viernes, 4 de diciembre de 2020

1966- LONE SLOANE – Philippe Druillet (y 2)



(Viene de la entrada anterior)

 

En 1972, se serializa en las páginas de “Pilote” la primera aventura larga de esta nueva etapa de Lone Sloane bajo el título de “Delirius” (con edición en álbum al año siguiente) y con guión de Jacques Lobe. Éste había empezado en el medio como dibujante humorístico antes de concentrarse en los guiones y trabajó para revistas como “Pilote” o “Spirou” colaborando con diferentes dibujantes. A mediados de los sesenta empezó a labrarse una carrera en el mercado del comic adulto junto a Georges Pichard, siendo su obra más conocida “Blanche Epiphanie” (1968), cuya carga erótica fue objeto de cierta controversia.

 

Lone Sloane viaja con su tripulación a bordo del O Sidarta, perseguidos por las huestes del tirano Shaan, Imperator de Todas las Galaxias; mercenarios que buscan la recompensa que aquél ofrece por su muerte; y un nuevo jugador, un grupo religioso conocido como Redención Roja. Sloane contacta con ellos y recibe una oferta para ayudarles a robar una enorme suma de dinero del Imperator producto de la recaudación de impuestos del planeta Delirius, un mundo dedicado a suministrar a sus visitantes todos los placeres imaginables y prohibidos.

 

La Redención Roja busca la caída en desgracia del gobernador de Delirius y piensa que la desaparición de ese dinero, custodiado en la inexpugnable fortaleza de Kadenborg, ayudará a tal objetivo. Sloane accede no por codicia sino porque le gusta la idea de robarle a quien ha puesto precio a su cabeza. Sin embargo y una vez en el planeta, la misión se complica y tras ser traicionado y manipulado, decide hacer las cosas a su manera. El resultado, después de una serie de giros y sorpresas, será una revuelta sangrienta de enormes proporciones y tras la cual Delirius ya nunca volverá a ser el mismo.

 

Aunque esta entrega es una historia más extensa, coherente y lineal que las que componían “Los 6 Viajes de Lone Sloane”, seguimos encontrando pocas concesiones a la narrativa tradicional. Volvemos a disfrutar de atrevidas composiciones de página o montajes complejos de viñetas ricas en detalles y que se asemejan a rompecabezas. Si hoy siguen sorprendiendo por su feroz iconoclastia, imaginemos el impacto que tuvieron en su época, máxime teniendo en cuenta que, como he dicho, se serializó en las páginas de “Pilote”, una cabecera en general bastante conservadora en cuanto al material que seleccionaba.

 

No obstante, en esta ocasión el peculiar estilo de Druillet genera algunos problemas desde el punto de vista narrativo. En las historias cortas del primer álbum, el fin último era epatar al lector con un bombardeo de conceptos e imágenes que no pretendían tanto desarrollar una trama como crear una atmósfera y transmitir una sensación. Pero ahora lo que tenemos es un thriller de acción que requiere de otros recursos que Druillet se resiste a utilizar. 

 

En el comic, la transición de viñeta a viñeta es sumamente importante. En ese intervalo subjetivo que al ojo sólo le cuesta unas centésimas de segundo cubrir, narrativamente pueden pasar segundos, minutos, horas, quizás años. Es el lector quien debe “llenar” el hueco. Con el tipo de narrativa que plantea Druillet, el ritmo se resiente y dificulta la fluidez de una lectura que, por la trama que plantea, debería ser más sencilla, especialmente en lo que se refiere a los diálogos. Las retorcidas composiciones obligan al lector a pensar cuál es el orden de lectura antes de saltar a la siguiente viñeta y la obsesión por el detalle y el abigarramiento de muchas escenas deshumaniza la aventura.

 

Tampoco ayuda lo mal que dibuja Druillet la figura humana. Con todo lo espectaculares que son sus planos generales y sus diseños de edificios o maquinarias extrañas, sus rostros y figuras –ya sea en acción o reposo- son decepcionantes. Durante la mayor parte de la peripecia, Sloane prácticamente no cambia un ápice su expresión de furia sorda –o determinación, depende de la interpretación de cada cual-. Esto, sumado al inexistente trabajo de caracterización por parte de Lob, hace del protagonista un personaje de cartón piedra con el que resulta imposible identificarse.

 

Así que la razón que debe movernos a leer “Delirius” es su dibujo, preciso y rico como pocos a la hora de crear imágenes y mundos insólitos. En este caso, lo fascinante del álbum es el recorrido que nos propone por un mundo decadente que se mueve alimentado por el dinero, la violencia y el vicio y en el que la tecnología se mezcla con el misticismo. La originalidad y sentido de lo maravilloso no cesan desde la misma entrada al planeta a través de una red de satélites construidos con metales preciosos y decorados con joyas y estatuas, el espacio puerto, el palacio de Escher, el Templo de la Redención Roja, el pesadillesco bosque que rodea la fortaleza de Kandenborg o sus mazmorras…La única pega que podría ponérsele al arte (aparte del pobre trabajo de anatomía y expresividad) es el color, carente de matices o tonalidades que permitan separar planos y que a menudo oculta el preciso trabajo de entintado que hay debajo.

