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sábado, 17 de diciembre de 2016
2009- LA CAJA – Richard Kelly
A comienzos de siglo, el director de veintiséis años Richard Kelly se convirtió en uno de esos nombres que empezaron a sonar como promesa a tener en cuenta, un realizador de gran potencial que daría mucho que hablar en años posteriores. Y ello fue gracias únicamente a una película, la que marcó su debut: “Donnie Darko” (2001), que inmediatamente adquirió estatus de film de culto. Es una cinta que despierta opiniones encontrados y en lo que a mí respecta la verdad es que no me cuento entre sus admiradores; que se planteen misterios sin luego aportar pista alguna que permita resolverlos me parece más frustrante que genial, por muchas alegorías y niveles de lectura que se le quieran encontrar. Pero lo cierto es que muchos críticos cayeron rendidos a sus pies resaltando su imaginación y osadía conceptual.
Ese entusiasmo empezó a desinflarse con su siguiente trabajo, el guión de “Domino”, el biopic de una problemática mercenaria dirigido por Tony Scott que fue recibido sólo con tibieza por público y crítica. El siguiente proyecto, “Southland Tales”, una historia de CF que escribió y dirigió, obtuvo aún menos reconocimiento. “La Caja” fue, por tanto, su tercer film como autor completo, un proyecto que andaba persiguiendo desde al menos 2003 y que originalmente iba a dirigir Eli Roth (responsable de “Hostel”).
Richmond, Virginia, en 1976. El matrimonio compuesto por Arthur y Norma Lewis (James Marsden y Cameron Díaz) se encuentra una noche con que alguien ha dejado en su puerta una misteriosa caja. Bajo una tapa de plástico, ésta contiene tan solo un botón rojo y una nota que explica que un tal Mr.Stewart pasará a visitarlos esa misma tarde. En el transcurso de ese mismo día, a Norma le notifican en la facultad donde imparte clases que ya no podrán seguir pagándole; y Arthur recibe la noticia en el laboratorio de la NASA donde trabaja de que su solicitud para entrar en el programa espacial ha sido rechazada, lo que le deja en una delicada posición laboral y económica.
Por la tarde, Norma recibe la visita de Arlington Stewart (Frank Langella), quien le informa de que , si deciden pulsar el botón, alguien que no conocen morirá, pero que a cambio recibirán un millón de dólares. Además, no deberán tratar de averiguar nada acerca de los jefes de Stewart o hablarle a nadie de esa oferta. Esa noche, tras considerar con Arthur la posibilidad de que no se trate más que de un engaño, Norma pulsa el botón. Al día siguiente, el señor Stewart se presenta en la casa y, efectivamente, les entrega un maletín con un millón de dólares. Inmediatamente, Arthur empieza a preguntar tratando de averiguar más del asunto y trata de seguirle la pista a la matrícula del coche de Stewart. Poco después comienzan a sucederles cosas siniestras, como que gente de extraño comportamiento los siga y se comporte de forma extraña. Arthur averigua que Stewart trabajó para la NASA antes de ser alcanzado por un rayo y morir el mismo día en que el Viking 1 se posaba en Marte. Stewart acaba admitiendo que trabaja para las fuerzas que enviaron ese rayo y que tiene la capacidad para controlar mentalmente a otras personas. Sus “jefes” le han encomendado que realice un complicado experimento a través de la caja mediante el cual se demostrará si la especie humana es digna de seguir viviendo.
“La Caja” está basada en la historia corta “Botón, Botón” (1970), escrita por el legendario Richard Matheson, autor y guionista responsable de obras tan clásicas como “El Hombre Menguante” (1956) y su adaptación cinematográfica (1957), las películas de Roger Corman basadas en relatos de Edgar Allan Poe, “El Demonio sobre Ruedas” (1971, dirigida por Steven Spielberg), “Una historia alucinante” (1972), la novela “Soy Leyenda” (1954) y varios episodios para “La Dimensión Desconocida” (1959-63) y “Star Trek” (1966-9).
“Botón, Botón” apareció originalmente publicada en la revista “Playboy” y su trama se parecía mucho a la sinopsis de la película que he expuesto más arriba… hasta el punto en el que Norma pulsa el botón esperando que morirá algún desconocido, tal y como le había dicho el señor Stewart. En el relato, la víctima resultaba ser Arthur y Stewart le explicaba a Norma que ella “nunca supo realmente quién era él”. El cuento fue adaptado como episodio de la primera temporada de la revivida “La Dimensión Desconocida” (1985-9), y ya ahí se variaba el final, haciendo que Stewart reclamara al final la caja, dejando suponer que la entregaría a un tercero y que entonces serían Arthur y Norma las víctimas. El propio Richard Matheson escribió el guión para este capítulo pero, disgustado por los cambios efectuados en el final, pidió que en los créditos sustituyeran su nombre por un seudónimo.
