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jueves, 14 de noviembre de 2019
2002- MEN IN BLACK 2 – Barry Sonnenfeld
“Men in Black” (1997) fue un enorme éxito de taquilla en su momento; tanto, de hecho, que sólo fue superado en ingresos aquel año por “Titanic” (1997). En 2002, volvió a reunirse el mismo equipo responsable para realizar la secuela: actores protagonistas, el director Barry Sonenfeld, el compositor Danny Elfman y la Industrial Light and Magic en los efectos especiales.
Tengo que admitir que no soy el mayor fan de la saga de Men in Black. No es que me disguste sino que me parecen películas moderadamente disfrutables mientras duran pero que no dejan la menor huella en mente o corazón. De las cuatro que se han rodado hasta la fecha, la segunda es con diferencia la peor de todas. Mientras que la primera película podía disfrutarse gracias a la originalidad de la premisa y un peculiar humor seco y autoparódico, la segunda es un producto muy mediocre y escasamente recomendable.
Desde la marcha de su compañero, el agente K (Tommy Lee Jones), el agente J (Will Smith) ha venido desempeñando sus misiones en compañía de otros colegas, siempre con resultados insatisfactorios. Cuando está investigando el asesinato de un alienígena disfrazado de humano propietario de una pizzería, J conecta sentimentalmente con una empleada y testigo del crimen, Laura Vasquez (Rosario Dawson) y rompe el protocolo al decidir no borrarle la memoria con el neuralizador. J averigua que el responsable del homicidio es la dictadora intergaláctica Serleena (Lara Flynn Boyle), que ha llegado a la Tierra buscando la poderosa Luz de Zarthar. Sin embargo, resulta que la única persona que conoce el paradero de ese objeto es K, así que J acude a recuperarle a la oficina de correos del Massachusetts rural donde trabaja desde que la memoria de su estancia en los Men in Black fuera neuralizada tiempo atrás.
Cuando Serleena invade el cuartel general de la agencia, J trata de restaurar los recuerdos de K y tras conseguirlo éste se da cuenta de que él mismo se borró de la mente la localización de la Luz de Zathar por motivos de seguridad. Así, empiezan a seguir una complicada cadena de pistas que K dejó para sí mismo en una eventualidad como la presente. Y lo deben hacer en un plazo de doce horas, al término del cual la Luz explotará destruyendo la Tierra.
Barry Sonnenfeld es un director de talento y dirección erráticos. Antiguo director de fotografía, debutó como realizador con “La Familia Addams” (1991), según se dice porque era el único disponible tras la renuncia del director inicial. Continuó con la secuela, “La Familia Addams: La Tradición Continúa” (1993), completando un dúo de films disfrutables en los que tanto él como el reparto parecían estar pasándoselo muy bien con el tono gótico-paródico de la historia y ambientación. Después vendría la divertida “Cómo Conquistar Hollywood” (1995), escrita por Elmore Leonard y con un John Travolta en una de sus mejores interpretaciones.
Después de esto, sin embargo, Sonnenfeld empezó a rodar cuesta abajo. “Men in Black” resultó una película decente sobre todo gracias al guión de Ed Solomon, pero la inclinación del director por el humor tontorrón de gags facilones, resueltos además con abundantes efectos especiales, amenazó con estropear el resultado global. Esta tendencia alcanzó su cénit –o su fondo, según se vea- con la siguiente colaboración de Sonnenfeld y Will Smith, la universal y justificadamente denostada “Wild Wild West” (1999), un fracaso que su siguiente producción, “El Gran Lío” (2002), no hizo olvidar.
Lo mejor que se puede decir de “Men in Black 2” es que no es un desastre tan mayúsculo como “Wild Wild West”. Lo que sí hizo Sonnenfeld fue aumentar los rasgos más irritantes de la primera parte (gags burdos, efectos especiales sin buenas escenas sobre las que lucirse) tratando sin éxito de recuperar lo que sí funcionaba bien de aquélla (el guión de Solomon y la química entre los protagonistas). Hasta “Cómo Conquistar Hollywood”, Sonnenfeld había sido un director prometedor; en este punto, por el contrario, parecía ya sólo capaz de hacer películas de dibujos animados protagonizados por actores de carne y hueso. Hay poco que encontrar aquí aparte de una serie de gags visuales tan extravagantes e inverosímiles –incluso para el género de que se trata, comedia de ciencia ficción- que igual hubiera dado sustituir a los actores por caricaturas dibujadas.
