jueves, 7 de noviembre de 2019

2013- PANTEÓN – Carlos Sisí


Escritor de fulgurante ascenso dentro del género fantacientífico español, el madrileño Carlos Sisí se ganó el aprecio del público con su obra de debut, la trilogía zombi de “Los Caminantes” (2009-2014). Tras esta incursión en el terror puro, se adentra con “Panteón” en la space opera de inspiración clásica adaptada a la sensibilidad de los lectores modernos y más jóvenes, un libro que combina la aventura y la acción espaciales con el terror de corte lovecraftiano.



Diez mil años en el futuro, la Humanidad se ha expandido por la galaxia tras su abandono del planeta Tierra, que según el mito fue destruido. Nuestra especie, no obstante y como era de esperar, ha replicado en el tapiz galáctico las mismas pautas que siempre han dominado su Historia: luchas e intrigas por el poder, rencillas entre facciones y codicia por el dominio de recursos energéticos y minerales y espacio vital por el que expandirse. De entre las diferentes culturas en conflicto destaca La Colonia, una suerte de reducto científico donde además de desarrollar tecnología avanzada monitorizan al resto de los bloques de poder, interviniendo más o menos discretamente si estiman que el equilibrio global se ve comprometido, ya sea infiltrando agentes secretos bien enviando naves de inmenso poder para una acción más directa y contundente.

En un planetoide desierto, árido y alejado de las rutas habituales, se está librando una violenta batalla entre dos bandos. Las naves combaten en órbita tras haber resultado aniquiladas las fuerzas de tierra. Entre los restos de vehículos y armas que han quedado diseminados por el campo de batalla de la superficie deambulan dos saqueadores, Ferdinard y Malhereux, que se
ganan la vida yendo de guerra en guerra, recuperando maquinaria y tecnología todavía en un estado aceptable para luego traficar con ella, ya sean motores, armamento o robots.

Por accidente, acaban descubriendo una gigantesca estructura excavada bajo la superficie con un propósito poco claro y de origen aparentemente alienígena. Mientras exploran el lugar y descubren algunos indicios inquietantes, Jebadiah Dain, líder de uno de los bandos que están aún luchando en el espacio cercano, los sarlabs (mezcla de piratas y mercenarios temidos en toda la galaxia), ordena a sus fuerzas tomar el control de esos grandes salones y túneles tratando de dar con un objeto misterioso del que él tiene conocimiento previo. La escalada en el conflicto llama la atención de uno de los controladores de la Colonia, que envía en misión no oficial a una de sus agentes más cualificadas, Maralda Tardes, equipada con la última tecnología, para que investigue el asunto.

A este planeta confluyen, por tanto, diversos personajes e intereses, que descubrirán un terrible secreto que ha estado deliberadamente escondido en ese olvidado lugar durante incontables eras y que arrojará luz sobre el origen del Hombre al tiempo que amenazará su supervivencia en el inmediato futuro.

“Panteón” es un libro cuyas referencias el autor no se esfuerza en camuflar y, de hecho, la identificación de las mismas forma parte de la diversión que puede aportar. Así, por ejemplo, La Colonia (para la que Sisí afirma haberse inspirado en La Comuna del comic “Dreadstar”)
recuerda mucho a la Fundación de Asimov; los dos protagonistas parecen calcos de los ingenieros robóticos Powell y Donovan que ese mismo escritor había presentado en varios de sus cuentos de robots (y que también dieron lugar a los divertidísimos “Clarke & Kubrick” en el comic firmado por Alfonso Font); también en la línea de Asimov está la trama de misterio sobre corrupción (aunque está insuficientemente desarrollada y mal rematada) y la idea de una galaxia eminentemente humana y sin culturas extraterrestres con las que compartir espacio y recursos.

Jebediah es una mezcla entre Darth Vader y el ciborg Lord Grievous de “El Ataque de los Clones”. Los sarlab recuerdan a los Reavers de “Firefly” o los salvajes de la carretera de “Mad Max”. La exploración de los misterios del gran templo subterráneo tiene un aire a aventura de Indiana Jones. La Voz de Maralda nos remite claramente a “Dune”. Y la amenaza final bebe
tanto del personaje marvelita alactus como, en su naturaleza, maldad e incluso nombre, del horror cósmico creado por H.P.Lovecraft. De una novela de este último, “En las Montañas de la Locura” (1936), está sacada parte de su atmósfera ominosa como también la forma de exponer a los protagonistas -y lectores- los acontecimientos del pasado. Con todo, no debe pensarse que estamos ante un burdo plagio; se trata más bien de una afectuosa selección de elementos icónicos de la cultura popular y la ciencia ficción y el terror en particular, que son recombinados, modificados y adaptados a la historia que Sisí desea contar, un recurso perfectamente legítimo del que se han servido siempre los creadores, desde Tolkien a George Lucas.

