lunes, 15 de mayo de 2017

1958- EL GRAN TIEMPO - Fritz Leiber



Desde el momento en que la ciencia ficción presentó una máquina del tiempo, inmediatamente hubo quien pensó utilizarla para retroceder al pasado y destruir a los enemigos antes de que pudieran atacar. Lo cierto es que las Guerras Temporales componen una parte nada despreciable de las historias de viaje en el tiempo. Y si los dos bandos enfrentados disponen de sus respectivos ingenios de desplazamiento temporal, tratarán de retroceder más y más hacia el pasado con el objetivo de neutralizar al adversario de forma definitiva. Esto es precisamente lo que constituye el trasfondo de la novela que ahora comento: “El Gran Tiempo”.



Fritz Leiber es un autor hoy más famoso por sus novelas de fantasía y espada y brujería (como la saga de Fafhrd y el Ratonero Gris) que por su ciencia ficción, aunque su contribución al género fue abundante y variada. Su primera novela de interés en este campo fue “¡Hágase la Oscuridad!” (1943), ya reseñada en este mismo blog .

En “El Gran Tiempo”, se nos habla de las Serpientes y las Arañas, dos misteriosas facciones enfrentadas en un conflicto eterno que ha recibido el nombre de Guerra del Cambio. Ambas utilizan tecnología de desplazamiento temporal y reclutan soldados de todas las épocas y lugares de la Tierra para que libren una batalla que se extiende por todo el tiempo y el espacio, tratando de modificar la realidad a su conveniencia mientras los humanos se convierten en meros peones ignorantes del insignificante papel que juegan. De hecho, ni siquiera los combatientes en esta guerra secreta ven jamás a las inteligencias que los dirigen ni comprenden las razones del conflicto o por qué han sido elegidos para luchar. Sus manipulaciones provocan que el continuo espacio-temporal se bifurque interminablemente en infinidad de realidades paralelas y
corrientes temporales alternativas hasta el punto de que resulta casi imposible recordar cuál de ellas es la “original”.

Con todo lo épico que resulta ese trasfondo, la historia que se nos cuenta transcurre en una sola estancia aislada del continuo espacio-temporal: el Lugar, “un teatro circular con el Vacío como auditorio”. Funciona como lugar de descanso y recuperación para los combatientes del bando de las Arañas, un sitio donde intercambiar experiencias, sanar las heridas y disfrutar de las instalaciones y atención del personal allí estacionado antes de volver a la batalla. La vida en el Lugar no parece ser demasiado mala, aunque sí algo aburrida dado que todo permanece siempre igual. Su personal pasa el tiempo ocupado en sus propia intrigas y esperando ver regresar a viejos amigos.

A ese escenario claustrofóbico, en el curso de un par de horas, acuden varios pintorescos
personajes: guerreras cretenses, legionarios romanos, velludos lunarios de seis tentáculos (nativos de la luna terrestre antes de que la guerra dejara al satélite inhabitable), húsares, soldados del ejército nazi y británicos combatientes en la Primera Guerra Mundial, sátiros venusianos de un futuro lejano, comandos especiales…

La historia está narrada en primera persona por Greta Forzane, una muchacha que, a punto de morir asesinada en su línea temporal, fue salvada en el último momento para continuar viviendo en este lugar fuera del tiempo con la misión de entretener a los agotados soldados que llegan al Lugar. Exuberante, segura de sí misma y juguetona, ejerce de buen grado un papel que combina las funciones de geisha y enfermera. La primera parte del libro está dedicada a establecer el contexto y presentar a un grupo de personajes. La segunda arranca con la llegada de nuevos participantes y es en la que se desarrolla el misterio que constituye la parte central de la trama en la que Greta ejercerá de detective. Cuando algunos expresan su deseo de rebelarse y abandonar la guerra, el ingenio que les permite salir de El Lugar desaparece y combatientes y sanadores se encuentran atrapados allí con una Bomba Atómica viviente y pocas esperanzas de escapar. ¿Conseguirán desactivar la amenaza y descubrir al saboteador a tiempo?

