martes, 3 de septiembre de 2024

1996 – PSI-FACTOR: CRÓNICAS DE LO PARANORMAL

 



Cuando “Psi-Factor: Crónicas de lo Paranormal” se estrenó en el mercado sindicado de la televisión norteamericana en otoño de 1996, los críticos la tacharon inmediatamente de clon aguado de “Expediente X”. Sin embargo, el origen de la serie fue bastante más complicado que el de un grupo de ejecutivos reuniéndose para parir una copia del éxito televisivo de turno.

 

El actor Dan Aykroyd (de origen canadiense y figura muy popular gracias a su participación en “Saturday Night Live”, “Granujas a Todo Ritmo” o “Los Cazafantasmas”), su hermano Peter y el guionista Christopher Chacon desarrollaron la serie para la productora canadiense Atlantis Films. Los dos últimos, grandes apasionados de lo paranormal (el padre de los Aykroyd, Peter H. Ackroyd, fue un ingeniero civil que llegó a publicar un libro sobre la preocupación de su familia con el mundo de los espíritus: “A History of Ghosts”) eran miembros de una organización con base en Montreal llamada Office Of Scientific Investigation and Research (OSIR), que se dedicaba a investigar fenómenos, lugares e individuos supuestamente sobrenaturales.

 

Aykroyd y Chacon querían trasladar el trabajo de esa organización a un formato dramático para la televisión. Uno de los problemas del proyecto era que los casos que investigaba OSIR eran en realidad muy mundanos, como aterradores sonidos en una casa que resultaban estar producidos no por un fantasma iracundo sino por las cañerías envejecidas. Así que, a la hora de la verdad, no tenían historias demasiado interesantes que contar o, al menos, dignas de hacer con ellas un programa de televisión.

 

Pero la producción salió adelante cuando otras compañías y entidades se sumaron a la idea. El sindicador Eyemark Entertainment, una subsidiaria de CBS, quería hacer un programa con Atlantis Films; y el desarrollo y venta finales tuvieron lugar en la NATPE (National Association of Television Program Executives), una convención anual en la que los integrantes de la industria televisiva compran y venden programas. Aunque el proyecto había sido iniciado por Larry Raskin, cuando empezó a tomar entidad y debido a que tenía otras obligaciones que atender, se la cedió a James Nadler vía Patrick Sussman, uno de los socios de Atlantis Films, que lo telefoneó presa del pánico para decirle que necesitaba una “biblia” para el programa en tan sólo cinco días. Nadler cumplió y pudieron presentarla en la NATPE como presentación para posibles clientes. Simultáneamente, se contrató al guionista Will Dixon para que escribiera un guion.

 

El desarrollo de la serie había sido hasta el momento una tediosa y larguísima cadena de conversaciones entre todos los interesados a lo largo de seis meses, intentando ponerse de acuerdo en cuanto a lo que aquélla debía ser. Todo se precipitó en la NATPE. Ésta se celebró en 1996 y en mayo ya empezaba el rodaje de la primera temporada. La meta inicial era emitir un programa de una hora de duración, dividido en dos historias de media hora cada una, narrando sendos misterios investigados por los expertos de la OSIR. (Atlantis Films, que en septiembre de 1998 se fusionó con Alliance Communications para convertirse en Alliance-Atlantis, pensó en un principio que dos temporadas de historias de media hora generarían 88 episodios cortos que podrían empaquetarse para su venta al mercado sindicado, aunque finalmente, como veremos, no fue así).  

 

El foco de la serie, inicialmente, se ponía sobre todo en el fenómeno investigado más que en los personajes. En su primera temporada, el equipo de OSIR tuvo que vérselas con ovnis, demonios, criaturas que acechan en las cloacas, el Triángulo de las Bermudas, reencarnaciones, posesiones, fantasmas y poderes psíquicos. Dan Aykroyd ejercía de anfitrión-presentador, abriendo y cerrando cada episodio con algún dato sobre los casos de la auténtica OSIR. Y, aunque James Nadler se resistió a ello por considerar que podían combinarse trama y caracterización a largo plazo, los productores instauraron una rotación entre los personajes, colocando a uno diferente como líder del equipo que investigaba el misterio de cada semana.