Si compramos el relato de Matheson, su adaptación televisiva y lia película que nos ocupa, podemos observar varias diferencias importantes. La más obvia es que la historia original no constaba más que de un solo acto: una pareja enfrentada a una terrible decisión y las consecuencias que se derivarían de ella, un dilema ético que parece extraído de un juego de mesa o un retorcido test psicológico: “¿estaría usted dispuesto a dejar morir a alguien que no conoce a cambio de millón de dólares?”. Ni en la versión escrita ni en la televisiva revelaba Matheson nada acerca del señor Stewart o la agencia para la que trabajaba y se mostraban bastante vagas acerca de lo que sucedía tras pulsar el botón. El drama se concentraba alrededor de la duda sobre si prestarse al “juego” o no más que de lo que ocurría a continuación.
Ahora bien, ese planteamiento funciona perfectamente como historia corta o episodio de televisión de media hora de duración con final sorpresa, pero una película ordinaria necesita ampliar la idea mucho más allá del dilema del botón. Y es aquí donde aparecen los problemas. Richard Kelly –que también se ocupó del guión- contó en alguna entrevista que en algún momento incluso había llegado a considerar la posibilidad de que la caja se transformara en un robot gigante, declaración que revela hasta qué punto ignoraba cómo prolongar la historia. Quizá al final su inspiración la extrajo de de una vieja película de CF, “The 27th Day”, en la que cinco desconocidos de todo el mundo eran seleccionados por unos alienígenas para entregarles unas cajas con el poder de destruir grandes porciones de la humanidad si eran abiertas.
El primer acto, que se ajusta fielmente tanto al relato como al episodio televisivo, plantea un inicio muy intrigante. Las diferencias respecto a aquéllos son mínimas: se aumenta el dinero de la recompensa, se añade un hijo a la familia y se traslada la acción de California a Langley, Virginia (lugar de nacimiento de Richard Kelly). La ambientación de época es impecable, filmada acertadamente con colores ligeramente desvaídos: el vestuario, los peinados, las decoraciones de los hogares suburbanos, los programas de televisión, las fotos de Gerald Ford como presidente… Las interpretaciones del reparto y la dirección de Kelly son eficaces, sin estridencias; la irrupción y oferta de Stewart resulta apropiadamente ominosa y las dudas y discusiones entre Arthur y Norma acerca de la moralidad de pulsar o no el botón están bien desarrolladas. Finalmente, Norma lo pulsa… y entonces es cuando la película se fragmenta y pierde el rumbo.
Las películas de Richard Kelly recuerdan a las novelas de Tim Powers, autor que siempre escribe como si tuviera demasiadas ideas y poco papel para plasmarlas, dando como resultado una serie de obras brillantes, pero que dejan al lector con la lengua fuera mientras trata de seguir el ritmo con el que el autor arroja conceptos e ideas. Es algo equivalente a lo que en el cine hicieron los hermanos Wachowski con la trilogía de Matrix: tras una excelente primera entrega, pergeñaron dos películas repletas de preguntas y respuestas ambiguas que enturbiaron y diluyeron el impacto de la original. Todas las películas de Kelly transmiten esa misma sensación de tratar de encajar demasiadas ideas sin dedicar luego el tiempo necesario para que se integren adecuadamente en la trama o siquiera que obedezcan a un propósito tan natural desde el punto de vista narrativo como el de responder a las cuestiones planteadas. Bien podría ser esta la razón por la que aquellos que ensalzaron a “Donnie Darko” como un film de culto no siguieron luego apoyando la trayectoria de Kelly.
Después de que la trama supere el breve recorrido y esencia de la historia original de Matheson, el director parece experimentar un bloqueo acerca de la dirección a seguir. Durante un tiempo, parece que encamina la historia hacia algo fascinante, sugiriendo la presencia de algo verdaderamente siniestro que acecha a Norma y Arthur: gente próxima a ellos cuyas narices empiezan a sangrar sin razón aparente o grupos enteros que se les quedan mirando fijamente; la canguro de su hijo entra en una especie de trance y advierte a Arthur de que algo terrible está sucediendo antes de que entre en su motel y recorra un pasillo a lo largo del cual se van abriendo las puertas para revelar unos huéspedes que se comportan como seres poseídos. Las dos escenas más inquietantes son, primero, aquella en la que Norma está hablando con Stewart por teléfono y le suplica que la atienda, éste le responde: “Estoy mirándote justo ahora, Norma. Estoy en tu jardín” y entonces una mujer desconocida mira por la ventana y empieza a rodear la casa… La otra es cuando Norma y Arthur, por separado, acuden a la biblioteca y ambos son perseguidos por todos los usuarios, que se mueven como si de un único ser se tratara. En todas esas escenas, Kelly crea una atmósfera opresiva, la inminencia de algo sobrecogedor. Rebasada su mitad, el realizador aún consigue mantener la trama bajo control, pero de repente decide dar carpetazo a todo lo anterior y continuar y cerrar la historia cediendo a su inclinación por el misticismo, la incongruencia y los finales abruptos y abiertos, perdiendo así la oportunidad de ofrecer un conjunto cohesionado.