El guion está acreditado a Barry Fanaro (escritor y productor de muchos episodios de la televisiva “Las Chicas de Oro”) y Robert Gordon (el cual firmó la muy superior comedia de ciencia ficción “Héroes Fuera de Órbita”,1999). Ninguno de los dos estuvo vinculado con la película original y su trabajo en esta segunda parte es francamente flojo, como si hubiera sido escrito a toda prisa uniendo puntos y ensartando sketches facilones. Casi todo lo que ocurre en la película ha sido diseñado como un gran efecto especial primando la “sorpresa” visual y el humor bufonesco sobre la historia.
Parte del encanto de la primera película residía en la idea de que podía existir un mundo extraño y maravilloso escondido tras la fachada de cotidianidad que nos rodea y que nuestro cinismo y cansancio nos lo impedía ver. El problema es que aquí, como suele ocurrir con tantas secuelas y clones de películas fantásticas de éxito, se tiende a saturar precisamente lo que se considera funcionó bien en la cinta original. En este caso, colocar continuos gags con aliens monstruosos escondidos tras fachadas humanas acaba no sólo por diluir cualquier sorpresa en este sentido sino incluso hastiar al espectador.
Así, en la secuencia de apertura, J y su nuevo compañero, T (Patrick Warburton) regañan a una plantita que asoma por entre una rejilla de ventilación en el suelo sólo para descubrir, vía una súbita explosión, que en realidad se trata de un gusano gigantesco que habita en el metro. Serleena está constantemente sacando de su cuerpo tentáculos grimosos; un tipo alto con un abrigo se convierte en una horda de minicabezas voladoras; el apartamento de una familia normal y corriente resulta ser el escondite secreto de un arsenal de pistolones; de los coches salen todo tipo de utensilios y cacharros, incluido un piloto automático inflable; el personaje de Scrad tiene una segunda cabeza que le sale de la espalda; todos los empleados de la Oficina de Correos excepto J resultan ser alienígenas de incógnito; cada pelea es interrumpida por personajes que se arrancan la cara para descubrir que en realidad son extraterrestres…. En el que quizá sea el gag más divertido, una taquilla de la estación de autobuses resulta albergar una minibiosfera alienígena esperando con devoción religiosa el regreso de K reclamando su reloj depositado allí décadas atrás.
Por supuesto, no se tiene ningún tipo de consideración acerca de la verosimilitud físico-biológica de lo que se presenta en pantalla, como el hecho milagroso de que una diminuta babosa no sólo pueda transformarse instantáneamente en una mujer humana sino que luego ésta extraiga masa suficiente de su cuerpo como para llenar una sala entera y aplastar a sus adversarios.
Mientras que el ingenioso guión de Ed Solomon para la primera parte parodiaba la paranoia de “Expediente X” (1993-2002), la mitología y leyendas urbanas y los periódicos sensacionalistas, “Men In Black 2” se limita a recurrir a clichés sobados de la ciencia ficción (dictadores galácticos, amenazas planetarias, misteriosos artefactos de gran poder) y los empaqueta en sketches sin el menor sentido de la ironía. Ni siquiera el humor está bien escrito, sobre todo cuando se empeñan en conectarlo con personas famosas del momento, como Oprah o Martha Stewart. Un cameo autoparódico de Michael Jackson es irrelevante e imprescindible.
Aunque quizá lo más irritante sea la revelación final de la naturaleza de la Luz de Zarthar. El guión mencionaba la típica amenaza de la destrucción total al final de una cuenta atrás que resulta ser un mero truco para hacer avanzar la acción y que, cuando llega el momento de saber lo que es en realidad esa Luz, se saca de la chistera una sorpresa incoherente con lo narrado hasta ese momento. Por si fuera poco, hay momentos en los que la película cae en la desfachatez publicitaria: el control de pasaportes del cuartel general de MIB está llena de locales de varias compañías, como Sprint o Burger King….
Ni siquiera hay un villano carismático que pueda salvar algo la película: Lara Flynn Boyle interpreta a la típica mujer fatal, de mirada aviesa y vestuario de cuero, sin el menor carisma. Al verla en pantalla es fácil entender por qué Boyle fue elegida para este papel (aunque sus pechos fueran aumentados con prótesis), pero también se hace dolorosamente evidente que no sabe actuar. Johnny Knoxville resulta chirriante en su interpretación pasada de rosca y saturada de muecas.
