miércoles, 1 de noviembre de 2017

2004- YO, ROBOT – Alex Proyas

Dada la ya larga trayectoria de la CF como género literario, no puede sorprender que muchos directores de cine hayan acudido a ella buscando historias. Pero la ciencia ficción es también un género en el que suelen militar fans radicales –por no mencionar los propios autores- que critican invariablemente cualquier adaptación cinematográfica que se realice, incluso aunque el escritor original lleve ya tiempo muerto o –como a veces sucede- se declare satisfecho con el resultado.

Ahora bien, la conformidad del novelista no es ni mucho menos garantía del éxito de una película. Por ejemplo, el escritor de “El Cartero”, David Brin, afirmó que estaba razonablemente contento con la adaptación que Kevin Costner realizó de su obra en 1994, pero el film fue un fracaso estrepitoso de crítica y público. Al final, lo que les importa a los cineastas no es si el escritor aprueba el trabajo o no, sino si el público responde positivamente.

Un buen ejemplo de película con éxito que ignora la mayor parte del material del que bebe fue “Yo, Robot”. El film lleva el título del famoso libro de Isaac Asimov que recopilaba historias sobre robots y utiliza las “Leyes de la Robótica” como núcleo del argumento pero, como los créditos señalan, la historia ha sido simplemente “sugerida” por la obra literaria. Puede que los puristas rabien, pero la película recaudó más de 300 millones de dólares en todo el mundo, casi triplicando su coste.



La acción se sitúa en Chicago, en el año 2035, cuando el uso de robots como criados y ayudantes se ha extendido a prácticamente toda la población. Éstos realizan todas las tareas cotidianas, desde limpiar y cocinar a pasear perros o llevar la contabilidad. El inspector de policía Dell Spooner (Will Smith), sin embargo, desconfía de esas máquinas a raíz de un accidente en el que perdió un brazo que fue sustituido por un miembro biónico. Sus sospechas se demuestran continuamente infundadas dado que los robots están programados con las Tres Leyes de la Robótica, que obligan a la máquina a obedecer invariablemente cualquier orden recibida de un humano siempre que ello no implique causar daño a otro humano.

Spooner recibe una llamada pregrabada del doctor Alfred Lanning (James Cromwell), el genio
de la principal empresa fabricante de robots, US Robotics, y creador de las Tres Leyes así como de los modelos más exitosos de la compañía. Cuando el policía acude a la sede de la empresa se encuentra con que Lanning ha muerto a resultas de una caída al vacío en lo que parece ser un suicidio. Sin embargo, Spooner pronto descarta esa hipótesis al encontrar en el laboratorio del científico un robot que, desoyendo las órdenes que se le dan, le ataca y huye. Cuando lo atrapan y a pesar de que su capitán no le respalda, Spooner insiste en interrogar al robot, averiguando que Lanning le proporcionó emociones y personalidad individualizada –de hecho, se llama a sí mismo Sonny-. El presidente de la US Robotics, Lawrence Robertson (Bruce Greenwood) insiste en que todo ha sido un accidente industrial y se lleva al robot para su destrucción. Spooner continúa su investigación con la ayuda de la robopsicóloga Susan Calvin (Bridget Moynahan). Conforme se adentra más en los secretos de la US Robotics, el policía se encuentra con que los robots anulan su programación original e intentan matarle.

Sobre la figura y obra de Asimov ya he hablado extensamente en otras entradas, así como de su ciclo de los robots. Valga decir aquí que es uno de los grandes nombres de la literatura de CF y uno de los autores más conocidos del género. Aunque sus cuentos y novelas, a ojos del lector moderno, pueden parecer sexistas y carentes de personajes con auténtico carisma, lo que verdaderamente destaca en ellas son sus ideas. Asimov tenía un intelecto privilegiado y sus libros están repletos de ellas.