(ATENCIÓN: SPOILER). En el episodio televisivo, la identidad y motivaciones de Stewart nunca aclaraban, dejando al espectador con la duda de si se trataba de algún elegante asesino en serie que disfrutaba torturando a sus víctimas con juegos psicológicos antes de matarlas, o bien parte de una organización mayor que incluía a otros como él haciendo exactamente lo mismo en otros lugares. Kelly parece optar por esta última opción y pinta un desconcertante escenario de fondo en el que Stewart, antiguo científico de la NASA (profesión elegida por el director probablemente porque su propio padre trabajó en el programa Viking de esa institución), había resucitado tras darle por muerto a resultas del rayo que indicaba al principio. Ahora, está controlado por los seres (supuestamente alienígenas) que lanzaron ese rayo. Le entregaron la caja y le ordenaron que realizara un experimento con el que decidirán si permitir que la humanidad continúe habitando el planeta. Por razones que no se aclaran en ningún momento, la Agencia de Seguridad Nacional y otros departamentos gubernamentales parecen saber lo que ocurre e incluso actúan como cómplices de los extraterrestres. Todo parece responder a una gran conspiración cuyo propósito, naturaleza y desarrollo no llega a explicarse nunca. Tampoco se aclara por qué la llegada de la sonda Viking desencadenó esta intervención alien.
A Stewart se le ha concedido asimismo el poder de poseer a otras personas y ver y hablar a través de sus cuerpos, que es lo que les hace sangrar por la nariz. Al final, vemos que la gente que activa la caja se ve forzada a tomar otra decisión: dejar que su hijo viva privado de sus principales sentidos (ciego, sordo) o que el miembro de la pareja que no pulsó el botón asesine al que sí lo hizo, cosa que sucede justo al mismo tiempo que el siguiente matrimonio del experimento pulsa el botón de su caja. ¿Y todo esto para qué? ¿Cuándo terminará este ciclo? ¿Por qué las autoridades, que conocen todo el asunto, no intervienen? ¿A dónde se dirigen los individuos poseídos? (FIN SPOILER).
Además de los antedichos, Kelly deja sin llenar otros enormes agujeros de guión. Hay, por ejemplo, una escena en la que el director recupera el interés por el viaje a través del espacio y el tiempo que ya había exhibido en “Donnie Darko”. Arthur es conducido a una sala de la biblioteca en la que se le ofrecen tres portales hechos aparentemente de agua y se le informa de que sólo uno es el correcto, los otros dos llevan a la condenación. Elige uno (sin que se nos informe de si es el correcto o no) y aparece a continuación, tras pasar por una especie de túnel psicodélico, envuelto en un prisma de agua flotando sobre la cama de Norma. La película sigue su curso sin que se aclare en ningún momento qué significó esta escena; ni siquiera se vuelve a hacer referencia a ella. En otra ocasión, Arthur deja a la canguro en el motel y echa un vistazo a su carnet de conducir, descubriendo que no es quien dice ser; en la habitación de ella, toda una pared está ocupada por un mapa en la que están destacados determinados puntos unidos por hebras, dando la impresión de que ha estado siguiendo la actividad de la caja por todo el país. Quién es realmente y en qué estaba metida es otro “detalle” que el director-guionista se deja por el camino y que no vuelve a mencionar. Lo mismo ocurre con el extraño ritual que se produce alrededor del a piscina de ese motel.
Es esa frustrante tendencia a convertir la película en un conjunto de escenas crípticas e incomprensibles lo que impide que “La Caja”, a pesar de su intrigante arranque y su innegable potencial, se convierta en una buena película. Las diversas alusiones cultistas a la obra de Jean-Paul Sartre y las alegorías más o menos evidentes (la deformidad facial de Stewart le asimila a la figura de una Muerte visitando a domicilio; el paso de Arthur por el portal acuoso se asemeja a un bautismo cristiano) no compensan ni de lejos las lagunas de la historia y la sensación de fragmentación que desprende toda la película ¿Es Richard Kelly un genio incomprendido o un incompetente pretencioso? Sea cual sea la verdadera respuesta, el público lo vio claro. La película no consiguió siquiera recuperar en taquilla su moderado presupuesto y aquellos que la vieron, a decir de los índices de internet, no quedaron muy impresionados.
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Esta cinta personalmente creo que falló por sus principales protagonistas, no puede ser que los secundarios tengan más "vida que ellos. La idea en sí es buena pero tal como se menciona en el escrito, no es la duración la correcta, es demasiado el tiempo que trascurre y se pierde lentamente. Gracias por el análisis, resultó muy interesante, abrazos.
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