Cuando se estrenó “The Machine” - la segunda película del director galés Caradog James, que previamente había firmado el melodrama sobre el racismo “Little White Lies” (2006)-, es probable que muchos tuvieran la impresión inicial de que no era mas un sucedáneo que trataba de aprovecharse del lanzamiento por la misma época de la más publicitada “Transcendence” (2014), dado que ambos films tocan temas similares.
No fue tal el caso, puesto que “The Machine”
apareció un año antes. Pero es que, además, aquellos que se sintieron
decepcionados por la película protagonizada por Johnny Depp, probablemente
hubieran encontrado en esta un mejor disfrute por mucho que su presupuesto sea
claramente inferior. Bebiendo –como muchas de las historias de robots- de
fuentes como “Frankenstein” (1818) o películas seminales como “Blade Runner”
(1982), la película fue recibida favorablemente por la crítica y ganó varios
premios en el circuito de festivales. Quizá su origen galés le impidió
disfrutar de la publicidad y distribución necesarias para llegar al gran
público. Lo cual es una lástima porque es una propuesta de ciencia ficción que,
de haber tenido la oportunidad, podría haber competido directamente con muchas
norteamericanas sobre el mismo tema.
En un futuro indeterminado pero cercano,
Inglaterra se halla inmersa en una nueva Guerra Fría contra China. El doctor
Vincent McCarthy (Toby Stephens) es un investigador del Ministerio de Defensa especializado
en robótica que ha desarrollado unos miembros prostéticos y unos implantes
cerebrales que permiten a soldados con graves lesiones recobrar el uso de sus
facultades, aunque, como se nos muestra nada más empezar, este procedimiento no
está exento de problemas y riesgos imprevistos.
Un día, tras quedar impresionado con su
trabajo en inteligencia artificial en una presentación de proyectos, McCarthy
recluta a la joven y brillante científica Ava (Caity Lotz). McArthy le confiesa
que está buscando la forma de reconstruir en un cuerpo robótico la mente de su
hija Mary (Jade Croot), aquejada de un daño cerebral. Los avances en
inteligencia artificial que ha logrado Ava podrían ser el complemento perfecto
para los suyos en robótica y tras convencerla de que sus descubrimientos serán
utilizados con fines pacíficos, empiezan a colaborar. Realizan importantes
avances hasta que Ava es aparentemente asesinada por un agente chino con la
misión de sabotear su trabajo. En realidad, el crimen ha sido ordenado por el
oficial gubernamental a cargo del laboratorio, Thomson (Denis Lawson) que trata
así de impedir que Ava siguiera metiendo las narices en las zonas del complejo
donde están teniendo lugar experimentos bastante siniestros.
Sin embargo, Vincent había escaneado las pautas
cerebrales de Ava y las descarga en el cuerpo de un androide con la apariencia
física de la joven. La Máquina (Caity Lotz), como él la llama, va desarrollando
una creciente sofisticación a la hora de relacionarse con el entorno y
comprender lo que ocurre a su alrededor. La conciencia de Ava empieza a manifestarse
en su comportamiento y suplica a Vincent y a Thompson que no la traten como un
simple objeto propiedad del gobierno porque tiene auténtica vida. Un error,
porque es entonces cuando Thompson se apropia de ella y trata de deshumanizarla
con el fin de convertirla en un arma tan dócil como imparable.
Da la impresión de que el guion de “The
Machine” va muy deprisa para llegar a donde verdaderamente le interesa. Desde el principio, atrapa al espectador con
esa escena en la que vemos en un laboratorio a un soldado que ha perdido parte
de su cráneo y que parece estar en muerte cerebral hasta que el doctor McCarthy
activa un implante que le devuelve la consciencia. A continuación, se le somete
a una serie de pruebas cognitivas hasta que, inesperada y súbitamente, se hace
con la pistola de un guardia y asesina a tiros a la mayoría de los presentes.
En las siguientes escenas se nos muestra a McCarthy asistiendo a una serie de
test de Turing para reclutar a Ava a pesar de que su inteligencia artificial
tomó una elección incorrecta en esa prueba. La trama sigue mostrándonos a los
dos científicos colaborando en el desarrollo, inserción y prueba de un brazo
prostético para otro soldado mutilado de cara a crear un androide de combate.
Todo esto ocurre bastante deprisa. El
asesinato de Ava y lo que sucede a continuación está narrado muy someramente,
mientras que la fabricación del cuerpo androide ni siquiera se muestra,
apareciendo por primera vez en pantalla ya completamente terminado y activado.
Los mejores momentos de la película son precisamente esos en los que la Máquina
cobra vida y debe someterse a una batería de test. Hay una escena muy
angustiosa en la que le colocan en la cabeza una especie de jaula en la que
luego introducen una araña, que era el animal por el que Ava –cuyo cerebro y
aspecto ha replicado McCarthy para crear la Máquina- sentía auténtica fobia,
mientras los científicos
intercambian impresiones con absoluta frialdad; o
cuando envían a un ayudante de laboratorio llevando una máscara de payaso (otro
de los temores de Ava) y el ginoide lo asesina sin pestañear.
Caradog James compone auténtica poesía visual
en momentos como ese en el que el ginoide chapotea en los charcos del hangar
desierto y luego baila, con su cuerpo iluminado desde el interior por luces
electrónicas. Otra escena notable es cuando ella ensaya diferentes muecas
bastante ridículas y McCarthy le dice que debería sonreir, a lo que responde
“Estoy sonriendo”. Es un detalle bien pensado dado que con toda probabilidad
una I.A tendría pocos problemas con el lenguaje gramatical, pero sí en trabajar
con la compleja serie de músculos que componen nuestras expresiones faciales y
en seleccionar cual de éstas es la apropiada para tal o cual emoción.