“El Gran Tiempo” fue galardonada con el premio Hugo de 1958 tras su primera publicación en la revista “Galaxy” (serializada en dos partes. Fue posteriormente publicada como novela en 1961). Lo cierto es que hoy puede resultar una elección chocante para un premio hoy tan prestigioso pero que en aquella ocasión celebraba sólo su quinto certamen. Ciertamente, presentó muchos elementos que más tarde otros escritores adoptarían en sus obras (el propio Poul Anderson basaría en la misma idea su novela “Los Corredores del Tiempo” (1965)). Pero, paradójicamente dado su título, el tiempo no ha sido generoso con ella. No es una novela particularmente recordada ni periódicamente reeditada. De hecho y a pesar de ser bastante prolífico en el ámbito de la ciencia ficción, ni siquiera el propio Leiber está hoy considerado por los fans como un escritor relevante del género, asociando aquéllos más su nombre a la Fantasía y, sobre todo, a la espada y brujería.

Para empezar, “El Gran Tiempo” es un libro más denso de lo que su brevedad podría hacer
pensar. El misterio que plantea no es suficiente como para mantener el interés de un lector sin un mínimo apego a los temas filosóficos (el propio Leiber cursó estudios universitarios de filosofía durante los años treinta en la Universidad de Chicago, aunque no obtuvo el graduado).

La novela plantea un enfoque del viaje temporal distinto al clásico y más conocido y que Leiber bautiza como la Ley de la Conservación de la Realidad: “La mayoría de nosotros entró en la Guerra del Cambio con la falsa concepción metafísica de que el menor cambio en el pasado - un grano de polvo mal colocado- llegaría a transformar todo el futuro. Pasó bastante tiempo antes de que aceptáramos con nuestra inteligencia - así como con nuestro entendimiento - la ley de la Conservación de la Realidad; aquella que dice, que cuando el pasado se cambia, el futuro cambia sólo lo necesario y suficiente para admitir el nuevo dato. Los Vientos del Cambio encuentran siempre la máxima resistencia”.

Así, los soldados reclutados por Serpientes y Arañas viajan en esos vientos al tiempo real para efectuar cambios en la corriente histórica que beneficien a sus respectivos bandos. Algunas veces, la historia cambia y la gente muere en su propio tiempo, pero la consecuencia de la Ley de Conservación de la Realidad es que la historia rara vez se altera por la muerte de una sola persona o incluso la modificación de un evento significativo del pasado. Aunque la historia se resiste al cambio, si una persona cuya vida y experiencias han sido modificadas en el tiempo real es resucitada en el Gran Tiempo, los recuerdos de su propio pasado e incluso su actitud vital podría exprimentar cambios, aunque éstos sean imperceptibles para ella. Esto queda plasmado en una reflexión de la propia Greta: “Pero a veces pienso si mis recuerdos son tan buenos como nosotros creemos y si todo el pasado no ha sido enteramente diferente de todo lo que recordamos, y hemos olvidado que olvidamos”.

Dado que Greta es una muchacha de compañía que no interviene directamente en el conflicto y
que vive sin salir de El Lugar, no es consciente de los cambios que sobre sus propios recuerdos tienen las modificaciones que en el tiempo real están realizando los soldados de la Guerra del Cambio. ¿Qué puede ser más aterrador que la permanente sensación de que las experiencias que conforman nuestras vidas y nuestras memorias carecen de sentido, no sólo en el amplio contexto de la Historia, sino incluso para nuestra propia existencia. Es este un discurso existencialista sobre el que Leiber va y vuelve continuamente a lo largo del libro.

