo lo cual me parecen también afirmaciones exageradas. Para empezar, porque una cosa es que la protagonista sea una mujer y otra que el personaje en sí tenga interés. Y, al menos en el Libro Uno, esto no sucede.

 

Y es que Halo Jones, una chica de 18 años, es alguien bastante aburrido. Vive en el Aro, un enorme complejo habitacional flotante del siglo L, anclado cerca de Manhattan para albergar a todos los desempleados o escasamente empleables y apartarlos de los “ciudadanos de bien”. Lo que lo convierte, claro, en un polvorín en el que el crimen campa a sus anchas a falta de una fuerza de policía competente, surgen extraños cultos cuyos miembros acceden a zombificarse, estallan revueltas periódicamente e ir a comprar puede suponer jugarse la vida. De hecho, la mayor parte de este Libro Uno consiste en una “excursión” de varios días que las protagonistas deben realizar para adquirir algunas provisiones.  

 

A tenor del distópico panorama que la rodea, es comprensible que Halo Jones se sienta profundamente insatisfecha. Pero tampoco se puede decir que haga demasiado: acompañada de sus amigas Brinna y Rodice y su perro robótico Toby, queda con amigos y conocidos en diferentes lugares, lo que nos permite ir conociendo el ambiente, el paisanaje y las dinámicas sociales vigentes en el Aro; se mete en algunos líos de poca monta; hace la mencionada expedición de compras; y encuentra a Brinna asesinada por un criminal desconocido. Esa tragedia es la gota que colma el vaso y la impele a abandonar el lugar, enrolándose como camarera en un crucero espacial de lujo. Eso es básicamente lo que cuenta el Libro Uno: una protagonista pasiva saltando de un incidente al siguiente y sin ejercer control alguno sobre lo que ocurre.

 

Entiendo que con esta no-heroína Moore aspiraba a conseguir algo diferente, ambicioso incluso, para una revista como “2000 AD”, caracterizada por la acción y la violencia y adquirida mayoritariamente por adolescentes ávidos de curtidos héroes varoniles que se expresaban con monosílabos. Pero a la postre, Halo no es capaz de llevar sobre sus hombros el peso de la escasa trama. Se la presenta como una chica corriente, que aguanta más mal que bien el tedio de su vida diaria, que se queja continuamente y que sueña con escapar de la pobreza, marginalidad y desesperanza que la rodea, pero que tampoco tiene ella misma carisma ni personalidad claramente definida. Aún así, Moore quiere que sigamos sus pasos, página tras página, como si presentarla como “normal” en un mundo lleno de lunáticos y extravagancias fuera una gran idea.

 

Otro problema con este primer libro de la saga es la aspiración de Moore a igualar el sentido del absurdo de Douglas Adams sin conseguirlo del todo, cambiando entonces a la crítica social de la vida contemporánea en Reino Unido y optando finalmente por una mezcla de las dos anteriores más una generosa dosis de melodrama.

 

La broma con la que se abre el comic en una doble página, es un buen ejemplo. El locutor radiofónico Swifty Frisko anuncia el nombramiento de un nuevo procurador de la fiscalía, advirtiendo al mismo tiempo que en adelante deberán dirigirse a él como “Procurador Hielo Vendado Que Sale de Estampida Impunemente por la Mañana Esbozada Ondeando Tobillos Necesarios… ¡Un nombre loco para un reptil loco!”. Claramente, se trata de una emulación del estilo de Adams en “La Guía del Autoestopista Galáctico” (1979), lo cual no tendría nada de malo si el guion ofreciera algo más que salpicar con estas absurdeces la farragosa cháchara de fondo (que, a su vez, recuerda a la que inventó Anthony Burgess para “La Naranja Mecánica”, 1962).

 

Otro ejemplo: el nombre de un grupo musical es Ice Ten, “Hielo Diez”, una referencia al Hielo Nueve que inventó Kurt Vonnegut en su novela “Cuna de Gato” (1963) con propósito satírico. ¿Se trata simplemente de un guiño a los aficionados más conocedores del género? Porque si pretende ser una broma, realmente no tiene gracia. Todo ello hace que este libro introductorio sea algo confuso e incluso pesado por momentos.

 

En cualquier caso y a pesar de la tibia respuesta de los lectores (probablemente no tanto por el poco interés de la historia como por su planteamiento, a saber, protagonista femenina y escasa acción), el editor de “2000 AD”, Steve McManus, dio via libre a la serialización de un segundo libro al año siguiente. Todo él transcurre a bordo del mencionado crucero, el Clara Pandy, a bordo de la cual Halo trabaja como camarera. Se describe su vida cotidiana a bordo, quizá algo más glamurosa que en el Aro (más por el entorno en el que vive que por la función que desempeña) y se introduce algo de melodrama amoroso. Cuando averigua que Brinna fue asesinada por su propio roboperro Toby, movido por el amor que siente hacia ella, se produce una confrontación bastante intensa en la mejor tradición de “Terminator”… que culmina cuando alguien interviene dando su vida para salvarla. Moore parece empeñado en seguir evitando que su protagonista pueda arrogarse la más mínima acción heroica.

