lunes, 2 de enero de 2023

1979- TITÁN – John Varley (1)

 

En 1981, Roz Kaveney describió en su ensayo “Ciencia Ficción en los 70” un nuevo subgénero al que bautizó “Big Dumb Objects” o BDO y que en español podría traducirse como “Grandes Objetos Estúpidos” o “Grandes Objetos Mudos”. En estas ficciones suele narrarse el encuentro y exploración por parte de un grupo de astronautas humanos de un misterioso objeto de gran tamaño, de origen desconocido aunque probablemente extraterrestre y cuya mera existencia suscita maravilla. Como si fueran exploradores europeos del siglo XVIII que llegan a alguna ignota costa africana, los astronautas recorren ese mundo, a veces llegando a su interior y descubriendo todo tipo de paisajes o criaturas, a veces incomprensibles para la mente humana. Entre los ejemplos más notables de este subgénero encontramos “Mundo Anillo” (1970), de Larry Niven; “Cita con Rama” (1973), de Arthur C.Clarke y la que ahora nos ocupa, “Titán”, que ganó el premio Locus de 1980 a la Mejor Novela de CF y cuyo “Objeto Estúpido” no lo es ni mucho menos.

 

En 2025, en el curso de una expedición de exploración del planeta Saturno, la tripulación de siete hombres y mujeres de la nave Ringmaster, comandada por Cirocco “Rocky” Jones, encuentra lo que parece ser la decimosegunda luna el gigante anillado, la primera descubierta en las seis décadas transcurridas desde que en los años 60 del siglo XX se catalogaron Jano y Epimeteo compartiendo la misma órbita. Pero cuando se acercan más, todas las evidencias les llevan a pensar que se trata de una nave generacional o quizá un hábitat gigantesco de naturaleza artificial, con forma toroide y del tamaño de una luna (unos 1.300 km de diámetro) a la que bautizan inicialmente Temis. Al tratar de enviar la información recopilada a la NASA, la nave es atacada y destruida por unos grandes tentáculos surgidos de la estructura y los astronautas absorbidos de alguna forma a su interior.

 

Tras pasar un tiempo indeterminado en estado comatoso en un entorno de privación sensorial, la tripulación emerge de la tierra como si fueran flores, privados por completo de pelo e inicialmente separados unos de otros. Se encuentran en el interior del hábitat, un inmenso espacio en el que conviven distintos ecosistemas. Aunque el proceso que han atravesado es claramente una muerte y un renacimiento, conservan la memoria de su vida anterior así como su personalidad básica.

 

No obstante, Temis sí les ha cambiado durante ese periodo de hibernación. Poco a poco, la mayoría van reencontrándose unos con otros, pero queda claro que ya no se sienten parte de la tripulación –a excepción de Cirocco, que todavía se considera responsable de la seguridad de todos ellos-. Unos han quedado semiamnésicos, otros se han sumido en una depresión, otros han desaparecido, otros ya no desean compañía humana y prefieren explorar en solitario ese nuevo mundo y otros, en fin, han experimentado alteraciones en su orientación sexual. Es más, algunos de ellos han renacido con la capacidad de comunicarse con ciertas criaturas inteligentes nativas de Temis y otros aprenden ciertas habilidades con mayor rapidez que antes. La tensión sexual y la disciplina militar que habían gobernado sus meses de encierro a bordo de la Ringmaster son sustituidas ahora por una sensación de libertad que no todos aprovechan de la misma forma.

 

No tardan en descubrir que el interior del hábitat bulle de vida vegetal y animal, con ríos, mares, pantanos, desiertos cálidos y helados y montañas extendiéndose entre los colosales soportes que sostienen los radios de la estructura y que se pierden en el “cielo”, a centenares de kilómetros de altitud. Aunque inicialmente Temis parece ser un paraíso pacífico donde no hay auténticos peligros, la realidad se demuestra más compleja.

 

La primera crisis llega cuando Bill, que había sido el último amante de Cirocco, resulta seriamente herido por una bestia a la que trataban de cazar para obtener comida. Cirocco y Gaby, que son quienes están con él, no tienen medicinas con las que tratarle y Calvin, el doctor de la tripulación, se ha marchado de viaje en solitario acompañando a unas enormes criaturas voladoras. Es entonces cuando entran en escena las titánidas, una especie de centauros inteligentes que hablan una lengua musical que Cirocco entiende y que, además, puede articular. Las titánidas les toman bajo su protección y curan a Bill.  

 

Las titánidas libran una guerra sangrienta e inexplicable contra otras criaturas a las que llaman Ángeles, humanoides alados que se abaten sobre ellas en ciertos periodos concretos en los que sopla un misterioso viento por todo Temis. No saben por qué luchan; tan sólo que, cuando están próximos unos de otros, se sumen en una especie de rabia berserker que no pueden sofocar. A través de las titánidas, Cirocco se entera también de la posible existencia de una “deidad” llamada Gea –también llaman así a su mundo los nativos- y que bien podrían ser los constructores originales de la estructura. Ella, Gaby y otro tripulante, Gene, inician un peligroso viaje al encuentro de esas criaturas, que creen residen en el cubo central del hábitat.

