En 2012, el mismo año en el que apareció publicada la novela que ahora comentamos, Google lanzó “Glass”, un proyecto comercial de gafas con realidad aumentada, iniciativa que dio mucho que hablar antes de ser retirada en 2015 sin haber podido sus desarrolladores solventar tanto problemas técnicos como otros relacionados con la seguridad y privacidad. ¿Y qué es la Realidad Aumentada? El término, acuñado en 1992, hace referencia a la tecnología que permite visualizar el mundo real a través de algún dispositivo que añade una capa adicional de información gráfica; esto es, una fusión en lo sensorial del mundo físico con el virtual. Independientemente de que sea un desarrollo práctico en un sentido cotidiano (tengo dudas de hasta qué punto el cerebro se sentiría cómodo con un aluvión constante y profuso de información sensorial), es el tipo de avance susceptible de fascinar al interesado en la tecnología y la ciencia ficción.
Y ese fue el caso del autor de “Realidad
Aumentada”, Bruno Nievas, médico pediatra e interesado desde siempre en la
informática. De hecho, fue la tecnología digital la que le permitió clavar su
primera pica en el mundo literario. Sin conseguir que ningún editor se
interesara por esta novela, decidió publicarla por entregas en internet,
consiguiendo 42.000 descargas en cuatro meses, un éxito que, ahora sí, llamó la
atención de un sello consolidado que le compró la obra y la editó tanto en
soporte físico como digital.
Alex Portago es un neurobiólogo experto en la
representación informática de las dinámicas cerebrales, un campo en el que no
sólo se ha convertido en una eminencia sino que le ha hecho rico gracias a su
invención de un algoritmo capaz de ajustar listas de reproducción de un MP3 al
estado emocional de su usuario. Cómodamente asentado en su Almería natal, su
estatus profesional y económico no le libra del acoso de sus propios demonios.
Por una parte, sufre pesadillas recurrentes y muy vívidas en las que la Tierra
es invadida por alienígenas hostiles; por otra, no ha conseguido superar la
separación traumática de Lia Santana, antigua amante y colaboradora.
Un día, recibe una inesperada oferta de uno de
los principales magnates y gurús informáticos del planeta para unirse al equipo
de investigación de un proyecto secreto pero relacionado directamente con su
campo. Aunque las condiciones económicas son jugosas de por sí, lo que más le
atrae de esa propuesta es la posibilidad de pasar a la historia de la
tecnología. Una vez aceptado el contrato (que incluye estrictas cláusulas de
confidencialidad), es trasladado al laboratorio, que resulta estar localizado
en el interior de un macizo rocoso en el cercano desierto de Tabernas, y
presentado al resto del equipo, del que -y esto nadie se lo había avisado-
también forma parte Lia.
Lo que están intentando conseguir ese grupo de
genios son unas gafas de realidad aumentada. Para ello, se sirven de un
misterioso microchip de procedencia poco clara con una velocidad de
procesamiento asombrosa que permite una total experiencia de inmersión. Un
dispositivo colocado en la cabeza del usuario le permite experimentar paseos
por las calles de cualquier ciudad y ver la información virtual superpuesta de
todo lo que entra en su campo de visión. A primera vista, no es algo más
novedoso que lo que están desarrollando otras empresas. Sin embargo, gracias a
ese chip, han conseguido algo asombroso: que el sistema lea directamente los
pensamientos del usuario y se anticipe a su voluntad consciente.
Y ese es, precisamente, el problema para cuya
solución han contratado a Alex. De alguna manera, el programa parece “leer” también
el subconsciente del usuario, de tal manera, que, aunque éste crea vagabundear
al azar por una ciudad, en realidad el sistema lo lleva a lo que él más
íntimamente desea aun cuando no sea consciente de ello. La consecuencia, por
motivos que se explican en la trama, ha sido la muerte de al menos dos miembros
del equipo y posiblemente la de un tercero. Alex termina convenciéndose de que
el problema reside en el chip, cuya configuración nadie en el equipo conoce, y
emprende una investigación que le va a llevar más lejos de lo que nadie hubiera
podido prever. (ATENCIÓN: SPOILERS A PARTIR DE ESTE PUNTO).
“Realidad Aumentada” empieza como un
tecnothriller en el que confluyen varios de los tropos del subgénero:
superordenadores, intrigas corporativas, espionaje industrial, periodistas de
investigación, realidad virtual, asesinatos y una tecnología que puede
transformar el cerebro humano y, por tanto, el mundo entero. Pero -y esto es
una apreciación personal- el libro tiene dos problemas nada despreciables. El primero
es un prólogo muy cinematográfico (un arqueólogo que accede a una caverna de
México en la que encuentra un secreto aterrador) pero del que cualquier
aficionado a la CF -que, al fin y al cabo, son los lectores potenciales de este
tipo de ficciones- deducirá sin demasiados problemas la solución al enigma
central. Sólo queda averiguar, por tanto, cómo los protagonistas llegarán al
mismo punto que el lector conoce desde el principio.