El único que a medias se salva del naufragio interpretativo (además de Rosario Dawson, que hace lo que puede con el nefasto personaje que le toca en suerte) es Will Smith, que ejercita sin esfuerzo aparente su carisma demostrando por qué se convirtió en una estrella de la pantalla. Por desgracia, la química que tenia con Tommy Lee Jones en la primera parte se ha esfumado sepultada por la endeblez de la historia y la eliminación de la carga paródica. En aquélla, el hiperactivo, novato, emocional y enérgico J ejercía de divertido contrapunto a un K frío, experimentado y sarcástico, lo que generaba un continuo intercambio de pullas. Era una mezcla de las fórmulas “Pez Fuera del Agua” y “Extraña Pareja”, ambas muy manidas por entonces pero que se las hacía funcionar gracias a unas interpretaciones comedidas y unos diálogos ingeniosos.
Sin embargo, en “Men in Black 2”, lo que tenemos son disputas banales sobre, por ejemplo, quién conduce el coche. Los guionistas desaprovechan la interesante oportunidad que se les presentaba para invertir los roles iniciales, presentando al amnésico K como novicio y J como su mentor. El entusiasmo de J en la primera entrega se ha transformado en cansancio, soledad y amargura. Ha perdido el entusiasmo por el trabajo y la capacidad de sorpresa por la maravillosa aunque oculta realidad que le rodea, un sentimiento que era, precisamente, lo que le permitía conectar con el espectador. Ahora se ha convertido en una especie de sucedáneo de K. Y dado que éste apenas ha cambiado tras la recuperación de su memoria, deja de haber contraste alguno: tenemos a dos gruñones experimentados trabajando juntos.
De hecho, ya no vemos aquí a un par de agentes de élite muy profesionales y discretos que impiden que salga a la luz el gran secreto de la coexistencia humana con extraterrestres, sino una pareja de paletos matones que actúan de manera escandalosamente pública y que luego lo arreglan todo neuralizando a diestro y siniestro, incluyendo lo que se adivina un número alarmante de colegas de J..
Es más, la obsesión por los gags y los efectos especiales y la marginación de la historia y la caracterización hace que el espectador pierda cualquier tipo de conexión emocional con los protagonistas, lo cual es un problema especialmente al final de la película, cuando se supone que el público tiene que emocionarse con la revelación del secreto de K.
Hay secundarios de la primera película que vuelven a aparecer aquí con un mayor peso. El perro parlante pasa a ser un agente en activo y tiene algunos momentos divertidos aunque con un humor muy poco sofisticado basado en ver a un perro cantar canciones pop. Los gusanos alienígenas reciben algunos momentos de acción y juegan al twister con Rita. Tony Shaloub regresa para interpretar a Jeebs, el alienígena estrábico con la capacidad de regenerar su cabeza. Por supuesto, hay nuevas criaturas aunque poco satisfactorias, como el gusano gigante de la escena inicial, bien planteada y mal desarrollada, que recuerda a las criaturas de “Temblores” (1990).
He venido mencionando bastante los efectos especiales, pero es cierto que el CGI en particular (no los relacionados con maquillaje y prótesis) ha envejecido mal. La película tiene ya casi dos décadas así que hasta cierto punto es injusto compararlo con los estándares modernos. Sin embargo, eso no quita para que algunas escenas en las que los técnicos arriesgaron mucho, no funcionen bien hoy en día. Hay que hacer notar asimismo fallos en la edición y continuidad: por ejemplo, varios errores en puntos clave de la historia, con objetos que se quitaron de plano en la última toma pero que claramente pueden verse en la siguiente.
Si exceptuamos una mayor dosis de acción y peso de los efectos especiales, “Men in Black 2” no aporta nada nuevo ni bueno. Quien disfrutara con el tono satírico de la primera entrega y los socarrones intercambios verbales entre los dos protagonistas, quedará defraudado ante lo que no deja de ser un espectáculo vacío apoyado en tópicos mediocremente desarrollados.
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Concuerdo con el tono medio pesimista en J, lo cual no debería ser así, pasa que falta un "contrapeso", igual mejora de a poco peor eso sí, no era para una secuela Ni hablar la tercera parte, innecesaria aunque mejor que esta entrega. En resumen: quédense con la primera, que es la que vale, palabra de pitufo
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