Hace ya tiempo que se habla mucho del cine coreano, si bien hasta hace relativamente poco no dejaba de ser una parcela sólo verdaderamente conocida y apreciada por una minoría. Sin embargo, en tiempos recientes, Corea del Sur está apostando todavía más fuerte por el cine y la televisión de género apoyándose en la plataforma Netflix, que le proporciona una enorme visibilidad entre el público generalista. Así, entre "Barrenderos Espaciales” (2021), “El Juego del Calamar” (2021) y “Estamos Muertos” (2022), llega otra ambiciosa producción de CF, “Mar de la Tranquilidad”, una serie de televisión que, por ahora, consta de una sola tempoarda de ocho episodios.
En
un futuro cercano, el deterioro global del medio ambiente obliga a la población
a someterse a severas restricciones de agua y alimentos. La doctora Song Ji An
(Bae Doona), antigua astrobióloga y ahora etóloga, vive atormentada por la
muerte de su hermana mayor, también científica, en un poco aclarado accidente
en la base de investigación Balhae, en la Luna, que cinco años antes acabó con
sus 117 trabajadores.
La
División Espacial del gobierno coreano le pide que se una a un grupo de
pilotos, ingenieros, doctores y científicos liderados por el capitán Han Yoon
Jae (Gong Yoo), que va a viajar a la ahora abandonada y sellada estación de
Balhae para recuperar unas muestras secretas en las que se hallaba trabajando
el personal y que podrían ser la respuesta al agudo problema de sequía. Tras un
accidentado alunizaje que causa la primera víctima, acceden a la base. Allí no
sólo encuentran los cadáveres del personal sino que las muestras biológicas no
están donde deberían. Está claro que el gobierno no les ha dado toda la
información y debido a ello ahora sus vidas corren peligro porque algo o
alguien muy rápido, fuerte y violento empieza a acecharles y atacar desde las
sombras.
“Mar
de la Tranquilidad” está basada en un corto de 2014 del mismo nombre dirigido
por Choi Hang Yong, que también firma los ocho episodios de la serie. Los fans
de la CF no tendrán dificultades en puntear los tópicos e ideas tomados de
otras obras más conocidas, como la franquicia de “Alien” (1979-1997), “Abyss”
(1989), “Leviathan: El Demonio del Abismo” (1989) o “Ad Astra” (2019). Aunque
se deja espacio para cierta crítica a los problemas actuales que pueden
amenazar el orden social y global a medio plazo, el principal objetivo de la
historia es proporcionar a los espectadores una buena dosis de suspense.
Los
primeros cuatro episodios establecen la premisa y presentan el misterio y los
personajes: la crisis mundial, la preparación y comienzo de la misión, la
llegada a la base lunar… Al mantener oculto el origen de la tragedia de Balhae
y el auténtico propósito de la misión, el espectador puede sentir el estrés, la
frustración y el miedo a lo desconocido de los personajes mientras recorren los
oscuros corredores y vacías estancias de la base. Es una narración a fuego
lento que puede dividir a los espectadores según sus expectativas y
sensibilidades. Para algunos, esta primera parte de la serie, intrigante y
atmosférica, es la más sólida y agradecida de ver; otros, en cambio,
encontrarán el ritmo excesivamente lento e incluso aburrido.
Pero
sea como sea, es en la segunda mitad donde el producto empieza a estirarse
artificialmente, denotando su origen de cortometraje. Los supervivientes del
equipo contactan con el intruso de la base y la intriga se centra en cómo
averiguar más del mismo y discernir si es una amenaza que hay que eliminar o un
potencial recurso que se debe conservar. Aunque hay más acción y momentos de
indiscutible suspense, el thriller se diluye y deja de pesar tanto como el drama.
Y ello, debido, en primer lugar, a que se ha revelado demasiado pronto el aspecto
y naturaleza del ser que los acecha –que, además, resulta ser una figura más
trágica que monstruosa-; y, segundo, se intercalan demasiadas ensoñaciones de
la doctora Song sobre su pasado con su hermana.
Hacia
el final se añaden a la mezcla otros elementos destinados a mantener el
suspense, como el carácter infeccioso de la sustancia encontrada, un conflicto
intestino entre los miembros de la tripulación –que, además, tienen agendas diferentes
y secretas- sobre la conveniencia o no de revelar lo que allí ocurrió, la
existencia de un traidor entre sus filas y una catástrofe inminente. Pero la
historia ya no recupera el pulso con el que había arrancado y el guion tampoco
consigue encontrar subtramas o elementos con auténtico peso. Ni siquiera la
revelación de las atrocidades cometidas en la base y la conspiración para
taparlas suponen una sorpresa para cualquier espectador mínimamente veterano.
