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Si bien Paramount había gastado y ganado mucho dinero con “Star Trek: La Película”, también había aprendido a las malas algunas lecciones importantes y se dio cuenta de que a punto había estado de estrangular la franquicia antes incluso de nacer. Dispuesto a no cometer los mismos errores, el estudio le retiró la responsabilidad de la secuela a Gene Roddenberry para otorgársela a su división televisiva, que a la sazón estaba bajo los auspicios de los productores Harve Bennett (“El Hombre de los Seis Millones de Dólares") y su amigo y colega, el director de anuncios publicitarios Robert Sallin.
Bennett consideró en primer lugar lo que describió como la
historia klingon definitiva; a continuación, otra en la línea de "La Ciudad
al Fin de la Eternidad", en la que la tripulación de la Enterprise viajaba
en el Tiempo para salvar la vida del presidente Kennedy con terribles
consecuencias para la historia del futuro; y, por fin, una titulada “El
Proyecto Omega”, cuya trama introducía un arma de enorme poder destructor, tal
vez en manos de uno de los antiguos enemigos de Kirk en la serie de televisión
original. Bennet comenzó a revisar episodios antiguos y finalmente se decidió
por el personaje de Khan Noonien Singh, interpretado por Ricardo Montalbán en
"Semilla Espacial” (1967).
El propio Bennett escribió un resumen de una página
titulado "La Guerra de las Generaciones", en el que Khan lideraba una
revolución contra la Federación de Planetas Unidos, y a continuación comenzó a
trabajar en el desarrollo con el guionista de televisión Jack B. Sowards (“Bonanza”,
“El Gran Chaparral”). El primer borrador, fechado en diciembre de 1980, presentaba
una batalla de voluntades entre Kirk y Khan, una relación romántica entre el
comandante de la Enterprise y una miembro de su tripulación llamada O'Rourke y
la muerte de Spock, una idea con la que se esperaba que un reacio Leonard Nimoy
regresara a la franquicia. Muchos de estos elementos sobrevivieron en el ya
guion definitivo, titulado "Star Trek: El Síndrome Omega", en el que
Khan planeaba usar su arma para tomar el control de la Federación antes de
vengarse personalmente del propio Kirk. Fue el director artístico Michael Minor
quien sugirió que el arma, conocida en el guión como "Sistema Omega",
podría ser un dispositivo de terraformación, una tecnología capaz de transformar
mundos muertos en entornos habitables y apropiados para la colonización humana.
Pero si se utilizaba en un planeta ya habitado, podría acelerar la evolución de
las formas de vida y destruirlas.
Con una huelga de guionistas en ciernes, Sowards dispuso
tan sólo de tres meses para redactar el guion, ahora retitulado "El
Proyecto Génesis”. El nuevo borrador, ya muy próximo al argumento de la
película final, pero con un enfrentamiento cara a cara de doce páginas entre
Kirk y Khan, se entregó el 10 de abril de 1981, un día antes de que comenzara
la antedicha huelga. La idea del prototipo de dispositivo terraformador utilizado
como arma por un Khan iracundo y sus maquinaciones casi shakesperianas de
venganza contra Kirk, parecieron darle a la historia tanto el conflicto como el
espectáculo necesarios.
Sin embargo, Bennett decidió llevar a cabo el guión de
Samuel Peeples, quien, muy apropiadamente, había escrito el segundo episodio piloto
de Star Trek, "Un Lugar Jamás Visitado por el Hombre”, sobre cuya base se
había encargado la serie original. "Mi
objeción personal al guión de Soward fue, contrariamente a lo que afirman otras
críticas, que se ajustaba demasiado al molde de los episodios de Star Trek de
1967", opinó Peeples, antes de ponerse a trabajar en otro guión
titulado "Mundos que Nunca Existieron", entregado el 20 de julio de
1981. Se dejó fuera a Khan como villano para sustituirlo por dos
extraterrestres, Sojin y Moray, seres transdimensionales insondables cuyas
motivaciones eran tan ajenas a nosotros -y las nuestras para ellos-, que casi
destruyen la Tierra por accidente.
