George Lucas vendió la franquicia de Star Wars a Disney en 2012. A partir de entonces, el estudio del ratón se lanzó a producir una nueva serie de secuelas de las trilogías originales que se estrenaron entre 2015 y 2019: “El Despertar de la Fuerza”, “Los Últimos Jedi” y “El Ascenso de Skywalker”. También anunciaron que, en los años alternos a cada uno de esos episodios, los fans podrían ver alguna otra película centrada en personajes del universo Star Wars. El primero de ellos fue “Rogue One” (2016), precuela a la primera de toda la serie principal de 1977 y en la que se narraban los acontecimientos que llevaron a la obtención por parte de los rebeldes de los planos de la Estrella de la Muerte.
El segundo de estos spin-offs –y décima película de la
franquicia- fue “Han Solo”. Sin embargo, el decepcionante resultado en taquilla
provocó la paralización al principio y reconversión al formato televisivo
después de otros dos proyectos centrados en Boba Fett (“The Mandalorian”) y el
joven Obi-wan-Kenobi.
Han (Alden Ehrenreich) se ha criado en los bajos fondos del planeta Corellia, donde se gana la vida como pequeño delicuente al servicio de Lady Proxima, un gangster local. Anhelando una vida mejor, trata de escapar desde el espaciopuerto en compañía de Qi´ra (Emilia Clarke), la chica a la que ama, pero cuando ella es capturada, la única salida que tiene Han es alistarse allí mismo en el ejército imperial, donde le fichan con el apellido Solo.
Tres años más tarde, sirviendo como soldado de asalto en el
planeta Mimban, contacta con una banda de contrabandistas liderados por Tobias
Beckett (Woody Harrelson). Aunque les ruega que le permitan unirse a ellos, lo
denuncian a las tropas imperiales, que le arrojan a un pozo para que muera a
manos de una bestia… que resulta ser el wookie Chewbacca. Los dos traban
amistad, escapan juntos y logran subirse a bordo de la nave de Beckett antes de
que abandone el planeta.
Aceptados a regañadientes en la tripulación, participan en
su siguiente golpe: el robo de coaxium de un tren en marcha en un planeta
helado. Sin embargo, la operación se malogra cuando otra banda interfiere y Han
se ve obligado a abandonar el tan ansiado contenedor. Beckett revela entonces
que había sido un encargo de Dryden Vos (Paul Bettany), un temido señor del
crimen de la organización Crimson Dawn. Al acudir junto a Beckett ante su
presencia para reconoder su fracaso y pedir que les perdonen la vida, Han se
encuentra con que Qi´ra es ahora la lugarteniente y amante del gangster. Para
compensar lo sucedido, Han propone robar coaxium sin procesar de las minas de
Kessel. Para tener una oportunidad, necesitan una nave y un piloto
excepcionales así que deben convencer al mejor contrabandista, Lando Calrissian
(Donald Glover) para que les lleve hasta ese lugar en su legendario Halcón
Milenario.
A pesar de que puede resultar chocante tratándose de un
estudio tan grande y, supuestamente, eficaz, casi todas las películas de Star
Wars que ha realizado Disney han arrastrado problemas de producción,
especialmente en lo que se refiere a directores despedidos y sustituidos por
otros con los rodajes ya comenzados. Varias escenas de “Rogue One” fueron
vueltas a rodar con otro director; Colin Trevorrow fue despedido del Episodio
IX después del fracaso de taquilla de “El Libro Secreto de Henry” (2017); y
Josh Trank corrió la misma suerte en “Han Solo” tras el fiasco de sus “Cuatro
Fantásticos” (2015).
Así que el rodaje de “Han Solo” empezó bajo la dirección de
Phil Lord y Chris Miller, que habían obtenido un gran éxito de crítica y
público con una serie de películas centradas en el humor, como “Lluvia de
Albóndigas” (2009), “Infiltrados en Clase” (2012) o “La Lego Película” (2014).
Lord y Miller invirtieron seis meses en
el rodaje y se hallaban ya en la fase de edición cuando la dirección de
Lucasfim mostró abiertamente su descontento (los informes varían) bien con el
énfasis cómico que le estaban dando al guion de Lawrence Kasdan, o bien por las
protestas de éste a causa de las frecuentes improvisaciones y desviaciones de
su libreto así como el desgobierno que dominaba el rodaje.
Así que, cuando sólo faltaban tres semanas de rodaje para
terminar la fotografía principal, Disney despidió a Lord y Miller y, tras
valorar la posibilidad de contratar a Lawrence Kasdan o Joe Johnston, pusieron
en su lugar a Ron Howard, que volvió a grabar alrededor de un 70% de la
película. Dados el ajustado calendario, las agendas profesionales de los
actores involucrados, la complicada dinámica de muchas escenas y el presupuesto
del film, este cambio no fue poca cosa.
Howard parece haber sido una especie de aspirante frustrado
a George Lucas. Como muestra, ahí está, hace más de 30 años, su “Willow”
(1988), producida por aquél y uno de cuyos problemas fue, precisamente, que se
esforzaba demasiado por ser otro Star Wars del mundo de la Fantasía. Su carrera
en el cine empezó a finales de los 50 como niño actor en multitud de series de
tv y películas, entre ellas “American Graffitti” (1973), bajo la dirección de
Lucas. Debutó como director (además de participar como protagonista) en “Loca
Escapada a las Vegas” (1977) y a partir de entonces encadenó una exitosa serie
de películas, como “1,2.3 Splash” (1984), “Cocoon” (1985), “Dulce Hogar…A
Veces” (1989), “Un Horizonte Lejano” (1992), “Apollo 13” (1995), “Una Mente
Maravillosa” (2001), “Cinderella Man” (2005) o “El Código DaVinci” (2006).