 

El reparto estaba compuesto por el canadiense Paul Miller como el profesor Connor Doyle, apoyado por otros actores y actrices como Lisa LaCroix, Elizabeth Shepherd, Tamara Gorski, Lindsay Collins y Maurice Dean Wint. Los actores que acabarían conformando el núcleo de la serie –Barclay Hope, Peter MacNeill, Colin Fox y Nancy Anne Sakovich- también intervinieron en ella desde el principio.

 

Pero conforme el año avanzaba, los productores tuvieron que reconocer que su idea inicial no estaba funcionando. Para empezar, el formato de media hora dejaba poco tiempo para contar la historia, sobre todo teniendo en cuenta que la presentación y despedida de Aykroyd ya se comía dos minutos. También había que insertar publicidad, lo que dejaba apenas 18 minutos para plantear, desarrollar y rematar una trama. Por otro lado, como a los productores no les interesaban tanto los personajes como los misterios que éstos investigaban, prácticamente hasta el último momento de la preproducción estuvieron añadiendo más y más personajes hasta que se encontraron con que tenían demasiados como para que todos tuvieran un mínimo recorrido bien. Inicialmente, querían contar con tres líderes de equipo, que irían rotando en cada episodio. Uno de ellos, Elizabeth Shepherd (que interpretaba a Marian Smithy), sólo apareció en un capítulo; la otra era Tamara Gorski (la doctora Alexandra Corliss) y el tercero el ya mencionado Paul Miller.

 

Pero cuando Maurice Dean Wint (que encarnaba al doctor Curtis Rollins) empezó a destacar de manera especial, los productores se entrevistaron con Shepperd para disculparse por tener que despedirla. Debían centrar el programa y, para ello, era necesario recortar el reparto. Otros, en cambio, cuajaron desde el principio, como Lindsay Donner, interpretada por Nancy Ann Sakovich, a la que llamaron en el último minuto porque la actriz inicialmente seleccionada no estaba disponible y que acabó interviniendo en nada menos que 88 episodios.

 

En el tema de los actores hubo, además, otro debate continuo. Dan Aykroyd y Christopher Chacon pensaban que los investigadores debían ser de edad madura, científicos de corte “tradicional”. Pero los productores, Nadler incluido, creían que ese no era un enfoque comercial. Cada actor en el que se pensaba para interpretar tal o cual personaje, acababa siendo objeto de frustrantes desencuentros entre los creadores de la serie y quienes debían llevarla a cabo.

 

La serie funcionó lo suficientemente bien en Estados Unidos y Canadá como para asegurar una segunda temporada. Hubo, eso sí, algunos cambios. El primero tuvo que ver con el reparto, que experimentó un nuevo recorte. Los principales damnificados fueron Lisa LaCroix y Maurice Dean Wint, que, pese a su buen hacer, ya solo regresaría puntualmente como estrella invitada. Pensando que su nombre no tenía el suficiente tirón comercial, Paul Miller fue sustituido por Matt Frewer (famoso gracias a “Max Headroom” y “Doctor, Doctor”), que no sólo trajo consigo a sus fans sino que sirvió para introducir nuevos conflictos en el seno del equipo de investigadores.

 

Frewer fue una buena elección para encarnar al nuevo protagonista de la serie. El profesor Connor Doyle fue asesinado al final de la primera temporada, allanando el camino a su sustituto, Matt Praeger, que aportaba al equipo un ingenio sardónico. Su interacción con otros personajes daba lugar a fricciones y discusiones, en especial con Peter Axon, con quien solía discrepar en relación a los métodos a seguir en las investigaciones. Pero es que, además, Frewer se negó a aceptar la mediocridad y exigió a los guionistas mejores historias, con contextos y dramas más elaborados que se alejaran del seco sabor documental de la primera temporada. De hecho, su labor fue reconocida acreditándolo como productor asociado.

