viernes, 14 de enero de 2022

1975- WARLOCK – Jim Starlin (y 2)


(Viene de la entrada anterior)

Pero el destino de Warlock, al menos el inmediato, no pasó por la cancelación. De hecho, ocurrió todo lo contrario: de “Strange Tales” saltó a su propia cabecera. Lo que se hizo en aquella época todavía más preocupada por contar y cerrar historias de forma coherente que por engañar a los lectores con falsos números 1, fue recuperar la numeración original de la colección de Warlock a partir del 9 (octubre 75), continuando la narración donde había quedado en “Strange Tales”, con Warlock, Gamora y Pip encontrándose frente a frente con el Magus de carne y hueso. El dibujo, entintado ahora por Steve Leialoha no está tan elaborado como cuando Starlin se ocupaba de todos los aspectos del mismo, pero sigue siendo muy destacable, en especial la dinámica composición de página y la narrativa, ágil y con sentido épico, que sabe imprimirle Starlin.

 

En ese número 9, Starlin no sólo crea otra de esas entidades cósmicas tan de su gusto, el Intermediador, sino que, más importante aún, liga la lucha de Warlock y sus amigos contra Magus con las intrigas que de fondo está tejiendo Thanos, que resulta ser el padre adoptivo de Gamora y aliado de conveniencia de Warlock. Thanos, creado por Starlin para su etapa en “Capitán Marvel”, empieza aquí de verdad su carrera de gran villano del Universo Marvel.

 

La conclusión de la saga de Magus tiene lugar en el número 11. Cuando Thanos y Magus se enfrentan en combate, se descubre que lo que en realidad está teniendo lugar es un conflicto de dimensiones cósmicas: Magus representa las fuerzas de la Vida mientras que Thanos es el agente de la Muerte. Warlock entra en su propia corriente temporal para cometer un “suicidio cósmico” y se encuentra con el Intermediador, una fuerza neutral que le complica las cosas al revelarle que Magus es nada mensos que el campeón de la Vida. Al final, consigue cambiar el futuro; Magus desaparece de la realidad (y, con él, su Iglesia Universal de la Verdad) y el universo es rehecho. Warlock y Pip se van a tomar unas copas mientras Thanos se regodea en su plan final de genocidio universal declamando al mejor estilo villanesco antes de alejarse en compañía de Gamora.

 

Tras la épica conclusión del arco de Magus, el número 12 (abril 1976) es una aventura ligera en la que Pip el Troll intenta liberar a una prostituta de la esclavitud a la que la somete un proxeneta galáctico. Pip le cuenta a la mujer (llamada nada menos que Delicia Caliente) una trola fantástica sobre su pasado. Supuestamente él había sido el Príncipe Gofern de Laxidazia, un pintor que alternaba con trolls que comían “estofado oscuro” y que acabó convertido él mismo en troll. No me extrañaría que Starlin hubiera querido insertarse aquí satíricamente como el propio Pip.

 

Starlin recupera otro de los personajes que creara unos años atrás, Eros, en uno de sus primeros trabajos para Marvel (en “Iron Man” 55, 1973), sin revelar todavía que en realidad es el hermano de Thanos. Warlock, como ya ha hecho otras veces, vuela al espacio para reconcomerse como un adolescente torturado por la angustia existencial: ha cambiado el futuro pero en el proceso enloqueció y asesinó utilizando su Gema Alma.  

 

Los números 13 y 14 (junio y agosto 1976), conforman una sola historia, la saga del Ladrón de Estrellas, que pone de manifiesto lo depurado de la narrativa y dibujo de Starlin en este momento aún temprano de su carrera. A pesar de algunas escenas de acción potentes, la historia es bastante estúpida. Adam Warlock (que parece ahora menos atormenado que en su última aparición), reflexiona sobre qué hacer con su vida teniendo en cuenta que ahora dispone de lo que describe como un “cerebro multicompartimental” (¿eufemismo para desorden de personalidad múltiple?) y una Gema Alma vampírica. Y entonces se da cuenta de que están desapareciendo regiones enteras de la galaxia. La Gema Alma le impele a investigar el misterio y averigua que el ladrón de estrellas es un terrícola llamado Barry Bauman, que lleva 24 años postrado en estado vegetativo tras haber nacido con un cerebro desconectado de sus nervios (quizá un trasunto del “Tommy” de los Who).

