domingo, 3 de febrero de 2019

1980- LOS SIETE MAGNÍFICOS DEL ESPACIO – Jimmy T.Murakami


El director y productor Roger Corman es famoso sobre todo por sus coloristas films de terror pero siempre fue algo más que un maestro de lo macabro. Su innato talento para el diseño y el buen ojo a la hora de elegir a sus colaboradores hicieron de él una de las figuras más relevantes del cine de los cincuenta y sesenta. Fue el productor de más de 400 películas pero como director sus mejores obras fueron sin duda aquellas protagonizadas por Vincent Price y filmadas por Nicolas Roeg como director de fotografía: “La Máscara de la Muerte Roja” (1964) o “La Tumba de Ligeia” (1964). Ambas cintas ofrecieron un gran impacto visual y una notable fidelidad al mundo interior de Edgar Allan Poe.



Pero a Corman también se le apodó justificadamente como “Rey de la Serie B” gracias a su talento para detectar y reaccionar rápidamente a las modas establecidas por éxitos de taquilla ajenos y exprimirlas con una serie de cintas mediocres y horteras pero no del todo exentas de encanto. Ya fuera como productor o como director, sus intereses fueron trasladándose de los monstruos y la ciencia ficción en los años cincuenta al terror gótico de la Hammer en los sesenta con sus propias adaptaciones de Edgar Allan Poe; las cintas de moteros y plagios de “Bonnie & Clyde” (1967) a finales de los sesenta y primeros setenta; después llegarían clónicos de “Tiburón” (1975), “Alien” (1979), éxitos de las artes marciales y del género de acción; rip-offs de Gremlins (1984) en los ochenta y noventa para terminar realizando remakes de sus propios guiones de los cincuenta cuando llegó la moda de las nuevas versiones de películas de CF de los cincuenta, como “La Mosca” (1986).

Pues bien, “Los Siete Magníficos del Espacio fue su personal contribución a la fiebre desatada por “Star Wars” (1977), cuyo título “original”, por cierto, es “Battle Beyond the Stars”, cambiando descaradamente las “Guerras de las Estrellas” de Lucas por “Batalla Más Allá de las Estrellas”.

El déspota galactico Sador (John Saxon) llega con su nave destructora de mundos al pacífico
planeta Akira y exige a sus habitantes que se rindan a él y le paguen tributo. Dado que no tienen armas ni conocimientos bélicos, la mejor opción de los nativos parece ser doblegarse pero entones el joven e ingenuo granjero Shad (Richard Thomas) se presenta voluntario para, a bordo de una vieja nave espacial, buscar ayuda mercenaria. Su viaje le llevará a contactar y reclutar a un variopinto grupo en el que se incluye un grupo de clones con mente grupal, el comedor de calor Kelvin (Larry Meyers & Lara Cody), el reptiliano Cayman, una guerrera valkiria (Sybil Danning), un camionero cowboy (George Peppard) y un asesino (Robert Vaughn), todos los cuales se unirán a la causa de Akira por sus propias razones no necesariamente monetarias.

“Los Siete Magníficos del Espacio” iba a contar inicialmente con un presupuesto de cinco
millones de dólares, lo que a todas luces era una cantidad exagerada (la propia “Star Wars” costó 11 millones, pero aquí se trataba de una producción de mucho menor calado). Aunque al final la factura salió por 2 millones, en su momento se trató de la película más cara producida por Corman hasta la fecha. Ahora bien, la mayor parte del dinero fue a pagar los salarios de los actores. Aunque George Peppard, Robert Vaughn o John Saxon ya habían dejado atrás su mejor época, su caché seguía siendo elevado para una película de serie B como esta.

Por otra parte, cuando concibió el proyecto, Corman pensó que para modelar las maquetas y miniaturas necesarias podría contratar por un par de cientos de dólares a un puñado de
jóvenes entusiastas más interesados en meter cabeza en la industria que en sus emolumentos. Pero viendo que no iba a ser posible, tuvo que ahorrar por otro lado y optó por comprar un viejo almacén de madera y transformarlo en estudio y taller de efectos especiales. Ni siquiera retiró el cartel de la fachada, “Hammond Lumber” mientras duró la producción, supuestamente porque no quería gastarse lo que costaría quitarlo, pero lo cierto es que no quería llamar la atención sobre el lugar (su edificio de oficinas cerca de Westwood, Los Ángeles, era igualmente anónimo). Como la mayoría de las inversiones de Corman, aquel almacén le dio buen resultado y pudo alquilarlo en los periodos en los que no usaba las instalaciones.

