“Alien: El 8º Pasajero” (1979) es un clásico incuestionable no sólo de la CF sino de la propia Historia del Cine. Es una de las películas del género más influyentes e imitadas de todos los tiempos que lanzó o consolidó las carreras de prácticamente todo el que participó en ella, desde la actriz debutante Sigourney Weaver al guionista Dan O´Bannon, pasando por el diseñador H.R.Giger o el mismo director, Ridley Scott. La idea de unas criaturas terroríficamente concebidas acechando por los oscuros corredores a unos humanos aislados, y la estética industrial de la nave se convirtieron en algo tan copiado que hoy son ya un cliché.
“Alien” dio lugar a toda una serie de secuelas, empezando por el “Aliens” (1986) de James Cameron, que es una de las pocas continuaciones que igualan el éxito y buenas críticas de la original (de hecho, muchos la prefieren). A ella le siguieron “Alien 3” (1992), de David Fincher y “Alien:Resurrección” (1997), antes de que la franquicia degenerara en títulos mediocres que cruzaban los Aliens con los Predator.
Ridley Scott se pasó años contemplando –quizá con asombro-
como su película se convertía en un fenómeno cultural y empresarial que abarcaba
novelas, comics, videojuegos, figuras… Durante mucho tiempo se rumoreó que
regresaría a ese universo de una forma u otra, incluso ocupando la silla de
director y, por eso, cuando por fin lo hizo treinta y tres años después del
estreno de “Alien”, dirigiendo una precuela, “Prometheus” (2012), las
expectativas eran muy altas. Expectativas que muchos vieron insatisfechas tras
ver la película. La principal queja fue la de haber prescindido de los
xenomorfos para concentrarse en los menos interesantes Ingenieros y situar la
acción en un tiempo anterior al de la primera película. Inmune a las críticas,
Scott volvió cinco años después a hacer otra precuela (aunque secuela de la
inmediatamente anterior).
Año 2104. La nave espacial Covenant está viajando rumbo al
planeta Origae-6 con un cargamento de embriones congelados, doscientos humanos
y quince tripulantes en animación suspendida junto a todo lo necesario para
fundar una nueva colonia. A resultas de los daños que sufre la nave por el
bombardeo de una tormenta de neutrinos, el capitán muere y el segundo de
abordo, Christopher Oram (Billy Crudup) asume el mando. Mientras la tripulación
repara los desperfectos, se recibe una llamada de auxilio procedente de un
planeta cercano. Cuando los escáneres revelan que se trata de un mundo que
alberga vida, la tripulación empieza a darle vueltas a la idea de abandonar el
viaje hacia su destino original, del que aún quedan varios años por completar,
y establecer la colonia aquí. Temeroros de un fallo técnico que los mate
mientras hibernan, desesperados por obtener buenas noticias y presos de la
curiosidad, deciden explorar el planeta y evaluar sus posibilidades para acoger
la colonia.
Toda la tripulación excepto tres de sus miembros que se
quedan en órbita a bordo de la Covenant, llega a la superficie con una
lanzadera y empiezan a explorar el lugar. Pero dos de ellos se infectan con
unas esporas y uno muere a resultas de la erupción de un embrión alien de su
espalda; el otro es llevado a la enfermería de la lanzadera y sufre un destino
similar, destruyendo el vehículo en el proceso. Aislados en el planeta dado que
la Covenant no puede aterrizar debido a una tormenta de iones, los náufragos
son atacados por aliens y reciben in extremis la ayuda del androide David
(Michael Fassbender), que los guía hasta un refugio seguro en las ruinas de una
ciudad. Allí, incapaces de volver a la nave ni salir del recinto, descubren que
David es el responsable de la creación de las criaturas.
Con “Alien: Covenant”, Ridley Scott escuchó a los fans y
les dio lo que querían: más aliens. Sin embargo y aunque aquéllos consideran
esta entrega una mejora general respecto a “Prometheus”, no dejó de ser otra
decepción para muchos, entre los que me cuento. Da la sensación de que el
creador de una obra en su tiempo original, intentando hacer algo diferente, no
ha conseguido entender qué ingredientes y en qué proporción hicieron de aquélla
un clásico. De hecho, es posible que de haberse estrenado “Prometheus” o
“Covenant” en 1979, difícilmente hubieran generado una colección de secuelas
que cuarenta años después siguen recaudando muchísimo dinero.