 

En el número 13 encontramos un par de excelentes páginas en las que Starlin narra, utilizando la voz de Barry, su transformación en ser de puro intelecto pero cruel por la soledad en la que ha vivido siempre e impulsado por la venganza contra un cosmos frío e indiferente a su sufrimiento. Pero el 14 es un episodio insatisfactorio teniendo en cuenta el potencial de la premisa presentada en el anterior. Lo que podría haberse convertido en un tremendo conflicto de dimensiones y consecuencias colosales, se resuelve mediante un encadenamiento tópico y estúpido de desafíos en el espacio (gárgolas, gigantes pétreos, un gran tiburón, un gigante ardiente) que culmina en un final súbito y absurdo. Quizá Starlin temiera que la colección fuera a ser cancelada debido a la carestía de papel –como así fue- y quisiera resolver rápidamente este arco para abordar lo que realmente le interesaba: Thanos.

 

Irónicamente, el nº 15 (noviembre 76), que en su portada lucía la leyenda: “Warlock Desencadenado…¡Por Fin!”, fue el último de la colección. Aunque, como veremos, el personaje iría apareciendo puntualmente en otros títulos, no volvería a disfrutar de otra cabecera a su nombre hasta pasados más de quince años.

 

Starlin tenía planes a largo plazo para el personaje que pasaban por intensificar su lado oscuro. Algunas de las ideas que manejó para ese desarrollo acabarían años más tarde recicladas en “El Guantelete del Infinito” (1991) y la subsiguiente “Warlock y la Guardia del Infinito” (1991). Tal y como quedó este último número, cuyo título, “¡Sólo una serie de Acontecimientos!”, ya nos da idea de es un mero prólogo que sitúa a los jugadores en su casilla de salida, tiene una intensidad y atmósfera de amenaza inminente bastante conseguidos. Starlin realiza en esta ocasión todo el apartado gráfico excepto el color por lo que Warlock parece algo distinto, quizá más humano, que en los números anteriores. Thanos se embarca en sus planes de genocidio estelar, con Gamora a su lado pero ignorante de lo que se propone su padre. Éste la envía a buscar a Warlock y espiarlo, pero en su viaje es atacada por Drax y su nave destruida. No se la volvería a ver hasta un año más tarde en el Anual de los Vengadores que luego comentaré. Pip, por su parte, se gana la vida como ladrón en el planeta Degenera. Mientras tanto y a lo largo de todo el episodio, Warlock libra una guerra interior para controlar su Gema Alma, desafío del que sale airoso y en el curso del cual averigua la existencia de otros seis artefactos similares, que en el futuro serán conocidos como las Gemas del Infinito.

 

En general, Starlin pudo desarrollar toda esta etapa en Warlock con un amplio margen de libertad creativa. Aparte de algunas discrepancias respecto al color, hubieron de realizarse modificaciones a expensas del Comics Code en escenas de tortura explícitas, por ejemplo, o en otra en la que los demonios iban con el culo al aire y hubieron de cubrirlos con taparrabos. Pero no fueron cambios que molestaran a Starlin particularmente y siempre las vio como las típicas mojigaterías ridículas de unos censores rancios.

 

Sin embargo, la evolución que estaba registrando la compañía a nivel editorial sí iba a chocar con su manera de hacer las cosas. Starlin era a mediados de los 70 una anomalía, el primer autor completo desde el breve paso de Jim Steranko por la casa a finales de los 60. Lo que él necesitaba y pedía era un editor que le molestara lo menos posible, que mandara colorear, rotular e imprimir sus páginas tal y como él las entregaba, que le solucionara los problemas y le prestara su ayuda y apoyo sólo cuando él los demandaba. Roy Thomas se ajustaba a esos requerimientos, pero con sus sucesores, las cosas no fueron tan bien.

 

Un día, un enfadado Starlin llamó a Gerry Conway, editor en jefe por entonces, quejándose de las correcciones de su dibujo que habían realizado en el departamento de producción de Marvel para el número 14 de “Warlock” (agosto 76). Starlin no se oponía a realizar cambios sugeridos por el editor si los veía razonables, pero quería tener al menos la oportunidad de realizarlos él mismo para no perder el control sobre su creación. Al fin y al cabo, era su nombre el que figuraba como responsable completo de esas páginas. Pero Conway se negó a ello argumentando que volver a reenviarle las páginas le impediría mandar el comic a imprenta en el tiempo contratado, debiendo abonar importantes penalizaciones a aquélla para que lo sacara a distribución en la fecha convenida. Era éste un gravoso problema que venía arrastrando Marvel desde hacía tiempo y que Conway estaba decidido a cortar. Irritado por todo este asunto, Starlin dejó de trabajar para la editorial.