 

Con todo, este segundo bloque es bastante más entretenido que el precedente, en buena medida porque hay más acción y un ritmo más dinámico (sugerencia del editor de “2000 AD”, Steve McManus… o exigencia para que la serie permaneciera en la revista). Moore pule la narración, prescinde de la cargante y densa jerga futurista que lastraba el primer libro y administra mejor los textos, utilizando primordialmente los diálogos y los dibujos de Gibson para transmitir la información (hay incluso páginas sin texto en las que no se echan de menos en absoluto las palabras) con la que ir construyendo un universo rico y vibrante de vida. Todos los personajes, desde Halo hasta su perro Toby, ganan en complejidad psicológica y madurez mientras que las tramas adquieren mayor profundidad, incorporando algunos de los temas favoritos de Moore: la desesperación, la alienación, la soledad, la locura… En general, se tiene la sensación de que Moore y Gibson saben hacia dónde se dirigen y cómo deben llegar allí. Los pasajes costumbristas, el suspense, la acción física, la introducción gradual de personajes… están mucho mejor equilibrados y consiguen, ahora sí, atrapar la atención del lector.

 

Así, encontramos en este libro un par de subtramas muy interesantes que rozan el absurdo sin caer en él, como el trágico misterio de ese niño/niña ignorado –literalmente- por todos quienes le rodean; y el terrible secreto del Rey Rata, cuyas consecuencias se extenderán al siguiente libro. De hecho, el capítulo de apertura, en el que un grupo de historiadores analiza en un futuro aún más lejano la figura de Halo como alguien casi legendario, es uno de los mejores de toda la saga porque trata enteramente de la protagonista sin que ella esté presente y ofrece un adelanto de todo lo que todavía estaba por venir.  

 

El Libro Tres, serializado en 1986, es lo más cerca que llegaría la serie al espíritu tradicional de “2000 AD”. Es también donde Halo empieza por fin a asumir un rol de heroína de acción al entrar de lleno en el tropo de la guerra del futuro, una guerra que venía mascándose desde el principio de la serie y en la que la protagonista se alista como soldado raso tratando de escapar de la mala racha profesional en la que había quedado atrapada tras dejar el Clara Pandy y comprender que su amiga del Aro, Rodice, jamás se reuniría con ella. Así, antes de tocar fondo y, fruto de la desesperación, entrar en el ejército, desempeñó trabajos tan variopintos como camarera en un bar de comida viva, leñadora, contrabandista de icebergs o granjera de bebés.

 

Halo evoluciona hacia una suerte de proto-Martha Washington en un entorno reciclado del presentado por el escritor Joe Haldeman en el clásico “La Guerra Interminable” (1974). Atormentada por pesadillas en las que aparece una araña gigante y alienada del mundo civil, Halo participa en diferentes batallas, muy originales en su planteamiento y a mucha distancia de lo que otros escritores habían hecho antes y harían después; por ejemplo, en zonas donde el tiempo transcurre más lentamente que fuera de ellas; o donde han de llevarse trajes acorazados para evitar que la gravedad aplaste a los soldados como insectos. En el curso de su trayectoria castrense, Halo va curtiéndose y ascendiendo al rango de veterana. Si en los dos primeros libros había sido un personaje mayormente pasivo que se dejaba llevar por los acontecimientos, en el tercero, por fin, pasa a tomar las riendas de su propio destino, si bien sigue manteniendo una actitud de perpetua insatisfacción, de deseo de encontrar una vida más plena.

 

Siendo sólo unos pocos episodios más extenso que los libros anteriores, este tercero permite también un mejor desarrollo de las relaciones interpersonales y la articulación de una crítica a los horrores de la guerra y los efectos que ésta tiene sobre los combatientes. Las historias tienen mayor densidad narrativa (más palabras, más viñetas por página y más detalles en cada viñeta), son inteligentes, crudas, despiadadas y apocalípticas, un auténtico viaje al Infierno. Por eso, siendo un segmento más emotivo y brutal, parecen estar de más detalles como ese que encontramos en el noveno episodio, en el que Ian Gibson encaja una caricatura de un absurdamente musculoso Rambo que podría o no haber sido especificada por Moore y que quizá en 1986 hubiera resultado cómica pero que en cualquier caso estropea la atmósfera trágica de la historia.

 

Tengo que decir que no soy un gran admirador del estilo de Ian Gibson (a mi juicio, una especie de Alfonso Azpiri menos elegante y más sucio) cuyas estilizadas y angulosas figuras no ayudan demasiado a hacer de este un comic visualmente atractivo –aunque, bien pensado, esto es algo que le sucede a muchas de las series de “2000 AD”- . Sus personajes tienen un rango expresivo muy limitado, lo que diluye la intensidad emocional de algunos pasajes. Pero también es lo suficientemente hábil como para mantener la narración en movimiento y sugerir con los detalles de fondo la existencia de un universo amplio y complejo. Con todo, es fácil pensar en muchos otros dibujantes, incluso pertenecientes a la propia escudería de “2000 AD”, que hubieran sido capaces de insuflar mayor carisma, legibilidad e intensidad a las situaciones en las que se ve inmerso la protagonista.