 

Hasta 1975, buena parte del trabajo de Druillet apareció bajo el sello de Dargaud, pero sintiéndose decepcionado por las limitaciones que el editor le imponía y bebiendo de los nuevos tiempos de libertad y experimentación que corrían por el comic francés, Druillet se asoció con Pierre Dionnet, Bernard Farkas y Jean Giraud-Moebius para fundar la editorial “Los Humanoides Asociados”, cuyo primer lanzamiento fue la revista “Métal Hurlant”, destinada a convertirse no sólo en un título histórico del comic sino también de la ciencia ficción. Su influencia en el género durante los 70 y 80 del pasado siglo fue inmensa, llegando más allá del comic y hasta el cine en proyectos como la fallida adaptación de “Dune” encabezada por Jodorowsky (por cierto, Druillet, a diferencia de muchos de sus colegas, no estaba en absoluto impresionado por las excentricidades del psicomago chileno y declinó participar en la producción de esa película), o los “Alien” (1979) y “Blade Runner” (1982) de Ridley Scott.

 

Pues bien, fue en “Metal Hurlant” donde Druillet desarrolló algunas de sus obras más imaginativas y personales, como “Nosferatu”, la ya mencionada “La Noche” o la continuación de las aventuras de Lone Sloane con el cuarto álbum de la serie, “Gail” (serializado entre 1975 y 1976 y con edición en álbum en 1978).

 

Gail es un planeta que una vez fue un paraíso pero que ha sido transformado en un infierno bélico habitado por mercenarios y máquinas de guerra bajo los auspicios de un loco iluminado, Iriam Merennen, cuyo poder está creciendo y amenaza con eclipsar incluso al del Imperator Shaan. La fuente de sus huestes está en Santa María de los Ángeles, una colonia penal a la que el imperio envía a criminales, traficantes y consumidores de droga, contrabandistas, ladrones, violadores y opositores varios. Esa horrible prisión es también un mercado de esclavos donde los convictos son transformados en asesinos, guardaespaldas y soldados de élite de la Legión Negra de Shaan.

 

Y allí es donde encontramos a Lone Sloane, llegado allí en circunstancias poco claras
y posiblemente lobotomizado. Aun así, se niega a ser un peón de fuerzas ajenas y mantiene cierto fuego interior, en parte gracias a unos desconocidos benefactores místicos que actúan por su propio interés. No tardará Sloane en instigar una revuelta en la que los guardianes de la prisión se alzarán contra Shaan y socavarán su opresiva tiranía.

 

Para entender este álbum gráfica y conceptualmente hay que tener en cuenta que Druillet lo empezó en 1974, en plena euforia por el inminente lanzamiento de los Humanoides Asociados en el que, como he dicho, tomó parte. Pero su terminación data de principios de 1978. Y entremedio está “La Noche”, una historieta brutal y nihilista que elaboró sumido en una negra depresión por la muerte de su esposa Nicole tras una larga agonía. Así, “Lone Sloane”, que había comenzado como una serie épica, violenta y hasta cierto punto onírica, se transforma en “Gail” en una tragedia desasosegante que refleja el estado anímico del propio autor. Así, el héroe es un hombre condenado que lo ha perdido todo: su nave, sus amigos, su libertad…incluso su lucidez. La revuelta que encabeza impulsado por su propia rabia y el recuerdo de su amor perdido que le permite recuperar sus característicos ojos rojos y sus poderes son en el fondo los del propio autor. “Gail” supone la transición de Sloane de aventurero espacial “ordinario” a superhéroe atormentado de capacidades cuasi místicas.

 

La trama es muy básica, menor aún que en “Delirius”, y predecible. Druillet prefiere cautivar al lector con imágenes potentes que, tras una apertura razonablemente equilibrada con los textos, degenera en un irregular e incoherente bombardeo gráfico en el que se detectan páginas entintadas con apresuramiento y descuido y coloreadas a base de manchones, un efecto que tenía sentido en “La Noche” pero no aquí. Todos estos defectos probablemente derivan de su situación anímica y el largo hiato producido durante su realización, así que quizá lo mejor sea considerar “Gail” como una especie de trabajo inconcluso que fue terminado a desgana y publicado a pesar de no estar a la altura de las anteriores entregas. 

 

En 1858, el novelista Gustave Flaubert escribió lo que algunos consideran la primera obra moderna de fantasía heroica en lengua francesa: “Salambó”. Se trata de una novela exótica que transcurre en la antigua Cartago, la ciudad-estado norteafricana que desafió al dominio romano durante las Guerras Púnicas en el siglo III a.C y basada libremente en un incidente mencionado por el historiador romano Polibio. Flaubert creó allí al personaje de Salambó, la sacerdotisa hija del general cartaginés Amílcar Barca, y narró su trágica historia de amor con Matho, el líder de los rebeldes mercenarios que asediaron la ciudad justo después de la Primera Guerra Púnica. Aunque no hay un elemento sobrenatural, “Salambó” fue una clara precursora del tipo de fantasías heroicas que décadas más tarde imaginaría Robert E.Howard y Matho puede verse como una especie de proto-Conan.