Sisí nos sugiere un universo con elementos y trasfondo muy atractivos que, sin embargo, nunca llega a explorarse con toda la profundidad y extensión que probablemente a muchos lectores les
gustaría. Al fin y al cabo, limitar toda la historia (excepto algunas escenas sueltas en la Colonia y la nave capitana sarlab) a un solo planetoide y durante el breve intervalo de un día, no deja de resultar algo frustrante en relación al potencial que sin duda tiene ese universo. Puede aducirse que, sin tener que recurrir a temas de gran profundidad intelectual, el autor podría haber conseguido un libro más redondo trabajando algo más los personajes y las relaciones entre las diferentes facciones político-económicas que sólo se apuntan.

Ahora bien, este nunca fue el objetivo del autor y, por tanto, ni hay que contemplar esa superficialidad como algo negativo ni sentirse engañado por ello. El propósito de Sisí fue
siempre mucho más modesto que el describir con detalle las complejidades políticas de la galaxia (al estilo de, por ejemplo, “Hyperión”): escribir una novela ligera y entretenida que integrara aquellos elementos de la CF por los que más cariño sentía y que constituyera el equivalente literario a un “blockbuster” cinematográfico: mucha acción, épica y “efectos especiales”. Sí podrían ponerse más pegas en lo referente a la estructura general de la novela, con una preparación muy dilatada y demasiado lenta; y un clímax y desenlace que, habida cuenta del desmesurado peligro de que se trata, se antoja en exceso apresurado y poco trabajado.

Es esta una novela en la que prima la trama y el ritmo sobre los personajes. Los únicos mínimamente sólidos son el dúo de chatarreros espaciales, Ferdinard y Malhereux. Y ello, sencillamente, porque están mejor caracterizados que el resto del reparto y la dinámica de su relación se siente auténtica: dos individuos corrientes, pertenecientes a un estrato social bajo, camaradas de personalidades diferentes pero complementarias que han compartido muchas vivencias, buenas y malas, y que pese a que a veces discutan y no estén de acuerdo sobre el camino a seguir, están dispuestos a dar la vida por su amigo. Sin ser grandes creaciones, sí funcionan aceptablemente como núcleo emocional del relato.

El resto oscila entre lo tópico y lo insulso. El villano, el sarlab supremo Jebediah Dain, es un ciborg cuya maldad no admite matices. Su único objetivo es conservar el mando (algo difícil en una cultura tan propicia a la violencia y la ambición como aquella a la que pertenece) y adquirir más poder pasando por encima de quien sea necesario. Sisí suple la superficialidad de la caracterización con una eficaz descripción de sus capacidades, inclinaciones y reacciones que hacen de él una verdadera amenaza. Por su parte, Maralda Tardes es un personaje desaprovechado, una mujer sin auténtica personalidad y en cuyos pensamientos y emociones el autor no nos deja entrar. Típica heroína de acción del cine moderno, se presenta como una eficiente agente de la Colonia, valiente e inquisitiva, pero también fría y poco empática. Su papel es sobre todo el de herramienta con la que enlazar la Colonia (y una vaga trama de corrupción dentro de la misma) con el planeta donde transcurre la acción y proporcionar una salida al embrollo de los protagonistas principales.

“Panteón” no es una novela original (sus referentes, desarrollo y personajes son arquetipos ya vistos en muchas otras obras y su evolución resulta previsible para el aficionado veterano) ni revoluciona el género en ningún sentido. Tampoco es, como he dicho, su intención. Pero sí que, dentro de su escalafón literario, ofrece una calidad y entretenimiento por encima de la media. Recupera el espíritu lúdico de las antiguas space opera de las revistas pulp de los años treinta y cuarenta; lo mezcla con elementos y arquetipos bien conocidos de la ciencia ficción clásica y moderna de diversos formatos (literario, cinematográfico, comic, videojuego); y articula el resultado mediante una prosa ágil y un ritmo cinematográfico muy del gusto actual que atrapa al lector y consigue despertar en él el sentido de lo maravilloso: villanos terroríficos, amenazas de dimensiones galácticas que engullen planetas enteros, agentes secretos, robots casi indestructibles, batallas masivas en el espacio, mercenarios, misterios enterrados que han esperado millones de años en ser descubiertos, civilizaciones extintas, acción y suspense a raudales, épica… Es una historia narrada de forma tan visual que no resulta difícil imaginar “Panteón” transformado en una película para cuyo guión habría que hacer bien pocos cambios respecto al texto literario original.

Es “Panteón” un libro plenamente consciente de sus orígenes, respetuoso con ellos y conocedor de sus limitaciones y objetivos, que regala una lectura ligera y dinámica, ideal para pasar un rato de pura evasión entre lecturas más sesudas y particularmente apta para lectores jóvenes que den más importancia a la peripecia y el ritmo que a la caracterización y densidad conceptual.




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