 

Con todo, no puede dejar de reconocérsele el mérito de haber sabido dar forma gráfica al extraño universo que Alan Moore le describía en sus guiones, con sus naves, alienígenas, modas, artefactos, armas… De hecho, todo este aspecto ha envejecido menos de lo que uno podría esperar. Es también de agradecer que ninguno de los personajes femeninos se represente hipersexualizado sin más motivo que apelar a las hormonas del lector adolescente. La protagonista es una mujer esbelta y razonablemente atractiva cuando le toca serlo (que es básicamente en la escena del baile de gala a bordo del crucero) pero cuyo atributo diferenciador no es su figura ni su belleza sino su cabellera rubia peinada de una forma muy característica (al estilo, eso sí, de los 80) que permite identificarla inmediatamente en la viñeta.  

 

Por otra parte, la reedición más reciente optó por colorear lo que en origen era un dibujo en blanco y negro, asignando la labor a la colorista italiana Barbara Nosenzo. Por desgracia, su trabajo no casa bien con el estilo de Gibson, que a veces transita entre la caricatura y el naturalismo. Es un color poco sutil, excesivamente vistoso, que en no pocas ocasiones tapa el trabajo de plumilla. Un coloreado más meticuloso, utilizando una paleta  más sobria (especialmente en el Libro Tres), habría sido más apropiado tanto al estilo del artista británico como a la atmósfera del propio comic.

 

Y hasta aquí llegó “La Balada de Halo Jones”. Tres libros que pueden ser leídos independientemente dado que narran una historia autocontenida, pero que, a su vez y conjuntamente, forman parte de una narrativa mucho más amplia. Alan Moore declaró que sus planes originales incluían una auténtica épica de nueve libros, terminando con una Halo Jones saliendo de la madurez para entrar en la senectud. Por desgracia, disputas del guionista con IPC, la editorial de “2000 AD”, a tenor de los derechos, le llevaron a abandonar al personaje para siempre. Aún así, las ediciones actuales, que reúnen todo el material publicado, pueden leerse como una obra completa dividida en tres novelas gráficas, dado que Moore tuvo el acierto y la consideración hacia los lectores de no dejar colgando ninguna trama. Además, los propietarios de los derechos, por su parte, han tenido la sensatez de no sucumbir a la tentación de revivir al personaje continuando su historia o reiniciándola, una estrategía que sí han venido haciendo con otros personajes veteranos.  

 

“La Balada de Halo Jones” es un comic más pausado e intelectual de lo que se estilaba en aquellos años en la CF no sólo británica, sino también norteamericana. Su planteamiento fue original en su época pero sigue siendo perfectamente válido hoy, cuarenta años después: seguir la trayectoria vital de una mujer ordinaria conforme va pasando de etapa a etapa profesional y emocional, descubriendo un mundo aún más oscuro y violento que aquel del que salió, acumulando experiencias que la curten tanto como la desgastan y a través de las cuales forja su propia leyenda (o eso es lo que eventualmente acabaría sucediendo de no haberse interrumpido la publicación); un comic que no se regodea en la violencia sino que la condena y cuya protagonista no trata de reafirmarse copiando los tics testosterónicos de sus homólogos varones sino que labra su propio camino sin renunciar a ser mujer. Halo es, también y a pesar de las duras experiencias que el destino abate sobre ella, un personaje positivo, alguien que persiste en mirar al futuro con esperanza y creer que puede conseguir una vida mejor. Narrativamente, Moore la convierte para el lector en una guía con la que ir descubriendo, al mismo tiempo que ella, el variado y peligroso universo en el que ha decidido vivir, un universo de dimensiones humanas, razonablemente verosímil a pesar de estar inscrito en los parámetros de la space opera y con sus propias costumbres, política y lenguaje.

 

“La Balada de Halo Jones”, a pesar de que en su momento llamó menos la atención de lo que hubiera merecido y que es una obra inconclusa, ha ido ganando prestigio con el paso del tiempo. Aunque, como he dicho, a Alan Moore le costó algo coger el tono y que inicialmente la protagonista no prometía mucho, el comic va ganando interés, originalidad y solidez narrativa conforme avanza. Una obra, en resumen, en la que vemos a un Moore creativamente en su madurez y que en sus dos últimos libros ofrece algunas historias verdaderamente memorables y dignas de estudio en profundidad por sus ideas, desarrollo y manejo de la emoción. Una saga de ciencia ficción feminista, inteligente e impregnada de una estética oscura e inquietante.

 

 


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