 

Otra adición interesante fue la del actor Michael Moriarty (conocido por “Ley y Orden”), que interpretaba al enigmático jefe de Praeger, Michael Kelly, un personaje que los guionistas utilizaron para añadir más fricción y cierto sabor conspirativo (y que Nadler asegura haber creado inspirándose en las intrigas corporativas de la propia Atlantis Films).

 

Durante la segunda temporada, las interacciones entre los personajes recibieron tanta atención por parte de los guionistas como las investigaciones paranormales, que consistieron en informes sobre ovnis, poderes psicokinéticos, gente que regresaba de entre los muertos, animación suspendida y reversión a la juventud. Por otra parte, se reestructuró el formato, pasando de dos historias de media hora a una sola de una hora.

 

Tal y como declararía Barclay Hope: “Trabajamos con los guionistas y les pedimos que aportaran vida a nuestros personajes mientras desempeñaban sus trabajos. Mientras que en el primer año los casos dictaban la serie, en el segundo empezamos a darles vida a los personajes. En el tercero les dimos aún más vida, lo que nos ayudó a mantenernos frescos un episodio tras otro. Si has de enfrentarte a un OVNI, por ejemplo, lo haces con el trasfondo de, digamos, la relación con tu padre, lo que añade un elemento diferenciador a la hora de interpretar las escenas. Así es como intentamos cambiar las cosas. Eso es lo interesante: ver a la gente”.

 

Al final del segundo año, Prager dimite; a Donner se la considera un topo y se la margina y Peter Axon es ascendido a líder de equipo. Todo estaba relacionado con las intrigas internas de OSIR al más alto nivel. Los protagonistas ignoraban el propósito de todo ello más allá de la información confidencial que les proporcionaba Michael Kelly. Así, al plano de los casos a investigar y de las relaciones entre los personajes, se añadía otro más, el de los oscuros tejemanejes de la organización. De esta forma, los guionistas empezaron a introducir arcos que se prolongaban toda la temporada y a la altura del tercer año la serie ya no consistía exclusivamente en trasladar los casos paranormales “reales” de OSIR.

 

Durante el tercer año, uno de los temas troncales fue la vida después de la muerte. Esa temporada se organizó en tercios: el primero, centrado en Praeger y Hendricks; el central en Praeger y Donner; y el último en Axon y Praeger.

 

Nadler recordaría más tarde lo estresante que llegaba a ser su trabajo. “Fue la primera serie en la que trabajé como showrunner. Padecí de neumonía varias veces. Lo mejor que me pasó fue conocer a Harlan Ellison. El abogado de “Más Allá de lo Desconocido” me telefoneó y me dijo: “Mira, tengo el correo electrónico de Harlan Ellison. Acabamos de comprarle una historia corta. Sé que te gusta la ciencia ficción. ¿Te gustaría contactar con él?”  Lo hice, y le ofrecí un papel en la serie. Él dijo que estaba intrigado. “¡Pero creo que será mejor que antes veas cómo soy!” Así que me envió una cinta, la revisé y dije, “¿Sabes qué? Podemos meterle en la serie, es capaz de hacer una escena”. Le pedí a Damian Kindler que escribiera el episodio en cuestión (“The Observer Effect”, el decimosexto de la tercera temporada) con esta instrucción: “¡Escríbela de forma que si tenemos que eliminarlo, no podamos!». Harlan vino y mi mujer y yo fuimos a cenar con él y hablamos de “Un Muchacho y su Perro” (una de sus novelas más famosas, que más tarde se convirtió en película) y fue todo un caballero. E hizo un buen trabajo. Fue muy emocionante para mí”.

 

Pero al término de la tercera temporada, Nadler estaba quemado. Aunque sólo había escrito diez episodios en esos tres años, estaba ansioso por abandonar la serie y hacer otra cosa. Además de eso, también era consciente de dos problemas que iban a afectar seriamente al programa. Por una parte, Alliance-Atlantis estaba retirándose del negocio de la televisión, por lo que el futuro de “Psi-Factor” quedaba en el aire. La compañía llegó a tener hasta 350 horas de televisión anuales, una cantidad respetable, pero a la altura de 2007 ya había cerrado esa línea de negocio por completo.