 

Pues bien, las tres siguientes entregas de la serie de “Lone Sloane” forman una trilogía en la que esa historia es trasladada al marco de la space opera sustituyendo a Matho por el héroe de Druillet: “Salambó” (1980), “Salambó: Cartago (1982) y “Salambó: Matho” (1986). En esta ocasión, nos encontramos a Sloane actuando como mercenario sin más causa ni patria que el oro, vendiendo despiadadamente sus servicios al mejor postor. Sin embargo, la excitación de otros tiempos ha dejado paso al aburrimiento y a bordo de su nave, “La Garra Plateada”, busca un encargo que satisfaga su ansia de violencia y su orgullo. Y entonces, da con su meta: un imperio en cuyo centro brilla la ciudad de Cartago.

 

Sin embargo, sus hombres no desean seguirle. Le consideran un lunático y le acusan de llevarlos hacia la aniquilación. Escuchando sólo la voz de su deseo y persiguiendo obsesivamente la imagen de un rostro, Sloane elimina toda resistencia y continúa su búsqueda en solitario. Al llegar a Cartago, se encuentra que reina el desorden porque los mercenarios que habían luchado de parte de la ciudad contra Roma se levantan ahora contra sus empleadores al no recibir la paga prometida. Y en el ojo del huracán, se halla Salambó, la hija de Amílcar.

 

Originalmente publicada en las páginas de “Metal Hurlant” (la primera entrega) y “Pilote” (las dos últimas), “Salambó” es un excelente comic que mezcla fantasía y ciencia ficción. La apuesta de Druillet fue arriesgada pero el resultado es indudablemente satisfactorio. La combinación de los textos de Flaubert –adaptados, claro, a las necesidades del medio- con los sobrecogedores dibujos de Druillet conforman una obra que es tanto ilustración como comic. Además de las ya conocidas composiciones radicales y barroco dibujo, Druillet, siempre atreviéndose a probar nuevos elementos, incluye fotografías –de una modelo que encarna a Salambó- e imágenes generadas por ordenador, aunque estos efectos, a mi gusto, casan mal con las técnicas tradicionales que les rodean. Con todo y aun encontrándonos aquí con una nueva versión del personaje, su espíritu sigue estando presente en una historia, además, más sólida que las anteriores

 

Tengo que decir que no he tenido acceso a los siguientes álbumes: “Caos” (2000), “Delirius 2” (2012, con guion de Jacques Lob y Benjamin Legrand) y “Babel” (2020, éste ya realizado por otros autores, Xavier Cazaux-Zago y Dimitri Avramoglou), por lo que prefiero detener esta reseña aquí.

 

No obstante, la lectura de los álbumes comentados son más que suficiente para entender que “Lone Sloane” es una space opera como ninguna otra antes o después, una obra visionaria que todo amante del comic o del arte relacionado con la CF debería conocer. Aun cuando no sea plato de gusto para todo el mundo, al menos el primero de la serie, “Los Seis Viajes de Lone Sloane”, casi es lectura obligatoria. Eso sí, hay que intentar conseguir una edición en formato lo más grande posible para que las impactantes páginas de Druillet no pierdan toda su vitalidad.

 

Leer “Lone Sloane” puede ser una experiencia abrumadora, especialmente para aquellos lectores habituados a disfrutar de sus comics en cómodas rejillas de viñetas más o menos regulares, ya que tendrán que reajustar su mente ante el desafío que propone Druillet. Pero merece la pena hacer el esfuerzo porque es un comic tan único, excesivo, imaginativo, desafiante, intenso, iconoclasta y de un barroquismo como no se había visto antes en el comic y como no se ha vuelto a ver.


7 comentarios:

  1. Hola, recién descubro tu blog y me alegra haberlo hecho. ¿Tienes alguna cuenta de Twitter o Facebook por la que te pueda seguir para estar pendiente de tus actualizaciones. Gracias :)

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    1. Holaa mark.bienvenido. si, puedes buscarme en Facebook como Manuel Rodríguez Yagüe o también universo de ciencia ficción. También formó parte del podcast especializado en ciencia ficción Los retronautas, en ivoox

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  2. Madre mía! Salambó novela de Fantasía heroica! JAJAJA Lo que dice la gente que no lee. Si es una novela histórica convencional! Lo que es Salambó es el primer peplum de la Historia.

    Lone Sloane es una genialidad. IMPRESIONANTE y ESPECTACULAR. El siguiente es más de lo mismo pero peor. Los otros ya, la adaptación de Salambó... son perezosos.

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    1. si, bueno el problema de salambo es que no se corresponden los dibujos de druillet, muy fantasiosos o de ciencia ficción con las descripciones de las páginas que parecen un copia y pega del libro de la novela de flaubert

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  3. ¿donde está esa versión de delirius 1 en color?

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