domingo, 6 de noviembre de 2022

1950- COHETE K-1 – Kurt Neumann (y 2)

 

(Viene de la entrada anterior)

 

Sorprende particularmente la falta de interés del guion en explorar todo lo relacionado con la ciudad marciana. “Con Destino a la Luna” comenzó el boom de la cf optimista en cuanto al futuro de la aventura espacial, una llamada a la conquista de la Luna. Pero justo cuando el género parecía listo para dar el salto y conquistar otros mundos, los viajeros espaciales se encontraban en ellos con el espectro de la guerra atómica y civilizaciones que se habían autodestruido víctimas de sus pasiones y una tecnología que no podían controlar. Este pesimismo se convirtió en una sombra que planeó durante toda la década en muchos títulos importantes empañando los logros de su imaginación, como en “Regreso a la Tierra” (1955), “Planeta Prohibido” (1956) o “Destino Espacial: Venus” (1959).  

 

Hoy, las advertencias contra la guerra nuclear parecen algo evidente, hasta inevitable, porque tras tragedias como las de Hiroshima, Nagasaki o Chernobyl, sabemos lo que puede hacer la radiación. Pero esto no estaba tan claro a finales de los años 40, cuando se escribió la película. Por entonces, se veía a la radiación más como una molestia que como una amenaza letal. Esto se debía en parte a que ni siquiera los científicos tenían del todo claro cómo operaba la radiación. El gobierno estadounidense aún realizaba pruebas secretas sobre soldados y criminales y, aunque sabía que la radiación tenía efectos potencialmente devastadores y duraderos sobre el cuerpo humano, tal  información se ocultaba para no asustar a la población, que ya vivía con temor la situación de Guerra Fría con la Unión Soviética y que, de saberlo, podría oponerse a las intenciones del gobierno de continuar aumentando el arsenal nuclear. Esta fue también la postura de muchos thrillers y películas de CF. Por ejemplo, “Con las Horas Contadas”, en la que un hombre es envenenado con una bebida en la que se ha vertido algún tipo de sustancia radiaoactiva; sin embargo, se evita cuidosamente cualquier mención a la radioactividad, llamándolo “envenenamiento luminoso”. En “Con Destino a la Luna”, los científicos niegan repetidamente las advertencias de radiación calificándolas de propaganda comunista.

 

Pero “Cohete K-1” es uno de los pocos films de la época que se molesta en abordar el tema con crudeza. El doctor Eckstrom le dice a la tripulacón que no fue tanto la guerra lo que aniquiló a los marcianos como la radiación, aún presente allí tras miles de años; y les avisa de no aventurarse en los edificios so pena de sufrir sus efectos. Resulta que la “propaganda comunista” tenía razón. Hasta que fue prohibido en 1954, el Partido Comunista de los Estados Unidos fue el único que se opuso frontalmente al rearme, la bomba nuclear y la actitud beligerante que podía desembocar en una guerra contra la Unión Soviética. Esa fue, precisamente, una de las razones por las que Trumbo se afilió a esa formación política.

 

Y eso iba en contra de la línea seguida por Hollywood, que se limitaba a repetir como un loro los eslóganes de la Comisión de Energía Atómica. La radiación en el cine de CF se convirtió en una especie de “genio de la botella” más fantástico que científico, una “navaja suiza” que igual servía para hacer crecer hormigas a tamaños gigantescos que reducir a humanos al tamaño de insectos. No fue hasta 1959 que la película “La Hora Final” expuso con toda crudeza el muy real peligro de la radiación. Asimismo y a diferencia del entusiasmo capitalista que transmitía orgullosamente “Con Destino a la Luna”, Trumbo supo ver que quien debía llevar al hombre al espacio no era el sector privado –al menos en aquella etapa de la aventura espacial-, sino el gobierno.

 

Y luego tenemos el asunto de la mujer a bordo. Los años 50 fueron una especie de inestable punto de inflexión. El feminismo comenzaba a levantar cabeza pero a los comportamientos, opiniones y actitudes les cuesta mucho cambiar. Por una parte, el doctor Eckstrom explica al principio que su colega femenina forma parte de la misión exclusivamente en base a sus méritos científicos, subrayando así que las mujeres pueden ser tan buenas científicas como los hombres. Pero luego, a través de las conversaciones con sus compañeros a bordo de la nave, queda claro que ella es una excepción y se repite varias veces que, para ser una científica, una mujer tiene que dejar atrás su parte femenina, como si ambas vertientes no fueran compatibles.  