La sensación que cundió entonces entre muchos aficionados,
antes incluso de ver la película, fue que aquel cambio había significado su
beso de la muerte. Se había pasado de un duo joven que hacía comedias
ingeniosas y creativas a un director maduro especializado en blockbusters
convencionales, poco arriesgados y dirigidos a un público de mediana edad. Esta
desilusión pareció reflejarse en la recepción que obtuvo la película: sobre un
presupuesto de 275 millones de dólares, se recaudaron en Norteamérica 213
millones. Lo que no está mal para una película cualquiera pero que resulta
decepcionante en la franquicia Star Wars: “Rogue One” recaudó 530 millones, “El
Despertar de la Fuerza”, 936 millones y “Los Últimos Jedi”, 620.
Es cierto que Howard es un realizador veterano con buen ojo
y un estilo narrativo limpio y claro, lo cual siempre es una virtud menos
apreciada de lo que debiera. Pero también lo es que ya hacía treinta años que había
dejado de apelar a los espectadores más jóvenes y que sus películas,
paulatinamente, habían ido perdiendo no tanto calidad técnica como fuelle y
pegada. Es probable que para Disney y ante las apuradas circunstancias de haber
despedido a los responsables de una película carísima terminada solo a medias y
que no gustaba a la dirección, Howard fuera un remedio seguro.
Y lo cierto es que lo fue. Al ver la película, no se
perciben tonos o visiones discrepantes producto del trabajo de diferentes
directores. Sí, hay momentos a lo largo del film en los que el reparto se
muestra más juguetón, sus intercambios verbales más agudos y el perfil cómico
algo más pronunciado; pero en general, “Han Solo” no chirría con transiciones
demasiado bruscas ni altibajos evidentes. Al contrario, se tiene la sensación
de que todo acabó ocupando el lugar que le correspondía con suavidad y armonía.
No hay nada en el producto terminado que proclame a gritos los problemas de
producción que lo lastraron.
En las manos de Howard, “Han Solo” termina siendo una
película limpia, competente y segura, sobre todo si se compara con las
extravagancias y absurdos que habían aquejado a “Los Últimos Jedi”. Nada hay
aquí que pueda considerarse una afrenta a los preciados recuerdos de la
infancia, ni ninguna subtrama o arco de personaje que se interprete como una
subversión o deconstrucción del espíritu original de la franquicia. De hecho,
si un sector militante de los fans no se hubiera opuesto tan ruidosamente a la
elección de Alden Ehrenreich para interpretar al protagonista, “Han Solo”
parecería el bálsamo perfecto para las heridas que en muchos causaron las
“innovaciones” de “Los Últimos Jedi”. Pero claro, esto se consigue a costa de
ser muy predecible.
En favor de la película podemos decir que su guion viene
firmado por el ya mencionado Lawrence Kasdan, responsable también de los de “El
Imperio Contraataca” (1980) y “El Retorno del Jedi” (1983), así como el de “En
Busca del Arca Perdida” (1981). También demostró ser un más que aceptable
director en films como “Fuego en el Cuerpo” (1981), “Reencuentro” (1983),
“Silverado” (1985), “El Turista Accidental” (1991), “Grand Canyon” (1991),
“Wyatt Earp” (1995) o “French Kiss” (1995) entre otros. Más recientemente,
Kasdan regresó a Lucasfilm para coescribir el guion de “El Despertar de la
Fuerza”. En el caso que nos ocupa, Lawrence colabora con su hermano Jonathan,
que aparte de trabajos de guionista para series televisivas hizo su debut como
director con “Entre Mujeres”.
Pero, a la postre, resultó que el apellido Kasdan sólo era
una baza de cartón. Y es que el guion, siendo sólido, no aporta nada original
que suponga una desviación de los viejos tópicos sobre los que se han
construido las películas de robos: el delincuente joven, ingenuo y ambicioso
admitido en una banda de veteranos; el golpe que sale mal; la mujer fatal de
lealtades ambiguas que vuelve del pasado; el gran jefe criminal; el conductor
de coche en la huida (Lando Calrissian)…. A todo ello se añaden ciertos
elementos y situaciones propias del western: la estética de los personajes,
cercana a la de los pistoleros del Far West; o el asalto a un tren… Al menos,
mientras que el resto de la serie Star Wars parece no saber innovar en las
escenas de acción, Ron Howard dirige una de las pocas originales que hemos
visto en la franquicia desde hace años: el robo al tren en marcha en el planeta
helado Vandor.
“Han Solo” transcurre con fluidez y eficacia en sus dos
primeros actos, evitando potenciales polémicas al controlar su ambición. Hay
pocas sorpresas aquí y lo que tenemos es un reparto bien engrasado siguiendo un
guion lineal. No encontramos ni el viaje mítico asociado tradicionalmente a la
franquicia ni las mini-aventuras episódicas sobre las que se construyó “El
Imperio Contraataca”. Es, por tanto, un film mucho más convencional: acción y
reacción al servicio de una trama sencilla. Como ya dije, esto no es ni mucho
menos un desdoro. Howard es un director muy capaz que sabe hacer películas
accesibles y sin complicaciones. Y eso es “Han Solo”, un film tan correcto y
aseado que a punto está de caer en la esterilidad.
La película casi consigue despegar del todo en el tercer
acto, cuando integra y fusiona los tópicos del cine de robos y western.
Conforme se aproxima al clímax, los personajes parecen cobrar una nueva vida,
aliándose y engañándose unos a otros como parte de estratagemas y planes más o
menos improvisados y aumentando lo que está en juego para cada bando. Por
desgracia, toda esa energía queda diluida por la periódica inserción de guiños,
homenajes y referencias a las películas del pasado que apelan a la nostalgia de
los fans de núcleo duro.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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