La década de los ochenta fue una época de profundos cambios en la industria del comic book norteamericano, cambios que, a su vez, tendrían repercusiones sobre el aspecto creativo. La extensión y consolidación del mercado de venta directa a las tiendas especializadas permitió a las editoriales, grandes y pequeñas, realizar tiradas ajustadas a los pedidos previos, sabiendo así de antemano la acogida que los lectores brindarían a sus títulos. Ello abrió la puerta a la posibilidad de realizar comics de géneros menos populares que los superhéroes, experimentando con nuevas colecciones sin correr el riesgo de incurrir en grandes pérdidas.
Aún mejor, el canal directo que se creó a través de esas librerías especializadas entre la editorial y el lector –sin pasar por el nebuloso mundo de las ventas de quioscos y supermercados- animó a aquéllas a ofrecer obras con formatos nuevos, con mejor papel, calidad de edición y mayor precio a sabiendas de que en esos establecimientos habría lectores dispuestos a pagarlo. Ahí está la razón del surgimiento de Epic Comics por un lado y la línea de Novelas Gráficas Marvel por otro. De este modo, un cambio en la industria propició la apertura, para lectores y autores, de un nuevo abanico de posibilidades temáticas más allá de los superhéroes propiedad de la casa.
La Ciencia Ficción fue uno de los géneros que salieron beneficiados de todo aquel movimiento. La

Domino es una adolescente soñadora y solitaria que disfruta dando largos paseos por las playas cercanas a su hogar en Carolina del Sur y soñando con las maravillas que esconde el mar y con la hazañas de su antepasada, una auténtica reina pirata. Tras una fuerte tormenta, un extraño artefacto queda al descubierto bajo la arena. Aunque evidentemente tiene siglos de antigüedad, también está claro que se trata de tecnología alienígena. Mientras sus padres deliberan sobre sus problemas matrimoniales, Domino se acerca, lo toca y una descarga de energía la sume en un coma.
Mientras tanto, muy lejos, fuera de la Tierra en algún punto del espacio, la joven y carismática pirata Raader, comanda a sus hombres en los asaltos a las naves del cruel imperio colonizador y disfruta de sus victorias en Asilo, el planeta hogar de los bucaneros. Cuando decide investigar una misteriosa señal que proviene de un sector inexplorado del espacio –y que en realidad tiene su origen en el recién reactivado radiofaro que Domino descubrió-, se encuentra con que un bajel colonizador se dirige al mismo lugar. Al llegar a nuestro planeta Raader se encontrará no sólo con que ha de

El epílogo de texto firmado por los autores, el guionista Bill Mantlo y el dibujante Jackson Guice, deja muy claras sus influencias: Julio Verne, Edgar Rice Burroughs, Howard Pyle, Errol Flynn, Steven Spielberg, Gene Roddenberry, Alex Raymond, Jack Kirby, George Lucas… todos grandes nombres de la ficción relacionados con la aventura y/o la ciencia ficción. “Absorbimos esas fuentes, incorporándolas a nuestra propia forma de ser. Cuando nos convertimos en historietistas profesionales luchamos por dar forma a todo lo que habíamos absorbido, por alcanzar en nuestro trabajo algo de la magia que habíamos descubierto en el trabajo de los demás, por transmitir el mismo sentido de lo maravilloso, el mismo sentido de la aventura, a nuestros lectores”. Y es eso precisamente lo que intenta ser “Piratas del Espacio”, un homenaje al tiempo que un intento de recordar al lector adulto sus antiguos héroes y al joven descubrirle un tipo de narrativa de aventuras tan antigua como el hombre.
Sin embargo, a la hora de la verdad, Mantlo hizo poco por tratar de imaginar algo nuevo,


Pero el principal problema de esta novela gráfica es que no aguanta una lectura como trabajo unitario o autoconclusivo, puesto que buena parte de los enigmas expuestos quedan sin contestar al término de la misma. Resulta evidente que la intención era la de servir de prólogo a una nueva serie que, efectivamente, se presentó unos meses después en el subsello adulto de Marvel, Epic Comics, y que duró 12 números, entre marzo de 1985 y marzo de 1987. Bill Mantlo se ocupa de introducir todos los elementos relevantes (la premisa básica, los principales personajes), pero no tanto en tejer una historia original o verdaderamente sólida. Hay un par de grandes batallas, una visita al mundo pirata… pero nada realmente sorprendente o memorable…aunque tampoco aburrido, puesto que hay acción a raudales y los personajes, aunque solo esbozados, son lo suficientemente interesantes como para seguir pasando las páginas hasta el final.
En cuanto al dibujo de Jackson Guice, con quien Mantlo ya había colaborado anteriormente en la

Algo parecido le pasa al color: en ocasiones espectacular, con una variedad de matices muy superior a lo que era la norma en la época; en otras, en cambio, su mala aplicación –y algún problema con el proceso de impresión- funde a los personajes con los fondos y arruina cualquier pretensión de relieve o profundidad.

Pero, con todo y como nota personal, tengo que admitir que albergo cierto cariño por este comic,

No hay comentarios:
Publicar un comentario