jueves, 17 de junio de 2021

2017- ALIEN: COVENANT – Ridley Scott

 


Alien: El 8º Pasajero” (1979) es un clásico incuestionable no sólo de la CF sino de la propia Historia del Cine. Es una de las películas del género más influyentes e imitadas de todos los tiempos que lanzó o consolidó las carreras de prácticamente todo el que participó en ella, desde la actriz debutante Sigourney Weaver al guionista Dan O´Bannon, pasando por el diseñador H.R.Giger o el mismo director, Ridley Scott. La idea de unas criaturas terroríficamente concebidas acechando por los oscuros corredores a unos humanos aislados, y la estética industrial de la nave se convirtieron en algo tan copiado que hoy son ya un cliché.

 

“Alien” dio lugar a toda una serie de secuelas, empezando por el “Aliens” (1986) de James Cameron, que es una de las pocas continuaciones que igualan el éxito y buenas críticas de la original (de hecho, muchos la prefieren). A ella le siguieron “Alien 3” (1992), de David Fincher y “Alien:Resurrección” (1997), antes de que la franquicia degenerara en títulos mediocres que cruzaban los Aliens con los Predator.

 

Ridley Scott se pasó años contemplando –quizá con asombro- como su película se convertía en un fenómeno cultural y empresarial que abarcaba novelas, comics, videojuegos, figuras… Durante mucho tiempo se rumoreó que regresaría a ese universo de una forma u otra, incluso ocupando la silla de director y, por eso, cuando por fin lo hizo treinta y tres años después del estreno de “Alien”, dirigiendo una precuela, “Prometheus” (2012), las expectativas eran muy altas. Expectativas que muchos vieron insatisfechas tras ver la película. La principal queja fue la de haber prescindido de los xenomorfos para concentrarse en los menos interesantes Ingenieros y situar la acción en un tiempo anterior al de la primera película. Inmune a las críticas, Scott volvió cinco años después a hacer otra precuela (aunque secuela de la inmediatamente anterior).

 

Año 2104. La nave espacial Covenant está viajando rumbo al planeta Origae-6 con un cargamento de embriones congelados, doscientos humanos y quince tripulantes en animación suspendida junto a todo lo necesario para fundar una nueva colonia. A resultas de los daños que sufre la nave por el bombardeo de una tormenta de neutrinos, el capitán muere y el segundo de abordo, Christopher Oram (Billy Crudup) asume el mando. Mientras la tripulación repara los desperfectos, se recibe una llamada de auxilio procedente de un planeta cercano. Cuando los escáneres revelan que se trata de un mundo que alberga vida, la tripulación empieza a darle vueltas a la idea de abandonar el viaje hacia su destino original, del que aún quedan varios años por completar, y establecer la colonia aquí. Temeroros de un fallo técnico que los mate mientras hibernan, desesperados por obtener buenas noticias y presos de la curiosidad, deciden explorar el planeta y evaluar sus posibilidades para acoger la colonia.

 

Toda la tripulación excepto tres de sus miembros que se quedan en órbita a bordo de la Covenant, llega a la superficie con una lanzadera y empiezan a explorar el lugar. Pero dos de ellos se infectan con unas esporas y uno muere a resultas de la erupción de un embrión alien de su espalda; el otro es llevado a la enfermería de la lanzadera y sufre un destino similar, destruyendo el vehículo en el proceso. Aislados en el planeta dado que la Covenant no puede aterrizar debido a una tormenta de iones, los náufragos son atacados por aliens y reciben in extremis la ayuda del androide David (Michael Fassbender), que los guía hasta un refugio seguro en las ruinas de una ciudad. Allí, incapaces de volver a la nave ni salir del recinto, descubren que David es el responsable de la creación de las criaturas. 

 

Con “Alien: Covenant”, Ridley Scott escuchó a los fans y les dio lo que querían: más aliens. Sin embargo y aunque aquéllos consideran esta entrega una mejora general respecto a “Prometheus”, no dejó de ser otra decepción para muchos, entre los que me cuento. Da la sensación de que el creador de una obra en su tiempo original, intentando hacer algo diferente, no ha conseguido entender qué ingredientes y en qué proporción hicieron de aquélla un clásico. De hecho, es posible que de haberse estrenado “Prometheus” o “Covenant” en 1979, difícilmente hubieran generado una colección de secuelas que cuarenta años después siguen recaudando muchísimo dinero.