En la primera parte de la película, Scott parece seguir
fielmente la estructura presentada en “Alien: el Octavo Pasajero”: la
tripulación de una nave en el espacio profundo es despertada de su criosueño
para encontrarse con una señal de socorro procedente de un planeta ignoto;
acuden a la fuente, aterrizan y exploran los restos de una nave de los
Ingenieros; luego alguien se infecta, incuba un alien y lo expulsa para, a
continuación y sucesivamente, ir muriendo todos a manos de la criatura –o
criaturas-.
Ahora bien, transcurre una hora de metraje antes de que la
tripulación aterrice en el planeta y otra media hora más antes de empiece la acción
y el suspense. En todo ese tramo inicial, la historia se centra exclusivamente
en presentar a los nuevos personajes. Scott invierte bastante tiempo en
detallar las relaciones que existen entre ellos y las funciones que desempeñan
a bordo; pero, sin embargo, ni llegamos a saber gran cosa de ellos ni consiguen
hacerse simpáticos al espectador. Daniels (Katharine Waterston) es la
protagonista y como tal tiene el perfil mejor trabajado. El otro tripulante que
más sobresale es el piloto Tennessee (Danny McBride), que se apoya en el
carisma del actor más que en las oportunidades que le brinda el guion. Del
resto, lo único que sabemos es que están en la Covenant para hacer un trabajo.
Eso es todo. Algunas conversaciones plantean temas moderadamente interesantes,
pero no particularmente emocionante. Nada interesante de verdad ocurre durante
mucho, demasiado, tiempo.
Las cosas cambian un poco cuando el Covenant llega al
misterioso planeta: hay más movimiento, unos paisajes inquietantes y la
sensación de que, por fin, se llega al meollo de la cuestión. El espectador asume
fácilmente que va a asistir a otra caza de humanos por parte de un alien más
que dispuesto a reproducirse. Pero no es el caso y, con un par de pequeñas
excepciones, los personajes no cambian ni evolucionan demasiado cuando se ven
enfrentados a los peligros. El tono continúa siendo bastante monótono, todo
sigue una senda predecible. Hay momentos bastante gore (en especial, esa
maravillosamente repelente escena en la que un embrión se abre paso por la
espalda de Ledward (Benjamin Rigy) y convierte la enfermería de la lanzadera en
un baño de sangre) pero poco o nada que verdaderamente sorprenda o aterrorice.
Sin embargo, la segunda parte del film va en una dirección
muy distinta. Se recupera al androide David (Michael Fassbender) de
“Prometheus” y que es idéntico en apariencia (si bien se trata de un modelo
anterior) al que sirve a bordo de la Covenant y que responde al nombre de
Walter (Michael Fassbender). Desde el comienzo queda claro que no es trigo
limpio y, efectivamente, se descubre que en los años que lleva en el planeta de
los Ingenieros tras los sucesos narrados en “Prometheus”, se ha dedicado a
experimentar genéticamente con embriones alienígenas.
Y es ahí precisamente donde encontramos el desvío que ha
decepcionado a muchos fans y que constituye el punto de conflicto no sólo de la
franquicia Alien sino de cualquier otra ya veterana y asentada sobre unos
parámetros muy concretos: seguir contando una y otra vez la misma historia
(aunque tenga protagonistas y entornos diferentes) hasta aburrir al respetable;
o probar algo nuevo, un alejamiento respecto al tópico que pueda aportar sangre
nueva pero que al mismo tiempo provocará el enfado de quien espera más de lo ya
conocido (y que, pese a ello, muchas veces protesta luego por recibir
precisamente aquello que pedía).
Hasta “Prometheus”, las películas de Alien habían versado
sobre monstruos que cazaban humanos atrapados en un lugar del que no podían salir
ni recibir ayuda, con un androide involucrado y una heroína fuerte. Dentro de
ese esquema, algunos guionistas y directores lo hicieron mejor que otros. Con
“Prometheus”, Scott intentó explorar un camino nuevo, introducir otros
conceptos y temas y arrojar luz sobre rincones inexplorados del universo Alien.
