miércoles, 26 de junio de 2024

1977- STAR WARS EN MARVEL (y 4)

 


(Viene de la entrada anterior)

 

Sustituyendo a David Michelinie en las tareas de escritura, la editora de la colección, Louis Jones, contrató a Mary Jo Duffy, que no sólo llevaba ya tiempo formando parte del staff de Marvel como editora y guionista (fue responsable, por ejemplo, de una de las mejores etapas –si no la mejor- de “Power Man e Iron Fist”) sino que era una gran aficionada a la saga de Lucas y, de hecho, había escrito ya el nº 24. Su compañero en las tareas gráficas fue Ron Frenz, que, aunque aún recién llegado al mundo profesional, también era otro fan de las películas. Tom Palmer garantizó la continuidad de estilo aplicando su fuerte estilo de entintado. El nuevo equipo empezó en el nº 71 con un largo arco argumental que sembró las semillas para lo que se vería en “El Retorno del Jedi” al mismo tiempo que orientó la serie en una nueva e intrigante dirección.

 

Uno de los primeros aciertos de Duffy fue el de imprimir más ritmo e intensidad a la búsqueda del Han Solo congelado en carbonita, enviando a Luke, Leia, Lando, Chewie y los droides a seguir pistas de su paradero por toda la galaxia. Esto coincidió, muy convenientemente, con la búsqueda de un par de espías Bothan desaparecidos mientras trataban de llevar a la Rebelión información robada sobre la última super-arma del Imperio… Guionista y dibujante hubieron de vivir ahora la misma experiencia que, antes que ellos, habían tenido que soportar Michelinie y Simonson debido a su idea para una segunda “Estrella de la Muerte”. Para el nº 73, estaba previsto que los protagonistas visitaran un planeta habitado por unas pequeñas y adorables criaturas peludas llamadas Lahsbees, que utilizaban como transporte unos primitivos alas delta. Duffy no podía imaginarse la razón del bloqueo de Lucasfilm a ese episodio… hasta que vio el guion de “El Retorno del Jedi”. Frenz también hubo de realizar importantes cambios en su diseño original para los Lahsbees, que, al principio eran una especie de gremlins de ojos grandes y terminaron teniendo un aspecto más felino. En Lucasfilm tampoco lo debieron tener fácil, porque hubieron de dar instrucciones al dibujante del tipo de cambios que debía efectuar sin revelarle información relativa a los Ewoks.

 

La pasión de Duffy y Frenz por el material original insufló una nueva energía, entusiasmo y diversión a la colección. La sintonía entre ambos, además, fue completamente satisfactoria. Y a ello se añadían las tintas de Palmer, que dotaban a los lápices de Frenz de una solidez y meticulosidad fuera de lo corriente.  

 

Tanto Michelinie como Duffy destacaron en su tratamiento del personaje de Lando, al que bien podrían haberse conformado con utilizar como una especie de sustituto temporal de Han. A pesar de las superficiales similitudes, Calrissian era muy diferente de Solo: más egocéntrico, más elegante y con mayor potencial para momentos cómicos. De hecho, ambos guionistas hicieron un trabajo tan compacto con el contrabandista que, sin duda, muchos lectores se sintieron decepcionados poco después al ver el limitado papel que se le daba en “El Retorno del Jedi”.

 

Durante esta etapa previa al estreno de la tercera película, Duffy hizo hincapié en los aspectos más ligeros y humorísticos de los films anteriores, pero sin caer en la autoparodia o el ridículo. Esto se hace evidente en episodios como el 77, “Cantante de las Estrellas”, en el que Leia tenía que hacerse pasar por artista en un club nocturno y se veía obligada a utilizar su voz para calmar la furia de un alienígena enloquecido. O el nº 79, “El Gran Con”, en el que Lando adoptaba la identidad del “Capitán Drebble” –con una sospechosa semejanza con el Capitán Harlock, el personaje de anime- para infiltrarse en una banda de piratas que podrían saber algo del paradero de Han. Pero Lando termina emborrachándose y descubriendo su tapadera, lo que desemboca en una frenética persecución aérea no muy distinta a la que veinte años más tarde se vería en “El Ataque de los Clones”. Duffy también introdujo nuevos personajes recurrentes, como el bribón Rik Duel, antiguo conocido de Solo, y sus secuaces, la sensual Dani y Chihdo, un grimoso Rodiano (la misma especie que la de Greedo, de la primera película). Debutaron en el nº 70 pero repetirían varias veces, a menudo como alivio cómico.

