(Viene de la entrada anterior)
Aunque en tiempo de ficción también han pasado tres décadas desde los acontecimientos narrados en “El Retorno del Jedi”, habiendo nacido después muchos de los personajes principales, parece que poco ha cambiado tras todo ese tiempo. A pesar de que ya no son un puñado de rebeldes mal equipados, los héroes siguen vistiendo los mismos trajes de vuelo rojo y blanco y volando en los muy usados X-Wing. La base rebelde está poblada por muchos rostros familiares de la Batalla de Endor. Es como si todos los personajes se hubieran quedado congelados tras el final de la Rebelión y no hubieran seguido con sus vidas.
Se menciona explícitamente que Han Solo ha cambiado su
chaleco por una chaqueta de cuero, pero sigue llevando la misma camisa que
treinta años atrás. Es más, el venerable personaje ha regresado a su vieja vida
libre de responsabilidades, fingiendo que todo le importa menos de lo que lo
hace en realidad. Los soldados de asalto (salvo quizá para la experta mirada de
algún fan acérrimo) no han cambiado nada y siguen asesinando y destruyendo bajo
las órdenes de británicos vestidos con ropas oscuras. De nada sirve que ahora
los Rebeldes sean la Resistencia y al Imperio lo conozcan como la Primera
Orden. A todos los efectos, son la misma entidad que sus antecesoras. Cuanto
más cambian las cosas, más se quedan igual. Todo transmite esa sensación de
universo congelado, de que nada ha cambiado en décadas.
Pero la cosa no termina ahí. Aunque esto es una apreciación
personal y debatible, quizá el aspecto más decepcionante de “El Despertar de la
Fuerza” sea su naturaleza clónica respecto a la primera película. Repasemos los
paralelismos: un droide que contiene información vital para la Resistencia cae
en manos de una joven infeliz en un planeta desértico. La muchacha escapa de
los soldados de asalto que la persiguen (por el droide), enviados por un
malvado villano vestido de negro con el rostro oculto por un siniestro casco y
temido por todos sus subordinados; el medio de huida es una baqueteada nave
espacial pilotada por un caradura contrabandista que los lleva a una taberna
repleta de pintorescos alienígenas; la muchacha descubre sus habilidades jedi y
hereda un sable de luz; el vill
ano se postra ante un líder supremo que se
manifiesta como un holograma; la chica es hecha prisionera y torturada para
extraerle información mientras su joven camarada deambula por la base enemiga
para rescatarla; el imperio del mal está ultimando una nueva arma de tamaño
planetario que puede destruir mundos enteros; la única esperanza para los
Rebeldes es llegar a esa inmensa base fuertemente defendida a bordo de pequeñas
naves monoplaza y hacerla explotar dirigiendo sus misiles a un blanco muy
pequeño...
Parte del problema reside en que la franquicia Star Wars
gira alrededor de un puñado de tropos invariables. Las películas son aventuras
que consisten en no mucho más que persecuciones y huidas, explosiones,
combates, misiones suicida y duelos a espada láser. Lo que pesa menos son las
exploraciones de los personajes y los mundos que visitan. El universo Star Wars
se divide en blancos y negros muy definidos. Por muchas críticas que me atraiga
esta comparación, la franquicia Star Trek siempre ha hecho un mejor y más
adulto trabajo de reflexión sobre las culturas y políticas de los mundos que
visitaba la nave de turno (además de, en general, personajes mejor construidos
y desarrollados), lo que brindaba múltiples posibilidades para plantear historias
de todo tipo. En este punto de la franquicia Star Wars, sus responsables no
habían sabido salir de los enfrentamientos maniqueos República-Imperio,
Jedi-Sith, Rebeldes-Imperiales, Rebeldes-Primera Orden… contentándose tan sólo con
mejorar los efectos especiales.
También pudo tener mucho que ver en esta reiteración
argumental el cambio de guionista. En principio, Disney le encargó la tarea a
Michael Arndt, pero, descontento con su trabajo, el estudio le apartó para
sustituirlo por Lawrence Kasdan (buen conocedor de la franquicia tras haber escrito
“El Imperio Contraataca” y “El Retorno del Jedi”) asistido por el propio
Abrams. El resultado final contiene muy poco de lo ideado por Arndt y es
básicamente obra de Kasdan y Abrams. Star Wars ya no es la idea (buena, mala o
regular) de un solo hombre que impulsa y supervisa un proyecto personal, sino
un producto de estudio, cuidadosamente diseñado en base a fórmulas harto
probadas y, por tanto, de poco riesgo.
Si en sus dos películas de “Star Trek”, Abrams había
mostrado osadía a la hora de dar nuevas versiones y enfoques a personajes y
tropos de la franquicia, aquí claramente se vio impedido para ejercer esa
libertad. Quizá en ello tuvo que ver el diferente estado en el que se
encontraban ambas franquicias. La de Star Trek languidecía sin que nadie supiera
muy bien cómo reflotarla, así que Abrams y su equipo tuvieron manga ancha para
implementar su visión; en cambio, la de Star Wars mantenía su vigor y una
creciente base de fans, y en esas circunstancias cuesta dejar atrás lo que
hasta ese momento ha dado tanto dinero para internarse en propuestas más
inciertas y que pueden soliviantar a los aficionados.
