domingo, 29 de septiembre de 2024

EL QUEER GLAM FUTURISTA DE DAVID BOWIE

 



 
David Bowie fue un artista en el pleno sentido del término, pero primero y sobre todo fue un artista de la autoimagen. Pocas figuras hay en el siglo pasado que se citen con mayor frecuencia en relación a su estilo personal y el efecto que tuvo sobre multitud de aspectos de la cultura popular, desde el vestuario masculino a la imagen de los héroes y villanos de CF y Fantasía.

 

Y todavía hay menos nombres que surjan cuando se discuten temas relacionados con el género fluido o la expresión de la identidad tanto a través del trabajo artístico como de la propia personalidad. En una época caracterizada por la masculinidad tóxica como reacción instintiva a la revolución sexual en marcha, David Bowie sigue siendo un recordatorio de que hay más de una manera de ser hombre.

 

La mayoría de comentaristas se contentan con presentar la archiconocida galería de los más icónicos looks de Bowie, como la agresiva feminidad de sus años como Ziggy Stardust o su etapa de pirata espacial queer bajo su identidad de Aladdin Sane. Los años 80, cuando vistió ropa masculina como si fuera una lesbiana empoderada fueron seguidos sin solución de continuidad por sus ensayos pictóricos de los 90, cuando actuó como complemento ideal de su extraordinariamente bella esposa, la modelo y actriz Iman. Pero hubo mucho más, porque no sólo era un músico innovador, sino también un gran amante de la moda que trabajó con diseñadores como Willie Brown, Kansai Yamamoto y Freddie Burretti para crear el vestuario de sus personajes sobre el escenario, como Ziggy Stardust o El Delgado Duque Blanco. “Una de mis grandes pasiones es la ropa”, dijo en 1974. “Estoy realmente loco por ella”. Para Bowie, la moda era una parte esencial de la actuación. “Cuando salgo a un escenario, trato de hacer que la actuación sea lo mejor y más interesante posible, y no me refiero sólo a cantar mis canciones y moverme. Creo que, si realmente quieres entretener al público, entonces también tienes que lucir como corresponde”.

 

Examinemos brevemente el trabajo que Bowie vertió en su imagen como icono futurista, su influencia y legado.

 

En el mundo de la moda, Bowie desempeñó un papel tanto directo como indirecto. Hedi Slimane, ex director creativo de la formidable casa de Yves Saint Laurent, vistió a Bowie en múltiples giras y, más tarde, aportó la influencia allí destilada a las tendencias reinantes en la moda masculina, actualizando sus obsoletas siluetas con un aire más estilizado y atrevido que nunca, bebiendo de la delicadeza inherente a la personalidad de Bowie y sus descaradas presentaciones sobre el escenario

 

Del mismo modo, el difunto Alexander McQueen trabajó con el rockero glam y volcó en su propio sello las nuevas ideas que esa colaboración le había aportado. La dirección de McQueen para Bowie fue la opuesta a Slimane, como puede verse en su diseño más famoso para el cantante: el abrigo ancho y atrevidamente masculino confeccionado de vinilo con la bandera británica y que puede verse en la portada de su álbum "Earthling". Desde entonces, esa prenda ha figurado como pieza fundamental en diferentes exposiciones de grandes museos del mundo. Bowie y McQueen se hicieron amigos y éste siguió confeccionando para él más trajes, como el abrigo desgastado de seda dorada, con ribetes rococó y botones de latón que el cantante llevó en el concierto de su quincuagésimo aniversario.

 

En el mundo de la música, ha habido artistas que siguieron de cerca el ejemplo de Bowie y crearon una imagen de sí mismos que impactó a propios y extraños y transgredió las normas: KISS, Marilyn Manson o Lady Gaga, por nombrar algunos. Con Bowie como su santo patrón y pionero, estos artistas pudieron seguir una senda de desafío a las normas de género (hombres con maquillaje y tacones altos, prótesis mamarias y corsés en el caso de los dos primeros) y participar en la reinvención del artista como marca (la trayectoria de Lady Gaga desde "Poker Face" hasta "Alejandro" es una clase magistral de reinvención, sin duda inspirada por Bowie). El ejemplo de Bowie proviene de una época en la que un cantante podía cambiar de nombre alegremente sin con ello torpedear la marca de los productos que patrocinaba ni confundir a patrocinadores y redes sociales. Sus descendientes espirituales tienen un nivel diferente de compromiso con su marca personal, pero aún así no pueden evitar seguir el ejemplo de Bowie cuando se trata de reiniciar visualmente su imagen pública.

 

En la ciencia ficción, la influencia de Bowie es más sutil y difícil de rastrear ya que se ramifica en varios planos. Muchas de las canciones de Bowie incluyen tropos claramente adscritos al género (“Space Oddity”, “Scary Monsters (And Super Creeps)”, “Life on Mars”) y otras abordan el viaje en el tiempo o la especulación futurista (“Drive-in Saturday”, “Cygnet Committee”). Bowie era un voraz lector de CF y entre sus influencias ha citado a Michael Moorcock, Robert Heinlein, Arthur C Clarke, Stanley Kubrick, Anthony Burgess o George Orwell por nombrar sólo algunos.

 

En toda esta polinización cruzada, la estética queer de Bowie está muy presente en un género que se había definido en las décadas anteriores por una especie de masculinidad a lo James T. Kirk, que fantaseaba con la idea de que el futuro en el espacio sería para hombres con uniformes militares acompañados por raritos circunspectos que resolvían los problemas científicos. Mientras Samuel R. Delany y Joanna Russ escribían novelas que cambiaban esa orientación, Bowie trabajaba en ello a través de su imagen. El vestuario que Jean Paul Gaultier diseñó para “El Quinto Elemento" (1997), lleva el sello de Bowie. Y su personaje del Rey Goblin Jareth en “Laberinto” (1986) contribuyó a diluir la identidad sexual –y, al mismo tiempo, potenciar el erotismo- del villano en el género fantástico. Jareth no era simplemente otro malvado que servía para codificar la homosexualidad como amenaza, sino que construyó una aterradora presencia sexual de magia y engaño que hizo que incontables jóvenes espectadores comenzaran a comprender una inquietud interior para la que no tenían todavía nombre.

 

En la actualidad, el adjetivo icónico se utiliza con insultante liberalidad, pero lo que realmente define a un icono es su perdurabilidad. Hay fotografías de unos leotardos gastados con ribetes de plumas que David Bowie vistió en 1974 como Ziggy Stardust que no solo han seguido presentes en la conciencia pública, sino que, incluso ahora, medio siglo después, continúan apareciendo en pasarelas de moda y vestuarios de ciencia ficción. No hay ningún otro artista del que se pueda decir que haya transmitido una estética tan glamurosa y ambigua a herederos tan dispares como la NASA, Yves Saint Laurent y Lady Gaga. A ningún otro cantante se le puede atribuir una aportación tan sustancial a un género popular como el de la CF, cuya androginia futurista fue tomada de la imagen de aquél. Ninguna otra persona es un icono en la forma en que David Bowie siempre lo será. La autoconstrucción que hizo de su propia imagen es su obra de arte más duradera.

 

 

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