domingo, 16 de diciembre de 2018

1989-LOS CANTOS DE HYPERION – Dan Simmons (y 4)


(Viene de la entrada anterior)

Reseñar la última entrega, “El Ascenso de Endymion”, resulta bastante complicado si no se quiere entrar en el terreno de los spoiler ya que aquí es donde se llevan a término todas las tramas planteadas en el volumen precedente y se dan respuestas verdaderamente sorprendentes e imaginativas a los enigmas presentados a lo largo de toda la saga.


La trama comienza varios años después del final de “Endymion”, con los tres protagonistas viviendo en la Tierra –o una réplica de ella-, concretamente en Taliesin Oeste, la vivienda y escuela de Frank Lloyd Wright en Arizona. Y es que Aenea ha ido allí a aprender del cíbrido del gran arquitecto, quien ha reunido en torno a sí a una colonia de discípulos. Cuando éste muere, Aenea asume el liderazgo a sus dieciséis años y ordena a sus seguidores que se dispersen por todo el sistema de la antigua Red de Mundos. A Raúl también le pide que salte por el portal teleyector y se reúna con ella en el planeta Tien Shan, una reunión que debido a las particularidades del viaje interplanetario, tendrá lugar varios años más tarde para Aenea aunque para Endymion apenas hayan transcurrido algunos días.

El viaje de Raúl es accidentado y debe hacer frente a diversas amenazas, entre ellas tres ciborgs enviados por el Tecnonúcleo para atraparlo, pero al final llega a Tien Shan, un planeta montañoso receptor de diversas culturas asiáticas, donde Aenea, ya con 21 años, trabaja ayudando al Dalai Lama a reconstruir un templo. Es en este punto donde empiezan a aclararse misterios como la auténtica misión de Aenea, el verdadero origen y función de los cruciformes, el papel que en toda la intriga sigue jugando el Tecnonúcleo, el propósito secreto de la Iglesia, la verdad de los Éxters… así que no me extenderé más sobre el argumento.

La novela contiene varios giros y momentos de gran emoción que sostienen la atención del lector pero también pasajes en los que su ritmo decae peligrosamente, como aquel en el que Endymion cae interminablemente en la atmósfera de un gigante gaseoso; o, más largo y tedioso todavía, la prolija descripción del relieve del planeta Tien Shan, un compendio de geografía, etnias, culturas, paisajes y religiones del Himalaya terrestre; lo mismo ocurre en la última parte de la novela, con un innecesariamente meticuloso retrato del Vaticano y sus alrededores. Por otra parte, a lo largo de todo el libro se introducen una multitud de personajes que jamás se desarrollan y que nunca dejan de ser nombres sobre una página como el Dalai Lama y varios exters y alienígenas, miembros de la comunidad de Taliesin o Tien Shan, hombres de negocios que conspiran contra Pacem… innecesarios por tanto y que sólo sirven para dilatar una novela por lo demás ya suficientemente larga.

También en el plano narrativo puede detectarse otro punto mejorable. Simmons llena los vacíos dejados en los otros libros, resuelve los misterios y cierra el círculo. Pero a diferencia de las entregas precedentes, en las que la información iba dosificándose hábilmente conforme discurría la trama, en “El Ascenso de Endymion” el flujo
de la historia viene interrumpido por densos interludios en los que un personaje mantiene con otro largas conversaciones explicando esto o aquello. Es posible que dado lo complicado de la intriga que había tejido Simmons implicando a un buen número de partes interesadas en diferentes planetas e incluso momentos temporales, no encontró otra forma de deshacer el ovillo para el lector, pero es una solución que, como digo, afecta al ritmo de la novela.

La elección de Raúl como narrador tiene también sus problemas. Para empezar, cuando se nos presenta al comienzo de “Endymion”, está preso en una nave espacial. Mientras espera su inevitable muerte, pasa el tiempo escribiendo sus memorias, que es lo que constituye, ya lo dije, la mitad de la tercera novela, siendo un narrador omnisciente en tercera persona quien cuenta el resto. Pero en “El Ascenso de Endymion” se abandona esa doble narración para trasladarla por entero a la primera persona de Raúl, que conoce con detalle no sólo lo que le ocurrió a él sino a todos los personajes por motivos que sólo al final se explican. Explicación, por cierto, que no me resulta demasiado verosímil incluso dentro del subgénero de space opera, rayano de hecho en lo sobrenatural. Además, saber que lo que leemos lo cuenta alguien que sobrevivió a los acontecimientos, resta
tensión a la historia (sabemos desde el principio que Raúl no va a morir, al menos hasta terminar sus memorias). Por otra parte, es un personaje inmaduro, insípido y algo incoherente. Se le encarga proteger a Aenea pero no hace más que estorbar, tomar decisiones poco acertadas, decir estupideces, dejarse controlar por sus emociones… en definitiva, ir a remolque de ella y servir de simple testigo de su grandeza y peón involuntario e inconsciente al servicio de los designios de ella.

Simmons mantiene un equilibrio muy inestable al presentar por una parte una religión tradicional devenida dictadura tecnológica; y, por otra y como alternativa liberadora, una especie de iniciativa tecnológica devenida religión (las nanointeligencias que crearon a los exter y que tienen su propia agenda). Las alusiones, referencias y reformulaciones de la tradición cristiana son múltiples y continuas. (ATENCIÓN: SPOILER). Como lo fue Jesucristo para el clero judío más apesebrado y corrupto, Aenea es a todos los efectos el anatema a todo lo que de perverso tiene esa Iglesia católica del futuro y la impulsora de un regreso a las raíces de la religión cristiana por mucho que ella no se vea a sí misma como Mesías; beber su sangre “contaminada” por un virus en un ritual equivalente a la Eucaristía mata para siempre al cruciforme y ofrece la liberación del interminable ciclo de resurrecciones, un don que no es sino un soborno a cambio de la total sumisión a la Iglesia.