Su relación con los medios de comunicación fue muy irregular. Varias de sus historias fueron
adaptadas para la antología televisiva británica “Out of the Unknown” (1965-71); trabajó como asesor científico en “Star Trek: La Película” (1979) y en la serie de televisión “Código Rescate 1” (1979); Harvey Weinstein lo contrató para adaptar al inglés el guión del film francés de animación “Gandahar” (1988); ideó la premisa para la interesante pero efímera serie “Probe” (1988); vendió los derechos de su excelente “Anochecer” a Julie Corman para verla transformada en dos películas de serie B, “La Muerte de los Soles” (1988) y “Nightfall” (2000, directamente a vídeo); y sus ideas sirvieron de base para el telefilme “Proyecto Ciborg” (1995). Se le suele atribuir erróneamente bien el haber escrito el guión para “Viaje Alucinante” (1966), bien el libro en el que se basaba ésta, cuando lo cierto es que lo único que hizo fue firmar la novelización de la película.

Naturalmente, han existido muchísimos proyectos frustrados basados en sus novelas o cuentos,
desde “El Fin de la Eternidad” a los libros juveniles de la serie de Lucky Starr. Por supuesto, la Fundación se ha considerado no pocas veces para su adaptación, pero dado que la obra es una colección de relatos que cubren un intervalo temporal enorme, el proyecto ha acabado siempre en la cuneta (su formato ideal sería el de una miniserie televisiva). Al final, y dejando aparte “El Hombre Bicentenario” (1999), esta adaptación que ahora comento es la única película basada en una obra relevante de Asimov que ha visto la luz en forma de producto masivamente distribuido.

Lo primero que hay que advertir a los puristas, ya lo adelantaba en la introducción, es que en
realidad no estamos ante una traslación cinematográfica de los cuentos de robots de Asimov, algo que honestamente reconocen ya los responsables, como he dicho, en los propios créditos de la película. El problema de base con cualquier intento de adaptar los relatos de robots al cine radica precisamente en su dispersión. “Yo, Robot” no es, de hecho, una novela sino una antología de nueve cuentos unidos mediante una ligera trama en forma de entrevista periodística. Y esa dificultad es uno de los motivos por los que este proyecto tuvo una historia tan accidentada. En 1969, el productor John Mantley (conocido por su serie “La Ley del Revolver) propietario de los derechos del libro de Asimov, los vendió a Warner Brothers esperando ser él quien produciría la película resultante. El estudio, sin embargo, sólo quería los derechos y no a Mantley, lo que provocó un conflicto que acabó en los tribunales y que no se remató hasta 1991. Mientras tanto, hacia 1980, se anunció una adaptación de “Yo, Robot” escrita por Harlan Ellison y dirigida por Irvin Kershner, director de “El Imperio Contraataca”. El guión de Ellison tomaba a Susan Calvin como un personaje central e introducía varios de los relatos del libro en forma de flashbacks, pero el proyecto se malogró cuando Kershner se desvinculó del mismo y se llamó para sustituirlo a Ted Kocheff (“Acorralado”). Ellison acabó publicando su guión como libro titulado “I, Robot, The Illustrated Screenplay” (1995).

Quien figura en los créditos de “Yo, Robot” como coguionista, Jeff Vintar, había escrito en realidad el libreto original sin prestar atención alguna al trabajo del escritor. Se trataba de una película que iba a titularse “Hardwired” y que sería dirigida por Bryan Singer, director de “X-
Men” (2000). Pero entonces el proyecto pasó a manos de la 20th Century Fox que, además, se hizo con los derechos del libro de Asimov. Para aprovechar el indudable tirón del nombre del escritor, solicitaron a Vintar reescribir el guión para incorporar elementos de su Ciclo de los Robots. Fue una decisión que daba esperanzas a los aficionados, puesto que para entonces Vintar había firmado el interesante guión de “Final Fantasy: La Fuerza Interior” (2001)… sólo para verlas frustradas cuando el estudio le pasó el encargo de reescribirlo a Akiva Goldsman. Éste ganó un Oscar por su guión para “Una Mente Maravillosa” (2001) pero en su haber tiene más fracasos que triunfos, especialmente cuando ha tocado historias de género. Así, ha escrito y ocasionalmente producido títulos como “Batman Forever” (1995), “Batman y Robin” (1997), “Perdidos en el Espacio” (1998), “Prácticamente Magia” (1998) o, posteriormente, “Jonah Hex” (2010) y otras dos películas protagonizadas por Will Smith, “Soy Leyenda” (2007) y “Hancock” (2008).

