(Viene de la entrada anterior)
La última etapa de “Nexus” que voy a repasar aquí comprende los episodios 40 a 52, publicados por First Comics entre 1988 y 1989. En ellos nos encontramos a Horatio Hellpop todavía desempeñando su papel de verdugo galáctico de criminales por mandato del Merk, el alienígena que le otorgó sus poderes. Pero esa ingrata tarea vuelve a cobrarse su precio: le quita el sueño y carcome su vida privada y social, le pesa cada vez más hasta el punto de que piensa seriamente en volver a renunciar.
Sin
embargo, antes de eso, una misión importante requiere de toda su atención: tras
el fracaso del proyecto de Pozo de Gravedad dirigido por el General Loomis (asesinado
por Nexus), un dispositivo que extrae energía de la creación de agujeros negros
artificiales, la Vía Láctea afronta su posible extinción. La única solución
para evitar la catástrofe parece ser obtener la ayuda de Ashram, un alienígena
lo suficientemente poderoso como para detener la máquina. Pero para ello, Nexus
debe volver al delirante mundo en forma de cuenco que ya visitó en los primeros
episodios de la colección y que ahora está dominado por el megalómano Sklar,
que mantiene cautivo a Ashram. El héroe resuelve la situación en compañía de su
fiel amigo, Judas Macabeo y el excéntrico e incontrolable Norbert Sykes, alias
Badger, ambos, como él, familiarizados con el lugar. En este contexto
preapocalíptico, Mezzrow y su banda de rock emprenden una gira cósmica para
tranquilizar a los mundos de la galaxia.
A todo
esto, las tres hijas del General Loomis, Stacy, Lonnie y Michanna, consiguen
contactar telepáticamente con el Merk y convencerlo para que les ceda poderes
similares a los de Nexus, aprovechándolos a continuación para escenificar su venganza
contra el protector de Ylum. Esta luna, por su parte, viene sufriendo creciendo
tensiones sociales a causa de las inminentes elecciones presidenciales, en las
que compiten Tyrone, Vooper (el testaferro del concejal Swerdlow) y Sundra
Peale, la novia de Horatio, apoyada por Dave. Por ultimo, Úrsula XX Imada,
madre de las dos hijas de Nexus (Sheena y Scarlett, que heredaron algunos de
los poderes de su padre), también deberá prepararse para el futuro, tanto a
nivel maternal como politico…
Los
primeros episodios de esta etapa son de corte clásico, en la más pura tradición
de la serie, pero escritos con la habitual eficacia de Baron, que sigue
encontrando desafíos interesantes para Nexus más allá del cliché de asesino de
masas sediendo de sangre y resolviendo las situaciones con cuestiones inquietantes
tanto para el héroe como para el lector. Después de este (re)inicio, el
guionista vuelve a retomar todos los hilos y subtramas abiertas y nunca del
todo rematadas durante los años anteriores. Todo gravita más o menos directamente
en torno a Nexus, y si de vez en cuando, en la etapa anterior, el ritmo había
perdido algo de tono, ahora todo coge velocidad para culminar brillantemente en
el número 50, un episodio doble.
El núcleo
de estos episodios lo encontramos en el Mundo Cuenco, donde el lunático Badger
casi le roba el protagonismo a sus dos compañeros de aventura: no solo les
rescata de una situación comprometida sino que también inyecta una bienvenida
dosis de humor a toda la peripecia. Es la culminación de una historia que se dilató
una veintena de episodios hasta llegar a una resolución tan espectacular como
satisfactoria. Baron se divierte integrando en su ópera espacial elementos
tomados de otros géneros, impregnándolo todo de comedia, aventura y acción sin
sacrificar por el camino la caracterización ni caer en el sermón
seudofilosófico.
Baron, además, le recuerda al lector que la vida no se detiene ni siquiera cuando el universo se halla al borde de la desaparición engullido por un superagujero negro, alternando episodios más lúdicos (como la gira de la banda de rock de Mezzrow) con otros más solemnes (como la venganza de las hermanas Loomis) simultáneamente al viaje de Nexus, Judas y Badger, mientras en Ylum se preparan las elecciones y Kreed y Sinclair tienen que rendir cuentas por la masacre que cometieron en Marte. Todo ello aporta a la serie una gran riqueza y variedad dramáticas al tiempo que una poco usual densidad narrativa que excluye cualquier tiempo muerto.
Visualmente,
esta etapa es la más sofisticada y hermosa de toda la colección. En los dos
primeros episodios, muy llamativos, Steve Rude modifica notablemente su estilo
para depurarlo de forma suntuosa inspirado en especial por su referente Alex
Toth. A partir de ese momento, encontramos al Rude más maduro y elegante, con
diseños y acabados muy trabajados que mezclan lo retro y lo futurista, mejorando
un grado más todas las virtudes que ya he ido glosando en los artículos
anteriores y sobre las que no volveré para no repetirme. Si alguien no lo tenia
claro ya, aquí obtendrá confirmación de que el encanto de “Nexus” le debe mucho
a la aportación de Rude, que complementa a la perfección los guiones de Baron
gracias a su impecable talento para la composición, la figura y la narración
secuencial.
El esfuerzo
que exige un nivel de calidad tan alto y la carga de trabajo añadida de otros
proyectos que Rude fue compaginando con “Nexus”, obligó a la editorial a
recurrir a sustitutos. Y aunque, como ya comenté, éstos tuvieron un desempeño
irregular, no es el caso de este conjunto de episodios ya que los cinco que no
vienen firmados por Rude corren a cargo de Paul Smith, quien respeta el estilo
gráfico de la serie sin dejar de ser fiel al suyo propio, más sencillo y
redondeado que el de Rude pero también muy refinado y elegante.