Por otra parte, el cambio de registro resulta
quizá demasiado brusco, comenzando con un tono realista (proyectos de
investigación, códigos informáticos, interfaces mente-máquina) y derivando
hacia uno más, digamos, fantástico, que abraza de lleno las teorías de Erich
Von Daniken sobre visitantes alienígenas en tiempos remotos, las invasiones
extraterrestres y las actividades en la sombra de los Hombres de Negro.
Personalmente, me hubiera resultado más interesante la exploración de las
consecuencias individuales y sociales de las modificaciones neuronales
producidas por la interfaz que desarrollan los personajes en el laboratorio. De
hecho, el título hace referencia no sólo a la tecnología que están investigando
los científicos sino tanto a la clarividencia que despierta la misma en el
usuario gracias a la estimulación del pensamiento intuitivo (que permite ver y
entender el mundo y a las personas de una forma más directa y profunda); como a
las pesadillas hiperreales que experimenta Alex y que, tal y como descubre,
bien podrían ser recuerdos del pasado o visiones del futuro, una realidad, por
tanto, también aumentada pero en el sentido temporal.
Aunque el autor aspira a dotar al desenlace de
un punto de ambigüedad, a mi juicio la historia queda completamente cerrada por
un final, además, con el coraje suficiente como para lle
var a los personajes -a
casi todos, al menos- a sus últimas y lógicas consecuencias, por muy trágicas
que sean éstas. El protagonista es un héroe porque sacrifica lo que más quiere
por un bien mayor, pero la nobleza de sus actos no le otorga a la postre
reconocimiento, satisfacción ni felicidad. Todo lo contrario. El trauma
derivado de sus experiencias le empuja a poner fin a su vida, aunque el acto
postrero de su cerebro mutado sea uno de amor: devolverle la consciencia a una
comatosa Lia. El epílogo en forma de emails a sus seres queridos es una
conclusión tan agridulce como emotiva y coherente.
En relación a los personajes, no puede decirse
que estén muy bien perfilados, especialmente los integrantes del grupo de
trabajo de Tabernas, meros comparsas transmisores de información tecnológica
relevante para la trama. El único que cuenta con cierta entidad es el
protagonista, quien, por otra parte, tiene difícil suscitar simpatía en el
lector. Se nos dice que es alguien inteligente, si bien no hay demasiadas
oportunidades en las que pueda lucir tal virtud (muchos de sus aciertos a lo
largo de la trama pueden atribuirse al efecto mejorador del chip sobre su
cerebro), pero también es una persona con baja autoestima, incapaz de sentirse
feliz o satisfecho con sus logros y emocionalmente inseguro, con una
dependencia enfermiza por una mujer, Lia, con la que mantuvo una relación
tóxica y que en ningún momento está tan dispuesta como él a retomarla.
Ésta, por su parte, queda mucho más
desdibujada y lo único que podemos decir de ella es que experimenta cambios
súbitos e impredecibles de humor, que tiene una personalidad frágil y un
carácter más sensible, apasionado, altruista y precavido que sus compañeros de
investigación. La accidentada relación que vuelve a renacer entre ambos es tan
poco verosímil (más parece propia de unos adolescentes que de unos adultos
experimentados) como irritante por la reiteración de una dinámica malsana dominada
por la dependencia y desesperación que en todo momento exhibe Portago frente a
la indecisión, ambigüedad y volubilidad de Lia.
El resto de los personajes con cierta presencia en la trama son básicamente un conjunto de tópicos ajustados a las necesidades de la misma: el magnate tecnológico manipulador y sin escrúpulos; el circunspecto agente de la CIA que sabe más de lo que dice; el villano maquiavélico cuya auténtica identidad y agenda se revela en el clímax; el hacker paranoico que vive en el sótano de su madre y se mantiene a base de comida basura… De ninguno de ellos se aporta el suficiente contexto y detalles personales como para que cobren auténtica vida, sus destinos importen al lector y éste pueda comprender por qué se comportan de una u otra manera.
Todas estas debilidades o carencias quedan bien compensadas por el buen ritmo y el intrigante misterio que sustenta la trama. “Realidad Aumentada” es una novela rápida, de estilo sencillo y que engancha desde el principio pese a que quizá sea un poco más larga de lo que el contenido amerita. Siendo una novela de debut, Nievas ofrece una lectura absorbente que evita estancarse gracias al continuo cambio de escenario y el incremento progresivo del nivel de suspense conforme la resolución de unas incógnitas conduce a nuevos misterios. Por otra parte, la información técnica (sobre todo referente al campo médico e informático) está dosificada en la cantidad y grado de complejidad necesarios como para no cansar o aburrir a quienes no sean particularmente afines al género. Incluye también explicaciones muy interesantes sobre los niveles de pensamiento y la naturaleza de la intuición.
Para ser una obra larga de debut, “Realidad Aumentada” ofrece una calidad superior a la media incluso con las salvedades indicadas. Es más, su estilo accesible, la forma de dosificar el suspense, la facilidad con la que se expone la información técnica y su buen sentido del ritmo, la hace incluso apta para recomendar a quienes no sean lectores habituales de CF.
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