No sólo eso, sino que su mensaje de paz, empatía-amor con todos los seres inteligentes, libertad
y templanza y la continua referencia a su gran sabiduría, son atributos todos ellos asociados a Jesucristo; sabiduría que, en buena medida y tal como y se nos explica en el libro, tiene una raíz tecnológica en el Vacío que Vincula, un concepto pseudofísico, una especie de plano dimensional al que no tenemos acceso pero que sí podemos percibir indirecta y vagamente, por ejemplo, a través de emociones como el amor; o utilizar –provocando un daño en el mismo, eso sí- en tecnologías como los teleyectores o las naves arcángel. También como Jesús, Aenea se rodea de discípulos que le acompañan, da sermones en los que revela secretos a una embobada audiencia, elige a un sucesor (Endymion), es perseguida por las autoridades y se ofrece como mártir sabedora desde siempre de su destino final.

Aunque esta sea una apreciación personal y no responda a declaraciones del autor, encuentro también paralelismos entre el movimiento ideológico de Aenea y la masonería. Así, la joven busca a un Arquitecto para aprender y se dedica a ir de mundo en mundo construyendo edificios (el Gran Arquitecto del Universo es una entidad invocada en los rituales masónicos anglosajones y los orígenes de esta institución se rastrean en los albañiles
medievales); su mensaje es de fraternidad y se presenta no como una fe sino como una herramienta de formación y conocimiento para el desarrollo del individuo y, con él, la Humanidad en su conjunto. Asimismo, la masonería ha estado tradicionalmente enfrentada con la Iglesia católica.

Ahora bien, ¿es tan benigno el movimiento humanista de Aenea como nos lo presenta Simmons? Al fin y al cabo, es legítimo pensar que toda estructura humana, independientemente de la nobleza de su ideología central, acaba moviéndose por intereses creados y el deseo de expandirse para aumentar su poder y riqueza. No resulta en absoluto inverosímil que alrededor de Aenea y su mensaje acabe creciendo un clero tan pernicioso como el del Vaticano en Pacem. Por otra parte, la misión de la muchacha está dirigida por las mencionadas nanointeligencias, así que no se puede hablar realmente de libre albedrío y los temores de la Iglesia respecto a la posible desaparición de la Humanidad como tal no están del todo infundados. (FIN SPOILER).

Hay, ya lo he apuntado más arriba, giros sorprendentes, como las revelaciones, en diferentes
momentos, de las respectivas versiones que la Iglesia y sus aliados del Tecnonúcleo por un lado y Aenea por otro dan al papel de las nanointeligencias y el origen de los Exters; la naturaleza de quienes robaron la Tierra siglos atrás; o la reaparición de varios de los peregrinos de las Tumbas del Tiempo en la primera novela de la saga. Como toda buena space opera, Simmons ofrece viajes por planetas fascinantes, batallas espaciales, duelos singulares, conspiraciones que determinarán el futuro de la Humanidad, intrigas políticas, enemigos aterradores y momentos grandiosos que despiertan el sentido de lo maravilloso, como esa colosal Biosfera, una esfera Dyson vegetal cultivada alrededor de una estrella. Ahora bien, junto a conceptos tan originales y bien llevados como los teleyectores, los cíbridos, el origen de los Exters o la nanotecnología, también y hacia el final cae en tópicos no muy afortunados, sacándose de la manga una alianza de civilizaciones extraterrestres de la que no habíamos oído hablar hasta ese momento y cuya guerra contra Pax recuerda demasiado a la de la Alianza Rebelde y el cruel Imperio de la franquicia “Star Wars”, con la única diferencia de que el componente religioso ocupa un lugar central.

“El Ascenso de Endymion”, con todas sus irregularidades, es una lectura recomendable como cierre de la épica saga y en la que Simmons responde a todos los enigmas y ata los cabos sueltos diseminados en los miles de páginas precedentes. Los cuatro libros del ciclo de “Los Cantos de Hyperion” son distintos, aunque el segundo y el cuarto son los que guardan más similitudes entre sí. La lectura del primero, “Hyperion” no anticipa el estilo del segundo, de la misma manera que el ritmo y planteamiento del tercero, “Endymion”, es distinto al del cuarto y último. El único volumen de toda la saga que en buena ley puede considerarse como un gran clásico de la ciencia ficción es el primero por las razones que ya apunté en su momento. No hace falta leer los tres libros siguientes para disfrutar y entender del primero, pero si el imaginativo y complejo universo que allí se creaba despertó el sentido de lo maravilloso en el lector, probablemente los siguientes resultarán una expansión satisfactoria del mismo.

1 comentario:

  1. Excelente crítica, como siempre. Siendo de menor impacto que Hyperion, la considero una buena lectura con, como dices, momentos de asombro obligatorios en este género. Curiosame te, ese es un punto en el que discrepo con tu crítica: la descripción del mundo Tien Shan sí es memorable. Aunque admito que en su momento se me hizo algo largo, es uno de los cuatro únicos elementos que me dejaron un poso positivo en el recuerdo del libro sin necesidad de esforzarme. Los otros son el mundo de Biosfera, el viaje en barca a través de la Red de Mundos y la articulación del amor como una fuerza del universo. Esta última es la más meritoria a mi modo de ver, esquivando en todo momento la ñoñeria. Inferior a lanoriginal, pero sigue siendo una buena novela de aventuras y reflexión, lo que no está nada mal

    ResponderEliminar