El caso es que, a mediados de los 80 y a partir ya del número 28, Rude empezó con creciente frecuencia a ceder el relevo durante varios meses consecutivos a otros artistas, entrando y saliendo de la colección hasta su cancelación por First en el número 80 (mayo 91). El éxito de la serie y el prestigio que había acumulado por su trabajo en ella le facilitaron ofertas de otras editoriales atractivas como para dejarlas pasar. Aunque nunca tuvo la intención de abandonar definitivamente “Nexus”, lo cierto es que estuvo ausente de la misma durante largos hiatos y esto, sin duda, hizo mella en las ventas de la serie. Sus sustitutos no satisficieron ni a los lectores ni al propio Baron, acostumbrado a trabajar con unos estándares y una cercanía personal que ningún otro pudo alcanzar.
Para cuando
Rude decide volver a dedicarle más tiempo a Nexus, se encuentra con que First
se halla sumida en problemas económicos. El mercado del comic-book había
crecido mucho, la competencia era feroz y las incursiones en otros formatos y
géneros como el manga o los clásicos literarios ilustrados, no le habían
funcionado bien a First. Por otra parte, Rude se había acostumbrado a realizar
proyectos especiales como miniseries (“World´s Finest”), colaboraciones
puntuales (Batman, Wonder Woman) o números especiales (de Johnny Quest, Space
Ghost, Mr.Miracle) y ya no se sentía capaz de mantener una periodicidad mensual
sin recortar la calidad de su trabajo. Así que él y Baron empezaron a trabajar
en una solución de compromiso, una miniserie de Nexus en formato prestigio
titulada “Alien Justice”. Antes de acabarla, First declaró la suspensión de
pagos en 1990.
A comienzos
de los 90, después de la implosión de First Comics, “Nexus” pasó al que quizá
era su siguiente hogar natural: Dark Horse, una editorial mejor gestionada e
igualmente sensible con los derechos de los autores. Tanto, de hecho, que
devolvió los de Nexus a Rude y Baron. ¿Fue aquél un gesto de insólita
magnanimidad o un movimiento empresarial calculado? Y es que lo primero que
hizo First al conseguir esos derechos fue utilizarlos para lanzar una miniserie
de cuatro números, “Nexus The Liberator”, escrita por Stefan Petrucha y
dibujada por John Calimee, que no convenció a nadie. Puede que devolver los
derechos a los autores originales fuera una maniobra –voluntaria o negociada-
con la que atraer a éstos de vuelta al justiciero cósmico.
Y así, en
1992, aparece “Nexus: El Origen”, un número especial ganador de tres premios
Eisner (Mejor Comic Autoconclusivo, Mejor Equipo Artístico y Mejor Dibujante)
en el que Baron y Rude reformularon el origen del personaje.
No se trató tanto de cambiarlo profundamente como de sintetizarlo, estructurarlo
de otra manera y vestirlo con el dibujo más maduro de un Steve Rude en la
plenitud de su arte. Sirvió, además, para presentar a Nexus a una nueva
generación de lectores que, o no había conocido su genesis en 1981 o bien tenia
muy difícil hacerse con los buscadísimos números de Capital.
Dark Horse,
a lo largo de los siguientes años, fue editando varias miniseries
autoconclusivas, números especiales y cruces con otros personajes (Magnus Robot
Fighter, Madman), cada una con su propia numeración. Pero el personaje cada vez
vendía menos. Y no porque su calidad hubiera sufrido un bajón. El perfil de los
lectores había cambiado, el mercado era más amplio y complejo, los gustos evolucionaron…
en el curso de aquellos diez o quince años habían ido apareciendo otros comics
también atrevidos e iconoclastas y “Nexus” ya no destacaba de la misma forma
sobre el resto. Además, la periodicidad irregular y la autonomía narrativa de
cada serie neutralizaron uno de los principales encantos de la colección: su
continuidad y la multiplicidad de subtramas que iban iniciándose, marginándose
y recuperándose conforme pasaban los meses o incluso años.
Aunque han pasado más de cuatro décadas desde su nacimiento, “Nexus” sigue siendo hoy una serie moderna… con sabor clásico. Los ingredientes que contribuyeron a su éxito y pervivencia fueron múltiples, empezando por sus personajes y, en particular, el protagonista: noble pero también arrogante; tierno y al tiempo insensible; a veces deprimido y fatalista, otras exultante. “Nexus” es una batidora de géneros: aunque el héroe titular lleva un uniforme llamativo y tiene superpoderes, es más una colección de ciencia ficción que de superheroes. Hay acción, humor y aventura, pero también drama humano, peleas y batallas intercaladas por conversaciones adultas e inteligentes; la intriga política se da la mano con la filosofía, la ética y la sátira.
Y a ello hay que añadir el refinamiento, elegancia y meticulosidad de Steve Rude, que en esta serie pasó de ser un novato recién llegado a un maestro del medio, creando junto a Baron un comic único en su tiempo y nunca después duplicado. Rude aportó su dulcificante ambrosia visual a la extravagancia, ira y cinismo de los guiones de Baron. Una obra, en fin, eminentemente personal y por la que serán siempre recordados en el futuro por encima de sus muchos otros trabajos individuales.
Un amplio y merecido artículo para una serie a la vez clásica y a la vez revolucionaria de dos autores en estado de gracia. Rude es unos de lis mejores dibujantes de cómics de la historia y Nexus la mejor serie continuada surgida en USA en los 80. Quizá mi entusiasmo por este cómic me hace exagerar… Gracias al autor del artículo por recordar algo que ningún fan de lis cómics y/o de la ciencia ficción debería perderse.
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