 

Por otra, y gracias a su formación como abogado, Nadler estaba involucrado en el aspecto financiero del programa además de ejercer de showrunner. Y cuando echó un vistazo a los números, se dio cuenta de que en caso de producir una cuarta temporada, debería hacerse recortando el presupuesto un tercio. “Sabía que la única forma de ajustar el presupuesto de una forma tan significativa –porque no éramos un programa realmente caro- era despedir a gente. Y, simplemente, no podía hacerlo”. Así que, rechazando las ofertas de la productora y el sindicador tratando de que reconsiderara su decisión, Nadler se retiró.

 

Para ocupar su puesto llegó de vuelta Larry Raskin, que últimamente había estado ocupado desarrollando para la televisión las novelas “Los Dragones de Pern” escritas por Ann McCaffrey (proyecto que nunca llegó a ver la luz). Todos los productores implicados sabían que este cuarto año iba a ser el último y que el presupuesto debía recortarse. “El productor David Rosen y yo discutimos varias formas de proceder. David había producido también la serie durante el año anterior. Traje de vuelta a Will Dixon y Damian Kindler y añadí a la supervisora de guiones Andrea Moodie. Durante una semana hicimos un brainstorming sobre cómo encarar esa temporada teniendo en cuenta las limitaciones presupuestarias.

 

El resultado fue el siguiente:

 

-Hacer un mejor uso del reparto (Matt Frewer, Barclay Hope, Nancy Anne Sakovich, Peter MacNeill). Dados los buenos resultados que había tenido darles tanta o más importancia a los personajes que a los casos que investigaban, convenía seguir por el mismo camino. “Les pagábamos un montón de dinero y todos eran buenos actores, así que queríamos que soportaran un mayor peso, no sólo investigar los fenómenos sino también experimentarlos. Pensábamos que estos investigadores de OSIR debían ser como imanes para la actividad paranormal”.

 

-Debido a las limitaciones de presupuesto, la presencia de Matt Frewer hubo de recortarse. Le dieron un arco de seis episodios y una buena salida en el capítulo titulado “883”, en el que Praeger debía elegir entre morir en la Tierra o sobrevivir ayudando a colonizar un nuevo mundo. Para sustituirlo, se contrató a la más barata Joanna Vannicola para interpretar el papel de una nueva y joven investigadora.

 

-Se ajustó el tono del programa, virando más a menudo hacia la comedia y distanciándose de los casos “reales”.

 

-Las historias se escribieron para limitar el número de personajes participantes y las localizaciones, estructurando los episodios como una serie tradicional de misterio, esto es, haciendo que los investigadores siguieran varias pistas y barajaran diversas hipótesis, pero manteniendo oculta la solución hasta el cuarto acto.

 

El plan se llevó a cabo con resultados algo decepcionantes y, como estaba previsto, la serie llegó a su final aquel cuarto año.

 

A menudo, como decía al principio, se ha menospreciado a “Psi-Factor” como una copia barata de “Expediente X”, pero, ya lo hemos visto, esa acusación era injusta como mínimo en el origen del proyecto. Los investigadores de los diversos equipos de campo de OSIR llevaban a cabo su labor de una forma bastante más convincente que el dúo Fox-Mulder y eso ayudaba a los espectadores a suspender su incredulidad. Cada episodio presentaba amenazas, ya fueran científicas o sobrenaturales, de formas muy ingeniosas que conseguían aportar algo de frescura al material pese a que éste se hallase ya muy trillado desde hacía décadas.

 

Los guionistas de “Psi-Factor”, además, se diferenciaron de los de “Expediente X” en evitar que las subtramas se alargaran por el mero hecho de hacerlo. El conjunto estaba más cohesionado, divagaba menos y no se hacía tan repetitivo como el culebrón de Fox y Mulder. Y, además, contó con un auténtico final, cosa que no puede decir la más famosa serie producida por Chris Carter, que terminó con un poco convincente anticlímax para luego seguir exprimiendo la franquicia en el cine.

 

 

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