martes, 12 de septiembre de 2017

1963- LOS PÁJAROS - Alfred Hitchock


Tras “Psicosis” (1960), Alfred Hitchock había tratado de desarrollar sin éxito la historia de lo que acabaría más adelante convirtiéndose en “Marnie la Ladrona” (1964) mientras esperaba confiado que Grace Kelly, su actriz fetiche, terminara aburriéndose de su nuevo rol de princesa de Mónaco y regresara para retomar su carrera cinematográfica. Por entonces, leyó las noticias referentes a un suceso con aves marinas que había tenido lugar en California y ello le recordó un relato de Daphne du Maurier cuyos derechos había adquirido de cara a una posible adaptación televisiva dentro de su serie “Alfred Hitchcock Presents”. El director inglés ya estaba familiarizado con la obra de su compatriota puesto que había llevado al cine dos películas basadas en sus historias: “Posada Jamaica” (1939) y “Rebeca” (1940).



Este relato en concreto, “Los Pájaros” (1952), era un cuento que transcurría en Cornualles y trataba sobre cómo un granjero y su familia eran atacados por pájaros homicidas. Encontró la idea sugerente pero su amigo y colaborador, el diseñador de producción Robert Boyle (que llevaba trabajando con Hitchcock desde “Sabotaje”, en 1942), le hizo ver que se trataba más de un relato de ambiente que una auténtica narración. Era necesaria la intervención de un buen guionista. Y el elegido –tras declinar la oferta Joseph Stefano, guionista de “Psicosis”- fue Evan Hunter.

Fue una elección extraña por cuanto Hunter tenía pocos guiones en su haber, destacando, eso sí, la generacional “Semilla de Maldad” (1955). También había escrito un puñado de guiones -entre otros, uno para “Alfred Hitchock Presents”- pero sobre todo era conocido por su obra literaria firmada bajo su otro seudónimo, Ed McBain: novelas policiacas que fueron llevadas a
la televisión en una serie emitida entre 1961 y 62.

Melanie Daniels (Tippi Hedren) es una acomodada mujer que le toma el pelo a un cliente de la pajarería donde ambos se encuentran, Mitch Brenner (Rod Taylor), haciéndole creer que es la dependienta. Sin embargo, él la descubre y la broma le sale por la culata. Herida en su amor propio, decide sobre la marcha seguir a Mitch mientras éste viaja en su coche por la costa hasta su casa del pueblo costero de Bodega Bay, donde pasará el fin de semana. Al mismo tiempo que ambos llegan allí, los pájaros del lugar, de forma repentina e inexplicable, empiezan a atacar a la
gente. Cuando la situación escapa a todo control, Melanie, Mitch, la madre y la hermana de éste terminan encerrados en la casa familiar asediados por las enloquecidas y violentas criaturas.

Los años sesenta fueron una de las décadas más interesantes dentro de la historia del cine. Surgieron directores, especialmente en Francia, que experimentaban con el lenguaje narrativo y conceptual y desafiaban las expectativas tradicionales asociadas a los géneros. La representación objetiva –esto es, la simulación de la realidad- se reemplazó por un punto de vista subjetivo. La influyente “El año pasado en Marienbad” (1961), de Alain Resnais, inauguró una escuela narrativa que rompía la linealidad y la estructura temporal clásica. “Deseo de una mañana de verano” (1966) de Michelangelo Antonioni, por ejemplo, era una historia tradicional de misterio que sin embargo no proporcionaba respuesta a aquél. Y nada
experimentó más deconstrucciones que el género terrorífico, con ejemplos como “La Noche de los Muertos Vivientes” (1968), “El Diablo sobre Ruedas” (1971) o “La Matanza de Texas” (1974), historias bastante comunes que encontraban una nueva representación ajena a los arquetipos morales y psicológicos acostumbrados. En los años treinta, cuarenta y cincuenta, estas películas habrían contenido un claro mensaje moralista, por ejemplo, de los peligros de la energía atómica a través de la intervención de monstruos gigantes. Pero muchas de estas películas de los sesenta, transmitiendo aún mayor sensación de desasosiego, no aclaraban por qué atacaban los monstruos ni de dónde habían salido; y, para colmo y como demostró “La Noche de los Muertos Vivientes”, los personajes ya no tenían garantizada su supervivencia aun cuando nominalmente fueran los protagonistas.