Al menos, el director elegido para encabezar la película, Alex Proyas, ofrecía motivos para el optimismo. El egipcio y residente en Australia Proyas era un músico y director de videoclips que se adentró en el mundo del cine con el oscuro film postapocalíptico “Espíritus del Aire, Gremlins de las nubes” (1989) antes de encargarse de “El Cuervo” (1994) y “Dark City” (1998), este último uno de los títulos de CF más interesantes de los noventa.

Por tanto, lo que tenemos aquí es una maniobra puramente comercial: coger un guión ya
escrito y adornarlo con elementos y personajes de otra obra famosa pero ajena a la idea original. Así, tenemos a la robopsicóloga Susan Calvin, al ingeniero Alfred Lanning, la compañía US Robotics y las Tres Leyes como motor central de la trama. Pero el resultado final dista mucho de parecerse a algo que jamás hubiera escrito Asimov, lo cual en sí no habría sido ni bueno ni malo de no haberse utilizado engañosamente el título de uno de sus más famosos libros para vender el producto. (De hecho, la idea de un robot que es arrestado acusado de asesinar a su creador no procede de Asimov, sino del relato también titulado “Yo, Robot”, escrito por Earl y Otto Binder para la revista “Amazing Stories” en 1939)

Akiva Goldsman no comprendió en qué consistían las historias de robots asimovianas, al menos las incluidas en la antología “Yo, Robot”. No eran en absoluto thrillers de acción sino desafíos intelectuales, rompecabezas lógicos –y pausados- protagonizados por ingenieros-detectives. Es más, una de las razones por las que Asimov creó las Tres Leyes fue que estaba cansado de leer en las revistas pulp de los años treinta los tópicos cuentos de robots malvados o enloquecidos que se volvían contra su creador y la propia Humanidad. Las Tres Leyes eran unas órdenes insertas en la programación de los robots que les limitaban a ser meras herramientas al servicio del hombre, muy sofisticadas, sí, pero herramientas al fin y al cabo. De lo que se trataba en los cuentos era de resolver los problemas que surgían con motivo de la interpretación de esas leyes.

Goldsman no entiende ese planteamiento o, al menos, opta por no respetarlo. La película sí
versa sobre un misterio, en este caso cómo es posible que un robot programado para no matar pueda acabar haciéndolo; pero la solución escogida es irrelevante para ese dilema en la interpretación de las leyes. De hecho, no hay dilema. Sencillamente, (ATENCIÓN SPOILER) el asunto es tan pedestre como que Lanning fabricó un robot cuyo cerebro positrónico le permitía saltarse las leyes, algo que en los cuentos de Asimov era un anatema. (FIN SPOILER). Al final, “Yo, Robot”, la película, se convierte precisamente en el tipo de historia de robots locos y agresivos que Asimov trató de evitar, mientras que el clímax cambia el tópico de la inteligencia artificial dictatorial por una versión recalentada de “Colossus: El Proyecto Prohibido” (1969) en el que esa inteligencia decide que la Humanidad debe ser protegida de sí misma por su propio bien (algo que, esto sí, puede encontrarse –aunque planteado de una forma mucho más sutil y contenida- en el Ciclo de los Robots) .