“Los Siete Magníficos del Espacio” fue despreciado por muchos como un intento cínico y
barato de explotar el renacimiento de la ciencia ficción propiciado por “Star Wars”. Y desde luego, bastante de eso hay. Corman se inspiró en la publicidad de la película de Lucas, que hacía referencia a un “western del espacio” y le pidió a su guionista de plantilla, John Sayles, que reescribiera en clave de space opera “Los Siete Magníficos”, el western dirigido por John Sturges en 1960 y que, a su vez, era una versión de otra más antigua, “Los Siete Samurais” (1954), de Akira Kurosawa. Así, en lugar de forajidos chantajeando un pueblo mexicano de campesinos, tenemos a un tirano alienígena amenazando a un planeta, pero la premisa básica es exactamente la misma. Quizá intentando disfrazar su plagio de homenaje, Sayles bautizó al planeta en peligro con el nombre del realizador nipón mientras que la conexión con la película americana de Sturges se establece en la persona del actor Robert Vaughn, que participó en ambas haciendo prácticamente el mismo papel. Y, por cierto, que los propios japoneses se habían adelantado a Corman estrenando su propia versión “espacial” de “Los Siete Samurais”: “Los Invasores del Espacio” (1978).

El problema de utilizar la trama de “Los Siete Magníficos” y “Los Siete Samurais” es que todo resulta muy predecible y la única fuente de interés consiste en ver cómo los clichés propios del western se trasladan a otros clichés propios de la ciencia ficción. Algunas veces esto se consigue con cierto encanto, otras con una banalidad deprimente y otras ni siquiera se intenta, como es el caso del mencionado personaje de Gelt: Robert Vaughn reproducía punto
por punto, desde el vestuario hasta su actitud entre siniestra y atormentada (¿o quizá era aburrimiento?), los del pistolero Lee de “Los Siete Magníficos”. Incluso pedía la misma compensación por sus servicios: “Una comida caliente y un lugar donde dormir”. Un George Peppard en lo más bajo de su carrera está horrible como cowboy espacial pasota y alcoholizado (papel que, de todas maneras, no le debió costar mucho habida cuenta que dos años atrás aún era un adicto al alcohol).

Las únicas dos grandes razones para el estatus de actriz de culto que ha tenido Sybill Danning
quedan ampliamente expuestas por un traje revelador que, sin embargo, no consigue hacer olvidar su terrible actuación (cuando la película se emitió en la televisión americana, hubo que remontar las escenas en las que aparecía ella para mostrar sólo primeros planos y esconder su generosa anatomía). Y en cuanto a Richard Thomas en el papel de héroe, ofrece una interpretación demasiado blanda –quizá los años pasados participando en la serie familiar “Los Walton” quemaron sus dotes-.

“Los Siete Magníficos del Espacio” nunca destaca más allá de ser un endeble compendio de los más sobados clichés extraídos de “Star Wars”. Como sucedió tan a menudo en la época (“Battlestar Galáctica” fue otro ejemplo), el guión está firmado por alguien que consideraba intercambiables los géneros del western, bélico y CF. La trama mantiene cierto interés mientras Shad reúne a los mercenarios pero una vez empiezan las hostilidades, todo degenera hasta culminar con un largo, predecible y tedioso clímax con el obligado combate de naves en el espacio disparándose láseres y tratando de destruir la superbase enemiga acertando en su único punto débil. Y lo peor de todo es que tratándose de la cúspide dramática del film, toda la secuencia adolece de una lentitud abrumadora.