Que el lector sea o no capaz de simpatizar con la personalidad de Greta, la narradora del relato, es un factor que puede determinar el disfrute o no del libro. Su estilo a la hora de referir
los acontecimientos es informal, como en este párrafo al principio de la novela: “Estoy muerta, de alguna manera; pero eso no debe preocuparles, ya que estoy lo suficientemente viva en otras. Si nos encontráramos en el cosmos, usted seguramente preferiría charlar conmigo y seducirme, antes que llamar a un policía para que hiciera lo mismo o a un sacerdote para que me rociara con agua bendita, a menos que fuera usted uno de esos reformadores empedernidos. Pero es imposible que me encuentre, porque el Bar de la calle Basin y el Prater, la Italia del siglo XV y la Roma de Augusto (hasta que ellos las arruinaron) son mis lugares de vacaciones favoritos (¡Ah!) Y además, como dije antes, yo me mantengo lo más cerca posible del Lugar. Creo que es el lugar más hermoso en todo este mundo del Cambio. (…) El caso es que, cuando todo empezó, yo estaba tamborileando con mis dedos sobre el diván próximo al piano y pensando que ya era demasiado tarde para arreglarme las uñas y que, por otra parte, ninguno de los que viniera se daría cuenta”.

A tenor de párrafos como anterior, puede dar la impresión de que Greta es una chica inmadura
y superficial, pero esa apreciación inicial es injusta. En primer lugar, se esfuerza verdaderamente por anularse ella misma a favor de otros a cuyo cuidado dedica toda su atención. No es que tenga convicciones muy sólidas, ni siquiera opiniones, acerca de nada y por tanto afronta las situaciones en función de cómo éstas afectan a quienes le rodean. Y, en segundo lugar, demuestra tener una más que aguda capacidad de razonamiento y análisis de lo que le rodea. Es como si su faceta de chica de compañía la distrajera de pensar más seriamente acerca de su propia vida.

Y es que, en realidad, no son los detalles de la Guerra del Cambio o el misterio de la bomba el verdadero sustrato del libro, sino las diferentes estrategias que despliegan Greta y el resto de personajes a la hora de enfrentarse a sus peculiares existencias. Extraídos para siempre de su corriente temporal para luchar en un conflicto cuyo origen, meta y desarrollo global desconocen, saben poco o nada del bando contrario y ni siquiera tienen claro si combaten por algo que merezca la pena. Las decisiones de las Arañas gobiernan sus vidas y hasta sus mentes porque, como he apuntado anteriormente, las acciones que llevan a cabo en el tiempo real alteran sus recuerdos. Dado que no tienen control sobre su propio destino, se encuentran abandonados a una existencia arbitraria y
carente de sentido. La exploración de las consecuencias que todo ello tiene sobre los personajes y sus reacciones es lo más interesante del libro, pero también hay que admitir que la caracterización no está tan bien lograda. Hay demasiados personajes para tan poco cuento y, para colmo, no faltan los estereotipos chirriantes: el soldado nazi, por ejemplo, es poco más que un mal bicho; y Sid, que dirige el Lugar y que fue extraído de la Inglaterra isabelina, habla como un mal actor shakesperiano. De hecho, varios de ellos son poco más que clichés que bien podrían trasladarse sin demasiados cambios a un relato del Oeste: las coristas, el doctor borracho, el dueño del saloon, el violento pistolero, el maestro de escuela frustrado… Y luego, también muy propio de los pulp, está esa rapidez e incoherencia con la que todo sucede, como la pareja que se enamora a los pocos minutos de conocerse.

Mientras que Leiber ofrece algunas ideas fascinantes y consigue construir una notable atmósfera de claustrofobia y tensión creciente, hay otros aspectos en los que, en mi opinión, el libro cojea. En primer lugar, aquellos relacionados con el lenguaje, especialmente palabras y expresiones propias de los años cincuenta que, además y en algunos
pasajes, son de estilo netamente pulp en su vertiente más mediocre, sobreescrito y artificial. Es cierto que esto puede aplicarse a muchas obras y autores de aquellos años, pero quizá en este caso resulte más llamativo debido a la propia estructura y desarrollo de la novela.