"Ni el guión de
Jack Sowards ni el de Samuel Peeples funcionaron", comentaría más
tarde Robert Sallin, señalando que ambos parecían guiones de televisión alargados
en exceso. "Había muchas rarezas galácticas
en ambos guiones que consideré frustrantes", añadió. Después de
recibir más sugerencias para historias de otra antigua guionista de Star Trek,
Judy Burns, Bennett finalmente se puso manos a la obra él mismo, unificando los
elementos más sólidos e interesantes de todos los guiones anteriores en otro
titulado "La Ira de Khan".
Lo que necesitaban a continuación era un director que
pudiera ejecutar el proyecto con un presupuesto de apenas 12 millones de
dólares. Y ahí es donde aparece Nicholas Meyer, un escritor cuyo único crédito
como realizador cinematográfico había sido la no muy conocida película de
ciencia ficción "Los Pasajeros del Tiempo” (1979). Meyer afirmó no haber
visto nunca antes un episodio de “Star Trek”, pero aun así le entusiasmó el
guion. "Vi la primera película y
pensé que no habría forma de hacer otra igual de aburrida”, dijo. "También sabía que podíamos hacerlo por una
cuarta parte de lo que costó, así que probablemente quedaríamos como héroes".
Aunque Meyer, en un alarde de magnanimidad, se negó a figurar en los créditos
de la película final como guionista, el productor Robert Sallin siempre
insistió en que la reelaboración del guion que llevó a cabo Meyer fue muy
sustancial, afirmando: "Francamente,
la reescritura no acreditada de Nick es la que está en pantalla".
La película comienza con la teniente Saavik (Kirstie Alley), mitad vulcana y mitad romulana, enfrentándose a la infame prueba del "Kobayashi Maru" bajo la supervisión del almirante Kirk, el capitán Spock y varios miembros de la tripulación original de la Enterprise, todos los cuales acaban "muertos" al término de la simulación. Por otra parte, el capitán Terrell (Paul Winfield) y su primer oficial, Pavel Chekov, están buscando un planeta sin vida sobre el que poner a prueba el dispositivo experimental Génesis, cuando son hechos prisioneros por Khan Noonien Singh (interpretado, como en "Semilla Estelar", por Ricardo Montalbán). Khan ve el Génesis como un arma con la que llevar a cabo su venganza contra Kirk por haberlo abandonado quince años antes en un mundo desértico condenado a la destrucción. "La venganza es un plato que se sirve mejor frío… y en el espacio hace mucho frío".
El duelo de naves espaciales con el que culmina la película
y en el curso del cual Kirk y Khan nunca llegan a encontrarse cara a cara, desemboca
en el supremo sacrificio de Spock. “La
necesidad de la mayoría pesa más que la necesidad de unos pocos", dice
el vulcano en la que fue la escena de muerte más emotiva en una película de
ciencia ficción desde la de Hal en "2001: Una Odisea del Espacio" (1968).
A pesar de que, en última instancia, su desempeño en
taquilla fue poco memorable -recaudó mucho menos dinero que la primera
película, aunque su presupuesto más modesto permitió entrar en beneficios más
rápidamente- "Star Trek II: La Ira de Khan" fue un éxito de crítica,
impulsando la saga hacia una inevitable tercera entrega gracias a la coda -agregada
apresuradamente- en la que el "ataúd" de Spock termina descansando
entre la ahora floreciente vida del planeta Génesis. "Hubiera sido muy fácil decir que todo lo que hicimos para modificar el
final con el fin de añadir ambigüedad respecto a la muerte de Spock fue pensado
cuidadosamente y que la trama de Star Trek III ya estaba en mi mente. No es
cierto. ", insistió Bennett, añadiendo que esa conclusión fue encajada
en realidad para aplacar a unos fans indignados por la muerte de uno de sus
personajes favoritos.
Sin embargo, hay pocas dudas respecto a que ese final
modificado le facilitó a Bennett la escritura de "Star Trek III: En Busca
de Spock", que no tuvo demasiados problemas en su desarrollo y entró en
producción el 15 de agosto de 1983 encabezada por Leonard Nimoy. La película,
que se estrenó en junio de 1984, fue recibida con aprobación de la crítica y
entusiasmo de los fans, e igualó sin dificultades los beneficios en taquilla de
su predecesora. Paramount no perdió el tiempo y ordenó una cuarta película, con
Harve Bennett ejerciendo de productor por tercera vez y Leonard Nimoy repitiendo
como director. Esta vez, sin embargo, se filtró que William Shatner no estaba
dispuesto a regresar a la franquicia a menos que le concedieran un aumento
significativo de sus emolumentos, justificándolo tanto en el aprecio que los
fans sentían hacia su personaje como en el éxito de las películas anteriores.