Más allá de la falta de originalidad del argumento y
ciñéndonos a los límites del universo Star Wars, hay ciertos personajes y
elementos que no reciben el tratamiento adecuado. Por ejemplo, Leia Organa.
Incluso en una película en la que Luke sólo aparece unos segundos, da la
impresión de que su hermana debería haber jugado un papel más prominente y
coherente. Que nada más volver el Halcón sin Han Solo al planeta de la
resistencia, Leia abrace a Rey, con la que nunca ha hablado e ignore a
Chewbacca, nos da una pista de lo mal tratado que está el personaje. Nada dice
acerca de qué piensa de que su hermano haya huido para ocultarse y su
reencuentro con Han se reduce a un puñado de sarcásticas líneas de diálogo y
una actitud estoica. No dan la impresión de ser una pareja que se amó, tuvo un
hijo y no se han visto en décadas.
Esto es importante porque Leia es un personaje de peso por
derecho propio y verla omo general había sido una de las imágenes que
vendieron la película antes de su estreno. Y, también, porque su relación con
Han fue el corazón emocional de la trilogía original. Tampoco vemos ninguna
reacción a su fracaso al empujar a Han a buscar y enfrentarse a su hijo, Kylo
Ren, confrontación que acaba con la muerte de aquél.
Leia, como líder de la Resistencia, también participa en el
otro gran agujero de la película, el que tiene que ver con todo lo relacionado con
la base Star Killer de la Primera Orden. Cuando el engendro destruye el Sistema
Hosnian Prime y los mundos circundantes, incluyendo el de la Nueva República, es
difícil sentir nada porque es la primera vez que se habla de ellos. El discurso
del general Hux a sus tropas carece de contexto y convicción. A nadie le
importa la Starkiller ni en ningún momento el espectador se cree que vaya a
destruir el bunker donde Leia y sus amigos aguardan el desenlace (aparentemente
ellos tampoco porque no hacen ni mención a la posibilidad de evacuar las
instalaciones). La misión para destruir la superarma es simplona y su punto
débil e
scandalosamente sencillo de encontrar: en la reunión táctica un
almirante señala la vulnerabilidad y Finn dice que sábe dónde se encuentra. Y a
continuación, el ataque se desarrolla sin más problemas de los esperados,
cuando los dos asaltos a las Estrellas de la Muerte en la trilogía original
fueron desastres que sólo se salvaron gracias a milagros de último momento. Cuando
la Starkiller revienta, es difícil sentir sorpresa ni alegría.
Tenemos también el personaje de Maz Kanata, la
pirata/tabernera/alienígena sensible a la fuerza que tanto recuerda a Guinan de
“Star Trek: La Nueva Generación”. Según se dijo, Maz iba a tener un papel más
destacado en la película, pero los guionistas no supieron qué hacer con ella
una vez su establecimiento quedó destruido. Aunque sea así, es uno de los
personajes menos memorables de la película, limitándose a desempeñar el papel
de mera llave narrativa: está ahí para ayudar a los héroes, dar unos sabios
consejos y animar a Rey a aceptar su destino entregándole el sable de luz de
Luke. Claramente simpatiza con la Resistencia (su único diálogo destacable es
con el que anima a Han Solo a unirse a la lucha), pero no parece colaborar
activamente porque sin duda sabe que en su bar atiende a multitud de simpatizantes
y agentes de la Primera Orden. Quizá parte de su problema sea que Maz es el
Yoda de la película, pero también su Lando Calrissian: es la sabia maestra que
milita en el bando de los buenos… y también la pícara moralmente ambigua que
presume de neutralidad. Dos arquetipos que no funcionan bien fusionados en un
solo personaje.
La Capitana Phasma, superior inmediato de Finn y oficial
implacable de la Primera Orden, es el tercer personaje femenino que carece de
la fuerza esperada. Pero quizá ello no sea culpa del guion. Parece claro que su
papel estaba destinado a ser el de un personaje muy secundario que interviniera
en un par de escenas antes de que Finn se tomara su revancha arrojándola al
compactador de residuos. Pero cuando contrataron a Gwendoline Christie para el
papel decidieron darle más presencia… sin añadir sustancia. Por muy dura y
agresiva que nos la quieran pintar, ni siquiera se resiste ante los rebeldes
que la fuerzan a bajar los escudos de la Starkiller.
Y luego tenemos, a pesar del título de la película, el
problema con la Fuerza. Por mucho que se nos recalque que la Fuerza está
renaciendo en la galaxia tras un periodo de inactividad, no se ve mucho de
ella. Y con esto me refiero a ese halo de misticismo y maravilla que transmitían,
por ejemplo, “Star Wars” o “El Imperio Contraataca”. Tal y como está planteado,
puedo admitir la sensibilidad de Rey a la Fuerza, pero todo lo relacionado con
ese poder queda colgando del vacío al no haber ningún pasaje en el que se
explique algo, cualquier cosa, relacionado con esa misteriosa energía que
conecta todas las cosas.