 

Pero Duffy demostró ser también capaz de abordar material más oscuro, tal y como pudo verse en el nº 80, “Ellie”, que enlazaría directamente con la adaptación de “El Retorno del Jedi” y el Anual nº 3. En esa historia, Luke, Leia y C3PO continuaban su búsqueda de los espías Bothanos desaparecidos en el interior de una fortaleza imperial, encontrándose allí con el droide de aquéllos, LE-914, con quien C3PO empieza a establecer algo parecido a un lazo emocional antes de que la trama concluya de forma trágica. Sin duda, este fue uno de los mejores números de toda la colección y representó el culmen de la colaboración de guionista y artistas.

 

La historia del tercer Anual, ilustrado por Klaus Janson, contaba cómo Luke conocía a un muchacho llamado Flint que poseía tanto potencial en la Fuerza como ganas de convertirse en un Jedi. El chico quería desesperadamente que Luke lo acogiera como aprendiz, pero éste, que aún no consideraba terminado su propio aprendizaje, lo rechaza consciente de las terribles consecuencias que tendría para el chico recibir un adiestramiento inapropiado que le aproximara al Lado Oscuro. Despechado, Flint pasa a ser un objetivo para Darth Vader, que en esta historia aparece retratado casi como una figura satánica.

 

Durante el verano de 1983, Marvel publicó la adaptación de “El Retorno del Jedi”, escrita, como ya dije, por Archie Goodwin y dibujada por Al Williamson. Tras su impresionante colaboración en “El Imperio Contraataca”, era legítimo esperar que esta ocasión brindara otro clásico. Pero las cosas iban a ser diferentes esta vez, y no para mejor.

 

Para empezar, la adaptación constó en esta ocasión de sólo cuatro números en lugar de los seis esperados y se publicó como una miniserie al margen de la colección mensual. Esta estrategia pareció responder al deseo de Marvel de capitalizar al máximo el estreno de la película, teniendo en los puntos de venta durante cuatro meses dos comics de Star Wars en lugar de solo uno. El problema es que Goodwin, teniendo menos extensión para trasladar a viñetas la historia, no tuvo más alternativa que eliminar algunos momentos importantes de la película, en especial, la muerte de Yoda. De hecho, ese evento ni siquiera se menciona en el comic. O la escena en la que Leia le revela a Han que Luke es su hermano.

 

También fue una decepción el que Williamson fuera incapaz de encargarse en solitario de toda la miniserie. Como ya había sucedido con el número 50, hubo de llamarse a otros artistas para echarle una mano, pero esta vez los diferentes estilos gráficos no siempre fueron compatibles. Algunas de las planchas, especialmente las de Ron Frenz y Tom Palmer, mantenían la coherencia gráfica, pero otras, como las de Bill Sienkiewicz, eran tan diferentes del resto que era imposible que se integraran bien en el conjunto. Curiosamente y por alguna razón que desconozco, Sienkiewicz no aparece acreditado. Entre los que sí lo fueron, están Dave Stevens, William Stout y Tom Yeates. Con la perspectiva que da el tiempo, el mal resultado de esta adaptación fue un presagio de lo que estaba por llegar en la serie regular.

 

Duffy y Frenz incorporaron los acontecimientos de la tercera película a sus historias a partir del nº 81, que exhibía una espectacular portada pintada de Tom Palmer. Han se reunía con el grupo principal de protagonistas y quedaba más que claro desde la primera página que el equipo creativo estaba ansioso por utilizarlo en las aventuras. Han y Leia regresaban a Tatooine, donde se enfrentaban a un redivivo Boba Fett –aparentemente regurgitado por Sarlacc, la criatura que se lo tragó en la película. Los fans tuvieron la esperanza de que la serie encontraba rápidamente una dirección interesante: con Vader, el Emperador e incluso Jabba muertos, se necesitaban urgentemente nuevos villanos para mantener el interés, el dramatismo y la emoción. ¿Qué mejor adversario que el ya popular Fett? Pero no iba a poder ser. Al final del episodio, el mercenario volvía al gaznate del Sarlaac para no volvérsele a ver en el resto de la colección.

 

Aunque Lucasfilm tenía reglas estrictas respecto a que el comic no podía utilizar a Boba Fett, en esta ocasión, Louis Jones y Mary Jo Duffy se salieron con la suya, quizá porque su reaparición fue anecdótica y no con vistas a convertirlo en un personaje recurrente. Por desgracia, las restricciones de Lucasfilm respecto a lo que podía y no podía hacerse en los guiones empeoró mucho a partir de este punto. Posiblemente, Lucas no estuviera muy seguro respecto a sus planes con la saga. ¿Secuelas? ¿Precuelas? ¿Dejarla como estaba por una temporada? Así que no quería dejar rienda suelta a Marvel para que los protagonistas siguieran desarrollándose en direcciones que, quizá, en el futuro, pudieran resultarle incómodas o contradictorias con sus planes. Así que las instrucciones que dio fueron fingir que “El Retorno del Jedi” nunca había tenido lugar; Han y Leia se sentían atraídos pero no habían llegado más allá en su relación; Luke y Leia debían tratarse como si ignoraran su parentesco; Luke aún no había completado su desarrollo como Jedi; los Jedi y el Imperio quedaban fuera de la receta…