 

En la primera parte de la película, Scott parece seguir fielmente la estructura presentada en “Alien: el Octavo Pasajero”: la tripulación de una nave en el espacio profundo es despertada de su criosueño para encontrarse con una señal de socorro procedente de un planeta ignoto; acuden a la fuente, aterrizan y exploran los restos de una nave de los Ingenieros; luego alguien se infecta, incuba un alien y lo expulsa para, a continuación y sucesivamente, ir muriendo todos a manos de la criatura –o criaturas-.

 

Ahora bien, transcurre una hora de metraje antes de que la tripulación aterrice en el planeta y otra media hora más antes de empiece la acción y el suspense. En todo ese tramo inicial, la historia se centra exclusivamente en presentar a los nuevos personajes. Scott invierte bastante tiempo en detallar las relaciones que existen entre ellos y las funciones que desempeñan a bordo; pero, sin embargo, ni llegamos a saber gran cosa de ellos ni consiguen hacerse simpáticos al espectador. Daniels (Katharine Waterston) es la protagonista y como tal tiene el perfil mejor trabajado. El otro tripulante que más sobresale es el piloto Tennessee (Danny McBride), que se apoya en el carisma del actor más que en las oportunidades que le brinda el guion. Del resto, lo único que sabemos es que están en la Covenant para hacer un trabajo. Eso es todo. Algunas conversaciones plantean temas moderadamente interesantes, pero no particularmente emocionante. Nada interesante de verdad ocurre durante mucho, demasiado, tiempo.

 

Las cosas cambian un poco cuando el Covenant llega al misterioso planeta: hay más movimiento, unos paisajes inquietantes y la sensación de que, por fin, se llega al meollo de la cuestión. El espectador asume fácilmente que va a asistir a otra caza de humanos por parte de un alien más que dispuesto a reproducirse. Pero no es el caso y, con un par de pequeñas excepciones, los personajes no cambian ni evolucionan demasiado cuando se ven enfrentados a los peligros. El tono continúa siendo bastante monótono, todo sigue una senda predecible. Hay momentos bastante gore (en especial, esa maravillosamente repelente escena en la que un embrión se abre paso por la espalda de Ledward (Benjamin Rigy) y convierte la enfermería de la lanzadera en un baño de sangre) pero poco o nada que verdaderamente sorprenda o aterrorice.

 

Sin embargo, la segunda parte del film va en una dirección muy distinta. Se recupera al androide David (Michael Fassbender) de “Prometheus” y que es idéntico en apariencia (si bien se trata de un modelo anterior) al que sirve a bordo de la Covenant y que responde al nombre de Walter (Michael Fassbender). Desde el comienzo queda claro que no es trigo limpio y, efectivamente, se descubre que en los años que lleva en el planeta de los Ingenieros tras los sucesos narrados en “Prometheus”, se ha dedicado a experimentar genéticamente con embriones alienígenas.

 

Y es ahí precisamente donde encontramos el desvío que ha decepcionado a muchos fans y que constituye el punto de conflicto no sólo de la franquicia Alien sino de cualquier otra ya veterana y asentada sobre unos parámetros muy concretos: seguir contando una y otra vez la misma historia (aunque tenga protagonistas y entornos diferentes) hasta aburrir al respetable; o probar algo nuevo, un alejamiento respecto al tópico que pueda aportar sangre nueva pero que al mismo tiempo provocará el enfado de quien espera más de lo ya conocido (y que, pese a ello, muchas veces protesta luego por recibir precisamente aquello que pedía).

 

Hasta “Prometheus”, las películas de Alien habían versado sobre monstruos que cazaban humanos atrapados en un lugar del que no podían salir ni recibir ayuda, con un androide involucrado y una heroína fuerte. Dentro de ese esquema, algunos guionistas y directores lo hicieron mejor que otros. Con “Prometheus”, Scott intentó explorar un camino nuevo, introducir otros conceptos y temas y arrojar luz sobre rincones inexplorados del universo Alien. El resultado, inconexo y errático, no estuvo a la altura de lo deseable, pero valoro positivamente su valentía por intentar algo distinto. Sin embargo, como he dicho, para “Covenant”, el director –no me extrañaría que a “sugerencia” del estudio- optó por escuchar al sector tradicionalista y retomar los aliens y la estructura de los primeros films… pero no del todo. Porque a mitad de metraje y abruptamente, hace un quiebro e introduce la figura del “mad doctor”, un Frankenstein sintético que engaña a los recién llegados y los trata como a niños ignorantes.