“Yo, Robot” apareció en un momento en el que el presente había convertido en obsoletas muchas de las ideas de Asimov. Así, la película introduce una serie de elementos que ni siquiera se habían concebido en el momento de escribirse los relatos originales: internet, nanotecnología o incluso la noción de una conspiración corporativa de altos vuelos. Asimov escribió sus cuentos en los años cuarenta y cincuenta, cuando la idea de un robot –entendida como una máquina inteligente y antropomorfa- parecía una predicción plausible. En realidad, el automatismo y la cibernética han evolucionado por caminos muy diferentes: los robots-herramienta especializados –y en absoluto humanoides- dirigidos por ordenadores se han extendido por doquier, mientras que la robótica todavía sigue intentando hacer que sus creaciones caminen sobre dos piernas sin caerse, reconozcan visualmente ciertas pautas o realicen tareas tan cotidianas para nosotros –pero increíblemente complejas- como coger un huevo sin romperlo. El concepto de robot antropomorfo se considera hoy de forma general como una idea escasamente práctica en términos de diseño. Las ruedas o la tracción por orugas, por ejemplo, son soluciones mucho más eficientes en lo que a movilidad se refiere. Los robots humanoides que a veces se ven en ferias científicas y exposiciones son más juguetes muy llamativos que auténticos prototipos para realizar cualquier tipo de tareas.

Tampoco en el campo de la investigación en inteligencia artificial han tenido cabida las Tres Leyes. Más que una “simple” programación informática, son la “Inteligencia Distribuida” y las redes neurales los desarrollos que hoy se contemplan para crear una inteligencia artificial (existen, de hecho, interesantes ensayos científicos que demuestran por qué las Tres Leyes no podrían funcionar en términos de programación).

Por todo lo dicho, lo mejor es no considerar “Yo, Robot” como una adaptación de la obra de Asimov. Contemplada de forma individual, es una película entretenida con un guión eficiente y
más inteligente que muchos otros blockbuster. Eso sí, el futuro que presenta es algo decepcionante por tópico y no se hace ningún esfuerzo por introducir algún tipo de detalle que nos informe acerca de cómo está estructurada la sociedad y qué cambios ha experimentado a raíz de la expansión masiva de robots y la desaparición de puestos de trabajo que necesariamente conllevaría. Tampoco se terminan de abordar las cuestiones morales y éticas relacionadas con la existencia de criaturas inteligentes –o, al menos, inteligentes hasta cierto punto- distintas de los humanos.

Aunque la trama básica es la de un crimen a resolver, el tema de fondo es uno muy clásico en la ciencia ficción: la diferencia entre la máquina y el ser humano, un discurso que suele focalizarse en el elemento emocional. Ese es precisamente el origen del odio de Spooner hacia los robots: les acusa no tanto de ser peligrosos –en muchas décadas no han cometido un solo crimen o agresión- como de ser inhumanos, de carecer de ese componente emocional que a un hombre le impulsaría a salvar de la muerte antes a un niño indefenso que, por ejemplo, a un científico importante mientras que un robot utilizaría sólo la lógica y podría actuar al contrario, considerando sólo las posibilidades matemáticas de supervivencia. La intención de Spooner, por tanto, es la de confirmar sus prejuicios más que resolver el crimen.

De esta forma, la película no trata en realidad del enfrentamiento del hombre contra la
máquina, sino de la emoción contra la racionalidad, el impulso irracional y el prejuicio frente a la lógica y la razón. Como era de esperar, los personajes que aquí demuestran emoción (básicamente Spooner y Sonny) gozan de una mejor consideración en la historia que aquéllos que no, ya sean robots o humanos (como el ordenador V.I.K.I., Robertson y, hasta cierto punto, Calvin). Es más, estos segundos, retratados como seres lógicos y racionales, son los que cometen serios errores de juicio. En “Yo, Robot”, por consiguiente, no importa tanto que seas humano o robot como que tengas sentimientos.

Pero más allá de estas reflexiones, lo más llamativo de la película son las previsibles escenas de
acción y el explosivo clímax, todo ello realizado con abundantes efectos digitales que aportan una buena dosis de emoción, como la espectacular secuencia del túnel en el que el coche de Spooner es atacado por una horda de robots; o el final, en el que el detective y Calvin tratan de desactivar la conspiración asediados por cientos de robots asesinos. El director de fotografía, Simon Duggan, es claramente un admirador de la aún reciente “Matrix” y su influencia y estilo se deja sentir en toda la película. Sin embargo, se tiene la decepcionante sensación de que estos momentos de acción se han insertado no porque el guión lo demandara, sino porque se entiende que el público los espera cuando van al cine a ver una película de CF protagonizada por Will Smith. De hecho, las mejores escenas son aquellas en las que los efectos especiales pasan a segundo plano, como aquélla en la que Spooner trata de encontrar un robot concreto que se esconde entre otros mil, alineados todos en perfecta formación.

