“Siete Hermanas” fue el sexto film dirigido por el noruego Tommy Wirkola, que había llamado por primera vez la atención con “Kill Buljo: The Movie” (2007), una parodia chusca y de bajo presupuesto del “Kill Bill” de Quentin Tarantino. A continuación, tuvo un éxito en ciertos círculos con “Zombis Nazis” (2009), lo que le abrió las puertas de Hollywood a lomos de “Hansel y Gretel: Cazadores de Brujas” (2013) así como a intervenir como guionista y director respectivamente en secuelas de sus dos primeras películas.
No puedo decir que me fascine el cine de Tommy Wirkola. Sus
cintas de “Zombis Nazis” eran comedias terroríficas bastante torpes, apoyadas
en efectos chocarreros y bromas para amantes del género. “Hansel y Gretel” fue
una película sin sustancia ni identidad alguna. Pero probablemente se me esté
escapando algo, porque la hija del ya fallecido productor Dino De Laurentiis,
Raffaella, actores de peso como Willem Dafoe y Glenn Close, además de diez
productoras europeas pensaron, que Wirkola tenía algo que ofrecer y le apoyaron
en “Siete Hermanas” (en el mercado anglosajón y cuando Netflix compró los
derechos para su plataforma, la retituló como originalmente se había pensado: “What
Happened To Monday”) con el suficiente entusiasmo como para contar con un
presupuesto de 20 millones de dólares a invertir en un proyecto que llevaba
tiempo vegetando en el limbo de la Lista Negra, esa colección de guiones que
circulan durante años en Hollywood sin que nadie se atreva a rodarlos.
Hay que matizar, no obstante, que en este caso el noruego
Wirkola fue un parche, un director contratado para sustituir a Morten Tyldum,
que en 2011 había sido designado para encabezar la producción tras su éxito con
“Headhunters”. Sin embargo, acabó decidiendo que le interesaba más –y tuvo
razón- lo que iba a convertirse luego en “The Imitation Game” (2014), así que
Raffaella de Laurentiis escogió a cambio al también nórdico Wirkola.
En un futuro aplastado por la superpoblación, la escasez de recursos, las hambrunas y el cambio climático, los apurados gobiernos del mundo aprobaron una estricta ley en virtud de la cual las familias sólo podían tener un hijo. Para asegurar su cumplimiento, el Ministerio de Asignación arrebata cualquier hijo “extra” a los padres y lo coloca en animación suspendida, a la espera de ser despertado en un futuro en el que la población sea más reducida. Todos los ciudadanos son obligados, además, a portar brazaletes electrónicos revisados regularmente en controles policiales y que aseguran que son hijos únicos.
Karen Settman muere al dar a luz a septillizas y su abuelo,
Terrence (Willem Dafoe), se hace cargo de ellas, ocultándolas del Ministerio de
una forma muy inteligente. Se hace pasar por su padre, les asigna los nombres
de los días de la semana, las confina en un ático, hace copias falsas del mismo
brazalete y, como son idénticas, sólo deja salir a cada una el día que le corresponde
a su nombre. Al término de la jornada, la que ha salido debe informar con todo
detalle al resto de lo que ha hecho y visto para que todas sepan lo ocurrido y
nadie las pueda coger en un renuncio.
Treinta años después y ya con Terrence fallecido, el engaño
sigue funcionando. Las siete (todas interpretadas por Noomi Rapace) continúan
viviendo en el mismo lugar y se turnan diariamente para acudir a su trabajo de
ejecutiva en un banco. Pero un día, Lunes no regresa a casa y sus hermanas,
asustadas, envían a otra de ellas para averiguar lo que ha ocurrido. No tardan
en enterarse de que el Ministerio, de algún modo, ha conocido la existencia de
las mellizas y considera que son una amenaza para la publicitada eficacia de su
política, así que envía a fuerzas paramilitares para asesinarlas.
En esta primera incursión de Wirkola en la ciencia ficción,
encontramos una premisa inicial un tanto peculiar. Lo más cercano que podemos
encontrar es la serie televisiva “Orphan Black” (2013-7), en la que Tatiana
Maslany interpretaba nueve copias de sí misma, todas ellas interactuando como
protagonistas de la historia. También cuenta este guión con antecedentes
literarios, como el libro de Philip Jose Farmer “Mundo de Día” (1985) y sus
secuelas, que en su momento fueron consideradas para adaptar el cine y en las
que se establecía un futuro en el que, debido a la superpoblación, cada
habitante sólo podía permanecer despierto un día a la semana; o el cuento
“2BR02B” (1962), de Kurt Vonnegut, en el que la población se mantiene en
equilibrio matando a alguien por cada niño que nace.