Mientras Bennett y Nimoy aguardaban las negociaciones de
sus contratos, Bennett propuso una idea que evitaría al estudio tener que
someterse a las exigencias tanto de ambas estrellas como de ninguno de los
actores del reparto original de la serie: retroceder hasta los mismos orígenes
de Star Trek, a lo que el productor Ralph Winter añadió que la acción tuviera
lugar en la Academia de la Flota Estelar en la época en la que Kirk, Spock y el
resto eran jóvenes cadetes. Cuando, después de ocho meses, Shatner firmó por 2
millones de dólares, y con la promesa de que le permitirían dirigir "Star
Trek V", este enfoque “juvenil” se abandonó en favor de una historia de
viajes en el Tiempo, una premisa que permitiría a la tripulación del recientemente
destruido Enterprise interactuar con humanos del siglo XX por primera vez desde
la serie de los 60.
Dado que en aquella serie ya se había utilizado ese recurso
en diversas ocasiones, la cuestión no era tanto cómo Kirk y su equipo retrocederían
en la corriente temporal hasta la Tierra actual, sino las razones para hacerlo.
Se imaginó que podría existir un problema en el siglo XXIII cuya única solución
radicaría en algo ya desaparecido, extinto... Contemplaron muchas ideas
diferentes, incluyendo ciertos conocimientos, oficios y técnicas que en el
futuro podrían haberse olvidado.
Después de considerar cosas tan diversas como los fabricantes de violines y los perforadores de petróleo, Nimoy comenzó a explorar la noción de una epidemia generalizada, una enfermedad mortal cuya cura habría sido destruida siglos antes junto con las selvas tropicales. Pero, en primer lugar, ver en pantalla grande a miles de personas enfermas y moribundas era incompatible con el tono ligero que se había planteado para la película; y, en segundo lugar, que los protagonistas acometieran un viaje épico de 600 años sólo para llevar al futuro un insecto o una pequeña planta, no parecía demasiado emocionante. Finalmente, a Nimoy, que había estado leyendo un libro sobre especies extintas, se le ocurrió que a la órbita de la Tierra llegara una misteriosa nave alienígena que intentara establecer contacto con una especie ya extinta en el siglo XXIII: la ballena jorobada.
Las reuniones iniciales con el guionista Daniel Petrie Jr
("Superdetective en Hollywood") no llegaron a buen fin debido al
acuerdo que éste tenía con Disney. Pero para entonces había aparecido un nuevo
dilema en la persona de Eddie Murphy, la estrella en meteórico ascenso de
Paramount, que se había empeñado en participar en "Star Trek IV". Nimoy
escribiría más tarde: "Me pareció
una excelente idea combinar dos franquicias exitosas -Eddie Murphy y Star Trek-
tratando de atraer a los fans de Murphy que de otro modo no irían a ver una
película de Star Trek (…) Pero, si no funcionaba, perjudicaría tanto a Murphy
como a Star Trek". Por ese motivo, Nimoy llevó el asunto con cautela,
coincidiendo con la opinión de Jeffrey Katzenberg (por entonces Presidente de
Producción de Paramount antes de marcharse, en 1984, para asumir el cargo de director
ejecutivo de Disney): o era la mejor idea del mundo, o la peor.
Nimoy se reunió con Murphy, quien le preguntó qué había
dicho Katzenberg al respecto de todo el asunto. "Era una pregunta directa", recordó Nimoy, "así que respondí de la misma manera.
"Dijo que matarías por estar en una película de Star Trek", Eddie esbozó una sonrisa. "¡Así es!".