 

De todas formas, la marcha de Starlin no hubiera significado automáticamente el cierre de la colección de no haberse producido dos desafortunados acontecimientos. En primer lugar, quien iba a suceder a Starlin al frente de la serie, Alan Weiss, al volver a Nueva York de un viaje a Detroit, perdió las páginas que ya tenía dibujadas para el número 16 en un taxi de Nueva York (aunque él afirma que fue otra persona quien cometió tal desliz) y nunca se las volvió a ver. No había margen de tiempo para redibujarlas y llevarlas a imprenta en la fecha contratada. Pero es que, además, un periodo transitorio de escasez de papel obligó a hacer recortes en la editorial y “Warlock” fue una de las víctimas.

 

Fue una lástima porque, revisando esta etapa con perspectiva, encontramos una clara línea de desarrollo en la que Starlin cogió a un personaje y tramas simplonas y tópicas para convertir a uno y otras en algo mucho más rico, personal y osado que reflejaba el espíritu de su época y la idiosincrasia de su creador. Quién iba a decir en ese momento que el que iba a asegurar la supervivencia de Warlock como personaje sería nada más y nada menos que Thanos.

 

Pero antes de eso, seis meses después de la cancelación de su título, Warlock se pasó por uno de los de Spiderman, “Marvel Team-Up” nº 55 (marzo 77), con guion de Bill Mantlo y dibujo de John Byrne. Éste dibuja a Warlock tan bien como lo hacía todo por aquel entonces, aportándole un sesgo más heroico. La historia de Mantlo, en cambio, es mucho más floja.

 

Tras lo narrado en el número anterior de esa colección, donde se había encontrado con Hulk y el Dios del Bosque, Spiderman es lanzado al espacio en un cohete, agotando rápidamente la reserva de oxígeno. Por suerte para él por allí anda Warlock, que transporta la nave al Área Azul de la Luna –donde todos los aficionados saben que hay aire-. Y allí se topan con el Extraño, un alienígena gigante y muy poderoso que había estado entrando y saliendo del Universo Marvel desde “Uncanny X-Men” nº 11 (marzo 65). Resulta que tiene una de las Gemas del Infinito (aunque, ya lo he dicho, aún no se las llamaba así) y anhela la de Warlock para aumentar todavía más su poder. Con ayuda de uno de los Primigenios que también está en la Luna, el Jardinero (que posee la Gema del Tiempo), Warlock consigue conjurar la amenaza del Extraño. A continuación y según le dice a Spiderman, va a viajar a la Contratierra... pero como su siguiente aparición ya es en el Anual de los Vengadores y es para luchar contra Thanos, se supone que nunca llegó allí. 

 

Lo cierto es que Bill Mantlo no tuvo oportunidad de contar esa historia y Jim Starlin estaba aún menos interesado en ello cuando regresó al personaje en 1977 para continuar y finalizar lo que había interrumpido un año antes. Mientras se encontraba a un nuevo editor en jefe tras la renuncia de Gerry Conway en 1976, Archie Goodwin se ocupó de realizar esas tareas hasta la llegada de Jim Shooter en 1978. Si Conway se las había arreglado para pisar muchos callos a los creativos, provocando la marcha de varios de ellos, Goodwin supo ganarse su respeto. De hecho, todo el mundo parecía tenerle un enorme aprecio (murió en 1998 a la temprana edad de 60 años) tanto como persona como profesional. Y quizá fue por ello que consiguió convencer a Jim Starlin, a comienzos de 1977, para que realizara el Anual nº 7 de “Los Vengadores” que aparecería en verano. Starlin, huelga decirlo, lo utilizó para arrimar el ascua a su sardina y completar la guerra entre Warlock y Thanos de forma magistral e inesperada.

 

Puede imaginarse que va a ser una historia muy oscura cuando en las dos primeras páginas ves a Warlock encontrando a una moribunda Gamora en un planeta en ruinas y utilizando su Gema para poner fin a su sufrimiento y absorber su alma. Cuando Gamora se enteró de los planes genocidas de Thanos, se volvió contra él e intentó asesinarle. Su padre la dejó por muerta en ese planetoide y ahora Warlock hierve de ansias de venganza. Para ello, acude a recabar la ayuda de los Vengadores (hay un momento bien insertado en el que Thor lo reconoce como “Él”). Les cuenta quién es Thanos y lo que pretende: transferir el poder de las Gemas del Infinito de las que se ha ido apoderando a una sola gran gema sintética con la que destruir todas las estrellas de la galaxia como ofrenda de amor a la Muerte.