 

La intención declarada de Scott en “Prometheus” había sido la de ahondar más en los Ingenieros y podía pensarse que seguiría esa línea en “Covenant”. Pero no, en una rápida secuencia se nos muestra qué pasó cuando la Prometheus llegó al planeta de los Ingenieros y luego se arrincona completamente el asunto olvidando de paso a la doctora Swann –o, mejor, se la convierte en víctima de David-. No se explican tampoco los misterios expuestos en la primera parte: ¿Quiénes son los Ingenieros? ¿Por qué introdujeron la vida en la Tierra? ¿Por qué luego quieren acabar con ella? Es una traición tan clara y brutal al potencial de “Prometheus” que parece que Scott esté pidiendo perdón a los fans que se mostraron críticos con esa película.

 

Toda la segunda parte se dedica a la insatisfactoria e innecesaria tarea de completar la mitología del xenomorfo. “Alien” y sus sucesoras habían aportado a la CF una creación conceptual y visualmente escalofriante y totalmente inhumana, un monstruo imparable que vivía con un solo propósito: reproducirse. Buena parte de su fascinación derivaba del misterio que rodeaba su origen biológico. ¿Qué tipo de planeta u entorno podría haber dado lugar a un ser tan feroz y con un ciclo reproductivo tan peculiar? Y, como suele ser tan habitual en la CF y el Terror, cuando se desvela el misterio, el concepto se diluye. Y es que aquí descubrimos que los Aliens no son un triunfo supremo del darwinismo evolutivo sino una creación artificial a la que se ha llegado tras una larga sucesión de traspiés genéticos cometidos por un androide egomaniaco obsesionado por la perfección que bien podría haber sido un replicante de “Blade Runner” (1982).

 

En lugar de escenas de aliens matando tripulantes en pasillos oscuros, tenemos a los tripulantes muriendo uno tras otro mientras tratan de escapar del androide loco, y a la nave nodriza efectuar un arriesgado aterrizaje de salvamento en mitad de una tormenta. El clímax es quizá lo más emocionante de la película y está técnicamente muy bien resuelto, pero nunca escapa de lo convencional. E igualmente decepcionante, todos esos pasajes dominados por la acción parecen casar mal con las aspiraciones filosóficas del guion heredadas de “Prometheus” y en virtud de las cuales se expone, de forma fría y un tanto pretenciosa, el conflicto inevitable entre Creador y Creación, bien sean los Ingenieros y su barro orgánico o Peter Weyland y sus hijos sintéticos.

 

El guión corre a cargo de Dante Harper y John Logan. Ignoro si fueron ambos quienes firmaron al alimón el libreto o lo hizo uno y lo corrigió el otro. El primero carecía por completo de experiencia en estas lides y el de “Covenant” fue su primer guion. El segundo, por el contrario, estaba bien familiarizado con el cine de género, habiendo escrito “Star Trek: Nemesis” (2002), “La Máquina del Tiempo” (2002), “Sweeney Tod” (2007), “Skyfall” (2012), “Spectre” (2015”, la serie de televisión “Penny Dreadful” (2014-6) así como otras películas de primera división, como “Un Domingo Cualquiera” (1999), “Gladiator” (2000), “El Último Samurai” (2003) o “El Aviador” (2004).

 

Con todos esos galones, Logan comete en esta ocasión severos errores en el guion, no ya en el intento de regresar a la fórmula clásica de la franquicia, sino en aspectos de coherencia. Por ejemplo, se nos informa de que la Covenant es una de las primeras naves colonizadoras, que está realizando un viaje larguísimo y que se ha invertido en ella muchísimo dinero y recursos… pero solo tiene a bordo una lanzadera.