Ambos conversaron durante un rato, pero Nimoy fue realista: "Le dije que Harve y yo íbamos a discutir
ideas para la historia y que nos tomaríamos su petición muy en serio. Pero
también le dije: "Eddie, nos gustas y nosotros a ti. Sabes que, si se
anuncia que aparecerás en nuestra película, habrá algunos francotiradores escépticos
esperando a abatirnos a todos si no funciona bien. Mi sensación es que tu papel
tiene que ser o bien estupendo o inexistente, porque no queremos dañar tu
carrera, y sé que tú no quieres dañar la nuestra". "Entonces nos
mantenemos en contacto", dijo Eddie.
"Hazme saber cómo van progresando tus ideas para la historia". Estuve de acuerdo porque de esa manera,
cualquiera de las partes podría bajarse del tren si las cosas no iban bien".
Al final, Murphy permitió que el estudio lo disuadiera de
seguir presionando en favor de su sueño. Para Paramount, combinar a Murphy y
Star Trek equivalía a poner sus dos huevos ganadores en la misma cesta. "Soy un Trekkie", afirmaría más
tarde Murphy. "Siempre me ha
encantado Star Trek y he querido estar en ella, y de ahí surgió la idea de viajar
en el Tiempo al pasado de la Tierra de 1987. Se escribió el guión, pero al
final abandonamos la idea". Pero mientras tanto y a decir de Harve
Bennett, gran parte del desarrollo de la historia se llevó a cabo contemplando
la posibilidad de que Murphy formara parte de ella.
De hecho, cuando se contrató a Steve Meerson y Peter Krikes
para escribir el guión, se les pidió que tuvieran en cuenta a Murphy. Llegaron incluso
a crear para él un personaje importante: el de un profesor universitario algo
excéntrico (precursor del “Profesor Chiflado” que diez años más tarde
protagonizaría el propio Murphy) que cree en los extraterrestres y le gusta “deleitar”
a sus alumnos con los cantos de ballenas. Cuando conoce a la ex tripulación del
Enterprise, que aterriza en el Golden Gate Park con una nave invisible
"tomada prestada" de los klingon, se convence de que sus teorías
sobre los extraterrestres son ciertas.
Cuando Murphy se retiró para hacer “El Chico de Oro” (1986,
su primer fracaso), su personaje se fusionó con el de un biólogo marino y una
periodista para convertirse en Gillian Taylor (Catherine Hicks), la científica
que ayuda a la tripulación a capturar la ballena y termina acompañando a Kirk
de regreso al siglo XXIII. Se descartaron tanto la idea del embarazo de Saavik
por un joven Spock como la de que la nave klingon llegara a la Tierra en mitad
del descanso de la Super Bowl, siendo considerada por el público como parte del
espectáculo.
Pero al final, también Krikes y Meerson quedaron fuera del
proyecto para que entrara el director (y guionista no acreditado) de "La
Ira de Khan", Nicholas Meyer, quien se puso a trabajar con Bennett en una nueva
versión del guión. Krikes y Meerson se vieron obligados a acudir al arbitraje
del Gremio de Guionistas de Hollywood para asegurarse de que su labor quedaba
debidamente acreditada en pantalla, litigio del que obtuvieron una victoria
parcial.
Eso sí, en el borrador de Meyer y a pesar de la paradoja temporal que ello causaría, Gillian Taylor permanecía en el siglo XX, prometiendo hacer todo lo que estuviera en su mano para proteger a las ballenas y asegurar su supervivencia. Esta idea en particular no acabó siendo parte del guion original, pero Meyer siempre opinó que era el final correcto. Como declararía más tarde: "El final de la película olvida la importancia de que sean las personas del presente quienes asuman la responsabilidad sobre la ecología y prevengan los problemas del futuro, haciendo algo al respecto hoy en lugar de satisfacer las fantasías de ser transportados al futuro casi utópico de Star Trek".
Estrenada en el verano de 1986, año en el que se desarrollaba la mayor parte de la película, "Misión: Salvar la Tierra” se convirtió en la primera entrega cinematográfica de Star Trek en superar el hito de los 100 millones de dólares en Estados Unidos. Recibió premios y las mejores reseñas de la saga hasta ese momento. Más importante todavía fue que abrió el mundo de Star Trek a un público generalista, algo que le dio a Paramount buenas razones para creer que “Star Trek V” podría cosechar aún más éxito. En esta ocasión, William Shatner sería el que tomaría las decisiones.
(Continúa en la siguiente entrada)
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