Tras “La Torre” (1987), François Schuiten y Benoit Peeters continúan profundizando en su universo de “Las Ciudades Oscuras” con una nueva entrega, “La Ruta de Armilia”, en la que se presentan varias ciudades nuevas y donde se pasa del formato de comic tradicional a uno más cercano al cuento infantil.
La historia comienza con una secuencia de dos páginas con un formato de comic tradicional. En

Ese cambio acompaña al que se produce en el propio argumento ya que éste pasa a contar las aventuras que tienen lugar durante un viaje aéreo en dirigible desde Mylos hasta la ciudad de Armilia, situada en el polo norte. El capitán de la aeronave es un niño, Ferdinand, el único que conoce la fórmula que permitirá a Armilia despertar del periodo de hibernación que está sufriendo. Ya al principio del viaje, Ferdinand descubre a una polizonte de su edad, Hella, a la

En “La Ruta de Armilia”, Peeters rinde homenaje, por supuesto, a los Viajes Extraordinarios del gran Julio Verne, especialmente a “Cinco Semanas en Globo” (1863), en la que tres ingleses recorrían el continente africano a bordo de un aeróstato; pero también a “Las Aventuras del Capitán Hatteras” (1865), sobre una peligrosa expedición marítima al Polo Norte. En la parte final, los dos niños encuentran a un hombre llamado Pym, obvia referencia a la novela de Edgar Allan Poe, “La Narración de Arthur Gordon Pym” (1838), otro clásico de la literatura de viajes. Y como en entregas anteriores de “Las Ciudades Oscuras”, “La Ruta de Armilia” incluye muchos elementos poco claros, envueltos en el misterio, implícitos y dejados a la imaginación del lector. No se explica la razón por la que se encomendó la misión a Ferdinand o cómo éste adquirió la fórmula que pondrá en funcionamiento de nuevo a Armilia, así como la naturaleza de ese lugar. La meta final del viaje por los territorios norteños de ese mundo imaginario hacia el Círculo Ártico tampoco queda demasiado clara, aunque parece

Los autores, por tanto, dejan muchas cosas abiertas a la interpretación de cada cual. Ni siquiera las páginas de comic propiamente dicho que abren y cierran la historia aclaran gran cosa. De hecho, al final se apunta la posibilidad de que todo lo narrado no sea sino producto de la imaginación de un niño esclavo de Mylos, por lo que estaríamos ante una suerte de engaño, de fantasía a la que el lector ha sido maliciosamente atraído por los autores. Es una posibilidad que cobra fuerza por cuanto este periplo tiene mucho de cuento fantástico para jóvenes. Al fin y al cabo, Ferdinand no tiene que preocuparse de “minucias” propias del mundo real como la logística, la organización, el pago de suministros y salarios…

Como ya habían hecho en “El Archivista” (1987), Schuiten y Peeters decidieron jugar con el formato gráfico y prescindir mayormente del comic tradicional. Así, la historia cuenta con 60 páginas, de las cuales sólo 8 tienen el panelado clásico en viñetas. Por supuesto, las imágenes que crea Schuiten son magníficas, tanto por la imaginación de los paisajes y máquinas que retrata como por la meticulosidad con la que están realizadas y esa cualidad suavemente onírica que las impregna. El artista realiza aquí sus dibujos a lápiz, luego los colorea con lapiceros –añadiendo posiblemente toques de pintura- y finalmente los

Hay que decir que, al menos en parte, esta obra es una especie de “patchwork” elaborado a partir de retazos reciclados que originalmente habían tenido otros fines. Así, la montaña de hielo de la página 54, había sido un anuncio para la compañía cristalera AGC Glass. O el colosal mecanismo de la página 63, que se utilizó como parte de una campaña para un fabricante de relojes. La ilustración de la página 35 es un dibujo realizado para el Festival de Wagner en Bayreuth. Y la escalinata de la 33 es la del edificio modernista que alberga el Museo del Comic de Bruselas.

Tengo sin embargo mis dudas al respecto de que el supuesto público objetivo pueda apreciar estos trabajos. La evocadora atmósfera de las historias, su grado de sofisticación gráfica y conceptual, el espíritu poético o incluso el color, probablemente no van a conectar bien con un niño moderno de gustos convencionales. Y aunque un adulto sin duda pueda apreciar esas mismas características, encontrará las historias en sí una lectura en exceso ligera y cuyos temas no llegan a desarrollarse lo suficiente.
Es de agradecer el cambio de paso y formato que los autores acometen en la serie con esta

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