lunes, 3 de abril de 2023

1996- CALAVERA LUNAR – Albert Monteys

 

La ciencia ficción es un universo rico en temas, tópicos, personajes famosos, lugares comunes, imágenes icónicas y vocablos que llevan filtrándose a la cultura popular desde hace más de cien años. Son referentes que han sido utilizados en tantos formatos y medios (desde la literatura hasta el cine pasando por el comic, la televisión, la ilustración publicitaria e incluso los memes de internet) y durante tanto tiempo que el público general, aquel que no siente una especial cercanía por el género, es ya perfectamente capaz de identificar esos elementos. Y cuando eso ocurre, puede también entender el humor que los incluye y referencia, ya sea la comedia bufa o la sátira elegante.

 

Precisamente por eso “Calavera Lunar” es un comic que puede ser disfrutado por un amplio espectro de lectores, no limitándose a aquellos aficionados más familiarizados con los tropos de la ciencia ficción. ¿Quién no ha visto alguna vez pistolas de rayos láser, mochilas cohete, monstruos gigantes, naves, superhéroes, alienígenas de formas extravagantes, científicos tronados… Albert Monteys recoge esos ingredientes y los mezcla de forma surrealista para crear historietas que mezclan la sátira (esto es, la crítica de ciertos clichés de la CF, en este caso con propósito meramente lúdico) y la parodia (o imitación burlesca de la realidad).

 

Así, por este puñado de historias desfilan caricaturas de héroes salvamundos de mandíbula cuadrada y ego mayúsculo; invasiones extraterrestres secretas; alienígenas de mente colectiva; armas de destrucción masiva con nombres ridículamente sonoros; monstruos gigantes; superhéroes; mad doctors; miembros amputados que se tornan malignos, alienígenas que ponen huevos en los cadáveres de sus víctimas, paradojas temporales, supergrupos, entidades energéticas devoradoras de planetas, piratas espaciales, reversos oscuros...  Pero también situaciones que son trasposiciones deformadas de la realidad más costumbrista: el colmado de la esquina donde Calavera Lunar repone sus sidekicks fallecidos; el monótono trabajo en una cadena de montaje donde el protagonista pasa su jornada entre misión y misión; un puesto de donuts atendido por un alienígena con forma de pulpo, extraterrestres que buscan pareja revisando anuncios de contactos de las revistas, culebrones televisivos interespecies…

 

El propio titular de la serie es un aspirante a héroe en busca de reconocimiento, con un aspecto peculiar y poco tranquilizador -aunque simpático gracias al trazo caricaturesco de Monteys- que fabrica su armamento con palillos de madera y del que se puede sospechar una preocupante tendencia a perder sus sidekicks. Es un personaje asexuado, en absoluto heroico, incluso patético, pero representado con una gran ternura. No tiene poderes o habilidades especiales que le capaciten para su autoimpuesta misión y aunque no le falta entusiasmo, o bien mete involuntariamente la pata o sus hazañas no son reconocidas.

 

“Calavera Lunar” es un conjunto variopinto de anécdotas delirantes, quizá sin demasiada sustancia en cuanto a trama y caracterización, pero con unas ideas, personajes, diálogos, desarrollo y grafismo que hacen de este comic algo fresco, gracioso, impredecible, afilado, con una comicidad que oscila entre la ingenuidad, el absurdo y el humor negro y con entrañables detalles metalingüísticos que remiten a una época pretérita de la historia de los tebeos, como esa continuidad ficticia que se apunta en el artículo editorial o las portadas, los títulos ampulosos de sonoridad melodramática, el falso correo de los lectores y las chistosas notas al pie referenciando imaginarios números anteriores.