Porque en estilo y forma, “El Gran Tiempo” se asemeja más a una producción teatral –no particularmente cara además- que a un libro de ficción convencional. Así, toda la acción transcurre en una sola localización y en unas pocas horas, basándose casi toda ella en la descripción visual y en los intercambios verbales de los personajes. Esta estructura no fue casual. El autor provenía de una familia de actores teatrales. Su padre, Fritz Leiber senior, fue un famoso actor especializado en la obra de Shakespeare en una época en la que las compañías itinerantes podían triunfar a nivel nacional. Su éxito le llevó a fundar su propia compañía y cuando la Gran Depresión arruinó la industria teatral, se mudó a Hollywood y desarrolló una carrera moderadamente exitosa como actor de reparto. Aunque Fritz Leiber hijo fue educado por sus tíos en Chicago, conocía bien el mundillo de la farándula y llegó a ir de gira con sus padres. Esa fascinación temprana por el teatro halló consciente reflejo en “El Gran Tiempo”.

Greta describe El Lugar como una especie de plataforma rodeada por un vacío gris, como si de
un escenario diseñado por Diaghilev se tratara. El padre de Leiber era conocido por su innovadora escenografía y los modernos decorados que sustituían a los clásicos fondos victorianos tan habituales en las representaciones de obras de Shakespeare. Los decorados y escenografía austeros no sólo permitían rápidos cambios de escena, sino que también eran más fáciles y baratos de trasladar durante una gira. En “El Gran Tiempo”, la Puerta que franquean quienes llegan o salen de El Lugar, es invisible hasta que alguien se dispone a cruzarla. El único escenario del libro incluye un bar, un piano, algunos muebles y puertas que llevan a dependencias médicas y almacenes. La teatralidad se extiende también a la “actuación” de los personajes, que pronuncian frases melodramáticas, se acusan unos a otros de “robar la escena”, se dirigen al “espectador”, hablan en verso e incluso cantan.

Es comprensible que la estructura teatral de “El Gran Tiempo” no guste a muchos lectores actuales, acostumbrados a un tipo de ciencia ficción más dinámica y de mayor escala. Pero incluso así hay que admitir que tal enfoque tiene sus ventajas. Por ejemplo, que esa estructura se adapte muy bien al tema del misterio del cuarto cerrado. O la
habilidad con la que, sin salir de un entorno reducido, se transmite la enormidad del conflicto que ruge fuera de esos límites, poniendo en contraste la –relativa- armonía y paz que allí reina con el caos temporal y la violencia que acecha más allá. No resulta fácil lograr plasmar tantas ideas y retratar un conflicto tan extraño como la Guerra del Cambio en un relato tan corto –no llega ni a doscientas páginas-, pero Leiber sale airoso del desafío. Por desgracia, me da la impresión de que no supo encontrar una trama a la altura de las ideas de escala épica que la sustentan..

Además, el estilo de Leiber puede desorientar y confundir. No le pone las cosas fáciles al lector, que debe asumir sin explicaciones la extraña y aparentemente aleatoria yuxtaposición de anacronismos (¿por qué han sido elegidos para luchar en la guerra unos seres tan difícilmente adaptables al mundo humano como unos octópodos selenitas o unos sátiros venusianos? ) u obviar incoherencias como que los personajes hablen de minutos u horas o siquiera que los acontecimientos sigan una secuencia determinada en un sitio que, supuestamente, se encuentra fuera del tiempo (en realidad, el Lugar parece estar más fuera de la Historia que del Tiempo).

Por todo ello puede resultar difícil sintonizar con el extraño mundo que propone Leiber. Y
quizá fuera también por ello por lo que ganó al Premio Hugo en 1958. A muchos lectores de las revistas pulp de la época, más acostumbrados al estilo objetivo y algo frío de Asimov, Clarke o Heinlein, la inusual pero valiente combinación de variopintos personajes y reflexiones metafísicas, elementos pulp y ambición experimental, debió parecerles algo totalmente innovador. Que hoy haya envejecido bien es otra cuestión.