 

Semejante incompetencia por parte de los planificadores de una de las misiones más importantes de la historia de la Humanidad sólo tiene una explicación, claro: es la única forma de darle emoción al segundo acto porque al no existir una segunda lanzadera que poder enviar al rescate de los tripulantes en peligro, es la Covenant la que debe hacerlo, una nave enorme, difícil de controlar en una atmósfera y aún peor en medio de una tormenta. Así que todo lo que sucede en los dos últimos tercios de la trama se apoya en la ridícula premisa de que solo existe una lanzadera. Hay otros momentos problemáticos, como el reciclaje de ese clásico de la saga que es que uno de los preparadísimos científicos o ingenieros, olvidando cualquier atisbo de sentido común y nociones de xenobiología, o bien se asoma dentro del huevo para ver qué hay dentro; o bien trota alegremente por un entorno extraterrestre que puede estar repleto de amenazas contra nuestra biología; o pierda los papeles y deje de lado las reglas de cuarentena de las que dependen las vidas de todos.

 

La película tiene otro inconveniente: ser la menos accesible de toda la franquicia para alguien no familiarizado con la misma. Las anteriores entregas se basaban en conceptos muy sencillos, pero “Covenant” es, por un lado, una precuela de “Alien: El Octavo Pasajero”, la primera cinta de la saga; y, por otro, una secuela de “Prometheus”. Si uno se ha perdido esta última, difícilmente podrá entender todo lo relacionado con David y sus experimentos genéticos.

 

Del reparto sobresale Michael Fassbender, que hace doblete como los androides Walter y David, aportando a cada uno de ellos, dentro de la contención característica esperable de una máquina, diferencias sutiles que transmiten la sensación de que tras la impasible fachada hay una cierta alma sensible. No hay mucho que decir del resto, ni siquiera de Billy Crudup, un actor versátil y solvente que aquí no cuenta con un personaje que le permita brillar demasiado. La heroína nominal, interpretada por Katherine Waterston, carece del carisma, energía y fuerza interior que comunicaban con su físico e interpretaciones sus antecesoras. El resto, como digo, bien podrían ser balones con caras pintadas porque ni se nos dice apenas nada de ellos ni tienen otro propósito que servir de carnaza a los Aliens.

 

Probablemente, el secreto para disfrutar –siempre y cuando el director y el guionista hagan un trabajo medianamente competente- de una franquicia como la de Alien es asumir que no pueden abordarse sus entregas presentes y futuras con grandes expectativas. Es muy difícil que nadie, ni siquiera Scott o Cameron, alcancen el nivel que ellos mismos fijaron en sus inicios.

 

Teniendo esto en cuenta, “Alien: Covenant” no es una mala película. No estamos ante un bodrio completamente incoherente y molesto. Entretiene y técnicamente se le pueden sacar pocas pegas. Pero también deja indiferente al no aportar nada nuevo a la ciencia ficción. No hay en ella nada épico, visceral o terrorífico. Y quizá aún peor: no se arriesga. En lugar de comprometerse con lo ya hecho en la primera parte y seguir profundizando en la mitología del universo Alien propuesta en “Prometheus”, Scott y Logan se pliegan a las presiones de los fans y retornan a una fórmula ya agotada. Esta indecisión deja insatisfechos a unos y otros con un producto aguado y predecible. “Covenant” prescinde de todo lo que de interesante tenía “Prometheus” y, con ello, ni sobresale por sí misma ni solventa los problemas de aquélla.

 


6 comentarios:

  1. Suscribo todas y cada una de las palabras de este magnífico artículo. Enhorabuena, como siempre. Me encanta seguir las publicaciones de este blog.

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  2. A mi me gustaron todas.. Cada una de ellas tienen algo distintivo.. Si sale otra seguire viendolas..
    MUy buena nota !

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  3. Después de la caña que se le dio a Prometheus entre otras cosas por lo idiotas que son sus científicos, en Covenant repiten tropo. Yo cuando vi que danzaban por el planeta sin protegerse tenía claro que estaba volviendo a ver la malísima y absurda Prometheus.

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  4. Ufff que análisis al detalle.
    No niego que tienes razón en muchos aspectos.
    Pero a pesar de lo que dices, para mí, la película cumple, no es una obra maestra, pero cumple, en atmósferas y escenarios, eso me hubiese gustado que tocaran otra tecla en la drama.
    Saludos

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  5. Schadenfreude: me alegro de ver que no solo Star Wars está presa de sus fans y el miedo a salir del esquema de la película seminal

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