 

El momento más vergonzantemente sexista es aquél en el que la doctora Lisa van Horn se entrega a un pequeño estallido emocional y el doctor Eckstrom le dice: “No va a meter la emoción en esto, ¿verdad?” Cuando ella se disculpa, él responde amablemente: “¿Por qué? ¿Por ser momentáneamente una mujer? Es perfectamente comprensible”. En defensa de la película, no obstante, hay que reconocer que van Horn, en general y salvo esas molestas observaciones, como una verdadera colega científica y no se la reduce a servir te y hacer las camas, como les ocurriría a otras “científicas” femeninas en películas posteriores de CF. Tampoco la dejan atrás cuando empiezan a explorar la superficie de Marte argumentando que es “demasiado peligroso”.

 

Dejando aparte el alivio cómico, la película tiene una intencionalidad seria. La “mala ciencia” diluye un poco esa sensación, pero no del todo y eso es gracias sobre todo a los personajes. Aun cuando sean estereotipos y estén toscamente caracterizados, tienen personalidades bien diferenciadas y es posible simpatizar con ellos. Cuando llega el trágico final, es fácil compadecer su funesto destino. Y esto es mérito de los actores, especialmente Lloyd Bridges, aquí en un registro muy distinto a aquél cómico con el que fue conocido en los 80 (¿quién no lo recuerda como el controlador aéreo adicto de “Aterriza como Puedas”?). Bridges, por cierto, fue también colocado en una lista negra en los 50 por su trabajo con una compañía teatral de carácter político.

 

La actriz danesa Osa Massen, ya lo he apuntado, hace un buen trabajo como Lisa van Horn pese a los estúpidos diálogos que le endosaron, especialmente en las escenas románticas con Bridges y Beery. Es quizá el miembro del reparto que aporta mayor humanidad a su personaje. Aunque nunca llegó a dar el salto al estrellato y tras “Cohete K-1” se dedicó a la televisión hasta su retiro a comienzos de los 60, a punto estuvo de conseguirlo cuando en 1941 interpretó a una infiel esposa en “Un Rostro de Mujer”, de Melvyn Douglas.

 

John Emery es meramente eficaz en su papel de doctor Eckstrom, pero su personaje es demasiado tópico como para ser memorable. Actor de carácter, es más conocido por sus papeles secundarios en “Recuerda” (1945) y “Juana de Arco” (1948), ambas con Ingrid Bergman. Del resto, sólo creo merecedor de mención al jefe de misión en Tierra, Morris Ankrum, y ello porque su rostro adusto e intimidante le convirtió en un actor de culto en la ciencia ficción de serie B, especialmente interpretando a figuras de autoridad y cuando Marte estaba involucrado. “Cohete K-1” fue su primera incursión en la CF y a partir de ahí participaría en “Vuelo a Marte” (1951), “Red Planet Mars” (1952), “Invasores de Marte” (1953), “La Tierra contra los Platillos Volantes” (1956), “Kronos” (1957), “Cómo Hacer un Monstruo” (1958), “De la Tierra a la Luna” (1958), “Most Dangerous Man Alive” (1961) o “El Hombre con Rayos X en los Ojos” (1963).

 

El elemento diferencial que sitúa a “Cohete K-1” por encima de muchas otras producciones de serie B de los 50 –e incluso de otras de primera línea como la propia “Con Destino a la Luna”- es su dirección y su fotografía. Hasta este momento, Kurt Neumann, un inmigrante alemán que había estado dirigiendo películas desde los años 30, tenía en su haber una serie de westerns y thrillers muy rutinarios, películas de Tarzán y musicales. En el futuro, de hecho, sería recordado sobre todo por otra de sus aportaciones a la CF, “La Mosca” (1958).

 

En “Cohete K-1”, ofrece un trabajo sólido habida cuenta de las limitaciones de tiempo y dinero a las que tuvo que ajustarse y aunque la película, como he dicho, se realizó en tan sólo 18 días, no da la sensación de producto apresurado o descuidado. La cámara incluso ofrece algunos ángulos y planos particularmente bien conseguidos. Esto no es ninguna sorpresa dado que el responsable de fotografía es el compatriota de Neumann, Karl Struss, que había ganado un Oscar por su trabajo en la obra maestra del cine mudo “Amanecer” (1927) y había colaborado con Charlie Chaplin en “El Gran Dictador” (1940) y “Candilejas” (1952).  

