miércoles, 10 de octubre de 2018

2017- RADIUS - Caroline Labreche y Steeve Leonard


Una de las ventajas de las películas de ciencia ficción independientes y con presupuestos modestos es que el espectador que acude a verlas no sabe lo que se va a encontrar. En el panorama cultural moderno, las páginas web, los podcast y las redes sociales suelen pasarse meses anticipando trailers, chismes, noticias y opiniones infundadas relacionadas con las grandes producciones y las franquicias en boga. El resultado es que muchas veces, se quiera o no, uno entra a ver la película sabiendo ya, como mínimo, las líneas generales de su argumento, los personajes que intervienen y una idea de las escenas más atractivas.

Por eso resulta tan refrescante encontrarse de vez en cuando con películas de las que no se tenía noticia, historias extrañas que han pasado desapercibidas para los voceros de los grandes estudios. De repente, uno se ve inmerso en un viaje a lo desconocido sin tener idea de cuál es la premisa de partida ni hacia dónde va ésta a derivar. Y ese es exactamente el caso de “Radius”, segunda incursión en el fantacientífico del matrimonio compuesto por los canadienses Caroline Labreche y Steeve Leonard (ambos habían firmado previamente “Sans Dessein” (2009, en francés dado que ambos realizadores son francófonos), sobre un hombre que recibe la visita del fantasma de su propio yo del futuro para intentar que cambie su destino).



Un hombre (Diego Klattenhoff) recobra el conocimiento tras sufrir un accidente de coche, pero ha perdido la memoria no solo de lo que ha ocurrido sino de quién es él. Cuando llega al pueblo más cercano, la gente y los animales a los que se aproxima mueren instantáneamente y con los ojos en blanco. Sospechando que se trata de algún tipo de virus liberado por terroristas, regresa a su granja (cuya dirección encuentra mirando su propio permiso de conducir, enterándose además de que su nombre es Liam) y se encierra en el granero. Los noticiarios pronto se hacen eco de las muertes, achacándolas también a algún tipo de virus de origen desconocido. Mientras tanto, Liam va realizando pruebas que le confirman que el culpable es él: todo ser vivo que penetre en el interior de un radio esférico de unos diez metros con él como centro, muere súbitamente.

Entonces, una noche una mujer (Charlotte Sullivan) llega a la granja y se acerca a él sin
resultar afectada. Ella también sufre de amnesia y cree que ambos iban en el coche cuando se produjo el accidente. Liam le demuestra el letal fenómeno del que se ha convertido en origen y llega a la conclusión de que, de alguna forma, ella lo neutraliza siempre y cuando permanezca dentro de la zona determinada por ese radio. Ambos empiezan a experimentar flashes fragmentarios de recuerdos. Acuden a un hospital local para que le hagan un scanner a Liam y tratar de encontrar una explicación, pero se encuentran con que la policía está allí esperándolo dado que lo hacen responsable de las numerosas muertes que ha ido sembrando involuntariamente por la zona. Liam y la muchacha se convierten en fugitivos, condenados a permanecer juntos so pena de provocar más muertes. Deben recomponer sus respectivas historias y pensar qué hacer en el futuro. Conforme sus recuerdos van aflorando, se dan cuenta no sólo de que fueron víctimas de un fenómeno quizá de origen extraterrestre sino de la terrible verdad oculta en sus respectivos pasados.

Las películas del subgénero de “anomalías” tienen un encanto particular. Se trata de historias estructuradas como si fueran rompecabezas en las que los protagonistas despiertan en un
mundo que ha sufrido cambios drásticos, que han quedado amnésicos y no recuerdan quiénes son ni qué les ha pasado; o bien que se encuentran trasladados a una realidad extraña cuyas reglas desconocen. A esta categoría podrían adscribirse títulos como “Stalker” (1979), “El Cubo” (1997), “Abre los Ojos” (1997), “Dark City” (1998), “El Incidente” (2008) u “Oblivion” (2013). Quizá la película a la que más recuerde “Radius” sea “El Único Superviviente” (1985). Aunque ambos films dan explicaciones muy distintas a lo que está sucediendo, tienen un esquema similar en cuanto a que presentan un hombre que despierta sin tener ni idea de cómo ha llegado allí y averiguando que el resto de gente ha desaparecido o está muerta antes de encontrar a una chica su misma situación.