Además de al montaje, la culpa hay que achacársela a la pobreza de las maquetas: al tener pocos detalles y resultar muy toscas, no se podían hacer primeros planos de las naves y había que depender exclusivamente de planos medios y generales, lo que impide distinguir
adecuadamente una nave de la otra en el frenesí de la acción. No se encuentra aquí nada de la emoción y energía de “Star Wars”. Al menos y si uno no se toma todo este asunto demasiado en serio probablemente encontrará cómicos algunos de los improbables pero originales diseños de las naves: la perteneciente al tirano Sador, por ejemplo, parece un tiburón martillo gigante, mientras que la del héroe principal tiene un aspecto más orgánico y femenino acorde con la maternal inteligencia artificial; Nell, que la comandaba; otra tiene la forma de un biplano de la Primera Guerra Mundial; otra es un ovni huido de “Encuentros en la Tercera Fase” (1977); y otra recuerda a un escroto gigante…

“Los Siete Magníficos del Espacio” seguramente habría atraído más atención de haberse estrenado unos años antes. Si se hubiera lanzado centro del año siguiente a “Star Wars”, la desvergüenza de combinar elementos visuales de ésta con la trama de “Los Siete Magníficos” habría tenido más impacto. En 1980, en cambio, el público ya estaba bastante saturado de imitadores de la película de Lucas y, en general, de films y teleseries espaciales: la mencionada “Battlestar Galactica”, “Buck Rogers en el siglo XXV”, “Alien”, “Star Trek: La Película” y tantas otras… La producción de Corman, por tanto, era ya muy poco novedosa.

Con todo y como solía ser habitual en él, Corman supo rentabilizar su inversión. No solo la película quintuplicó en taquilla su presupuesto sino que en años y décadas posteriores reciclaría tanto su banda sonora como sus efectos especiales para títulos aún más infames como “Space
Raiders” (1983), “Los hechiceros del Reino Perdido” (1985), “Starquest II” (1997) o “Raptor” (2001). Teniendo en cuenta la calidad de muchos de los rip-offs de “Star Wars” surgidos en aquellos años, “Los Siete Magníficos del Espacio¨” fue uno de los más recomendables, tanto por la diversión que ofrecía como por la calidad de sus decorados, sonido y efectos especiales. Lo cual no debería sorprendernos si recordamos que Corman sabía rodearse de jóvenes profesionales que luego se convertirían en estrellas de la industria, como la productora Gale Anne Hurd, el compositor James Horner, el experto en sonido Alan Howarth y en el departamento de efectos especiales, James Cameron, Randall Frakes (“1997: Rescate en Nueva York”), Alec Gillis (“Cocoon”, “Aliens: El Regreso”, “Alien 3”, “Starship Troopers”) o Dennis y Robert Skotak (“Abyss”, “Terminator 2”, “Batman Vuelve”). A pesar del mediocre trabajo que hizo para esta película, John Sayles se convertiría más adelante en uno de los correctores de guiones y directores independientes más notables, con títulos como “El Hermano de Otro Planeta” (1984), “Matewan” (1987), “Passion Fish” (1992), “Lone Star” (1996), “Hombres Armados” (1997) o “Limbo” (1999). En cuanto al director, Jimmy T.Murakami, acabó trasladándose al mundo de la animación con títulos como “Heavy Metal” (1981) o “Cuando el Viento Sopla” (1986).

“Los Siete Magníficos del Espacio” no es bajo ningún concepto una buena película. Pero creo que tampoco lo pretendió nunca. Su objetivo fue ganar el máximo dinero posible con una
inversión modesta a base de aprovecharse del interés del público por la ciencia ficción. Dicho esto y alcanzado tal objetivo, se trata de una producción de Roger Corman, lo que en la mayoría de los casos significa un producto competentemente realizado. Sabía rodearse de gente con talento y extraer lo máximo posible de presupuestos muy ajustados y eso no es nada fácil. Puede que estas palabras no parezcan una recomendación muy fervorosa, pero si se es amante del cine nostálgico y se ve con cierta condescendencia, esta es una opción mucho más entretenida y con mejores valores de producción que los de otras películas contemporáneas que en los setenta y ochenta explotaron el éxito de “Star Wars”.







2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con su apreciación sobre el film. Corman era un genio rentabilizando sus producciones. Creo que solo perdió dinero en una solo de sus películas(no recuerdo cual). Gran artículo este tuyo.
    Un saludo

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  2. Yo la vi en el cine si mal no recuerdo en 1982, tendría unos 11 años y la flipé en colores, hasta recuerdo haber llorado cuando los héroes iban cayendo, ese día la vi 2 veces, volví a verla hace unos 10 años y si bien le vi sus fallas siempre le tendré un especial cariño. Salud

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