 

Otra baza del productor fue conseguir al compositor Ferde Grofé Sr. para la banda sonora, uno de los más destacados arreglistas de jazz de Nueva York durante los años 20 y 30 así como compositor de música más clásica y para el cine. A diferencia de lo que sería la costumbre en muchos films de CF, la música de Grofé nunca resulta abrumadora y prefiere subrayar las emociones de forma sutil, acentuando el dramatismo en los momentos precisos y colaborando a la construcción de suspense sin llamar demasiado la atención. Su mayor aportación a la película, no obstante, fue la utilización del theremin (interpretado por Samuel Hoffman), uno de los primeros instrumentos electrónicos, en las escenas de Marte. Fue la primera vez que se incluía ese sonido en una película de CF o terror y pronto sería adoptado por muchos otros compositores –a menudo no de forma tan acertada como Grofé-. En cuestión de pocos años, el theremin quedaría tan asociado a las películas de género de serie B que se convertiría en un chiste y no habría forma de volver a utilizarlo si no era como guiño o parte de un pastiche nostálgico (caso de “Ed Wood”, 1994, de Tim Burton).

 

El diseño de producción es sorprendentemente bueno para una película con un presupuesto de 94.000 dólares. El interior de la nave no tiene de que avergonzarse al lado de la de “Con Destino a la Luna” y dado que la mayor parte de la acción transcurre allí o en el desierto de Marte, el film consigue esquivar el saborcillo a serie B a menudo asociado con este tipo de producciones. La iluminación de Struss ayuda al resultado final, aunque la maqueta del exterior del cohete recuerda demasiado a los seriales de Flash Gordon de diez años atrás como para resultar creíble.

 

Aunque el maquillaje de los mutantes marcianos sea solo regular, lo que peor luce en la película y que más revela sus raíces de serie B son los efectos visuales, tanto en su escasez como en su calidad. Tampoco podía exigirse mucho con el dinero que manejaba ese departamento. Así y todo y a pesar de que el presupuesto de la película era reducido comparado con el de “Con Destino a la Luna” (recordemos, éste seis veces mayor) y otras películas de CF de primera división que se estrenarían en la misma década, fue suficiente como para ofrecer unos valores de producción correctos, un reparto fiable y un director veterano que pudo traer consigo a su amigo, paisano y excelente director de fotografía. Por lo demás, el equipo técnico estaba formado mayormente por gente joven que se enfrentaba por primera vez a una película de CF.  

 

Hoy, “Cohete K-1” tiene reputación de ser una producción mediocre de serie B con pocos puntos de interés. Como he desgranado en este análisis, esta apreciación es injusta. Aunque “Con Destino a la Luna” se cita en casi todas las enciclopedias y estudios del género como la película que lo resucitó tras una larga sequía, en muchos sentidos “Cohete K-1” es mejor película, menos pretenciosa e incluso más emocionante, por no hablar de que se atrevió a incluir un final trágico. La producción de George Pal tenía la ventaja del color y unos efectos especiales de última generación, pero la de Neumann tenía personajes y drama. Demostrando que la brutal transgresión del “happy end” no tiene por qué traducirse en descalabro de taquilla, "Cohete K-1" tuvo una carrera comercial excelente, conectando mucho más con el espíritu de la época mediante sus licencias narrativas derivadas del pulp de lo que lo hiciera la producción de Pal con su frío afán documental.

 

En último término, “Cohete K-1” es una película modesta, con el grado de ingenuidad esperable de aquella época, que hay que ver en su contexto y teniendo en cuenta sus orígenes y limitaciones, pero que sin duda figura entre las de obligado visionado para todo aquel interesado en la historia de la CF gracias a su valiente desenlace y al mensaje subyacente, más subversivo de lo que podría pensarse en aquel tiempo y clima político.

 

(Para aquellos que pudieran estar interesados en hacerse con una copia de la película, conviene saber que cuando se estrenó, las escenas de Marte se rodaron con un filtro rojo, pero las ediciones más modernas las han revertido a blanco y negro. En 1978, el distribuidor y coleccionista Wade Williams compró los derechos de la película y rodó varias secuencias nuevas de efectos especiales así como escenas en la superficie marciana. Esta versión, denostada por la mayoría de los expertos, es la que pudo verse durante mucho tiempo en las ediciones en vídeo, aunque las más modernas han optado por eliminar esas adiciones).

 

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