“Radius” comienza con fuerza y sin concesiones. Liam despierta en el interior de su destrozado
coche a las afueras de un pueblo. Una mujer pasa por la carretera en otro vehículo y Liam le hace señas para que se detenga, pero el coche pasa de largo, decelera y se sale de la carretera. La mujer está muerta. Liam coge el teléfono y llama a emergencias pero cuando le preguntan su nombre, no lo puede recordar. En el pueblo, todos los que encuentra están muertos con los ojos blancos…. Durante todo este primer tercio, apenas hay diálogos, sólo la angustia de un hombre solitario que no comprende lo que está pasando y que, cuando lo hace, todavía se siente peor.

En el momento en que aparece Jane, la trama se convierte en algo más parecido al thriller
“Fugitivos” (1958, Stanley Kramer) o, aún más reciente, “Peligrosamente Unidos” (1991), otra película de ciencia ficción en la que Rutger Hauer y Mimi Rogers se veían obligados a huir con unas bombas implantadas en sus cuerpos que detonarían si se alejaban demasiado el uno del otro. Labreche y Leonard –que además de directores son los guionistas de la película- están continuamente introduciendo giros a la situación, por ejemplo manteniendo la incertidumbre sobre la identidad de Jane, que encuentra a su marido, se entera de que su nombre es Rose pero luego ve su foto con otro nombre en un cartel de persona desaparecida… Hacia el final, tiene lugar una sorpresa quizá no del todo satisfactoria pero sí impactante que da un vuelco completo a la historia al revelarse las identidades de ambos y la relación que los une.

Y no, la anomalía nunca llega a explicarse. Puede ser un fenómeno alienígena o religioso (al fin
y al cabo, la película está llena de símbolos cristianos en forma de cruces de caminos, señales y otra imaginería cruciforme); pero no es algo que le importe demasiado a los guionistas/directores. Es un mero McGuffin, una excusa, primero para hacer avanzar la trama; y segundo, para proponer un par de ideas muy interesantes. Para empezar, en qué medida somos producto de nuestro pasado. Como hacía la serie de CF canadiense “Dark Matter” (2015), “Radius” explora cuánto de nuestra personalidad, gustos y aversiones están relacionados con nuestra experiencia vital y memoria; y si personas que no recuerdan su pasado tienen en realidad el deber de respetarlo y recuperarlo aun cuando ya no se sientan unidas a él.

Y luego está el tema de la culpabilidad. ¿Hasta qué punto somos responsables de actos que no podemos recordar? ¿Puede culpársenos de cosas que no podemos evitar hacer? Habida cuenta de las muertes que causa Liam, ¿es un asesino o una víctima? En los casos en los que es incapaz de mantener a la gente a distancia, ¿es él responsable de sus muertes o son ellos? ¿Qué lealtad le debe a una sociedad que no está dispuesta a dejarlo solo como es su deseo? Aunque la película plantea tales preguntas sin responderlas, sí ofrece una buena fuente de reflexión y debate.

Es cierto que “Radius” tiene una factura técnica algo tosca, sin duda a causa de su magro
presupuesto y calendario de rodaje muy apretado. La interpretación se antoja algo errática. Klattenhoff y Sullivan brillan durante las secuencias de acción, en las que expresan con toda la intensidad necesaria lo desesperado de su situación. Pero aquí y allá pecan de una afectación poco sutil que encaja mejor con un telefilme de sobremesa que con una cinta de primera división. Algunas de las revelaciones son melodramáticas en exceso, casi propias de un culebrón; y el final es demasiado apresurado, cerrando la película abruptamente, sin tiempo para la reflexión.

Pero los defectos de “Radius” no ahogan sus virtudes. Como otras películas basadas en la amnesia de los protagonistas, se nos presenta un puzle bien hilado alrededor de una cadena de revelaciones. Los guionistas aciertan al no explicar demasiado las implicaciones de cada paso en la investigación que llevan a cabo sus personajes y dejar que sean los espectadores los que llenen los huecos. En lugar de quemar toda su dosis de sorpresas al comienzo del film y luego refugiarse en una serie de persecuciones y fugas sin interés, “Radius” es una película que sabe dosificar desde el principio hasta el final la información que se le da al espectador, al que absorbe también con un ritmo perfectamente medido en el que la historia no se detiene nunca pero tampoco cae en lo ruidoso y trepidante.

“Radius” es uno de esos casos de película independiente, sencilla, realizada con recursos mínimos, pocos actores y ningún efecto especial, que consigue mantener al espectador totalmente enganchado gracias a su inquietante premisa, los dilemas morales que le plantea, los continuos giros de guión y su muy bien llevado ritmo.




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