Las localizaciones rumanas de la película, elegidas para
abaratar costes, ofrecen, gracias a su mellada arquitectura comunista de estilo
brutal y gris, una estética creíble de un futuro totalitario en el que la
civilización se halla al límite de ruptura. Los efectos especiales son
inmejorables a la hora de integrar en los mismos planos a los nueve personajes
interpretados por Rapace y hacerlos interactuar. Con estos mimbres, la película
debería haber sido, a priori, interesante. Pero no lo es, o al menos no tanto
como debiera.
En parte, ello es debido a que la premisa no resulta
suficientemente plausible. Una historia con dos gemelos aún podría haber sido
verosímil, pero estirar el problema hasta nada menos que heptillizas monocigóticas
exige del espectador un alto grado de suspensión de la incredulidad. Porque el
alumbramiento de siete hermanos es tan inusual que sólo ha sucedido dos veces
en la historia registrada, así que la premisa se apoya en un acontecimiento que
se da una vez entre un trillón. El guión trata de solventar el asunto –no muy
satisfactoriamente- argumentando que en ese futuro se ha producido un aumento
de mutaciones genéticas en los fetos.
Además, pronto se hace evidente que esta extraña
circunstancia ha sido forzada para ofrecer un ingrediente novedoso a lo que de
otra forma no es más que otro futuro distópico no tan distinto de los que se han
podido ver en la ciencia ficción desde hace cincuenta años. E incluso entonces
y necesitando que la historia avance de alguna forma, el guión aún tiene que
estirar la plausibilidad todavía más haciendo que las hermanas tengan
diferentes habilidades, especialmente un nivel profesional de hacker que les
permite esquivar a los comandos enviados para asesinarlas.
Uno de los grandes agujeros de guión de la película es la
impresionante torpeza de las fuerzas de seguridad en un futuro que,
precisamente, se nos describe como policial. Constantemente, fracasan a la hora
de atrapar a las hermanas. El Ministerio sabe dónde viven así que, ¿por qué no
cortar la electricidad y bloquear los accesos físicos e informáticos en vez de
tirar granadas de gas y echar la puerta abajo tan brutalmente como hacen los
cuerpos especiales cuando entran en un laboratorio de drogas? La doctora Nicolette
Cayman (Glenn Close), responsable del Ministerio, dice algo sobre no atraer la
atención, pero habida cuenta de los métodos empleados, el resultado es
cualquier cosa menos discreto.
Los guionistas Max Botkin y Kerry Williamson podían haberle
sacado mucho jugo a una premisa con amplias posibilidades. Por ejemplo,
explorando ese mundo distópico a través de los ojos de todas las hermanas, cada
una con su propia personalidad. Por desgracia, después de la introducción y
tras la desaparición de Lunes y el comienzo de la caza por parte del gobierno,
toda la tensión dramática se evapora, la película se pierde y desperdicia su
potencial. Lo que empieza como un thriller policiaco neo noir apoyado en el
estudio de personajes, se convierte en un despliegue de predecibles, tópicas y dilatadas
escenas de acción dominadas por la violencia extrema y narradas de forma un
tanto torpe. La construcción del mundo y los personajes que se apuntaban al
principio acaban reducidos a una idea tan básica y manida como la de heroínas
unidimensionales enfrentándose a una malvada y tramposa dictadura, alargando el
metraje hasta unas innecesarias dos horas.
Tampoco la película se esfuerza demasiado para hacer
interesante la ambientación o el desarrollo de la intriga. Al final hay un par
de giros sorpresa, pero el entorno distópico está construido a base de
enfrentar planos villanos contra heroínas igualmente planas, todos luchando por
su propia supervivencia y no en el terreno de las ideas. Como “ Edicto
siglo XXI: Prohibido tener hijos” (1972) y “Cuando el Destino Nos Alcance”
(1973), el film critica las medidas drásticas para aplanar la curva de
población y se posiciona junto a la gente ordinaria que tiene que hacer los
mayores sacrificios. Pero en ninguno de estos dos casos setenteros se ofrecía
una solución al problema ni un final feliz. Simplemente, presentaban a unos
personajes que desafiaban un sistema político y social opresivo.
(ATENCIÓN: SPOILER). Pero el desenlace de “Siete Hermanas”
es un tanto incoherente y desconcertante. Porque las acciones de las hermanas
Settman desembocan en el el desmantelamiento de la ley de hijo único y la
reinstauración de la libertad para reproducirse libremente y volver a consumir
recursos con alegre irresponsabilidad, lo que supone un retroceso a una
situación que el montaje de apertura había presentado clara e inequívocamente
como trágica antesala al apocalipsis. Sí, las hermanas se presentan como
moralmente rectas y unidas por el amor, pero el mensaje implícito viene a decir
que el amor y la compasión son sentimientos miopes, egoístas e irresponsables.