 

¿Qué hacer entonces? La solución de Duffy fue sacarse de la manga una nueva guerra entre la ahora victoriosa Alianza Rebelde y unos misteriosos alienígenas conocidos como Nagai, dispuestos a conquistar toda la galaxia. Esa saga, sin embargo, quedó continuamente interrumpida por números de relleno que nada tenían que ver con esa línea argumental. La razón es que la nueva editora, Ann Nocenti, quería limpiar el armario de guiones creados y guardados para atender retrasos en las fechas de entrega, albergando la esperanza de que ella y su equipo sí serían capaces de realizar cada número en el tiempo establecido. El problema fue que el chorreo de estos guiones mayormente inanes sembró el caos en el argumento principal.

 

Además, por entonces Frenz aceptó una oferta irrechazable: ascender a dibujante regular de “The Amazing Spider-Man”, una de las colecciones punteras de la editorial. Su último número para “Star Wars” fue el 82, aunque volvería puntualmente en el 99. Tom Palmer se convirtió entonces en la espina dorsal de la serie, dotando de consistencia, estabilidad y elegancia al carrusel de dibujantes que entonces empezaron a desfilar por la misma y que incluyó a Bob McLeod, Tony Salmons, David Mazzuchelli y Sal Buscema.

 

El propio Simonson recuerda que no tuvo que esforzarse mucho en su colaboración con Palmer. El estilo de entintado de éste era tan fuerte y tan meticulosa su atención en el acabado, que bastaba con darle una composición de página y un abocetado general de lo que ocurría en las viñetas, y él lo solucionaba todo siempre satisfactoriamente. Como dijo Ron Frenz: “Tom era tan bueno que creo que podría entintar el Halcón Milenario mientras dormía”.

 

Palmer, que siempre ha sido un profesional discreto y humilde, se sentía más cómodo compartiendo el mérito: “Star Wars tocó la fibra de mucha gente. Y los que trabajaron en los comics fueron algunos de ellos, como Walt, Ron y yo mismo. Creo que pusimos mucho de nuestra parte. Para nosotros, fue un trabajo hecho con amor. Lucasfilm no dijo que todo debía parecer exactamente correcto, fue algo que hicimos porque queríamos que lo pareciera, era importante para nosotros. Me molestaba mucho que las cosas no estuvieran bien hechas, así que hice todo lo que pude. Al Williamson creó el estándar para todos nosotros respecto a lo que podíamos hacer con los comics de Star Wars”.

 

Además de comprar maquetas a gran escala y muy detalladas de las diversas naves para utilizarlas como referencia, Palmer también reclutó la ayuda de su hijo, Tom Jr, más tarde editor en DC Comics, que se encargaba de registrar todos los detalles de los vehículos o los trajes y asegurarse de que su padre los plasmaba correctamente, sosteniéndole también en alto las maquetas para que las fotografiara desde distintos ángulos con una Polaroid.

 

La importancia de Palmer para la serie fue inmensa. Gracias a él, cada número tuvo el aspecto de una aventura dinámica y fiel al espíritu de Star Wars. Pero incluso en su caso llegó el momento de pasar a otra cosa. Tuvo la oportunidad de volver a trabajar con John Buscema en “Los Vengadores” y no la dejó pasar. Allí permaneció durante nada menos que once años, entintando 125 números dibujados por Buscema y sus diversos sucesores en la colección. Su último número en “Star Wars”, el 94, fue el primero de la nueva dibujante regular, Cynthia Martin.

 

La entrada de Martin supuso todo un impacto para los lectores veteranos de la cabecera. Su estilo, de líneas finas y figuras estilizadas, recordaba mucho al del anime y, aunque supuso un interesante cambio respecto al realismo de Simonson, Frenz y Palmer, quienes esperaran de su parte fidelidad a las naves, tecnología y aspecto visual global de las películas, se sintieron decepcionados.

 

Con todo, es innegable que su trabajo tenía energía, dramatismo, elegancia y resoluciones narrativas interesantes, especialmente en los números en los que disfrutó del entintado de Steve Leialoha (nº 95) y Bob Wiacek (nº 96). Con la perspectiva que da el tiempo, su breve etapa cobra una nueva importancia dado que su estilo, hasta cierto punto, no divergió tanto del que tiempo más tarde adoptarían muchos otros dibujantes de la saga trabajando ya bajo el sello de Dark Horse.