 

Los Vengadores salen al encuentro de la flota de Thanos en el espacio y durante la batalla, Adam Warlock y el Capitán Marvel encuentran lo que queda de Pip, zombificado por Thanos. Tras absorber el alma de su amigo, Warlock se enfrenta por fin a su némesis cara a cara sólo para caer mortalmente herido (lo cual, por cierto, resulta algo patético. Después de pasarse páginas y paginas hablando de sus poderes cuasidivinos y su Gema Alma, Thanos lo aplasta en un abrir y cerrar de ojos). Incorporando un momento del futuro que había insertado previamente en “Warlock” nº 11 (noviembre 75), Starlin culminaba el clímax de su saga con la muerte del personaje…o eso parecía.

 

Porque en realidad, sin que ninguno de sus aliados o enemigos lo sepa –aunque el Capitán Marvel sí lo intuye- su alma ha sido incorporada a su propia Gema, donde se reúne con las de todos aquellos que había matado antes y que ahora moran allí en armonía. Por primera vez, Warlock es feliz y está en paz: “Están…estamos todos juntos aquí… verdaderamente juntos, pues nuestros corazones son libros abiertos y esta atmósfera alimenta el entendimiento y muta el ego. Aquí somos todos uno, y en esa unidad sólo puede haber…amor”. Un final que, aunque tiene poco sentido y está mal explicado, sí es agridulce, emotivo y memorable. En la última página, sobre su difunto cuerpo físico rodeado por unos respetuosos Capitán Marvel, Thor y Iron Man, se ve cómo Warlock, abrazando a Gamora y Pip, se aleja en la distancia hacia un paisaje paradisiaco donde sus antiguos enemigos le dan la bienvenida.

 

Pero aún quedaba un cabo suelto. Porque aunque Los Vengadores habían destruido la gema artificial de Thanos, éste había conseguido teleportarse y escapar. La saga concluiría ese mismo año en otro Anual escrito y dibujado por Starlin (con entintado de Joe Rubinstein), el de “Marvel Two-In-One”, colección dedicada a emparejar a la Cosa de Los Cuatro Fantásticos con otros superhéroes. Dragón Lunar contacta mentalmente con Spiderman para informarle de que Thanos ha capturado a Los Vengadores y le pide ayuda. Éste, a su vez, recluta para la misión a La Cosa y a bordo de una nave de los 4F, viajan hasta la base espacial del villano. Hay batallas desesperadas, intervenciones de entidades cósmicas y un breve regreso de Warlock en forma de criatura llameante que convierte a Thanos –que había derrotado a Los Vengadores- en estatua de piedra. Ahora sí, Warlock puede descansar en paz… al menos hasta que su presencia fuera requerida por el retorno de su enemigo en “El Guantelete del Infinito”. Pero de eso ya hablé en su entrada.

 

Por desgracia, con la saga de Warlock, Starlin pareció darlo todo, literalmente. Una vez agotados los temas que había abordado aquí (la corrupción del poder, la búsqueda de autoconocimiento, la naturaleza de la realidad, el propósito de la existencia, la religión) le quedaba poco por contar. La inspiración le abandonó y se pasó parte del resto de su carrera revisitando los mismos asuntos una y otra vez con intensidad decreciente, desde “La Odisea de la Metamorfosis” y “Dreadstar” a “El Guantelete del Infinito” y derivados.

 

La saga de Warlock de Jim Starlin es una épica provocadora y extravagante que sigue contándose hoy entre los comics más interesantes que ha publicado Marvel en toda su historia. Fue una obra única en su momento que sólo vio la luz gracias a la confluencia de una serie de factores: un autor muy concreto, un momento determinado en la historia editorial de la compañía y un contexto social y cultural. Starlin cogió a un mesías fracasado y puso sobre él el destino de toda la realidad. Warlock fue un héroe trágico y moral que se veía obligado a tomar continuamente decisiones necesarias pero insatisfactorias. Sin duda, Warlock y el universo que creció y maduró alrededor de él y con él (el Capitán Marvel, Thanos, Gamora, las Gemas del Infinito) son el principal legado que Starlin ha aportado al mundo del comic de ciencia ficción y superhéroes.


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