jueves, 7 de febrero de 2013

1934-FLASH GORDON - Alex Raymond (2)






(Continúa de la entrada anterior)

El apartado artístico nunca fue digno de reseñar en “Buck Rogers” o "Brick Bradford", pero el de Flash Gordon –al menos durante la época de Raymond- , consiguió trascender un guión absurdo, repetitivo y carente de lógica para colocar a la serie entre las mejores del género de aventuras. El lector se encontraba cada domingo, destacando por entre las tiras de prensa humorísticas o de corte costumbrista, un despliegue de exuberante belleza en el que se mezclaban apuestos héroes, sensuales mujeres, peligrosos monstruos, naves espaciales, estilizados castillos y escenarios naturales salvajes.

Bien es cierto que el dibujo inicial no hacía presagiar las altas cotas estilísticas a las que llegaría el artista en relativamente poco tiempo. Al principio el dibujo se antoja algo primitivo, inseguro, pero en cualquier caso superior al de sus directos competidores, Buck Rogers o Brick Bradford. Sin embargo, a finales de 1934, con el comienzo del “Torneo de Mongo”, comienza una rápida evolución que sitúa al dibujo a la altura de las pretensiones épicas de la historia.

El grafismo de Raymond dará un nuevo salto en otoño de 1935, en cuanto consigue liberarse de la tira diaria de la que se ocupaba hasta el momento, “Agente Secreto X-9”. El trazo se estiliza, la inicial distribución regular de viñetas sobre la página se rompe para introducir cuadros alargados en los que experimenta con cuidadas composiciones, formales pero elegantes, mientras su trazo se desliza hacia el barroquismo, utilizando los rayados no sólo para introducir juegos de luz, sino subrayar el movimiento y dotar de poderío físico a las figuras.

Esa etapa “barroca” durará un año. Entre el fin de 1936 y el comienzo de 1939, la estética de la serie vuelve a cambiar, esta vez simplificándose hasta adoptar el que sería su estilo definitivo hasta el final de la etapa de Raymond: un clasicismo reposado y elegante que tomaba su aspecto formal del ámbito pictórico. El autor relegó los diálogos a los cuadros de texto a pie de página con el fin de no estorbar la visión de lo que se convierte en una sucesión de bellas ilustraciones cuyo centro es la figura humana. El sombreado a base de líneas desaparece sustituido por el contraste dinámico de masas blancas y negras.

Un dibujante de comic”, declaró una vez Raymond, “empieza con una hoja de papel en blanco y ha de soñarlo todo. Es escritor, director, editor y artista al mismo tiempo”. Reconocía que dibujar “Flash Gordon” era un trabajo exigente: “Me lleva cuatro días y sus noches completar una página dominical”. Cuando la electricidad fallaba de vez en cuando, el artista continuaba su labor a la luz de una vela, sin desviarse jamás de su autoimpuesta disciplina.

La lucha por derrotar a Ming, como hemos dicho, se prolongó desde 1934 a junio de 1941, momento
en el que se libera el planeta Mongo. A partir de ese punto, la serie comienza un declive paulatino marcado por la intervención puntual del ayudante de Raymond, Austin Briggs (quien ya venía ocupándose de las tiras diarias del personaje desde su inicio en 1940). En 1943 Raymond se alista en los Marines y abandona definitivamente la serie. Así, a partir de junio de 1944, momento en el que se terminan de publicar las páginas que ya tenía dibujadas, “Flash Gordon” pasa a manos de Austin Briggs.

Aunque Raymond se reincorporaría a la vida civil y a su ocupación de dibujante tras la Segunda Guerra Mundial, ya no lo haría con Flash Gordon. Esa etapa de su vida había pasado y ahora tenía otras cosas que contar. Su siguiente personaje sería un atractivo e inteligente detective, “Rip Kirby” (marzo de 1946), del que se encargaría hasta su muerte por accidente de automóvil en septiembre de 1956.

Alex Raymond y Hal Foster (creador de “El Príncipe Valiente”) están considerados como los responsables de la introducción en el comic de un nivel estilístico inaudito hasta la fecha. Separándose del trazo caricaturesco que dominaba la mayor parte del comic de la época, crearon series heroicas de una épica romántica excepcional que marcarían las pautas gráficas por las que discurriría la historieta realista durante décadas.

En mi opinión, el debate acerca de cuál de los dos autores fue el más importante dentro de este nuevo
movimiento se salda a favor de Foster, puesto que éste no sólo se responsabilizaba del guión de su saga medieval, sino que en el aspecto gráfico realizó una labor extraordinaria que todavía no ha sido igualada. Sin embargo, Raymond fue el primero de los dos en seducir a sus lectores esculpiendo con sus lápices un mundo creíble de figuras heroicas pero realistas que evolucionaban en un entorno fantástico. Durante esos años, los competidores de Flash Gordon en el ámbito de la CF, Buck Rogers y Brick Bradford, con su estética más primitiva y aún lastrada por cierto deje caricaturesco, no pudieron ni acercarse al nivel gráfico de Raymond.