 

Jo Duffy, por su parte, trató de hacer lo posible para mantener el interés y el movimiento aun cuando Lucasfilm le impedía hacer nada verdaderamente, no ya rompedor, sino siquiera significativo, con los personajes. Recuperó a Flint en una secuela del tercer Anual; presentó a un nuevo y misterioso Señor Oscuro, una mujer llamada Lumiya, que asumió el rol de némesis de Luke; la guerra contra los Nagai fue extendiéndose, afectando otras especies de la galaxia y obligándolas a elegir bando. El elenco de personajes, conforme la contienda iba cobrando mayores dimensiones, aumentó enormemente, llegando a marginar a los personajes de las películas. No es de extrañar. Era con sus nuevas creaciones con las que la guionista disfrutaba de mayor libertad y nula interferencia por parte de Lucasfilm… al menos eso creía ella, como enseguida veremos.

 

Pero claro, esta dinámica no fue del gusto de muchos lectores que, si continuaban comprando el comic era para seguir las peripecias de Luke, Han, Chewie, Leia, Lando y los droides; y en vez de eso, se topaban con intrigas de poder a cuenta de la invasión Nagai y nuevas especies como los Hiromi o los Tofs. A esto se añadieron algunas decisiones editoriales incomprensibles. Por ejemplo, algunas historias se publicaron desordenadas. Un nuevo personaje importante, Bey, amigo de la infancia de Luke, apareció de la nada en los números 99 y 100, habiendo de esperar a que se le presentara adecuadamente en el 101.

 

Las predecibles consecuencias fueron un descenso en las ventas. Al llegar el año 1986, la serie pasó a ser bimensual, aunque ese no fuera, en último término, el factor que llevó a Marvel a cancelarla en el número 107. A decir de Jo Duffy, las ventas superaron hasta el final los 100.000 ejemplares mensuales, un desempeño mejor que el de las colecciones de superhéroes segundones de la casa. El auténtico problema fue que las continuas restricciones impuestas por Lucasfilm llegaron al punto de ordenarle a la guionista que no hiciera tal o cual cosa con los personajes que ella misma había creado.

 

Jo Duffy decidió entonces que no podía soportar semejante intromisión en su profesionalidad y creatividad. Su conclusión fue que debía haber alguien en el departamento de Lucasfilm encargado de supervisar los comics, que no tenía ningún interés en que ese formato continuara. En aquel momento, la atención de Lucasfilm no estaba ya puesta en Star Wars. “Marvel se salió porque tuvimos la impresión de que ya no querían que hiciéramos el comic”.

 

Echando la vista atrás, probablemente lo más inteligente desde un punto de vista creativo hubiera sido terminar la colección con la adaptación de “El Retorno del Jedi”. Aunque a partir de ese punto aún se realizaron episodios interesantes (los dibujados por McLeod y Palmer, 86, 88 y 90, son excelentes, como también la última reunión de Goodwin y Williamsion en el 98), es difícil negar que la mayor parte de la magia se había esfumado.

 

Para 1990, George Lucas había por fin decidido que no habría secuelas de la primera trilogía y dio permiso para que se produjeran novelas y comics protagonizados por sus personajes y cuyas historias pudieran explorar su futuro. Han y Leia pudieron entonces casarse y tener hijos; Luke creó una nueva Orden Jedi; Boba Fett escapó del Sarlaac para seguir haciendo de las suyas… Fue la libertad creativa con la que Jo Duffy había soñado pero que nunca le fue permitida.

 

El primero de los nuevos proyectos en comic, “Star Wars: Imperio Oscuro”, escrita por Tom Veitch y dibujada por Cam Kennedy, fue proyectada para la línea Epic de Marvel, pero terminó en la editorial Dark Horse. Pero eso es otra historia y, en mi opinión, mucho menos interesante.

 

Durante nueve años, a lo largo de 107 números y tres anuales, Marvel Comics brindó a los numerosísimos fans de Star Wars la oportunidad de revisitar su saga favorita todos los meses. Durante la mayor parte de ese periodo, los creadores fueron llenando los vacíos entre las tres películas que hoy conforman la llamada “Primera Trilogía”. En años posteriores, se tendería a considerar toda esta etapa como “kitsch” o “camp”, devaluando el esfuerzo que se hizo, pero hoy tiene mucho interés como “historia alternativa” de ese universo y muestra de lo que otros guionistas con talento imaginaron para los hoy legendarios personajes soportando menos interferencia de la que Lucasfilm impondría a los creadores en años posteriores.


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