Proyas era consciente de que tenía entre manos una historia en la que acababa estallando una revolución de robots y que ésta sólo resultaría creíble si se mostraban en pantalla cientos o incluso miles de ellos apoderándose de la ciudad. Esto era imposible lograrlo mediante la acción real o la stop-motion por lo que se aseguró de contratar a los mejores especialistas en efectos digitales. La película es en buena medida una exhibición del grado de sofisticación al que aquéllos habían llegado en esa época. La forma en que estos magos de la imagen consiguieron fusionar en el mismo plano a docenas o incluso cientos de robots con
actores humanos sigue siendo aun hoy muy espectacular y cuando Spooner y Calvin comparten escena con el robot Sonny su interacción resulta totalmente creíble. En ello tuvo mucho que ver el excelente trabajo realizado a la hora de recrear en la cara de Sonny toda una serie de expresiones tan humanas y al tiempo tan artificiales.

Y hablando de Sonny, éste no se generó exclusivamente por ordenador, sino que fue el actor Alan Tudyk (“Firefly”) quien además de la voz prestó su cuerpo para un proceso de captura de movimiento (el mismo por el que Andy Serkis dio vida a Gollum en “El Señor de los Anillos” y que luego se ha generalizado en multitud de films de género fantástico) realizado por la empresa Digital Domain, lo que
permitió una auténtica interacción con los actores de carne y hueso.

En cuanto a los actores, hay poco que decir. Will Smith hace lo que mejor se le da: lucir bien en pantalla, mostrar sus músculos y exhibir su actitud rebelde con frases pretendidamente ingeniosas, pero hay que admitir que consigue buenos momentos dramáticos, como cuando relata a Susan Calvin el origen de su odio hacia los robots. Dado que él monopoliza prácticamente toda la película (casi no hay escena en la que no aparezca) deja poco espacio para que sus compañeros de reparto puedan lucirse.

“Yo, Robot” decepcionará a los que acudan a ella esperando encontrar algo de Asimov. Pero,
como dije al principio, la película fue un éxito de taquilla, así que alguna virtud debe tener. Y es que quienes se conformen con un blockbuster entretenido, no muy profundo, novedoso ni particularmente memorable, pero bien realizado técnicamente y protagonizado –casi monopolizado en realidad- por una superestrella de Hollywood, no sentirán que han tirado su dinero ni su tiempo.



4 comentarios:

  1. Hola, sigo desde hace tiempo tu blog. Sólo era para decirte que también me encanta la ciencia ficción, y que me encanta leerte. Un abrazo desde Huelva.

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  2. hola, como decis la pelicula es entretenida y no esta mal,no lei los cuentos de asimov como para comparar pero por lo que decis tiene poco que ver, salvo lo de las leyes, yo creo que solucionando algunos problemas del guion que la hacen poco creible podia ser mucho mejor, la solucion la veo simplona y como decis no explora mucho en esa sociedad, se centra en la accion que esta muy bien realizada, pero le falta una historia mas compleja detras, asi como esta es entretenimiento pasatista muy bien hecho y nada mas, una lastima porque el tema era bueno, y los actores trabajan bien. saludos.

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  3. No me considero purista pero generalmente si busco la similitud entre libros, comics (Valga, la historia original)y peliculas (la adaptacion), hasta una segunda o tercera vista les suelo dar una verdadera oportunidad y como bien dices no es tan profunda como podria llegar a ser pero es una pelicula entretenida, creo yo robot tambien seria una buena miniserie.

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  4. El problema es q los relatos de robots se basan en los diálogos y los razonamientos lógicos, y apenas tienen ninguna acción. Y así es muy difícil plantear una serie moderna. Un saludo y gracias por los comentarios

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