El resultado, inconexo y errático, no estuvo a la altura de lo deseable, pero
valoro positivamente su valentía por intentar algo distinto. Sin embargo, como
he dicho, para “Covenant”, el director –no me extrañaría que a “sugerencia” del
estudio- optó por escuchar al sector tradicionalista y retomar los aliens y la
estructura de los primeros films… pero no del todo. Porque a mitad de metraje y
abruptamente, hace un quiebro e introduce la figura del “mad doctor”, un
Frankenstein sintético que engaña a los recién llegados y los trata como a
niños ignorantes.
La intención declarada de Scott en “Prometheus” había sido
la de ahondar más en los Ingenieros y podía pensarse que seguiría esa línea en
“Covenant”. Pero no, en una rápida secuencia se nos muestra qué pasó cuando la
Prometheus llegó al planeta de los Ingenieros y luego se arrincona
completamente el asunto olvidando de paso a la doctora Swann –o, mejor, se la
convierte en víctima de David-. No se explican tampoco los misterios expuestos
en la primera parte: ¿Quiénes son los Ingenieros? ¿Por qué introdujeron la vida
en la Tierra? ¿Por qué luego quieren acabar con ella? Es una traición tan clara
y brutal al potencial de “Prometheus” que parece que Scott esté pidiendo perdón
a los fans que se mostraron críticos con esa película.
Toda la segunda parte se dedica a la insatisfactoria e
innecesaria tarea de completar la mitología del xenomorfo. “Alien” y sus
sucesoras habían aportado a la CF una creación conceptual y visualmente
escalofriante y totalmente inhumana, un monstruo imparable que vivía con un
solo propósito: reproducirse. Buena parte de su fascinación derivaba del
misterio que rodeaba su origen biológico. ¿Qué tipo de planeta u entorno podría
haber dado lugar a un ser tan feroz y con un ciclo reproductivo tan peculiar? Y,
como suele ser tan habitual en la CF y el Terror, cuando se desvela el
misterio, el concepto se diluye. Y es que aquí descubrimos que los Aliens no
son un triunfo supremo del darwinismo evolutivo sino una creación artificial a
la que se ha llegado tras una larga sucesión de traspiés genéticos cometidos
por un androide egomaniaco obsesionado por la perfección que bien podría haber
sido un replicante de “Blade Runner” (1982).
En lugar de escenas de aliens matando tripulantes en pasillos
oscuros, tenemos a los tripulantes muriendo uno tras otro mientras tratan de
escapar del androide loco, y a la nave nodriza efectuar un arriesgado
aterrizaje de salvamento en mitad de una tormenta. El clímax es quizá lo más
emocionante de la película y está técnicamente muy bien resuelto, pero nunca
escapa de lo convencional. E igualmente decepcionante, todos esos pasajes
dominados por la acción parecen casar mal con las aspiraciones filosóficas del
guion heredadas de “Prometheus” y en virtud de las cuales se expone, de forma
fría y un tanto pretenciosa, el conflicto inevitable entre Creador y Creación,
bien sean los Ingenieros y su barro orgánico o Peter Weyland y sus hijos
sintéticos.
El guión corre a cargo de Dante Harper y John Logan. Ignoro
si fueron ambos quienes firmaron al alimón el libreto o lo hizo uno y lo
corrigió el otro. El primero carecía por completo de experiencia en estas lides
y el de “Covenant” fue su primer guion. El segundo, por el contrario, estaba
bien familiarizado con el cine de género, habiendo escrito “Star Trek: Nemesis”
(2002), “La Máquina del Tiempo” (2002), “Sweeney Tod” (2007), “Skyfall” (2012),
“Spectre” (2015”, la serie de televisión “Penny Dreadful” (2014-6) así como
otras películas de primera división, como “Un Domingo Cualquiera” (1999),
“Gladiator” (2000), “El Último Samurai” (2003) o “El Aviador” (2004).
Con todos esos galones, Logan comete en esta ocasión severos errores en el guion, no ya en el intento de regresar a la fórmula clásica de la franquicia, sino en aspectos de coherencia. Por ejemplo, se nos informa de que la Covenant es una de las primeras naves colonizadoras, que está realizando un viaje larguísimo y que se ha invertido en ella muchísimo dinero y recursos… pero solo tiene a bordo una lanzadera.