Flash Gordon tuvo una segunda y bastante diferente existencia en Europa, consecuencia de las vicisitudes bélicas y políticas que experimentaba el continente. El héroe espacial siempre fue una figura incómoda para las dictaduras fascistas. Su lucha contra las tiranías no podía ser acogida con agrado por Mussolini, Hitler o Franco, que hicieron lo posible por censurar al personaje. Sin embargo, la popularidad de Gordon, aunque con disfraces y bajo nuevas identidades, lo mantuvo vivo.

En Italia, Mussolini prohibió la importación de material cultural de Estados Unidos, entre ellos, claro está, el comic, por considerarlo subversivo para su propio y personalista régimen. La revista “L´Avventuroso”, una publicación ya veterana en el mercado italiano, se nutría principalmente de los personajes de la prensa norteamericana y su interrupción significaba de hecho su fin editorial. Así que, ni corto ni perezoso y sabedor de que tal y como estaban las cosas no tendría que hacer frente a demandas judiciales norteamericanas, el editor Mario Nerbini, encargó a diversos autores italianos la continuación de las peripecias de los diferentes héroes. En el caso de “Flash Gordon”, la tarea recayó en las manos de un Federico Fellini de dieciocho años y el dibujante Giove Toppi. Ambos insuflaron nueva vida a Gordon hasta que la revista cerró definitivamente en 1943.

A destacar también es el caso de Bélgica. Tras su ocupación por los nazis, la revista “Bravo” vio
interrumpido el acceso al material de Flash Gordon que venía publicando. No era sólo que la comunicación por mar se hubiera reducido a la mínima expresión, sino que los alemanes habían prohibido la importación y reproducción de comics americanos. También aquí se recurrió a un artista autóctono para que tratara de llenar el hueco dejado por la ausencia de las páginas de Raymond. El elegido fue Edgar Pierre Jacobs, un dibujante relativamente novato y de estilo ciertamente alejado del de Raymond, al que sin embargo trató de imitar. El desafío a la prohibición alemana se prolongó varias semanas, narrando las aventuras de unos avatares poco disimulados de Flash y sus amigos. Finalmente, la censura nazi se dio por enterada y prohibió la continuación de la farsa. Jacobs alcanzaría renombre internacional unos años después con sus personajes Blake & Mortimer, cuyas peripecias en muchas ocasiones se mezclaron con la ciencia ficción.

En cuanto a España, “Flash Gordon” se había publicado desde fecha muy temprana en las páginas de “El Aventurero” pero la Guerra Civil arrasó el mercado editorial. Tras ella, sólo un puñado de publicaciones obtuvieron el permiso de la dictadura para su edición periódica, siendo una de ellas “Leyendas Infantiles”, cabecera propiedad de la barcelonesa Hispano Americana de Ediciones desde 1943.

Por desgracia, y aunque la convaleciente España no participó en la Segunda Guerra Mundial, ésta sí le afectó en cuanto a las comunicaciones marítimas con Estados Unidos. Así, el suministro de material original para su reproducción se interrumpía con frecuencia, obligando a la editorial a encargar a autores hispanos la elaboración de páginas con que llenar los huecos y enlazar unos episodios con otros. Ello se hacía ya por el rústico procedimiento de calcar las páginas de ediciones brasileñas (Alfonso Figueras, Juan García Iranzo), bien dibujándolas enteramente (Jesús Blasco).

A estos problemas, claro está, se añadía la vigilancia de la censura, que velaba porque Dale Arden cubriera sus encantos (bellamente sugeridos por los vestidos que dibujaba Raymond) o eliminando el retorno de Flash a la Tierra para combatir a los fascistas, episodio que los aficionados hubieron de esperar tres décadas para leer.

“Flash Gordon” es uno de los grandes héroes de la ciencia ficción en viñetas, un excelso
representante de la escuela naturalista en los comics y, en su etapa inicial a manos de Alex Raymond, una obra imprescindible para todo aquel que disfrute de este medio. Ciertamente, su momento ha pasado. Sus aventuras –ya solo en forma de página dominical- fueron canceladas en 2003 y los continuos rumores de películas basadas en sus aventuras no han cuajado en nada concreto. Pero durante setenta años, el rubio jugador de polo convertido en aventurero espacial visitó con éxito todos los formatos: seriales radiofónicos y cinematográficos, novelas, televisión, dibujos animados y superproducciones para la pantalla grande. Y si su nombre aún sigue hoy asociado con el concepto de aventura épica espacial, es gracias a la intemporal fascinación gráfica de las planchas de Raymond.

Para la gran mayoría de norteamericanos de los años treinta del pasado siglo, la Ciencia Ficción eran Buck Rogers y Flash Gordon. Millones de personas tenían contacto con ellos diariamente a través de sus viñetas, las películas y los seriales radiofónicos que narraban sus aventuras. El comic proporcionó así dos personajes que, para bien o para mal, pasaron a definir visualmente la Ciencia Ficción en base a unas imágenes muy concretas.

Tanto fue su impacto que es tentador considerarlos como los únicos progenitores de todos los comics de CF. Sin embargo, no fueron las únicas influencias en la ciencia ficción gráfica. Un papel fundamental, ya lo hemos ido viendo en este blog, jugarían las revistas pulp especializadas en el género y, en concreto, sus ilustradores y dibujantes.