Con “Los Pájaros”, Alfred Hitchcock y el guionista Evan Hunter eliminaron de la película cualquier contexto. Como he dicho, en los films de terror y ciencia ficción de los años cuarenta
cincuenta, el origen y comportamiento de las criaturas eran habitualmente explicados por el científico de turno. Ese conocimiento aliviaba al espectador, disipando el terror a lo desconocido además de abrir la puerta al descubrimiento de cómo acabar con ellas. Por el contrario, en “Los Pájaros”, la incógnita acerca de por qué los animales se entregan a semejante violencia planea sin definirse sobre toda la película y es esa ignorancia y la impotencia asociada lo que resulta más angustioso que cualquier ataque de los que vemos en pantalla. Hay una escena de la película, en el bar del pueblo, en la que todos los presentes ofrecen sus respectivas explicaciones al fenómeno abarcando desde la bomba atómica a la contaminación, pero Hitchcock y Hunter nunca niegan ni confirman ninguna hipótesis. El final constituye uno de los anticlímax más famosos del cine, una ¿conclusión? que deja al espectador sumido en la perplejidad: tras la furia asesina desatada la noche anterior, miles de aves dejan que los humanos salgan de la casa de Brenner y simplemente se posan mirándolos mientras se alejan. Parece ser que Hitchock rodó, efectivamente, un final, pero que decidió no incluirlo en el montaje definitivo. Como resultado, creó una película que no sólo carece de explicación sino de resultado: en lugar de hacer que los pájaros triunfen o sean derrotados, la situación queda en una suerte de ambigüedad, de incómodo tiempo muerto.

Como anécdota, cabe apuntar que esta historia estaba libremente inspirada en un suceso que tuvo lugar en 1961 en la bahía de Monterrey, California, cuando las aves marinas
bombardearon a los viandantes con anchoas regurgitadas y embistieron contra escaparates, chimeneas y farolas. La hipótesis que manejaron los científicos desde entonces es que ese comportamiento errático había sido provocado por la ingestión de algún tipo de neurotoxina. En 1991 volvió a repetirse tal hecho, esta vez con pelícanos moribundos. Recientemente, una publicación científica explicó que en los estómagos de los peces de la región se habían encontrado importantes cantidades de un alga diatomea que produce una neurotoxina, el ácido domoico, que pudo pasar a las aves cuando se alimentaron con esos peces. Como puede comprobarse y a efectos de narrar una historia, resulta mucho más inquietante desconocer el origen del fenómeno que ser consciente de la base científica del mismo.

Aunque “Los Pájaros” no suele mencionarse entre los mejores films de Hitchcock (al menos, al nivel de “Ventana Indiscreta”, “Con la Muerte en los Talones” o “Psicosis”), ello no significa ni mucho menos que estemos ante una película menor. De hecho, hay momentos que son una lección de lenguaje cinematográfico, especialmente los ataques de los pájaros, construidos con gran pericia para conseguir el máximo impacto, como cuando Melanie se ve atrapada dentro de una cabina telefónica y el espectador ve lo que le rodea a través de su punto de vista, compartiendo de paso su claustrofobia, sensación de impotencia e indefensión. También sobrecogedor es el momento en el que Lydia (Jessica Tandy) encuentra a un vecino muerto al que los pájaros le han sacado los ojos. O cuando una bandada va tomando posiciones en los columpios de una escuela en tensa espera.

La escena cumbre del final, el ataque contra la granja de Brenner (que es la única conexión con
el cuento de Daphne Du Maurier), invierte las tornas respecto a la apertura de la película en la pajarería: de repente, los humanos son los que están encerrados y aterrorizados ante los seres que les acosan desde afuera. Ese clímax contiene momentos de auténtico suspense mientras los personajes esperan el próximo movimiento de los pájaros; cuando Mitch trata de bloquear los accesos mientras espanta a los enloquecidos animales o salva a la impotente Melanie en el ático.

Como sucedía en “Psicosis”, “Los Pájaros” tiene un largo prólogo en el que Hitchock se toma su tiempo para mostrar la cotidianidad de los personajes antes de que lo extraordinario invada de sopetón sus vidas y la trama pase a centrarse en lo que verdaderamente importa. Así, seguimos a Melanie mientras ésta acosa
amistosamente a Mitch en Bodega Bay, conoce a su familia y amigos y establece una relación que podría llegar a algo… y entonces, tras haber ido dosificando pistas aisladas sobre lo que iba a ocurrir, Hitchcock tira de la alfombra y rompe con las expectativas del espectador, que creía estar asistiendo a la típica comedia romántica de tono sofisticado entre una díscola dama de la alta sociedad y un estoico y sensato abogado. Como diez años más tarde sucedería con “Tiburón” (1975) de Steven Spielberg, “Los Pájaros” logró que quien la vio en el cine mirara desde entonces a las aves bajo una luz diferente y mucho más siniestra.