El mensaje
ecológico de la serie es claro y está expuesto de forma muy cruda, aunque no
sin caer en el sermoneo de otras producciones ni convertirse en el centro de la
historia, sino que conforma el contexto en el que ésta se desarrolla aunque lo
haga a mucha distancia, en la Luna. La sociedad coreana se ha estratificado de
acuerdo a su capacidad de acceso al agua. Aquellos con un grado superior
(básicamente personal esencial y técnicos y políticos de alto nivel), tienen
derecho a más cantidad del ahora escasísimo recurso, mientras que los menos
favorecidos hacen cola durante horas para medio llenar una garrafa en un grifo
custodiado por el ejército. Hay protestas y manifestaciones frente a los
centros de distribución de agua exigiendo al gobierno la abolición de ese nuevo
e injusto sistema de clases.
Contemplar
la destrucción del medioambiente en unas impactantes tomas aéreas o las
consecuencias que el nuevo “orden” social producto de las circunstancias tiene
para los más débiles (ejemplificados en enferma la hija del capitán Han) nos
hacen entrar en un mundo lo suficientemente distinto al nuestro como para que
nos resulte fascinante, pero no tanto como para que sea imposible imaginar un
escenario parecido, lo cual pretende hacernos reflexionar sobre la necesidad,
por nuestra propia supervivencia, de ser más cuidadosos con el ecosistema que
ahora nos protege pero que algún día podría convertirse en nuestro enemigo.
Otros de los temas introducidos de fondo, como la corrupción política, las
guerras empresariales, la investigación carente de ética y la ironía de los
crueles científicos asesinados por su creación, ni son originales (más bien
todo lo contrario) ni están particularmente bien expuestos.
(ATENCIÓN:
SPOILERS) Mencionaba antes las fuentes de las que bebía la serie y, en
concreto, destaca la de “Alien” y sus secuelas. No sólo en la tópica criatura
letal que acecha por los corredores en penumbra de una base abandonada, sino en
el tema de la maternidad. Como en “Aliens” (1986), la doctora Song encuentra y
protege a una niña abandonada en un entorno hostil que, milagrosamente, ha
sobrevivido intacta y cuyo conocimiento de las instalaciones ayuda a los
supervivientes del grupo. Aunque no hay aquí reina alien con la que lidiar, los
astronautas coreanos tienen que escapar de un avalancha de agua lunar… y ¿acaso
el agua no es uno de los atributos de la Madre Naturaleza?
Por
otra parte, la historia aborda los problemas del luto, la reconciliación y la
sanación emocional. La doctora Song había mantenido una relación complicada con
su hermana mayor, que una vez le dijo que quería mostrarle el Mar de la
Tranquilidad, la extensa llanura lunar donde se posó el Apolo 11 en 1969. Pero
en lugar de ejercer el papel de hermana protectora y sabia tan común en otros
dramas coreanos, ella negligió sus responsabilidades y se volcó en lo que consideraba
una causa mayor: salvar el futuro de la humanidad. Este abandono dejó una
cicatriz emocional en Song y cuando se enteró, tras años sin saber nada de
ella, que su hermana había muerto en la Luna, su confusión y ansia de saber
aumentó todavía más.
Como
le sucedía a Brad Pitt en “Ad Astra”, Song conversa con total estoicismo con
una I.A. terapeuta que le pregunta sobre su adiestramiento y sus sentimientos
hacia su hermana. De la misma forma que Pitt viajaba hasta Neptuno para
descubrir qué le había sucedido a su excéntrico padre, Song viaja a la Luna
para desvelar el misterio alrededor de la muerte de su hermana. En “Ad Astra”,
el reencuentro del protagonista con su padre era descorazonador al confirmar
aquél que para éste su misión era más importante que su familia. La situación
en “Mar de la Tranquilidad” es algo más ambigua. Dado que la hermana está
muerta, no es posible ya una reunión, pero Song llega a una reconciliación a
partir de los videoblogs que dejó grabados aquélla y en los que expresaba su
sentimiento de culpa por haberla abandonado y embarcado en lo que acabó siendo
un encadenamiento de asesinatos en el altar de la ciencia. (FIN SPOILERS)
El
diseño de producción y la dirección artística es uno de los puntos fuertes de
la serie: la superficie lunar, naves, trajes, tecnología e instalaciones de la
base resultan verosímiles gracias también a la acertada fotografía e insertos
digitales (aunque es cierto que ver a los personajes evolucionar durante ocho
horas por corredores y departamentos de aspecto hospitalario puede resultar
algo monótono). También la representación en pantalla de la sociedad distópica
con agudos problemas de racionamiento está muy conseguida. Es sin duda la
ciencia ficción más sofisticada y verosímil que ha salido de la industria
audiovisual coreana.