Hay otros puntos claramente mejorables. El Líder Supremo
Snoke es otro personaje olvidable, una de esas creaciones digitales con un
aspecto genérico de villano. Y, como suele ser habitual en los films de Abrams,
hay aspectos cruciales que no se explican (y no vale que la información haya
sido articulada en algún otro producto multimedia complementario). Por ejemplo,
por qué R2D2 vuelve a la vida súbitamente al final; por qué Luke, que no quiere
ser encontrado, deja atrás un mapa que permite localizarlo; o el motivo por el
que Poe Dameron decide abandonar al tan importantísimo droide BB8 en Jakku.
El guión de “El Despertar de la Fuerza” no está interesado
en invertir tiempo en la construcción de mundos o la consistencia interna. La
trama abunda en deux exmaquina y agujeros lógicos y logísticos, desde el por
qué la Primera Orden parece repetir muchos de los mismos errores básicos que
llevaron a la caída del Imperio a cómo exactamente funciona su base Starkiller.
Para evitar el escrutinio mínimo que llevaría a cuestionar mucho de lo que se
cuenta, la película imprime un ritmo vigoroso que mantiene a los personajes en
continuo movimiento de un momento dramático al siguiente evitando explicar cómo
o por qué sucede tal o cual cosa.
Cuando se estrenó “El Despertar de la Fuerza” pareció que
ésta iba a ser la primera y última incursión de Abrams en el universo Star
Wars. Al parecer y apoyado por la presidenta de LucasFilm, Kathleen Kennedy, se
dirigió en repetidas ocasiones a Disney para solicitar una ampliación del
periodo de posproducción con el fin de mantener el estándar de calidad esperado
de una película de esta franquicia. Pero Disney se negó, exigiendo que se
estrenara ineludiblemente en 2015. Las tensiones entre Abrams y Disney debieron
ser más ásperas de lo que daban a entender las declaraciones oficiales porque
cuando llegó el momento de anunciar el calendario de estrenos de las secuelas y
sus respectivos directores, Abrams ya no figuraba entre ellos (serían Rian
Johnson y Colin Trevorow). No obstante, ante la clara división entre los fans y
las críticas cosechadas por el desenvolvimiento de esta nueva trilogía, Disney
acabó desdiciéndose y recurriendo a Abrams para la última entrega. Pero de eso
ya hablaremos en el artículo respectivo.
“El Despertar de la Fuerza” es un canto a la nostalgia
articulado sobre un chasis muy viejo, un remix actualizado de los viejos hits
de la franquicia. Técnicamente no se le pueden poner pegas, desde luego, pero
la historia no es más que un refrito de guiños a los fans conectados por lo forzados
giros de guion propios de la saga. Es una película rápida y, vista con los ojos
adecuados, hasta entretenida; los personajes tienen sus respectivos arcos, las
escenas de acción son espectaculares y están bien rodadas, hay un gran climax
final y una muerte trágica.
El problema es que, por mucho que la película se esfuerce en convencernos de que la magia no se ha perdido, su propuesta llega casi cuarenta años tarde. Los aficionados que asistieron a los estrenos de la trilogía original han madurado y su mirada ya no es la del niño deslumbrado por una aventura espacial como el cine no había conocido antes a semejante escala. Y los más jóvenes, es difícil que se sorprendan a poco que hayan consumido la dieta regular de blockbusters que los estudios aprendieron a diseñar para ellos –gracias, en parte, al propio George Lucas-. Sí, hay ciertos detalles que reflejan los gustos y sensibilidades actuales, pero los guionistas y Disney no han sido capaces de ofrecer una historia más sofisticada que la que Lucas imaginó en los 70. Es una oportunidad perdida. Ya no es ni una obra personal ni un fenómeno popular, sino un producto de estudio, el eslabón de una larga cadena que incluye muchas derivadas.
Muy atinada reseña, Manuel. Star Wars, en manos de Disney dejó de ser una obra de autor costosa para convertirse en un producto de marketing, al igual que todo lo que compra Disney. Espero las críticas de las siguientes pelis. Saludos cordiales.
ResponderEliminarDifícil no estar de acuerdo en tu revisión y crítica. Para mí, las virtudes de esta película son los personajes de Rey (90% atribuible al carisma de la actriz) y BB8, los paisajes y la fantasía digital sin ahogar, el concepto de que las tropas de la 1a orden ya no son solo carne de cañón clónica, y poco más. Los defectos: esa sensación de volver a contar Una Nueva Esperanza de forma descarada y que ningún personaje me importa demasiado, Rey aparte. Ah, añade en el de las virtudes que logró, por contraste, revalorizar las precuelas de Lucas como más atrevidas y con historias originales. Una última reflexión. ¿Cómo puede ser un arma anclada en un planeta, por muy potente que sea, ser un peligro ofensivo? Defensivo quizás, pero no podría apuntar a nada fuera de su plano de rotación y la eclíptica. Pero ahí ya me pongo tiquismiquis, lo reconozco
ResponderEliminar