Semejante incompetencia por parte de los planificadores de
una de las misiones más importantes de la historia de la Humanidad sólo tiene
una explicación, claro: es la única forma de darle emoción al segundo acto
porque al no existir una segunda lanzadera que poder enviar al rescate de los
tripulantes en peligro, es la Covenant la que debe hacerlo, una nave enorme,
difícil de controlar en una atmósfera y aún peor en medio de una tormenta. Así
que todo lo que sucede en los dos últimos tercios de la trama se apoya en la
ridícula premisa de que solo existe una lanzadera. Hay otros momentos
problemáticos, como el reciclaje de ese clásico de la saga que es que uno de
los preparadísimos científicos o ingenieros, olvidando cualquier atisbo de
sentido común y nociones de xenobiología, o bien se asoma dentro del huevo para
ver qué hay dentro; o bien trota alegremente por un entorno extraterrestre que
puede estar repleto de amenazas contra nuestra biología; o pierda los papeles y
deje de lado las reglas de cuarentena de las que dependen las vidas de todos.
La película tiene otro inconveniente: ser la menos
accesible de toda la franquicia para alguien no familiarizado con la misma. Las
anteriores entregas se basaban en conceptos muy sencillos, pero “Covenant” es,
por un lado, una precuela de “Alien: El Octavo Pasajero”, la primera cinta de
la saga; y, por otro, una secuela de “Prometheus”. Si uno se ha perdido esta
última, difícilmente podrá entender todo lo relacionado con David y sus experimentos
genéticos.
Del reparto sobresale Michael Fassbender, que hace doblete como los androides Walter y David, aportando a cada uno de ellos, dentro de la contención característica esperable de una máquina, diferencias sutiles que transmiten la sensación de que tras la impasible fachada hay una cierta alma sensible. No hay mucho que decir del resto, ni siquiera de Billy Crudup, un actor versátil y solvente que aquí no cuenta con un personaje que le permita brillar demasiado. La heroína nominal, interpretada por Katherine Waterston, carece del carisma, energía y fuerza interior que comunicaban con su físico e interpretaciones sus antecesoras. El resto, como digo, bien podrían ser balones con caras pintadas porque ni se nos dice apenas nada de ellos ni tienen otro propósito que servir de carnaza a los Aliens.
Probablemente, el secreto para disfrutar –siempre y cuando el director y el guionista hagan un trabajo medianamente competente- de una franquicia como la de Alien es asumir que no pueden abordarse sus entregas presentes y futuras con grandes expectativas. Es muy difícil que nadie, ni siquiera Scott o Cameron, alcancen el nivel que ellos mismos fijaron en sus inicios.
Teniendo esto en cuenta, “Alien: Covenant” no es una mala película. No estamos ante un bodrio completamente incoherente y molesto. Entretiene y técnicamente se le pueden sacar pocas pegas. Pero también deja indiferente al no aportar nada nuevo a la ciencia ficción. No hay en ella nada épico, visceral o terrorífico. Y quizá aún peor: no se arriesga. En lugar de comprometerse con lo ya hecho en la primera parte y seguir profundizando en la mitología del universo Alien propuesta en “Prometheus”, Scott y Logan se pliegan a las presiones de los fans y retornan a una fórmula ya agotada. Esta indecisión deja insatisfechos a unos y otros con un producto aguado y predecible. “Covenant” prescinde de todo lo que de interesante tenía “Prometheus” y, con ello, ni sobresale por sí misma ni solventa los problemas de aquélla.
Suscribo todas y cada una de las palabras de este magnífico artículo. Enhorabuena, como siempre. Me encanta seguir las publicaciones de este blog.
ResponderEliminarGracias Alex. Un saludo.
EliminarA mi me gustaron todas.. Cada una de ellas tienen algo distintivo.. Si sale otra seguire viendolas..
ResponderEliminarMUy buena nota !
Después de la caña que se le dio a Prometheus entre otras cosas por lo idiotas que son sus científicos, en Covenant repiten tropo. Yo cuando vi que danzaban por el planeta sin protegerse tenía claro que estaba volviendo a ver la malísima y absurda Prometheus.
ResponderEliminarUfff que análisis al detalle.
ResponderEliminarNo niego que tienes razón en muchos aspectos.
Pero a pesar de lo que dices, para mí, la película cumple, no es una obra maestra, pero cumple, en atmósferas y escenarios, eso me hubiese gustado que tocaran otra tecla en la drama.
Saludos
Schadenfreude: me alegro de ver que no solo Star Wars está presa de sus fans y el miedo a salir del esquema de la película seminal
ResponderEliminar