Lo
cual no quiere decir que los más puristas no deban estar preparados para
efectuar un ejercicio de suspensión de incredulidad en el plano científico.
Aparte de la milagrosa “agua lunar” que encuentran en la base; o el desempeño
tan imposiblemente desastroso de la nave en la que los astronautas viajan hasta
la Luna, el ejemplo más llamativo es que, aunque se simula con relativo acierto
la baja gravedad en el interior de la nave o la superficie del satélite, cuando
entran en la base todo parece regresar a la gravedad terrestre. Está claro que
es complicado y caro simular un entorno de baja gravedad durante ocho episodios
–por no hablar de que narrativamente todo se complicaría bastante-; y que es
algo de lo que se puede acusar también a muchísimas películas y series de CF.
Pero dado el enfoque realista al que aspira la serie, este es uno de los
aspectos que más chirrían. Está claro, por tanto, que algunas leyes de la
física y la biología han sido pasadas por alto con intención dramática, pero la
atmósfera de suspense está bien construida. La mejor forma de disfrutar la
serie es asumir este tipo de imposibilidades dentro de la historia que se nos
quiere contar y dejarse llevar por la misma.
No
soy particularmente afín o conocedor del cine coreano, pero al parecer en el
reparto intervienen varias de sus estrellas más conocidas, como Gong Yoo, Bae
Doo Na, Lee Joon y Kim Sun Young. Sin embargo, en la mayoría de los casos esa
inversión financiera en el reparto no da los resultados esperados dado que los
actores no tienen demasiadas oportunidades para demostrar su talento o
versatilidad. Gong Yoo interpreta al capitán Han, un individuo que adopta la
pose de frío profesional durante buena parte de la serie aunque al final termina
por mostrar sus sentimientos. Bae Doona tiene un personaje más introspectivo
todavía, aunque es capaz de transmitir el torbellino de emociones que ruge en
su interior y que trata de reprimir para evitar ser marginada del equipo.
Mi
principal problema durante buena parte de la serie es que no fui capaz de
conectar con los personajes y, por tanto, me sentí también distanciado de la
historia que ellos protagonizaban, disfrutando del programa más a un nivel
meramente intelectual que visceral. Puede que en parte ello se deba a la
diferente forma de expresar las emociones de los actores coreanos; o quizá que
el guion retrase en exceso la presentación del contexto y pasado de esos
personajes, que son introducidos a toda prisa en la nave y enviados a la Luna
sin habernos contado nada de ellos. Sólo en la segunda parte empieza a saberse
algo de algunos, como la hija enferma del capitán Han o la complicada historia
de Song con su hermana. Información que, además, se da de forma bastante
selectiva, de tal manera que la mayor parte del grupo nunca supera el nivel de
meros comparsas modelados a base de estereotipos (el traidor, el gracioso, la
médico abnegada, el fiel subordinado…).
Tras
un inicio potente –pero no aconsejable para impacientes-, “Mar de la
Tranquilidad”, como he dicho, empieza a perder fuelle en su segunda mitad. Personalmente,
creo que los ocho episodios podrían haberse reducido a cuatro o incluso a la
duración de una película. Dado que hay bastantes miembros en el equipo, tenían
que ir muriendo uno a uno hasta dejar sólo el reducido núcleo de
supervivientes, lo que lleva a cierta repetición de situaciones que podrían
haberse recortado en el montaje.
Por
otra parte, el final, aparte de bastante infeliz –lo cual no es en sí mismo
algo malo- resulta insatisfactorio y ambiguo al dejar bastantes aspectos sin
explicar (qué pasó realmente en la base más allá de la matanza del personal
para cubrir lo allí descubierto), motivaciones de algunos personajes por
aclarar (especialmente las del renegado teniente Ryu) y destino de otros (¿Luna
sube a bordo de la nave de rescate para ser internada en un laboratorio o se
queda en el satélite para sobrevivir no se sabe cómo? ¿Qué será de la hija del
capitán Han en la Tierra? ¿Ha muerto siquiera el capitán?)
“Mar de la Tranquilidad” es una serie no tan impresionante como promete ser, pero tampoco un desastre. Aunque, como he ido indicando, hay varias cosas claramente mejorables, lo cierto es que esta su primera y por ahora única temporada merece un visionado. Más que ritmo, originalidad, lógica y caracterización, ofrece suspense e intriga y su moderada extensión permite extraer de ella una buena dosis de entretenimiento sin necesidad de invertir demasiado tiempo.
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