 

En no pocas ocasiones se ha considerado a “Titán” como una novela de Fantasía debido a que el inmenso hábitat artificial descrito alberga una variedad de especies que se asemejan físicamente a criaturas de las mitologías terrestres y porque las aventuras de los personajes se asemejan a las típicas odiseas propias de los libros de fantasía épica. No estoy de acuerdo en semejante clasificación, que me resulta propia de un análisis meramente superficial. Es cierto que Varley despoja enseguida a sus personajes de la tecnología y les reduce a depender de sus recursos más básicos y la ayuda de los nativos; y que utiliza elementos propios de la fantasía como los centauros o los ángeles, pero lo hace justificando su existencia en base a principios científicos y situándolos en un contexto claramente deudor de la CF. Cirocco y su tripulación llegan al hábitat a bordo de una nave espacial, no por medio de la magia; y las criaturas que encuentran allí, (ATENCION: SPOILER) tal y como se explica al final, son producto de la evolución o la ingeniería genética. Gea, por ejemplo, ha creado a las titánidas y los ángeles tomando como modelo imágenes y descripciones que le han llegado desde la Tierra vía ondas electromagnéticas. Hoy estamos muy habituados a las ficciones futuristas que incorporan de forma natural la ingeniería genética, pero a finales de los 70, cuando Varley la escribió, el tema era todavía relativamente novedoso. (FIN SPOILER)

 

El autor no entra en mucho detalle respecto al origen del hábitat y las criaturas que en él viven, pero sí da la suficiente información como para dejar claro que se está moviendo dentro de los parámetros de la CF. Gea, (ATENCIÓN: SPOILER) tal y como se descubre en un final que no hubiera desentonado en un episodio de Star Trek, es un ser viviente, autoconsciente e inteligente, pero también una interesante paradoja. Por una parte, es venerada como divinidad todopoderosa por diversas especies del hábitat y, en cierto modo, lo es; por otra, es un ser caprichoso que utiliza sus poderes para satisfacer sus antojos. Así, “programó” genéticamente a las titánidas y los Ángeles para que sintieran un mutuo odio visceral y violento. Tiene curiosidad por los humanos –a los que conoce gracias a las mencionadas transmisiones electromagnéticas que le llegan desde la Tierra, como la radio y la televisión-  y sabe que un día, por nuestra propia naturaleza, le declararemos la guerra. No sabe cómo luchar contra nosotros y teme que, aún con todo su poder, podría no sobrevivir a un ataque por nuestra parte, considerándonos mejor armados y mejores tácticos de lo que ella nunca podrá llegar a ser. Así, espera que, a través de su guerra interminable y sin sentido, esas dos razas que ha creado acaben desarrollando estrategias y creando armas que le sean de utilidad a Gea en el futuro. 

 

Pero Gea tiene otro problema que complica la situación. Tras millones de años de vida, está perdiendo la cordura y sus “hijos” se rebelan contra ella. Es un ser inmensamente poderoso y complejo, un dios cuya “mente” ha empezado a fracturarse en una docena de inteligencias independientes al cargo de otras tantas regiones del hábitat. Reconoce que está perdiendo el control y que sus inteligencias secesionistas han acumulando poder siglo tras siglo hasta desafiarla –una de ellas, que controla la región de Océano, fue la responsable de la destrucción de la Ringmaster-. (FIN SPOILER).

 

Como ya había hecho en “Y Mañana Serán Clones” (1977), Varley desafía las ideas tradicionales sobre género, raza y sexo. Incluso en una época en la que la CF ya abordaba estos temas sin los complejos de otros tiempos, Varley destaca como un autor más progresista e imaginativo que muchos de sus colegas. Otros escritores del género coetáneos seguían sin saber qué hacer con las mujeres en sus historias y a menudo retrataban el sexo de forma claramente machista, pacata o, directamente, con escaso gusto. Pero Varley supo darse cuenta de que los tabúes, complejos y prejuicios de su tiempo probablemente estarían superados cincuenta años después. No esquivó los temas sexuales y de género ni trató de permanecer en el campo de lo entonces considerado políticamente correcto.

 

Para empezar, la capitana de la nave es una mujer. La figura de la heroína fuerte y capaz ha llegado a ser hoy incluso un cliché de la CF –y de la ficción de género-, pero entonces distaba de ser algo común. Saltando de medio, recordemos que, en el cine, se suele citar a Ellen Ripley, de “Alien”, también del año 1979, como el primer personaje femenino que desafió las convenciones de género en el cine fantacientífico y de acción. Cirocco, además, no sólo es también poco ortodoxa en tanto en cuanta no es una mujer particularmente hermosa (o al menos eso piensa ella) sino que ni siquiera es una líder extraordinaria. Como se le recuerda en un momento determinado: “Jamás tuviste dotes para ser capitán. ¡Oh, lo has hecho bien, de la misma forma que haces bien la mayoría de las cosas que abordas! Pero no eres un capitán. No disfrutas dando órdenes a los que te rodean. Te gusta la independencia, te gusta ir a lugares extraños y hacer cosas excitantes. En una época anterior habrías sido una aventurera, un soldado de fortuna (…) El espacio era la única frontera a tu disposición, pero una frontera mecánica, muy civilizada. En el fondo, no te satisface”. 

 

(Finaliza en la siguiente entrada)

 

 

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