No es que defienda la incineración masiva de niños, pero cuando las hermanas
supervivientes contemplan complacidas la inmensa guardería producto de la nueva
ola de nacimientos no regulados, está claro
que no han considerado las
consecuencias de sus actos. Ésta no era una historia que, en buena lógica,
pudiera tener un final feliz, pero el guión se empeña en ello.
El otro giro sorpresa resulta ser la traición de una de las hermanas, pero parece un truco propio de un thriller de CF mediocre de los 80, una revelación que sale de la nada en vez de ser el resultado de un desarrollo dramático apuntado a partir de tensiones entre los personajes que hubieran podido apreciarse en pantalla. (FIN SPOILER).
Interpretar a siete copias diferentes de una misma persona suena
como un auténtico desafío para cualquier actriz ambiciosa, pero el film tampoco
consigue sacarle partido a ese concepto. A diferencia de “Orphan Black”, Tommy
Wirkola y Noomi Rapace no hacen lo suficiente como para que las siete hermanas
sean personajes lo suficientemente individualizados y bien construidos. Rapace
se desenvuelve bastante bien con el material que se le da, pero le faltan
escenas y le sobran personajes como para que el espectador pueda ir más allá de
unos cuantos rasgos superficiales y conectar con alguna de ellas el tiempo
suficiente. Varias de las hermanas mueren en el curso de la película, pero
cuando llegan esos momentos, se ha hecho tan poco para diferenciarlas que es
fácil que el espectador se quede tratando de recordar qué hermana es la que ha
caído y sólo sienta indiferencia ante su
desaparición. Y al final y como se
prima la acción sobre todo lo demás, la única de las siete hermanas que parece
tener más peso es la especialista en combate.
Aunque desde el punto de vista interpretativo “Siete Hermanas” pertenece a Rapace, los secundarios, actores mayormente desconocidos, no hacen un mal trabajo, pero tampoco destacan especialmente ni pueden estar a la altura de los tres principales.
En esta ocasión Willem Dafoe se aleja de ese registro tan
característico de individuo algo enloquecido y amenazador para dar vida a un
abuelo que quiere a sus nietas, pero también se comportará con ellas lo
cruelmente que sea necesario para enseñarlas a sobrevivir. Glenn Close encarna
a la principal villana de la historia, pero el papel no le permite darle los
matices éticos que hubieran ayudado a construir mejor el personaje y su
incuestionable capacidad como actriz se queda desaprovechada en un personaje
hueco y estereotipado. Y es una lástima, porque la doctora Cayman era un
personaje jugoso con el que se podía jugar, un científico que decide, ante una
situación extrema, asumir la carga de tomar una decisión impopular y cruel. El
guion hace algún tímido intento de exponer su postura, la de alguien que,
convencido de estar actuando por el bien común y siguiendo un criterio fríamente
científico, debe
guardar a toda costa un terrible secreto que éticamente es
repulsivo y que le atormenta. Pero ni el potencial del personaje ni el talento
de Close son suficientes para compensar las debilidades de un guión que, cada
vez que se acerca al plano emocional, escapa de él rápidamente hacia el de la
acción física. Algo que no debería sorprendernos conociendo la trayectoria
previa de Wirkola, que en sus películas siempre se había sentido más cómodo con
las armas de fuego que con la gente.
“Siete Hermanas” nunca llega a alcanzar el potencial que
prometen sus escenas iniciales, optando por el camino trillado del thriller de
acción en lugar de explorar los aspectos más cerebrales o éticos de la
historia. También le sobra metraje y le falta caracterización, pero si lo que
se busca es un entretenimiento ligero con buenas dosis de acción, puede ser un
producto moderadamente satisfactorio. En cambio, aquellos que se acerquen a
este film atraídos por su premisa y lo que de ella puede derivarse, seguramente
quedarán decepcionados ante un producto difuso ¿Es un thriller psicológico?
¿Quizá una película de acción de héroes a la fuga? ¿Un drama familiar? ¿Una
advertencia sociopolítica disfrazada de distopía? O puede que todo ello a la
vez. Queriendo abarcar demasiado y ser muchas cosas diferentes, “Siete
Hermanas” acaba perdiendo su identidad y la oportunidad de figurar entre los
clásicos menores del género.
Bueno Manuel no seas demasiado duro con esta peli,que a fin de cuentas lo de la suspensión de la incredulidad es necesario en todas las obras de ciencia ficción. ¿O son más creíbles los viajes en el tiempo, o resucitar dinosaurios?.
ResponderEliminarPuede que lo más inquietante es que la distopía no hace falta buscarla en el futuro, pues la dictadura china ya impuso el hijo único en los setenta.
Feliz año (este 2020 también ha sido bastante distópico) y sigue con el magnífico blog y con universo de viñetas.
Gracias Gringo. Un feliz año -esperemos utópico- 2021 y esperemos seguir leyéndonos por aquí...
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