Por ejemplo, la lucha cósmica entre Serpientes y Arañas y su manipulación de la corriente temporal se encuadra en la tradición del pulp más puro, como las sagas del “Hombre de la Lente” de EE Smith o “La Legión del Tiempo”, de Jack Williamson (con la que sospechosamente guarda más de un parecido). Y, por otra parte, inserta pasajes de contenido tan filosófico como este en el que relaciona el cosmos y nuestro cerebro: “Todos los seres del cuarto orden viven adentro y afuera de las mentes, a través del cosmos entero. Aun este Lugar, de acuerdo con su estructura, es un cerebro gigante: su piso es el cráneo, la periferia del Vacío es la corteza de materia gris… si, aun
los Sustentadores Mayor y Menor son análogos de las glándulas pineal y pituitaria que, en cierto sentido, sustentan todo el sistema nervioso”.

“El Gran Tiempo” combina ideas geniales y dignas de todo elogio con un desarrollo argumental y unos diálogos que –en mi opinión- dejan bastante que desear. Probablemente esta obra funcione mejor sobre un escenario teatral que en prosa, pero dada su brevedad y la influencia que tuvo sobre otros autores, puede merecer la pena su lectura. Además, la causalidad y distorsiones temporales, el papel de los individuos ordinarios en el gran drama de la vida y el tiempo y lo insignificantes que son en el gran orden de las cosas y, particularmente, en los conflictos bélicos a gran escala, resultan temas dignos de reflexión.

Cabe decir por último que “El Gran Tiempo” fue solo una –la primera y más larga- de varias historias escritas por Leiber alrededor de la Guerra del Cambio. Hasta 1967, aparecerían otros ocho relatos insertos en ese universo (siete de los cuales fueron recopilados en español como “Crónicas del Gran Tiempo) en el que se narraban aspectos distintos de ese conflicto y sus consecuencias sobre sus participantes.



3 comentarios:

  1. Lei tambien las cronicas del gran tiempo y la verdad es que es una guerra bastante original , solo el ultimo relato de ese libro podemos ver una lucha de 2 agentes serpientes y arañas en el resto mas bien como dices muestran consecuencias de la guerra, con un relato divertidisimo sobre una compañia teatral que recomiendo leer

    ResponderEliminar
  2. Vaya, menuda reseña, madre mía.
    Hice un esfuerzo por acabarla, no por cómo la escribes sino por el contenido de la historia del libro. Aunque me gusta mucho la ciencia ficción, el libro parece demasiado enrevesado. Me temo que no lo voy a añadir a mi lista de lecturas, pero es de agradecer una reseña tan completa.
    Me sorprende también la gran cantidad de ediciones que tiene el libro. Y si ha ganado un premio Hugo, tiene que ser todo un clásico, totalmente desconocido para mí.
    Gracias otra vez por la reseña. Voy a estar pendiente de tus entradas nuevas para echarle el guante a nuevos libros.

    Me hago seguidor. Te invito a que te pases por mi blog PRELUDIO DEL FIN DE LA TIERRA http://preludiodelfindelatierra.blogspot.com.es . Está dedicado al primer libro de la saga del mismo nombre.

    Un saludo!

    ResponderEliminar
  3. Desde luego, no es un libro para todo el mundo. Fue influyente y contiene ideas originales, pero me temo que el tiempo no lo ha tratado demasiado bien. Por otra parte, Leiber tiene un estilo y unos enfoques no aptos para todo el mundo. Es el caso de Fahrd y el Ratonero Gris o Nuestra Señora de la Oscuridad. Un gusto adquirido, vamos. Un saludo y ánimo con tu blog!

    ResponderEliminar