La elección de los actores vino en buena medida condicionada por la justeza del presupuesto disponible para contratarlos, puesto que buena parte del dinero se gastaría en efectos
especiales. No había, pues, margen para tener a un Cary Grant, una Audrey Hepburn o una Anne Bancroft –con quien se contactó pero que pedía demasiado dinero-. Hithcock se fijó entonces en una modelo de ascendencia sueca, Natalie (Tippi) Hedren, que en 1961 se divorció y decidió trasladarse de Nueva York a Los Ángeles con su hija de cuatro años (Melanie Griffith). Fue allí donde Hitchock la vio en un anuncio de televisión de un refresco y pensó que había encontrado otra de esas rubias de expresión helada con las que tanto le gustaba fantasear, como antes lo habían sido Grace Kelly o Janet Leigh. (aunque no voy a entrar en ello, el director desarrolló durante este rodaje y el siguiente – “Marnie la Ladrona”- una obsesión malsana por Hedren que acabó por asustarla y que arruinaría su relación y, en parte, la carrera de ella).

La opción de Tippi Hedren y Rod Taylor (en sustitución de un Sean Connery que finalmente
hubo de esperar a la siguiente película de Hitchcock) resulta razonablemente adecuada –ambos interpretan a personajes de carácter, trasfondo y entorno muy distintos que se pican el uno al otro con elegancia y astucia-, si bien, y esto es una opinión personal, ella siempre me ha parecido excesivamente fría y con un punto desagradable, por no hablar de que la relación entre ambos se me antoja forzada cuando no inverosímil. Este fue precisamente uno de los puntos de desacuerdo entre Hunter y Hitchcock, desacuerdo que agrió la relación entre ambos. El guionista pensaba que era poco realista no ya que los pájaros atacaran a la gente, sino que una chica se molestara en comprar periquitos y conducir 150 km sólo para conseguir la estúpida revancha de una broma. Además, le parecía que los dos protagonistas querían ser tan sofisticados como Cary Grant y Grace Kelly en “Atrapa a un Ladrón”, pero ni los actores estaban a la altura ni la historia los necesitaba verdaderamente.

Tanto fue así que Hitchock se sintió inseguro en el rodaje como pocas veces antes, introduciendo cambios sobre la marcha e improvisando en contra de su costumbre; cambios que no fueron del agrado de Hunter, quien se sintió tan avergonzado por el resultado tras asistir al estreno que se disculpó públicamente. Resumió sus impresiones de forma tan concisa como demoledora: “Malas interpretaciones y –para Hitchock- increíblemente mala dirección”. Tampoco gustó la adaptación a la escritora del cuento original, Daphne du Maurier.

Resulta chocante que esta película, que en cuanto a suspense funciona muy bien y que ha acabado figurando como un clásico del cine (en 1998 el Instituto de Cine Americano la incluyó entre los 400 films nominados a formar parte de las 100 Mejores Películas americanas) dejara tan insatisfechos a sus principales responsables. Con todo, Hitchcock y Hunter volverían a colaborar en el guión de “Marnie la Ladrona”, si bien el segundo acabó siendo despedido al negarse a escribir la inquietante escena de la violación.

Como suele ser la norma con prácticamente todas las películas que en el pasado utilizaban efectos especiales, “Los Pájaros” ha envejecido un tanto mal en este aspecto. Ciertos planos
resultan demasiado artificiales y hay quien ha utilizado esto para rebajar la calidad global del film, actitud probablemente injusta sobre todo teniendo en cuenta el esfuerzo que se invirtió en este aspecto. Se adiestraron más de 3.200 aves para la película -de los inteligentes cuervos a las perversas gaviotas- y en su metraje hay 370 planos con efectos (el plano final es un montaje de 32 elementos rodados por separado y luego integrados en la misma imagen). La utilización del típico croma con pantalla azul resultó inviable debido a que el rápido movimiento de las alas de los pájaros creaba visibles cercos de ese color y hubo de recurrirse a un método con vapor de sodio para el que sólo estaba equipado el estudio de Walt Disney. Ub Iwerks –legendario cocreador de Mickey Mouse- fue el encargado de supervisar la producción de estos efectos.

Saul Bass creó una interesante secuencia de apertura para los créditos en la que siluetas de
pájaros volaban frenéticamente por la pantalla sobre un fondo blanco mientras los títulos de crédito van formándose sobre ellos. Y en cuanto a la banda sonora, aunque Bernard Herrmann aparece acreditado como “consultor de sonido”, lo cierto es que la película no tiene música, una decisión verdaderamente arriesgada por cuanto se eliminaba de esta forma un ingrediente esencial de cualquier film a la hora de subrayar el contenido emocional de cada escena. Parte de los extraños sonidos que pueden escucharse y que replican los gritos de las aves se crearon usando el mixtrautonium, un primitivo instrumento musical.