Desde los años veinte, Frank R.Paul o Wesso mostraban en las portadas de “Amazing Stories”, “Air
Wonder Stories”, “Science Wonder Stories”, “Astounding Stories” o “Thrilling Wonder Stories”, escenas futuristas de gran poder de evocación en las que se mezclaba la ciencia, la fantasía y la aventura.

Para cuando Flash Gordon apareció en escena, el lenguaje visual de la ciencia ficción ya estaba casi definido. Aquellas tempranas portadas de las revistas pulp habían seducido a la imaginación popular con sus ciudades en el espacio, astronautas, naves estelares y criaturas alienígenas. Las ilustraciones se fueron haciendo cada vez más chillonas en su competencia por atraer a unos aficionados más jóvenes, lectores más interesados en la aventura que en la descripción fiel de la ciencia.

En 1936, Hugo Gernsback vendió su revista “Wonder Stories” a Ned Pines, de Standard Publications. Pines rebautizó a la publicación, de acuerdo con su gusto sensacionalista, “Thrilling Wonder Stories” y trató de dar una nueva vuelta de rosca al aspecto más grotesco de sus contenidos en un intento de contrarrestar el dominio del mercado que ejercía ya por entonces “Astounding Stories”. Con esa misión contrató como editor a Mort Weisinger, un fan de la CF de veintiún años de edad.

Durante los cinco años siguientes, Weisinger coordinó “Thrilling Wonder Stories” y su compañera
“Startling Stories”, apelando desde sus portadas al segmento de mercado más adolescente. Howard Brown y Earle Bergey diseñaban ilustraciones llenas de monstruos de grandes ojos bulbosos, mujeres exuberantes escasamente vestidas y colores chillones. Las narraciones de su interior eran acordes con el estilo visual de tales portadas, dirigidas a lectores a mitad de camino entre la loción contra el acné y la crema de afeitar.

Weisinger dio un paso innovador al publicar una tira de comics de ciencia ficción titulada “Zarnak” en los primeros ocho números de “Thrilling Wonder Stories” (agosto 1936-octubre 1937). Dibujada por Max Plaisted, la tira fue un intento bienintencionado de mejorar la calidad del contenido juvenil.

En 1938, Martin Goodman, antiguo empleado de Hugo Gernsback y editor de revistas pulp desde 1932, decidió probar suerte en el mercado de la ciencia ficción “hormonada” con “Marvel Science Stories” (agosto 1938). En este título se podían encontrar historias de CF moderadamente eróticas donde abundaban las mujeres en ropa interior perseguidas por alienígenas babosos. Las ventas del primer número, que ascendieron a 60.000 ejemplares, enviaron una clara señal a otros editores.

Hacia 1939, la ciencia ficción gozaba de una salud envidiable. La Depresión se hallaba en sus fases finales y Norteamérica estaba ansiosa por descubrir el futuro. La Feria Mundial de Nueva York de aquel año invitaba a los visitantes a un viaje por el mundo del mañana: “Futurama: How We Will Live In 1960”. Los aficionados celebraron la primera Convención Mundial de Ciencia Ficción. Y en un auténtico Big Bang creativo, una legión de autores recién llegados vieron sus primeros relatos publicados aquel año: Isaac Asimov, Fritz Leiber, Alfred Bester, A.E.van Vogt, Robert Heinlein, Theodore Sturgeon…

En los siguientes dos años, aparecieron más revistas de ciencia ficción que en cualquier otro momento de la historia. Además de las ya veteranas “Amazing Stories”, “Astounding Stories” y “Thrilling Wonder Stories”, los aficionados podían escoger el último número de “Fantastic Stories”, “Startling Stories”, “Planet Stories”, “Dynamic Science Fiction”, “Future Fiction”, “Fantastic Novels”, “Fantastic Adventures”, “Famous Fantastic Mysteries”, “Strange Stories”, “Marvel Tales”, “Unknown”, “Captain Future”, “Science Fiction”, “Science Fiction Quarterly”, “Astonishing Stories”, “Comet Stories” o “Super Science Stories”.

Editores, artistas y escritores trabajaban sin descanso para satisfacer una demanda aparentemente
insaciable y sobrevivir a la competencia. Cientos de historias del tipo “Carrera en el Espacio”, “Los piratas cerebrales de Marte” y “El Planeta de las Cabezas Abultadas” se embutían todas las semanas en publicaciones adquiridas por decenas de miles de lectores ansiosos de descubrir el futuro.

“Buck Rogers” y “Flash Gordon” junto a los ilustradores de las revistas pulp, prepararon el camino para esa fenomenal explosión.

Y entonces, un día, en las calles de Nueva York, apareció la última innovación gráfica del siglo: el comic-book.

Pero eso es otra historia…

2 comentarios:

  1. Muy buenas entradas las dedicadas a Alex Raymond solo eso puedo decir... un saludo

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  2. Gracias Doctor. En futuras entradas comentaré el Flash Gordon de Dan Barry, el de Al Williamson y la película de los ochenta...

    Un saludo

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