 

La primera historia transpira cierto aire de improvisación, algo que el propio autor deja claro en una graciosa doble página en la que se caricaturiza a sí mismo durante el proceso de creación del comic, cuyo origen estuvo en su deseo de independizarse del colectivo La Penya (en el que también militaban Alex Fito, José Miguel Álvarez e Ismael Ferrer y que realizaba la cabecera “Mondo Lirondo”) e iniciar un proyecto en solitario. Camaleón Ediciones, con la que ya venía colaborando el colectivo, le abre las puertas. Sólo necesita un personaje y lo encuentra en una figurita articulada que había comprado (un Airgamboy espacial) y del que rápidamente, en tan solo diez días y con el fin de presentarla en el Salón del Comic de Barcelona, realiza una historia de 20 páginas que Camaleón edita en 1996 con un éxito quizá inesperado (de hecho, en aquella edición del Salón, Monteys fue premiado como Mejor Autor Revelación). Tanto, de hecho, que empieza a trabajar de forma estable para “El Jueves” no mucho después, centrándose en ese semanario (que llegaría a dirigir entre 2006 y 2011) y dejando atrás su cadavérico personaje espacial.

 

Así, durante bastantes años sólo existió un número de “Calavera Espacial”, el primero (aunque en portada, otro chiste y guiño, se numeraba con el 237), recordado con cariño por aficionados con ganas de más entregas y que insistían al autor siempre que tenían oportunidad para que lo recuperara. Así lo hizo Monteys en un par de ocasiones, primero en la forma de cuatro historias cortas para la revista gallega BD Banda (2007); y otra, más adelante, para Norma en un especial de la revista “Cimoc”, como preliminar a un posible proyecto de colección que finalmente no llegó a materializarse). La última historia, la más larga con sus veinte páginas, se realizó en 2022 para la recopilación en un integral, por parte de Astiberri, de todo el material publicado hasta la fecha, incluyendo portadas, chistes gráficos, editoriales y cartas ficticias…

 

El material que compone esta edición integral, aunque relativamente escaso en cuanto a extensión, abarca nada menos que 25 años de la carrera del autor, por lo que sirve de guía de la evolución gráfica que le llevó desde un estilo abiertamente caricaturesco y una narrativa directa, ágil y eficaz que remite al MAD de la primera época, hasta un dibujo más realista (dentro de lo que cabe habida cuenta del personaje y su universo, claro), composiciones y viñetas más limpias y ordenadas, trazo más fino, mayor riqueza en los fondos y un uso más meditado y amplio de los recursos visuales y narrativos del medio. El diseño de los personajes estrafalarios y con un aire cartoon (desde el fascinante Niño Mina al extraterrestre enamorado con cuerpo fálico pasando por los muchos figurantes) recuerda al Basil Wolverton de los años 40 y 50, en los que dibujó héroes espaciales igual de delirantes y subversivos.

 

La “tecnología”, la ambientación y estética generales, de corte retrofuturista, remite a los ilustradores de portadas de revistas pulp y dibujantes de comics de CF de los años 30 a 60, así como a los diseñadores y arquitectos adscritos al estilo Googie del que bebieron dibujantes como Franquin o Chaland. A destacar también la capacidad del autor para desarrollar historias ricas en personajes y situaciones, comprimidas en tan solo un puñado de páginas muy bien aprovechadas; así como el dominio del ritmo propio del chiste gráfico, esto último fundamental para que una idea ingeniosa pueda concretarse en un gag verdaderamente gracioso.

 

“Calavera Lunar”, en definitiva, son un conjunto de historias ligeras, inocentes, quizá algo insustanciales pero de lectura simpática, que mezclan y representan con estilo nostálgico los tropos y temas clásicos del género, transmitiendo a la perfección el afecto que el autor siente por la CF y que volvería a materializarse en trabajos posteriores como “Universo” o su adaptación de la clásica novela “Matadero Cinco” (1969) de Kurt Vonnegut. Sátira cariñosa, parodia inteligente y homenaje afectuoso, es un comic de espíritu lúdico que también sirve como reflexión sobre las convenciones y tópicos del género.


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