“Los Pájaros” fue una película inmensamente influyente y sirvió como modelo para todo un subgénero de la ciencia ficción y el terror: el de la Naturaleza vuelta del revés y lo cotidiano convertido en terrorífico, que en los setenta tuvo multitud de imitadores: “Los Herederos de la Tierra” (1971), “Ranas” (1972), “La Larga Noche de la Furia” (1972), “Los sobrevivientes elegidos” (1974), “Sucesos en la IV Fase” (1974), “Squirm-Gusanos Asesinos” (1976), “El Alimento de los Dioses” (1976), “Rattlers” (1976), “El Día de los Animales” (1977), “El Imperio de las Hormigas” (1977), “Tarántula” (1977), “The Pack” (1977), “Las Abejas” (1978), “Largo Fin de Semana” (1978), “El Enjambre” (1978)… ninguna de las cuales tiene ni el encanto ni la pericia narrativa de la cinta de Hitchcock. Para colmo, en 1994 se estrenó para la televisión por cable una totalmente innecesaria secuela, “Los Pájaros 2: El Fin del Mundo” , de la que renegó hasta su propio director, Rick Rosenthal, que pidió que se sustituyera su nombre de los créditos por el genérico de Alan Smithee.

Sea como fuere e independientemente de la calidad de muchas de estas imitaciones y sucedáneos, “Los Pájaros” ha influido en su forma de crear suspense desde Spielberg (la citada “Tiburón”) a Ridley Scott (“Alien”) pasando por el más reciente M.Night Shyamalan en “El Incidente” (2008).


6 comentarios:

  1. Qué buen análisis, me encantó leer esto, y también recordar esas (malas) películas que menciona sobre el final, aunque de pequeño las devoré con ansias XD. No sabía que Hithcock tenía otro final, yo estaba convencido que el "gorrión" que lleva la protagonista era una alegoria, más cuando la mayoría de los pájaros se calma cuando se alejan. Gracias por este clásico

    ResponderEliminar
  2. hola, la verdad no me gusto, entiendo que la epoca en que se filmo era rebosante de experimentacion, y el legado que dejo para cientos de peliculas, pero el hecho de un argumento tan limitado no me llega, me parecios como un corto largo, en el que hitchcock probaba sus enormes aptitudes para dirigir, pero a mi las peliculas de hitchock me gustan por sus argumentos inteligentes justamente. si se estrenara ahora no creo que tendria buenas criticas por las actuaciones, los personajes y el guion, si las tuvo yo creo que fue por las novedades que planteaba. saludos.

    ResponderEliminar
  3. Entiendo tu postura y hasta cierto punto la comparto, pero también creo que tiene momentos geniales en cuanto a construcción de suspense y que los pájaros llegan a dar verdadero mal rollo. El terror y el suspense, de todas formas, es algo muy generacional y que envejece mal. Hace ochenta años la gente se cagaba en los pantalones viendo el Frankenstein de Boris Karloff y hace cuarenta con El Exorcista. Hoy día, esas películas han ido perdiendo su pegada en lo que a capacidad de asustar se refiere, pero siguen siendo grandes narraciones. Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. hola, si tenes razon con lo del terror, pero yo creo que hasta las de terror deberian tener un buen argumento. pero hay grandes peliculas de terror con buenos argumentos, como tiburon, basado en un enemigo del pueblo, y una que me gusto es una basada en un cuento de stephen king, la niebla, que es bastante diferente al cuento pero esta muy bien para mi. los pajaros sin tanta experimentacion y con mas guion me podria haber gustado, pero el director yo creo que quiso justamente no dar un argumento solido para crear mas miedo y lo logro, lo que digo es que a mi no me gusto, no digo que sea mala. AH era un gran director, saludos.

      Eliminar
  4. Me gusta mucho cuando una película de monstruos o ataque por parte de la naturaleza no tiene explicación certera; como lo hicieron en el "El Incidente". Así lo hicieron también en "Monstruoso" (2008).
    Un ataque sin explicación causa más expectación y angustia. A mi me gustó "Los Pájaros", aunque si, los efectos envejecieron mal.

    ResponderEliminar
  5. En la película 12 monos de Terry Gilliam aparece una escena de esta película y de otra de Hitchcock que no se cual es, cuando Bruce Willis se refugia en un cine

    ResponderEliminar