La banda sonora electrónica de Tom Raybould –que sin duda a muchos evocará la de “Blade Runner”- ayuda a potenciar la atmósfera de tensión mientras que los extras, especialistas, CGI y efectos visuales, sin ser fuera de serie, sí están por encima de lo que podría esperarse de una película de presupuesto moderado. Como ejemplo, tenemos esa secuencia en la que la recién creada Máquina aparece por primera vez flotando en una cuba en posición fetal.
En el apartado interpretativo merece mención
Caity Lotz, que ha de desdoblarse en dos papeles muy diferentes pero al tiempo
conectados: Ava y la Máquina, con un espectro emocional amplísimo que va desde
el entusiasmo, generosidad e inocencia de la primera a la frialdad asesina de
la segunda. También se desenvuelve perfectamente en las escenas de acción ayudada
tanto por su formación como bailarina profesional como por sus conocimientos en
Taekwondo, Wushu, Krav Maga o Muay Thai (su habilidad física se confirmaría
poco después en su papel de Canario Negro para la teleserie de “Arrow”). En
cuanto a Toby Stephens, interpreta a un hombre atrapado que trata de ser antes
un científico que un empleado de los militares, pero lo hace sin mostrar la
emoción que hubiera sido necesaria, especialmente cuando en la motivación de su
personaje tiene tanta importancia su hija Mary.
Uno de los rasgos diferenciales de la buena
Ciencia Ficción –al menos desde el punto de vista conceptual- es que suscita
preguntas y dilemas sobre los que anima a reflexionar al espectador. Como suele
ser el caso en las historias sobre robots e inteligencias artificiales, aquí se
plantean temas como en qué punto podría considerarse que estos productos del
ingenio humano ya no se limitan a imitarnos sino que gozan de auténtica vida y
consciencia; qué tipo de peligros podrían presentar estas formas de vida para
nosotros; o cuáles son los límites éticos de la investigación. Es verdad que el
tema del androide –en este caso ginoide- supersoldado dista de ser nuevo y se
ha tratado en multitud de ocasiones a lo largo de las décadas
en todo tipo de
formatos. Pero sí se aportan algunas ramificaciones nuevas, como la idea de que
estas máquinas podrían usarse como funcionarios o diplomáticos incorruptibles e
inmunes al chantaje o el soborno; o que podrían evacuar a poblaciones enteras
de zonas de peligro sin necesidad de arriesgar las vidas de los rescatadores
humanos.
El problema de “The Machine” es que construye
un primer y segundo acto sobresalientes pero se diluye en el tercero. Denis
Lawson encarna con tanta eficacia al villano que es difícil no odiarle intensamente,
pero la historia lo encasilla en los clichés del funcionario siniestro y sin
escrúpulos cuyo único objetivo es convertir cualquier descubrimiento, aunque
sea uno que puede cambiar el mundo y nuestra forma de pensar en nosotros
mismos, en un arma.
Hasta el comienzo del desenlace, “The Machine”
era todo lo que “Transcendence” y la igualmente decepcionante “Chappie” (2015)
podrían haber sido. Pero da la impresión de que los productores, preocupados
por tener entre manos algo demasiado poco convencional que pudiera alejar al
público mayoritario, hubieran exigido a James (que también es el guionista) que
incluyera un villano claramente identificable como tal y un momento climático
de acción totalmente estereotipado (ATENCIÓN: SPOILER) en el que las máquinas
se vuelven contra los humanos y el ginoide y Lawson tratan de escapar del
complejo de investigación sumido en el caos. (FIN SPOILER). Es una lástima que
este último tercio diluya la sólida película que se había modelado en los dos
primeros. Un par de años más tarde llegó “Ex Machina” (2015) y, evitando los
clichés, llevó la misma trama básica hasta su conclusión lógica y perturbadora.
Además de ese final exageradamente explosivo,
hay otros detalles que evidencian la naturaleza de serie B de esta película,
como algunas decisiones de guion poco acertadas. Por ejemplo, que todo el
sistema de seguridad del complejo dependa de una sola persona, una mujer
controlada mediante un implante; o que se nos diga que los soldados ciborg no pueden
hablar, pero nadie en la base se de cuenta de que éstos se comuniquan
efectivamente entre sí con unas extrañas voces robóticas. La modestia de los
recursos aflora asimismo en la austeridad de los decorados y lo poco trabajado
que está ese futuro en general. Casi toda la acción está rodada en pasillos,
hangares y naves a media luz. Visto de otra forma, ese minimalismo no solo
contribuye a subrayar la atmósfera de amenaza y claustrofobia, sino que
permitirá a la cinta envejecer más dignamente que otras que presumen de diseños
futuristas y efectos digitales que probablemente queden obsoletos en unos
cuantos años o décadas.
A pesar de sus defectos, es injusto que “The
Machine” pasara tan desapercibida. Se trata de una película que merece un
visionado por parte de cualquier fan de la Ciencia Ficción y quienes sepan
comprender y apreciar la serie B dignamente realizada y con una factura técnica
mejor que la de productos supuestamente pertenecientes a las divisiones
superiores de la industria. No tiene una gran construcción de personajes y aquí
y allá asoman las limitaciones del presupuesto, pero mantiene el interés y el
suspense del espectador y le animan a reflexionar sobre qué nos hace humanos y
los peligros de crear algo demasiado parecido a nosotros mismos sin tener
intenciones de considerarlo nuestro semejante.
Muy buena película. Toma elementos de otras pero le da una buena vuelta de tuerca.
ResponderEliminar